¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Miércoles,
1° de Noviembre de 2023
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Solemnidad - Blanco
Apocalípsis 7, 2-4. 9-14 / 1 Juan 3, 1-3 /
Mateo 4, 2 5—5, 12
Salmo responsorial Sal 23, 1-6
R/. “¡Benditos
los que buscan al Señor!”
Santoral:
Todos los Santos
LECTURAS
DEL MIÉRCOLES 1° DE NOVIEMBRE DE 2023
SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Vi una enorme muchedumbre, imposible de contar;
formada por gente de todas las naciones,
familias, pueblos y lenguas
Lectura del libro del Apocalipsis
7, 2-4. 9-14
Yo, Juan, vi a un Ángel que subía del Oriente,
llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a
gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que
habían recibido el poder de dañar a la tierra y al
mar:
«No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los
árboles, hasta que marquemos con el sello la
frente de los servidores de nuestro Dios».
Oí entonces el número de los que habían sido
marcados: eran 144.000 pertenecientes a todas las
tribus de Israel.
Después de esto, vi una enorme muchedumbre,
imposible de contar, formada por gente de todas
las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban
de pie ante el trono y delante del Cordero,
vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en
la mano y exclamaban con voz potente:
«¡La salvación viene de nuestro Dios
que está sentado en el trono,
y del Cordero!»
Y todos los Ángeles que estaban alrededor del
trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres
Vivientes, se postraron con el rostro en tierra
delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo:
«¡Amén!
¡Alabanza, gloria y sabiduría,
acción de gracias, honor, poder y fuerza
a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!»
Y uno de los Ancianos me preguntó: «¿Quiénes son y
de dónde vienen los que están revestidos de
túnicas blancas?»
Yo le respondí: «Tú lo sabes, señor».
Y él me dijo: «Éstos son los que vienen de la gran
tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las
han blanqueado en la sangre del Cordero».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
23, 1-6
R.
¡Benditos los que buscan al Señor!
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque Él la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano.
R.
¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos ni jura
falsamente.
R.
Él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.
R.
Veremos a Dios tal cual es
Lectura de la primera carta de san Juan
3, 1-3
Queridos hermanos:
¡Miren cómo nos amó el Padre!
Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a Él.
Queridos míos,
desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste,
seremos semejantes a Él,
porque lo veremos tal cual es.
El que tiene esta esperanza en Él, se purifica,
así como Él es puro.
Palabra de Dios
EVANGELIO
Alégrense y regocíjense,
porque tendrán una gran recompensa en el cielo
X Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
4, 25—5,
12
Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban
de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de
Judea y de la Transjordania.
Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se
sentó, y sus discípulos se acercaron a El.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles,
diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a
ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra
en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán
misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque
verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán
llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la
justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de
los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y
perseguidos, y cuando se los calumnie en toda
forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes
tendrán una gran recompensa en el cielo; de la
misma manera persiguieron a los profetas que los
precedieron».
Palabra del Señor.
Reflexión
LOS AUTÉNTICOS AMIGOS DE DIOS
La Iglesia celebra hoy la solemnidad de Todos los
santos. En un mismo día celebramos a todos los
santos, que son aquellos que, porque a lo largo de
su vida vivieron como
auténticos amigos de Dios, ahora, después de
su muerte, se encuentran contemplando ya cara a
cara a Dios. No es el día de los difuntos, que
celebraremos mañana día 2 de noviembre, sino que
celebramos sólo a aquellos difuntos que gozan ya
de la compañía de Dios en la gloria del cielo. Los
santos tampoco son sólo los que se encuentran en
los altares de las iglesias, sino que es la
multitud incontable de los bienaventurados,
incluso anónimos la gran mayoría de ellos para
nosotros, pero que desde el cielo interceden por
nosotros que estamos todavía aquí en la tierra.
1.
Una muchedumbre
inmensa, que nadie podría contar.
