¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo,
17
de Marzo de 2024
DOMINGO Vº DE CUARESMA
Del Propio - Morado
Jeremías 31, 31-34
/ Hebreos 5, 7-9
/ Juan 12, 20-33
Salmo Responsorial Sal 50, 3-4. 12-15
R/. "¡Que no me olvide de ti, ciudad de Dios!"
Santoral:
San
Patricio
LECTURAS DEL DOMINGO
17
DE MARZO DE 2024
DOMINGO Vº DE CUARESMA
Estableceré una nueva Alianza
y no me acordaré más de su pecado
Lectura del libro de Jeremías
31, 31-34
Llegarán los días -oráculo del Señor- en que
estableceré una nueva Alianza con la casa de
Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza
que establecí con sus padres el día en que los
tomé de la mano para hacerlos salir del país de
Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque Yo
era su dueño -oráculo del Señor-.
Ésta es la Alianza que estableceré con la casa de
Israel, después de aquellos días -oráculo del
Señor-: pondré mi Ley dentro de ellos, y la
escribiré en sus corazones; Yo seré su Dios y
ellos serán mi Pueblo.
Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente,
diciéndose el uno al otro: «Conozcan al Señor».
Porque todos me conocerán, del más pequeño al más
grande -oráculo del Señor-. Porque Yo habré
perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su
pecado.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
50, 3-4.
12-15
R.
Crea
en mí, Dios mío, un corazón puro.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!
R.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu. .
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.
R.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:
yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.
R.
Aprendió qué significaba obedecer
Y llegó a ser causa de salvación eterna.
Lectura de la carta a los Hebreos
5, 7-9
Hermanos:
Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y
plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a Aquél
que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado
por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de
Dios, aprendió por medio de sus propios
sufrimientos qué significa obedecer. De este modo,
Él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de
salvación eterna para todos los que le obedecen.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Si el grano de trigo que cae en tierra muere, da
mucho fruto
a
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
Según san Juan
12, 20-33
Había unos griegos que habían subido a Jerusalén
para adorar a Dios durante la fiesta de la Pascua.
Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de
Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a
Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos
se lo dijeron a Jesús. Él les respondió:
«Ha llegado la hora
en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que
si el grano de trigo que caen en la tierra no
muere,
queda solo;
pero si muere,
da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá;
y el que no está apegado a su vida en este mundo,
la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme
que me siga,
y donde Yo esté, estará también mi servidor.
El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma está ahora turbada.
¿Y qué diré:
“Padre, líbrame de esta hora?”
¡Si para eso he llegado a esta hora!
¡Padre, glorifica tu Nombre!»
Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he
glorificado y lo volveré a glorificar».
La multitud, que estaba presente y oyó estas
palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían:
«Le ha hablado un ángel».
Jesús respondió:
«Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el juicio de este mundo,
ahora el Príncipe de este mundo será arrojado
afuera:
y cuando Yo sea levantado en alto sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí».
Palabra del Señor.
Reflexión
EL SUFRIMIENTO, ACEPTADO CRISTIANAMENTE, NOS
PURIFICA Y FORTIFICA ESPIRITUALMENTE
1.-
Si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo;
pero si muere, da mucho fruto.
La cuaresma es tiempo de mortificación, como
preparación para la Pascua. La mortificación
cristiana es siempre necesaria en todos los
tiempos de la vida, no sólo en cuaresma, si
queremos llegar a la santidad. Porque ya desde el
nacimiento tenemos tendencias malas y pecaminosas,
y mortificación significa domar las pasiones y
matar las malas tendencias. Pero es que, además,
la vida nos trae a todos, antes o después,
disgustos y sufrimientos, sean físicos,
psicológicos, espirituales, o sociales. Para domar
las pasiones, matar las malas tendencias, tenemos
que sufrir, y para vencer los múltiples
sufrimientos que la vida nos trae, también. Si no
aceptamos ese sufrimiento, no adelantamos hacia la
perfección, pero, si lo aceptamos cristianamente,
el sufrimiento nos purifica y nos fortifica
espiritualmente. En este sentido debemos entender
lo de aborrecerse a sí mismo en este mundo y
enterrar el grano de trigo, para que, muriendo, dé
mucho fruto.
2.-
Ha llegado la
hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre…
Ahora mi alma está agitada y ¿qué diré?: Padre,
líbrame de esta hora. Pero si por eso he venido,
para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.
Como sabemos, para san
Juan El Padre glorifica el nombre de Jesús cuando
este muere y resucita. Una muerte acompañada de
sufrimiento y de dolor. Si, pues, el Padre no
dispensó a su Hijo del sufrimiento y del dolor,
antes de la resurrección, no esperemos que nos
haya preparado a nosotros un camino de rosas,
durante esta vida. Si queremos ser verdaderos
discípulos de Cristo, aceptemos el sufrimiento que
nos traiga la vida, para que el Padre pueda
glorificarnos también a nosotros, después de
nuestra muerte. No se trata de buscar el
sufrimiento por el sufrimiento, es suficiente con
aceptar cristianamente los sufrimientos que nos
vengan. Vivir y convivir cristianamente ya supone
un esfuerzo y una lucha espiritual diaria; no
rechacemos, pues, el sufrimiento cristiano, si
queremos vivir y convivir cristianamente durante
toda nuestra vida. No sólo durante la cuaresma.
