¡Alégrate, el Señor está contigo!

Mensaje Espiritual

 

 

 

Miércoles, 22 de noviembre de 2023

Santa Cecilia, virgen y mártir

Memoria Obligatoria – Rojo

2 Macabeos 7, 1. 20-31 / Lucas 19, 11-28

Salmo responsorial Sal 16, 1. 5-6. 8b. 15

R/. “¡Me saciaré de tu presencia, Señor!”

 

Santoral:

Santa Cecilia y San Filemón

 

Desagravios...

 

Hay cosas en la vida que no se pueden echar atrás,

pueden causar grandes heridas o destruir en un segundo

lo que en mucho tiempo se quiso construir o cultivar.

 

La piedra lanzada que llega a golpear; la palabra dicha

en un momento de enojo que logra herir, el paso mal dado

que hace caer, el vaso que se quiebra, el corazón destrozado,

el papel roto en pedazos, las flores que en vida no se regalaron,

la ficha mal movida que hizo perder la partida.

 

Hay quienes viven atormentados y no se perdonan

los errores cometidos o el dolor que en algún momento

pudieron haber ocasionado; lo que debía haberse hecho

y no se hizo, las palabras que no fueron pronunciadas,

el abrazo que nunca se dio, el golpe que quizás se lanzó,

el vidrio roto, el agua derramada, la hoja quemada;

la vida destrozada o acabada, la infancia perdida,

la inocencia arrebatada, los vacíos que nunca se llenaron,

el hambre y la sed que jamás consiguieron ser saciadas.

 

Cada segundo de vida no se repite, el tiempo no retrocede,

y aunque se quiera volver a empezar, no se puede borrar

lo que pasó, por eso hay que pensar muy bien antes

de actuar o de hablar.

 

Quizás suene pesimista esta realidad, pero no podemos ir

por el mundo sin rumbo, sin tomar conciencia de lo que se dice

y de los pasos que se dan; a veces es necesario caer para

aprender a caminar, llegar a perder para lograr valorar.

 

Hay heridas que el ser humano no puede sanar, vacíos

que no se alcanzan a llenar, vasijas que parecen imposibles

de reparar; solo el Amor de Dios tiene el poder de saciar,

reconstruir y renovar; El logra apreciar la belleza que nadie

jamás vio, ofrecer un Amor restaurador, romper las cadenas

que no se habían podido arrancar, borrar un pasado oscuro

que la luz del presente no dejaba apreciar. El abre los ojos

de tantos que no ven, hace caminar a los que no lo saben hacer,

sólo basta abandonarse en sus manos y ante todo creer.

 

No todo está perdido, siempre tendremos otra oportunidad,

cada nuevo día es una puerta que se nos abre, para mirar al futuro,

retomar las riendas del presente y avanzar, hasta la meta cumplir

y hacer nuestros sueños realidad. El amor de Dios es tan grande

que todo lo perdona, no deja de confiar en sus criaturas,

a nuestro lado siempre está, El no nos abandona, somos nosotros

lo que a veces su mano soltamos; El está siempre ahí, como Padre

amoroso, esperando a que como el hijo pródigo, regresemos al hogar.

 

 Kary Rojas