El libro del Apocalipsis narra, en la primera
lectura, la multitud incontable que Juan ve en su
sueño. Es una muchedumbre inmensa, vestidos con
vestiduras que han blanqueado en la sangre del
Cordero, y que ahora se encuentran de pie ante el
trono del Cordero cantando la alabanza a Dios
salvador. Puede resultar paradójico e
incomprensible cómo puede ser eso de blanquear
unas vestiduras lavándolas en sangre. Pero es
precisamente lo que nos recuerda que los santos no
son aquellos que han vivido puros e inmaculados,
sino que son pecadores como tú y como yo, pero que
por a muerte en cruz y la resurrección de Cristo,
el Cordero, han sido lavados del pecado. No es
algo que han conseguido los santos por su propio
esfuerzo, por sus solas fuerzas, sino que ha sido
por la muerte y la resurrección de Cristo por lo
que los santos han alcanzado ya la Gloria. Y nos
dice el libro del Apocalipsis que se trata de una
multitud incontable de toda nación, raza, pueblo y
lengua. Por lo tanto, la santidad es una llamada
universal, a todos los hombres y mujeres. Puesto
que Cristo ha dado su vida por todos en la cruz,
la llamada a vivir este amor de Dios es universal.
Todos pueden llegar a la santidad por medio de
Cristo. Pero todos gritan al unísono con voz
potente que la salvación viene de Dios, por tanto,
todos reconocen de forma unánime a Cristo como
salvador y redentor de todo el género humano.
2.
Estad alegres y
contentos, porque vuestra recompensa será grande
en el cielo.
Pero ¿cuál es el camino que hemos de seguir para
vivir esa santidad desde ya, aquí en la tierra,
para poder llegar luego a la gloria del cielo? El
mismo Jesús nos muestra en el Evangelio de hoy el
camino de las bienaventuranzas, que es el camino
que Cristo nos propone a todos los cristianos. Es
un camino que en un principio parece difícil de
seguir. Es algo que contradice al espíritu que nos
enseña nuestro mundo. La pobreza de espíritu, el
sufrimiento, las lágrimas, el hambre y sed de la
justicia, la misericordia, la limpieza de corazón,
el trabajo por la paz, la persecución por causa de
la justicia, y el ser perseguidos, insultados o
calumniados por causa de Cristo no es ciertamente
el estilo de vida que nos ofrece y que nos reclama
el mundo de hoy. Sin embargo, Jesús nos enseña en
el sermón del monte que éste es en verdad el
camino para alcanzar el reino de los cielos. La
santidad, nos muestra el Evangelio de hoy,
consiste en definitiva en vivir como vivió el
mismo Cristo, llegando a dar la vida por los
demás. Ser semejante a Dios, que es el Santo,
consiste en ir transformándose a su imagen y
semejanza, alejándonos de todo aquello que nos
aparta de Dios y dejándonos llevar por el Señor.
Pero lejos de ser el sufrimiento por el
sufrimiento, lo que Dios nos pide no es el
masoquismo, el pasarlo mal por gusto, sino que es
sufrir por amor, como hizo Jesucristo. Por eso las
bienaventuranzas terminan con la invitación a la
alegría y al contento en medio de los
sufrimientos, porque esto nos lleva a la
recompensa del cielo.
3.
Seremos
semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
Así, los que aquí en la tierra han seguido este
camino, han ido identificándose más a Cristo en el
amor a Dios y a los demás y han ido configurándose
más a Dios, después de la muerte llegarán a ser
como Él. Así nos lo asegura san Juan en la primera
de sus cartas, que hemos leído en la segunda
lectura. La santidad, por tanto, no es sólo un
modo de vida aquí en la tierra. Tampoco consiste
en hablar de un modo determinado o en comportarse
de un modo concreto. No es ni siquiera hacer una
serie de “cosas”, de ritos externos. Sino que es
un ir asemejándonos ya aquí en nuestra vida mortal
a Dios para después, tras la muerte, llegar a
verle tal cual es y así compartir con Él la gloria
eterna del cielo. De este modo comprendemos el
camino que Jesús nos propone en las
bienaventuranzas.
