¡Alégrate, el Señor está contigo!

Mensaje Espiritual

 

 

 

Martes, 10 de octubre de 2023

Semana 27ª durante el año

Feria – Verde

Jonás 3, 1-10 / Lucas 10, 38-42

Salmo responsorial Sal 129, 1-4. 6c-8

R/. “¡Yo pongo mi esperanza en ti, Señor

 

Santoral:

Santo Tomás de Villanueva y San Virgilio

 

 

El pecado de la tristeza

 

Se conocen más de mil pecados bien definidos;

uno de ellos es el de la tristeza,

la ausencia de color en el alma.

El prisma descompone la luz, como en el arco iris,

en siete colores inconfundibles, pero suele ocurrir

que el ojo sólo percibe el negro, o su opuesto,

el blanco, la ausencia de color.

Existen señales claras de tristeza:

el consumo masivo de euforizantes;

el ritual indispensable del "happy hour"

después de la oficina con el obsequio de un "trago plus";

los rostros agobiados de los que

buscan empleos o de los que trabajan.

Cada vez se pone más en evidencia

el predominio del negro y los grises en la vestimenta.

Los aspirantes a ejecutivos visten de negro,

igual que sus superiores, y se desplazan

petulantes por el centro de las ciudades.

Los jóvenes salen de "fiesta" con ropas oscuras,

camperas y botas; tanto hombres como mujeres,

con definida vocación draculina.

Los escritores, seguidos por multitud de admiradores

y buscadores de autógrafos, suelen vestir de negro.

Es muy probable que comience a venderse

ropa negra para bebés, delantales grises para las escuelas,

ropa de novia oscura para hacer juego con las sotanas.

La tristeza sienta sus reales en las telenovelas:

mata que te matan, la fiesta está en el funeral,

la tristeza es "el comienzo del fin",

el que sonríe es un irresponsable.

Las tendencias hacia la tristeza son notables.

Sin embargo, es un "pecado", esto es,

"errar en el blanco, no acertar."

Uno peca, al menos etimológicamente,

cuando no da donde tiene que dar,

cuando se equivoca con la vida,

cuando traiciona a la alegría.

En una oportunidad se encontraron dos gatos,

uno triste y el otro alegre.

El primero giraba contínuamente tratando

en vano de agarrarse la cola.

Entonces, el otro le preguntó:

"¿Qué te ocurre, qué estás haciendo?".
"Estoy tratando de agarrarme la cola,

si la alcanzo seré feliz, ya casi la tengo..."

Cansado, se detuvo un momento y preguntó:

"¿Cómo es que no persigues tu cola?".

El gato feliz sonrió: "Alguna vez lo hice,

cuando estaba insatisfecho conmigo mismo.

Un día descubrí que si caminaba, me seguía,

y dejé de dar vueltas tristemente.

Desde entonces me acompaña sin problemas.

Me alegro de que esté donde está."

Es posible encontrar un vaso grande de felicidad

en las cosas más simples de la vida,

en el reconocimiento gratuito de nuestras

propias potencialidades de disfrute,

en el reír juntos, en identificarnos

con alguno de los colores

que componen el milagro de la luz.

No tratemos de perseguir a nuestra sombra,

nos sigue cuando no le damos importancia.

La tristeza toma fuerzas cuando caemos en ella.