3.-
Mirad que llegan
días en que haré con la casa de Israel y la casa
de Judá una alianza nueva… Meteré mi ley en su
pecho, la escribiré en sus corazones.
Dios no falló nunca en el cumplimiento de su
Alianza, el que falló fue el pueblo de Israel.
Ahora el profeta Jeremías habla de una alianza
nueva, distinta de la que Dios hizo con Noé, con
Abrahán y con Moisés. En esta alianza nueva el
mismo Dios va a meter la ley en el alma del
pueblo, la va a escribir en sus corazones, para
que así cumplan no solo la letra, sino el espíritu
de la ley. Este es el mensaje que esta lectura
debe darnos a nosotros, los cristianos. Dios, a
través de su Hijo, ha hecho con nosotros una nueva
y eterna alianza, como decimos cada vez que
celebramos la santa misa. Pues que esta nueva y
eterna alianza la tengamos nosotros siempre dentro
de nuestro corazón. Que el mandamiento nuevo de
Jesús sea de verdad el que guíe nuestros
pensamientos, palabras y obras.
4.-
Él, a pesar de
ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y,
llevado a la consumación, se ha convertido para
todos los que le obedecen en autor de salvación
eterna. El
autor de la carta a los Hebreos nos dice que
Cristo, como verdadero hombre que fue, aprendió,
sufriendo a obedecer y que, cuando en su muerte y
resurrección, se identifica totalmente con el
Padre, se convierte en autor de nuestra salvación
eterna. Aprendamos, pues, nosotros a aceptar
siempre la voluntad de Dios, aceptando el
sufrimiento que la vida nos traiga y haciendo de
él instrumento de purificación y salvación. En
nuestro camino hacia Dios nos encontraremos
siempre con el sufrimiento; aceptémoslo
cristianamente y será el mismo sufrimiento el que
nos acerque hacia Dios. Y, entretanto, pidamos a
Dios, con el salmo 50, que cree en nosotros un
corazón puro, que nos renueve por dentro con
espíritu firme.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
SE ENTREGA POR AMOR
1.-
Muere y da mucho
fruto. Jesús
era consciente de que su vida terrena en este
mundo estaba a punto de acabar. Había venido a
reconciliar a los hombres con Dios y a hacer vida
las promesas de su Padre. Pero antes había de
padecer, y por eso se siente profundamente
abatido. Anticipando el sufrimiento de la oración
del monte de los olivos, Jesús se pregunta si
podría evitarse ese sufrimiento, pero no era
posible, su hora había llegado y el nombre de su
Padre sería glorificado a través de Él. Todo queda
ratificado por la voz del Padre, que de nuevo se
hace escuchar en gloriosa manifestación; Jesús
hablaba de su muerte, sabía lo que Jerusalén le
tenía preparado. Pero no se echa atrás, para esto
había venido al mundo, para morir en la tierra
como grano de trigo y dar fruto de vida eterna.
Jesucristo dice: “Si el grano de trigo no muere,
no dará fruto”. El grano que quiera seguir como
grano, que le tenga miedo a la humedad, que no
esté dispuesto a desaparecer como grano, ¿cómo ha
de dar fruto? Si el grano muere, nacerá una nueva
planta. Es necesario dejar de ser grano para dar
todo ese fruto. Y lo hace todo por amor, no porque
Dios quiera la violencia.
2.-
Nadie tiene mayor
amor que el que da su vida por sus amigos.
La Pascua constituye el cumplimiento de lo que
vislumbra Jeremías de una “alianza nueva”, alianza
definitiva en la que el mediador de la misma es
Jesús de Nazaret: Dios y hombre. No se trata de
ser fiel a una alianza externa. Las palabras
misteriosas de Cristo: “Sólo el que da su vida por
los demás es el que se encuentra a sí mismo”, se
realizan en todos aquellos cristianos que dedican
su vida al servicio de los más necesitados. El
Cristo muerto ha resucitado y vive en todos los
que creen y buscan, consciente o
inconscientemente, a Dios. La primera tentación de
los cristianos durante esta Cuaresma y Semana
Santa puede ser la de escandalizarnos de que
nuestro pueblo viva – incluyendo muchos de los
cristianos – pendientes de unas vacaciones de sol,
monte y playa, sin acordarse de los días que
marcaron el nuevo rumbo, dado por su Salvador…
Nosotros vimos en el mundo de la prisa: el tiempo
pasa rápido y ha de vivirse minuto a minuto. Pero
el hombre de hoy se siente profundamente vacío.
Hay que pasar por esta vida breve, pero cansada y
dura, en donde el amor se realiza en el
sufrimiento; y sólo en el padecer con los demás,
unidos a Cristo, podemos encontrarnos nosotros
mismo y completar en nuestra vida lo que falta a
la Pasión de Cristo en palabras de Pablo.