Son muchos los santos que tenemos en el
calendario. Son también muchos los santos que la
iglesia venera en los altares o que tiene como
patronos de pueblos y ciudades, profesiones y
enfermedades. Sin embargo, ya sabemos que santos
no son sólo éstos, sino que son todos aquellos que
gozan ya de la visión de Dios en el cielo. Todos
nosotros estamos llamados a ser santos. Vivamos
por tanto el camino de las bienaventuranzas que
hoy Jesús nos enseña en el Evangelio, para que
también un día lleguemos nosotros a gozar de la
dicha de la santidad en el cielo para siempre.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
LA FIESTA DE LOS SANTOS ANÓNIMOS
1.-
Después de esto
apareció en la visión una muchedumbre inmensa que
nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y
lengua. Podemos
aplicar muy bien esta frase del Apocalipsis a
todas aquellas personas que, durante su vida,
fueron un ejemplo admirable de santidad, aunque su
nombre no figure en ningún calendario, ni santoral
religioso. Seguro que todos nosotros conocemos a
alguna de estas personas, familiares, amigas o
simplemente conocidas, que durante su vida fueron
para nosotros ejemplo de bondad y santidad. Hoy,
fiesta de todos los santos, queremos dedicarles
nuestro recuerdo, nuestra oración y nuestra
admiración. Sí, queremos dedicar esta fiesta al
recuerdo de tantas personas anónimas que
testimoniaron con el ejemplo de su vida su fe
religiosa. Madres y padres que trabajaron en el
anonimato de la casa, o del campo, o de la
empresa, regalando sudor y amor, pendientes
siempre de la familia y del trabajo y de la
sociedad. Empleados y jornaleros fieles y
cumplidores, mujeres explotadas y generosas,
pobres luchadores y valientes, cristianos, en
definitiva, que supieron hacer de su fe el motor y
la palanca para luchar con amor contra el mal y la
injusticia. Todos ellos supieron renunciar a
muchas diversiones justas y a muchos gastos
superfluos, a muchas comodidades y a muchos
descansos, para conseguir así, con el ejemplo de
su fe, y con una lucha valiente, que su familia y
la sociedad en la que vivían pudieran tener una
vida más digna y más de acuerdo con los designios
de Dios. Su lucha y su esfuerzo no fueron muchas
veces debidamente reconocidos, ni mucho menos
recompensados. Vivieron y murieron anónimamente;
podemos afirmar que su vida fue, en muchos casos,
un sacrificio, un lento martirio aceptado por
amor, que sólo floreció y fructificó después de la
muerte. Si la vida del cristiano es siempre una
lucha contra el mal, la vida de estos santos
anónimos fue, sin duda, una lucha que mereció la
aprobación y recompensa por parte de Dios. La vida
de estos santos anónimos, cuyo recuerdo hoy
celebramos, debe servirnos de guía y estímulo a
todos los que ahora queremos seguir luchando con
las armas del evangelio contra la injusticia y
contra el mal en el mundo.
2.-
La victoria es de
nuestro Dios.
La muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de
toda nación, raza y lengua han vencido ya a la
muerte y gozan, con sus vestiduras blancas y con
palmas en sus manos, de la presencia de Dios. Son,
como venimos diciendo, los santos anónimos a
quienes las fuerzas del mal, los enemigos de Dios,
les maltrataron, les hicieron sufrir una gran
tribulación, pero ellos supieron luchar contra el
mal, resistieron, no se acobardaron, y con la
fuerza que Dios les dio vencieron al mal. Es el
triunfo de Dios, la victoria del bien sobre el
mal. Los santos anónimos, como la muchedumbre del
Apocalipsis, no tienen nombres conocidos, ni
hazañas escritas en la historia, pero están vivos
y triunfantes ante Dios. Ellos nos invitan a la
lucha y al esfuerzo, al amor y a la generosidad, a
la defensa de los auténticos valores del
evangelio; ellos son un canto a la esperanza, a la
victoria final de nuestro Dios.
3.-
Ahora somos hijos
de Dios. Los
cristianos llamamos todos los días a Dios Padre
nuestro y nos gusta creer que somos sus hijos. Lo
difícil es vivir como auténticos hijos de Dios.
