¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

 

Miércoles, 1° de Noviembre de 2023

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Solemnidad - Blanco

Apocalípsis 7, 2-4. 9-14 / 1 Juan 3, 1-3 /

Mateo 4, 255, 12

Salmo responsorial  Sal  23, 1-6

R/. “¡Benditos los que buscan al Señor!”

 

Santoral:

Todos los Santos

 

LECTURAS DEL MIÉRCOLES 1° DE NOVIEMBRE DE 2023

 

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 

Vi una enorme muchedumbre, imposible de contar;

formada por gente de todas las naciones,

familias, pueblos y lenguas

 

Lectura del libro del Apocalipsis

7, 2-4. 9-14

 

Yo, Juan, vi a un Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar:

«No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios».

Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000 pertenecientes a todas las tribus de Israel.

Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:

«¡La salvación viene de nuestro Dios

que está sentado en el trono,

y del Cordero!»

Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo:

«¡Amén!

¡Alabanza, gloria y sabiduría,

acción de gracias, honor, poder y fuerza

a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!»

Y uno de los Ancianos me preguntó: «¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?»

Yo le respondí: «Tú lo sabes, señor».

Y él me dijo: «Éstos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero».

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                                23, 1-6

 

R.    ¡Benditos los que buscan al Señor!

 

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,

el mundo y todos sus habitantes,

porque Él la fundó sobre los mares,

Él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

 

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor

y permanecer en su recinto sagrado?

El que tiene las manos limpias y puro el corazón;

el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente. R.

 

Él recibirá la bendición del Señor,

la recompensa de Dios, su Salvador.

Así son los que buscan al Señor,

los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.

 

 

Veremos a Dios tal cual es

 

Lectura de la primera carta de san Juan

3, 1-3

 

Queridos hermanos:

¡Miren cómo nos amó el Padre!

Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,

y nosotros lo somos realmente.

Si el mundo no nos reconoce,

es porque no lo ha reconocido a Él.

Queridos míos,

desde ahora somos hijos de Dios,

y lo que seremos no se ha manifestado todavía.

Sabemos que cuando se manifieste,

seremos semejantes a Él,

porque lo veremos tal cual es.

El que tiene esta esperanza en Él, se purifica,

así como Él es puro.

 

Palabra de Dios

 

 

 

EVANGELIO

 

Alégrense y regocíjense,

porque tendrán una gran recompensa en el cielo

 

X  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

4, 255, 12

 

Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.

Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a El. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron».

 

Palabra del Señor. 

 

Reflexión

 

 

LOS AUTÉNTICOS AMIGOS DE DIOS

La Iglesia celebra hoy la solemnidad de Todos los santos. En un mismo día celebramos a todos los santos, que son aquellos que, porque a lo largo de su vida vivieron como auténticos amigos de Dios, ahora, después de su muerte, se encuentran contemplando ya cara a cara a Dios. No es el día de los difuntos, que celebraremos mañana día 2 de noviembre, sino que celebramos sólo a aquellos difuntos que gozan ya de la compañía de Dios en la gloria del cielo. Los santos tampoco son sólo los que se encuentran en los altares de las iglesias, sino que es la multitud incontable de los bienaventurados, incluso anónimos la gran mayoría de ellos para nosotros, pero que desde el cielo interceden por nosotros que estamos todavía aquí en la tierra.

1. Una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar. El libro del Apocalipsis narra, en la primera lectura, la multitud incontable que Juan ve en su sueño. Es una muchedumbre inmensa, vestidos con vestiduras que han blanqueado en la sangre del Cordero, y que ahora se encuentran de pie ante el trono del Cordero cantando la alabanza a Dios salvador. Puede resultar paradójico e incomprensible cómo puede ser eso de blanquear unas vestiduras lavándolas en sangre. Pero es precisamente lo que nos recuerda que los santos no son aquellos que han vivido puros e inmaculados, sino que son pecadores como tú y como yo, pero que por a muerte en cruz y la resurrección de Cristo, el Cordero, han sido lavados del pecado. No es algo que han conseguido los santos por su propio esfuerzo, por sus solas fuerzas, sino que ha sido por la muerte y la resurrección de Cristo por lo que los santos han alcanzado ya la Gloria. Y nos dice el libro del Apocalipsis que se trata de una multitud incontable de toda nación, raza, pueblo y lengua. Por lo tanto, la santidad es una llamada universal, a todos los hombres y mujeres. Puesto que Cristo ha dado su vida por todos en la cruz, la llamada a vivir este amor de Dios es universal. Todos pueden llegar a la santidad por medio de Cristo. Pero todos gritan al unísono con voz potente que la salvación viene de Dios, por tanto, todos reconocen de forma unánime a Cristo como salvador y redentor de todo el género humano.

2. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Pero ¿cuál es el camino que hemos de seguir para vivir esa santidad desde ya, aquí en la tierra, para poder llegar luego a la gloria del cielo? El mismo Jesús nos muestra en el Evangelio de hoy el camino de las bienaventuranzas, que es el camino que Cristo nos propone a todos los cristianos. Es un camino que en un principio parece difícil de seguir. Es algo que contradice al espíritu que nos enseña nuestro mundo. La pobreza de espíritu, el sufrimiento, las lágrimas, el hambre y sed de la justicia, la misericordia, la limpieza de corazón, el trabajo por la paz, la persecución por causa de la justicia, y el ser perseguidos, insultados o calumniados por causa de Cristo no es ciertamente el estilo de vida que nos ofrece y que nos reclama el mundo de hoy. Sin embargo, Jesús nos enseña en el sermón del monte que éste es en verdad el camino para alcanzar el reino de los cielos. La santidad, nos muestra el Evangelio de hoy, consiste en definitiva en vivir como vivió el mismo Cristo, llegando a dar la vida por los demás. Ser semejante a Dios, que es el Santo, consiste en ir transformándose a su imagen y semejanza, alejándonos de todo aquello que nos aparta de Dios y dejándonos llevar por el Señor. Pero lejos de ser el sufrimiento por el sufrimiento, lo que Dios nos pide no es el masoquismo, el pasarlo mal por gusto, sino que es sufrir por amor, como hizo Jesucristo. Por eso las bienaventuranzas terminan con la invitación a la alegría y al contento en medio de los sufrimientos, porque esto nos lleva a la recompensa del cielo.

3. Seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. Así, los que aquí en la tierra han seguido este camino, han ido identificándose más a Cristo en el amor a Dios y a los demás y han ido configurándose más a Dios, después de la muerte llegarán a ser como Él. Así nos lo asegura san Juan en la primera de sus cartas, que hemos leído en la segunda lectura. La santidad, por tanto, no es sólo un modo de vida aquí en la tierra. Tampoco consiste en hablar de un modo determinado o en comportarse de un modo concreto. No es ni siquiera hacer una serie de “cosas”, de ritos externos. Sino que es un ir asemejándonos ya aquí en nuestra vida mortal a Dios para después, tras la muerte, llegar a verle tal cual es y así compartir con Él la gloria eterna del cielo. De este modo comprendemos el camino que Jesús nos propone en las bienaventuranzas.

Son muchos los santos que tenemos en el calendario. Son también muchos los santos que la iglesia venera en los altares o que tiene como patronos de pueblos y ciudades, profesiones y enfermedades. Sin embargo, ya sabemos que santos no son sólo éstos, sino que son todos aquellos que gozan ya de la visión de Dios en el cielo. Todos nosotros estamos llamados a ser santos. Vivamos por tanto el camino de las bienaventuranzas que hoy Jesús nos enseña en el Evangelio, para que también un día lleguemos nosotros a gozar de la dicha de la santidad en el cielo para siempre.

 

Francisco Javier Colomina Campos

www.betania.es

 

LA FIESTA DE LOS SANTOS ANÓNIMOS

1.- Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua. Podemos aplicar muy bien esta frase del Apocalipsis a todas aquellas personas que, durante su vida, fueron un ejemplo admirable de santidad, aunque su nombre no figure en ningún calendario, ni santoral religioso. Seguro que todos nosotros conocemos a alguna de estas personas, familiares, amigas o simplemente conocidas, que durante su vida fueron para nosotros ejemplo de bondad y santidad. Hoy, fiesta de todos los santos, queremos dedicarles nuestro recuerdo, nuestra oración y nuestra admiración. Sí, queremos dedicar esta fiesta al recuerdo de tantas personas anónimas que testimoniaron con el ejemplo de su vida su fe religiosa. Madres y padres que trabajaron en el anonimato de la casa, o del campo, o de la empresa, regalando sudor y amor, pendientes siempre de la familia y del trabajo y de la sociedad. Empleados y jornaleros fieles y cumplidores, mujeres explotadas y generosas, pobres luchadores y valientes, cristianos, en definitiva, que supieron hacer de su fe el motor y la palanca para luchar con amor contra el mal y la injusticia. Todos ellos supieron renunciar a muchas diversiones justas y a muchos gastos superfluos, a muchas comodidades y a muchos descansos, para conseguir así, con el ejemplo de su fe, y con una lucha valiente, que su familia y la sociedad en la que vivían pudieran tener una vida más digna y más de acuerdo con los designios de Dios. Su lucha y su esfuerzo no fueron muchas veces debidamente reconocidos, ni mucho menos recompensados. Vivieron y murieron anónimamente; podemos afirmar que su vida fue, en muchos casos, un sacrificio, un lento martirio aceptado por amor, que sólo floreció y fructificó después de la muerte. Si la vida del cristiano es siempre una lucha contra el mal, la vida de estos santos anónimos fue, sin duda, una lucha que mereció la aprobación y recompensa por parte de Dios. La vida de estos santos anónimos, cuyo recuerdo hoy celebramos, debe servirnos de guía y estímulo a todos los que ahora queremos seguir luchando con las armas del evangelio contra la injusticia y contra el mal en el mundo.

