VIA CRUCIS Texto de las meditaciones escritas el año 2000 por Juan Pablo II |
ORACION INICIAL En el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. R/. Amén.
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese así mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16, 24).
Viernes Santo por la tarde. Desde hace veinte siglos, la Iglesia se reúne esta tarde para recordar y revivir los acontecimientos de la última etapa del camino terreno del Hijo de Dios. Hoy, como cada año, la Iglesia que está en Roma se congrega en el Coliseo para seguir las huellas de Jesús que, "cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota" (Jn 19, 17).
I ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Con esto, el procurador romano consideró terminado el interrogatorio. Volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él" (cf. Jn 18, 37-38). El drama de Pilato se oculta tras la pregunta: "¿qué es la verdad?".
No era una cuestión filosófica sobre la naturaleza de la verdad, sino una pregunta existencial sobre la propia relación con la verdad. Era un intento de escapar a la voz de la conciencia, que ordenaba reconocer la verdad y seguirla. El hombre que no se deja guiar por la verdad, llega a ser capaz incluso de emitir una sentencia de condena de un inocente.
II ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
La cruz. Instrumento de una muerte infame. No era lícito condenar a la muerte en cruz a un ciudadano romano: era demasiado humillante. Pero el momento en que Jesús de Nazaret cargó con la cruz para llevarla al Calvario, marcó un cambio en la historia de la cruz. De ser signo de muerte infame, reservada a las personas de baja categoría, se convierte en llave maestra. Con su ayuda, de ahora en adelante, el hombre abrirá la puerta de las profundidades del misterio de Dios. Por medio de Cristo, que acepta la cruz, instrumento del propio despojo, los hombres sabrán que "Dios es amor".
III ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
"Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros" (cf. Is 53, 6). "Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros" (Is 53, 6). Jesús cae bajo el peso de la cruz. Sucederá tres veces durante el camino relativamente corto de la "vía dolorosa". Cae por agotamiento. Tiene el cuerpo ensangrentado por la flagelación, la cabeza coronada de espinas. Le faltan las fuerzas. Cae, pues, y la cruz lo aplasta con su peso contra la tierra.
IV ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
"No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin" (Lc 1, 30-33).
V ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Obligaron a Simón (cf. Mt 15, 21). Los soldados romanos lo hicieron temiendo que el Condenado, agotado, no lograra llevar la cruz hasta el Gólgota. No habrían podido ejecutar en él la sentencia, de la crucifixión. Buscaban a un hombre que lo ayudase a llevar la cruz. Su mirada se detuvo en Simón. Lo obligaron a cargar aquel peso. Se puede uno imaginar que él no estuviera de acuerdo y se opusiera. Llevar la cruz junto con un condenado podía considerarse un acto ofensivo de la dignidad de un hombre libre. Aunque de mala gana, Simón tomó la cruz para ayudar a Jesús.
VI ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
La Verónica no aparece en los Evangelios. No se menciona este nombre, aunque se citan los nombres de diversas mujeres que aparecen junto a Jesús. Puede ser, pues, que este nombre exprese más bien lo que esa mujer hizo. En efecto, según la tradición, en el camino del calvario una mujer se abrió paso entre los soldados que escoltaban a Jesús y enjugó con un velo el sudor y la sangre del rostro del Señor. Aquel rostro quedó impreso en el velo; un reflejo fiel, un "verdadero icono". A eso se referiría el nombre mismo de Verónica. Si es así, este nombre, que ha hecho memorable el gesto de aquella mujer, expresa al mismo tiempo la más profunda verdad sobre ella.
VII ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
"Y yo gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo" (Sal 22 [21] 11, 7). Vienen a la mente estas palabras del salmo mientras contemplamos a Jesús, que cae por segunda vez bajo la cruz. En el polvo de la tierra está el Condenado. Aplastado por el peso de su cruz. Cada vez más le fallan sus fuerzas. Pero, aunque con gran esfuerzo, se levanta para seguir el camino:
VIII ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
"Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! Entonces se pondrán a decir a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?" (Lc 23, 28-31)
IX ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
X ESTACIÓN A BEBER HIEL Y VINAGRE
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
"Después de probarlo, no quiso beberlo" (Mt 27, 34).
XI ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
"Han taladrado mis manos y mis pies, puedo contar todos mis huesos" (Sal 21 [22], 17-18). Se cumplen las palabras del profeta. Comienza la ejecución. Los golpes de los soldados aplastan contra el madero de la cruz las manos y los pies del condenado. En las muñecas de las manos, los clavos penetran con fuerza. Esos clavos sostendrán al condenado entre los indescriptibles tormentos de la agonía. En su cuerpo y en su espíritu de gran sensibilidad, Cristo sufre lo indecible.
XII ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23, 34). En el culmen de la Pasión, Cristo no olvida al hombre, no olvida en especial a los que son la causa de su sufrimiento. El sabe que el hombre, más que de cualquier otra cosa, tiene necesidad de amor: tiene necesidad de la misericordia que en este momento se derrama en el mundo.
XIII ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
XIV ESTACIÓN
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V/. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. R/. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
"Fue crucificado, muerto y sepultado...". El cuerpo sin vida de Cristo fue depositado en el sepulcro. La piedra sepulcral, sin embargo, no es el sello definitivo de su obra. La última palabra no pertenece a la falsedad, al odio y al atropello. La última palabra será pronunciada por el Amor, que es más fuerte que la muerte.
"Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12, 24). El sepulcro es la última etapa del morir de Cristo en el curso de su vida terrena; es signo de su sacrificio supremo por nosotros y por nuestra salvación.
LA PASIÓN DE CRISTO NO SE PUEDE ENTENDER Palabras del Papa al concluir el Viacrucis en el Coliseo de Roma
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"¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?" (Lc 24, 26).
Estas palabras de Jesús a dos discípulos camino de Emaús, resuenan en nuestro espíritu esta tarde, al final del "Viacrucis" en el Coliseo. También ellos, como nosotros, habían oído hablar de los hechos sobre la pasión y la crucifixión de Jesús. De vuelta a su pueblo, Cristo se acerca como un peregrino desconocido y ellos se apresuran a contarle "lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo" (Lc 24, 19), y "cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron" (Lc 24, 20). Con tristeza, terminan diciendo: "Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó" (Lc 24, 21).
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