Porque la carne, que es débil, se rebela
constantemente contra el espíritu, el cuerpo nos
arrastra y nos empuja hacia los placeres
materiales y, en muchos momentos, actuamos más
como hijos de la carne que como hijos de Dios. Así
es nuestra pobre realidad. Pero es verdad que
somos hijos de Dios y nuestro deber es trabajar
cada día para comportarnos como tales. En el plano
de nuestra conducta diaria, el vivir como hijos de
Dios es más una tarea a realizar, que una realidad
ya conquistada. Nuestra vocación es vivir como
hijos de Dios, pero cada día comprobamos la enorme
distancia que nos queda por recorrer para
conseguirlo.
4.-
De ellos es el
reino de los cielos.
La razón primera y última por la que pueden
considerarse bienaventurados los pobres, los que
lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed
de justicia, los misericordiosos, los limpios de
corazón, los que trabajan por la paz y los
perseguidos por causa de la justicia, es porque de
ellos es el reino de los cielos. Pero yo creo que
no debemos poner, sin más, el reino de los cielos
en la otra vida y decirles a los que sufren y a
los perseguidos por causa de la justicia que
tengan paciencia en esta vida, porque la felicidad
les llegará después en la otra. Yo creo que Jesús
de Nazaret y su Padre, nuestro Padre Dios, quieren
que todas las personas seamos felices también
aquí, mientras vivimos. Y no hay duda de que si
todos nos comportáramos y viviéramos como
auténticos hijos de Dios, viviríamos de verdad
felices y bienaventurados también aquí en la
tierra. Por eso, lo que tenemos que hacer los
cristianos, si de verdad queremos que el reino de
Dios empiece a realizarse ya en esta vida, es
vivir nosotros como auténticos hijos de Dios y
trabajar arduamente para que el mundo en el que
vivimos sea un poco más bueno cada día. Es nuestra
tarea de cada día, que debemos llevar a cabo con
la gracia de Dios.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
INVITADOS A SER SANTOS
1.-
Un ideal de vida
que conduce a la felicidad.
Todos deseamos vivir felices. Nos esforzamos
arduamente durante toda nuestra vida para alcanzar
la felicidad. Pero la felicidad pareciera como el
rayito del sol del invierno que aparece y
desaparece en el tiempo menos pensado. Muchos de
nosotros creemos que para ser feliz se necesita
alcanzar cierto nivel material, social y
ambiental. En cierta forma esas condiciones no son
del todo equivocadas. Lo cierto es que lo material
y lo ambiental pueden ser condiciones secundarias,
pero no la razón céntrica de la felicidad. La base
de la verdadera felicidad está en el corazón.
Jesús señaló el auténtico camino que conduce a la
felicidad. Son las nueve propuestas de las
Bienaventuranzas. Frente a la felicidad artificial
e incompleta que ofrece el mundo, Jesús nos
promete y hace realidad en nosotros el Reino de
Dios. Las Bienaventuranzas proponen un ideal de
vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su
totalidad. Jesús invierte el orden de valores de
este mundo, lo pone todo al revés. Por eso su
mensaje es revolucionario… Muchas veces se ha
querido deformar u ocultar la exigencia radical
del Evangelio. Pero sus palabras son claras, no
hay duda de que el que quiera seguirle tiene que
estar dispuesto a vivir de otra manera. Le
criticarán, se meterán con él, será rechazado,
pero tiene la seguridad de que va a ser feliz.
Muchas veces tendrá que ir a contracorriente por
defender valores evangélicos que contrastan con
los valores del mundo. Pero el cristiano debe ser
consecuente y afrontar el riesgo que supone seguir
a Jesús de Nazaret.
2.-
Parábola del camino más directo a la felicidad.
"Unos turistas querían llegar pronto a un
castillo, en la ladera de una montaña. Había
varios caminos, todos ellos bastante largos, salvo
uno que era un atajo muy corto, aunque
extremadamente duro y empinado. No había manera de
detenerse a comer o descansar, y la soledad era
muy grande, porque casi nadie se atrevía a
recorrerlo. Todos menos uno eligieron los caminos
largos y fáciles. Pero eran tan largos que se
aburrieron y se volvieron, sin llegar a su meta.