Recordemos lo que decían de los primeros
cristianos hace ya dos mil años: ¡Mirad cómo se
aman!”. Los pueblos paganos quedaban maravillados
por el amor con que se trataban entre sí los
cristianos y el amor con que trataban a todos los
demás. El verdadero cristiano ha de ser como
Jesucristo: Nadie tiene mayor amor que el que da
su vida por sus amigos. ¿Acaso Jesucristo no hizo
eso en la cruz por todos y cada uno de nosotros?
Imitémosle.
3.-
“Amaos como yo
los he amado”
Jesucristo es el primero en darnos ejemplo, pues
Él ha de ofrecer su vida, ha de perderla, ha de
morir, para darnos la vida eterna, para
perdonarnos los pecados, para darnos la salvación.
“El que se aborrece a sí mismo”. No le importó
morir, ni sufrir tanto, ni ser despreciado,
abofeteado, escupido, azotado, ridiculizado,
golpeado, coronado de espinas, despreciado,
crucificado y ajusticiado en la cruz, con tal de
buscar nuestro bien. ¡Eso es amor! ¡Eso es amar al
prójimo! ¡Eso es vivir la ley de Dios: amar a Dios
y al prójimo! Por eso Jesucristo será capaz de
decirnos: “Amaos como yo los he amado” ¡Hasta dar
la vida por los demás! A las puertas de la Semana
de Pasión y Gloria, nuestras miradas se centran en
un Jesús que anuncia lo que le va a suceder; su
muerte y resurrección se convierten en nosotros en
el camino de vuelta hacia Dios
José María Martín OSA
www.betania.es
¿ALMA AGITADA O MARCHITA?
Así reza una sentencia espiritual: “Más vale un
alma agitada (que busca o se resiste) a un alma
marchita (derrotada y muerta).
1.- Se acercan los días de la pasión, muerte y resurrección de
Cristo. ¿Cuál es el resumen de nuestra vida?
¿Servimos o nos servimos? ¿Amamos o nos dejamos
amar? ¿Salimos al encuentro o preferimos que sean
los demás los que nos rescaten?
Es hora, en estas últimas jornadas cuaresmales, de solicitar al
Señor que renueve nuestros corazones. Es un
momento propicio para volver nuestros ojos a un
lado y a otro y ver dónde nos tenemos que emplear
más a fondo. La cruz del Señor merece, por nuestra
parte, un último esfuerzo: hay que atraer al Señor
el corazón de la humanidad. ¿Cómo? Sirviendo y,
además, haciéndolo con ternura, con cariño, y con
fidelidad. Entre otras cosas porque, en esa
entrega y constancia reside nuestra propia
renuncia para estar al lado del Señor.
El Señor quiere que, dejando el YO que tanto nos invade y nos
limita, mudemos a los OTROS. Es decir; que nos
neguemos a nosotros mismos; que busquemos la
felicidad no tanto en la propia satisfacción,
cuanto en la utilización de todos nuestros dones y
talentos al servicio del Evangelio y de los demás.
Desertar en algo, de nuestros caprichos, comodidades e
individualismos, implica el volcarnos un poco más
en aquellas direcciones que nos resultan
incómodas. Hacia aquellas personas que necesitan
nuestra ayuda, nuestra estima o, simplemente,
nuestro cariño.
2.- Cristo, al morir, nos enseña el lado bueno de la cruz: la
alianza nueva que Dios quiere y desea
definitivamente para el hombre y que viene sellada
por su sangre.
A nosotros no se nos pide tanto; no desea el Señor que seamos
clavados en una cruz (aunque sería bueno que
sacrificáramos aquello que nos impide llegarnos
hasta Él); no nos exige que seamos lapidados
públicamente (aunque sería muy positivo que
defendiésemos nuestras convicciones religiosas y
morales allá donde estemos presentes); no pretende
vernos coronados por espinas o traspasados por
lanzas (aunque, qué bueno sería, que fuésemos
conscientes de que la fe conlleva riesgos,
incomprensiones, soledades).
3.- El Evangelio de este domingo V de cuaresma nos acerca la
verdadera figura de Jesucristo: no es un supermán;
no es un superhéroe. Siendo Hijo de Dios, le
aguarda la cruz, el sufrimiento, la muerte. Como
cualquier alma, también la suya, se siente
agitada, preocupada, turbada por los próximos
acontecimientos de la Pascua.
Va tocando a su fin la vida pública de Jesús. Ahora le aguardan
sus consecuencias. La fidelidad a Dios no siempre
es entendida ni aplaudida por los poderosos del
mundo. Pero, como siempre, nos quedará la
seguridad y la esperanza de que, todo esto, sea
preciso para que Dios selle una Alianza Nueva que
nada ni nadie podrá ya quebrar.
¿Somos conscientes de que también nosotros hemos de saber
renunciar a algo para que la obra de Dios toque a
su fin?
Javier Leoz
www.betania.es
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