Otros se instalaban a la sombra, a dormitar y
charlar, y se quedaron ahí definitivamente. El que
subió solo, por el atajo, paso toda suerte de
dificultades, y en el momento en que le pareció
que no podía más, se encontró ya en el castillo.
Fue el único que llegó".
3.-
Elegir el camino
adecuado y seguirle.
Esta parábola es un reflejo de nuestra vida como
cristianos. Si optamos por el camino fácil nunca
llegamos a ser de verdad cristianos comprometidos
con el mensaje de Jesús. Nos quedamos en el
camino, sin decidirnos a optar radicalmente por
El. Las Bienaventuranzas nos recuerdan que somos
ciudadanos del cielo. Para llegar a la cima
tenemos que escoger el camino directo, el mismo
que eligió Jesús. Cuando El proponía el programa
de las bienaventuranzas nos estaba mostrando lo
que hizo por nosotros: fue pobre de espíritu,
lloró por su amigo Lázaro y por Jerusalén, fue
sufrido como cordero llevado al matadero, tuvo
hambre y sed de justicia y no dudó en proclamarlo,
practicó la misericordia y el perdón, fue limpio
de corazón, trabajó por la paz y fue perseguido
por los poderosos de este mundo a causa de haber
defendido la justicia. Jesús nos propone que
seamos pobres en el espíritu. No es que la pobreza
sea un bien en sí misma, lo que es bueno es el
desprendimiento y la disponibilidad del que "elige
ser pobre en el espíritu". Este camino es arduo y
costoso. Quien lo emprende necesita coraje,
decisión, firmeza y constancia, buenos pies y
mucho ánimo. No es para apocados y gente "de poco
espíritu". Sabemos que hay alguien que sostiene
los pasos del que elige este camino, el propio
Jesús Él siempre va por delante abriendo senderos
como luz del mundo y buen pastor. Pero no lo hace
todo, sino que cuenta con nosotros, nos exige
espíritu de lucha y que aceptemos los riegos que
se presentan. No se trata de ser masoquistas
escogiendo lo difícil en lugar de lo fácil. Se
trata de asumir la opción por el Reino, a pesar de
que esto conlleve dureza y esfuerzo. La recompensa
es única y da sentido al esfuerzo: la posesión del
Reino de los cielos, heredar la tierra, ver a
Dios, ser llamado hijo de Dios.
5.-
Los santos nos
esperan. La
lista de los santos no se agota en el
martirologio, ni en los nombres conocidos:
Agustín, Teresa de Ávila, Francisco de Asís...Ni
los santos oficiales, ni los santos anónimos
fueron perfectos. Pedro, cobarde, negó a su Señor.
Pablo, misógino, tiene ramalazos de arrogancia.
Juan y Santiago, ambiciosos, querían ser el número
uno. Agustín, lujurioso, aprendió a dominar la
carne. Nadie nace Santo. Los santos hacen la
diferencia desde su debilidad y desde su fe,
porque intentaron servir a Dios y al prójimo. Esta
diferencia hace que den gloria a Dios y reaviven
la chispa divina que anida en sus corazones. La
iglesia es uno de los pocos lugares que nos quedan
donde podemos encontrar gente que son diferentes
de nosotros pero con los que podemos formar una
familia más grande. Un santo es alguien que hace
la bondad atractiva. La recompensa se obtiene ya
en este mundo, ahora que ya somos hijos de Dios.
Peo todavía no se ha manifestado lo que seremos,
nos dice la Primera Carta de Juan. Cuando se
manifieste seremos semejantes a Él y podremos
gozar plenamente de su amor en compañía de la
muchedumbre inmensa que nos ha precedido, también
nuestros familiares y amigos que están en la casa
del Padre. ¡Qué dicha será volver a gozar de su
presencia!
José María Martín OSA
www.betania.es
¿DE DONDE VIENEN? ¿A DÓNDE VAN?
1.- Eran dos preguntas, que un niño, lanzaba a su padre cuando el
pequeño contemplaba atónito y expectante, el paso
de miles y miles de jóvenes que participan en un
gran maratón.
El padre, cariñosamente lo cogió en brazos, lo puso en sus
hombros y le contestó: “vienen desde muchos
kilómetros atrás; y, mira hijo mío, van todos
hacia aquel lugar donde les espera un premio”
El niño prosiguió: ¿y quiénes son papá? El padre, ya sin
respuesta, se limitó a musitar: “son gente anónima
hijo mío. Sólo en su casa los conocen. Nosotros
hemos venido para aplaudirles y, si podemos,
iremos poco a poco para verlos en la meta”
Esta parábola refleja perfectamente la Solemnidad de Todos los
Santos. Una muchedumbre inmensa, de hermanos
nuestros, que han desfilado por delante de
nosotros sin otro objetivo que el llegar hasta el
final de sus vidas con criterio de fe.
Unos, oficialmente, fueron subidos al pódium de la santidad.
Otros, llegando más que de sobra hasta el colofón
del itinerario, lo hicieron tan calladamente, tan
humildemente que fueron obsequiados por el mismo
Dios.
La festividad de todos los santos tiene aire de deportividad. Son
hombres y mujeres que no se han quedado quietos.
Que han ofrecido su cara por Cristo. Padres y
madres, jóvenes y niños que, sin saberlo nosotros,
hicieron de su vida un canto a Dios y un
seguimiento constante a Jesús. ¿Escollos,
zancadillas, traiciones? Ya lo creo que las
tuvieron.
¡Corrieron! ¡Ya lo creo que lo hicieron! Fueron apoyándose y
aleccionándose en los 8 mojones de las
bienaventuranzas.
- Cuando
les persiguieron: no se escondieron ni se echaron
atrás
- Cuando
sus nombres fueron difamados, pensaron que la
memoria de los hombres dura muy poco. Que lo
importante era el juicio de Dios
- Cuando
fueron reclamados para llorar y compartir la mala
suerte de algunos, no lo dudaron, y lejos de
derramar lágrimas de cocodrilo o de echar migajas,
se condolieron amargamente y se desnudaron en su
bienestar por el bien de otros.
- Cuando
fueron tomados por tontos, pensaron en que “los
pobres de espíritu” son los que dan con la puerta
que conduce hacia el cielo.
- Cuando
tuvieron tentación de abandono, el horizonte de la
fe les atraía de tal manera que, sin quererlo, se
convirtieron a Dios con todo el corazón y con toda
el alma
2.- La Fiesta de Todos los Santos es la fiesta del triunfo de
aquellos que, han corrido y corrido, por la senda
trazada por Dios. Tuvieron, por qué no decirlo,
algún que otro defecto, pero la constancia y la
lucha contra el cansancio, hicieron de ellos –no
unos ídolos de madera- y sí unos modelos de
referencia para vivir y estimular la fe de muchos
hombres y mujeres.
En este día, miremos todos, un poco, hacia el firmamento. ¿No los
veis? ¿No los sentís? ¿No los escucháis? Son,
además de los conocidos y reconocidos por la
iglesia, miles y miles de rostros santos; labios
que proclaman la gloria de Dios; corazones que
disfrutan amando al gran Amado; manos que vitorean
con palmas en sus manos por haber llegado a un
término al cual nosotros, con las pistas que ellos
nos han dejado, estamos llamados a conquistar,
disfrutar y visionar.
3.- Hermanos, como decía Leon Bloy, “el único día triste en la
vida es aquél en el que nos resignamos a no ser
santos”. Que esta solemnidad sea para nosotros una
motivación para pasar de la mediocridad a la
perfección; para desterrar el desencanto y, en
cambio, optar por el afán de superación en nuestra
vida cristiana.
Ojala, que cuando cerremos nosotros los ojos a este mundo,
alguien –en el cielo o en la tierra– pueda
interrogarse sobre nosotros: ¿Quiénes son? ¿De
dónde vienen? ¿Qué han hecho para ir tan de blanco
y tan contentos?
Fiesta de Todos los Santos…y, lo bueno de todo ello, es que todos
tenemos alguna semilla que otra de santidad.
Intentemos descubrirla.
Javier Leoz
www.betania.es
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