2.- La victoria es de nuestro Dios. La muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, raza y lengua han vencido ya a la muerte y gozan, con sus vestiduras blancas y con palmas en sus manos, de la presencia de Dios. Son, como venimos diciendo, los santos anónimos a quienes las fuerzas del mal, los enemigos de Dios, les maltrataron, les hicieron sufrir una gran tribulación, pero ellos supieron luchar contra el mal, resistieron, no se acobardaron, y con la fuerza que Dios les dio vencieron al mal. Es el triunfo de Dios, la victoria del bien sobre el mal. Los santos anónimos, como la muchedumbre del Apocalipsis, no tienen nombres conocidos, ni hazañas escritas en la historia, pero están vivos y triunfantes ante Dios. Ellos nos invitan a la lucha y al esfuerzo, al amor y a la generosidad, a la defensa de los auténticos valores del evangelio; ellos son un canto a la esperanza, a la victoria final de nuestro Dios.

3.- Ahora somos hijos de Dios. Los cristianos llamamos todos los días a Dios Padre nuestro y nos gusta creer que somos sus hijos. Lo difícil es vivir como auténticos hijos de Dios. Porque la carne, que es débil, se rebela constantemente contra el espíritu, el cuerpo nos arrastra y nos empuja hacia los placeres materiales y, en muchos momentos, actuamos más como hijos de la carne que como hijos de Dios. Así es nuestra pobre realidad. Pero es verdad que somos hijos de Dios y nuestro deber es trabajar cada día para comportarnos como tales. En el plano de nuestra conducta diaria, el vivir como hijos de Dios es más una tarea a realizar, que una realidad ya conquistada. Nuestra vocación es vivir como hijos de Dios, pero cada día comprobamos la enorme distancia que nos queda por recorrer para conseguirlo.

4.- De ellos es el reino de los cielos. La razón primera y última por la que pueden considerarse bienaventurados los pobres, los que lloran, los sufridos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz y los perseguidos por causa de la justicia, es porque de ellos es el reino de los cielos. Pero yo creo que no debemos poner, sin más, el reino de los cielos en la otra vida y decirles a los que sufren y a los perseguidos por causa de la justicia que tengan paciencia en esta vida, porque la felicidad les llegará después en la otra. Yo creo que Jesús de Nazaret y su Padre, nuestro Padre Dios, quieren que todas las personas seamos felices también aquí, mientras vivimos. Y no hay duda de que si todos nos comportáramos y viviéramos como auténticos hijos de Dios, viviríamos de verdad felices y bienaventurados también aquí en la tierra. Por eso, lo que tenemos que hacer los cristianos, si de verdad queremos que el reino de Dios empiece a realizarse ya en esta vida, es vivir nosotros como auténticos hijos de Dios y trabajar arduamente para que el mundo en el que vivimos sea un poco más bueno cada día. Es nuestra tarea de cada día, que debemos llevar a cabo con la gracia de Dios.

 

Gabriel González del Estal

www.betania.es

 

INVITADOS A SER SANTOS

1.- Un ideal de vida que conduce a la felicidad. Todos deseamos vivir felices. Nos esforzamos arduamente durante toda nuestra vida para alcanzar la felicidad. Pero la felicidad pareciera como el rayito del sol del invierno que aparece y desaparece en el tiempo menos pensado. Muchos de nosotros creemos que para ser feliz se necesita alcanzar cierto nivel material, social y ambiental. En cierta forma esas condiciones no son del todo equivocadas. Lo cierto es que lo material y lo ambiental pueden ser condiciones secundarias, pero no la razón céntrica de la felicidad. La base de la verdadera felicidad está en el corazón. Jesús señaló el auténtico camino que conduce a la felicidad. Son las nueve propuestas de las Bienaventuranzas. Frente a la felicidad artificial e incompleta que ofrece el mundo, Jesús nos promete y hace realidad en nosotros el Reino de Dios. Las Bienaventuranzas proponen un ideal de vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad. Jesús invierte el orden de valores de este mundo, lo pone todo al revés. Por eso su mensaje es revolucionario… Muchas veces se ha querido deformar u ocultar la exigencia radical del Evangelio. Pero sus palabras son claras, no hay duda de que el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera. Le criticarán, se meterán con él, será rechazado, pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Muchas veces tendrá que ir a contracorriente por defender valores evangélicos que contrastan con los valores del mundo. Pero el cristiano debe ser consecuente y afrontar el riesgo que supone seguir a Jesús de Nazaret.

2.- Parábola del camino más directo a la felicidad. "Unos turistas querían llegar pronto a un castillo, en la ladera de una montaña. Había varios caminos, todos ellos bastante largos, salvo uno que era un atajo muy corto, aunque extremadamente duro y empinado. No había manera de detenerse a comer o descansar, y la soledad era muy grande, porque casi nadie se atrevía a recorrerlo. Todos menos uno eligieron los caminos largos y fáciles. Pero eran tan largos que se aburrieron y se volvieron, sin llegar a su meta. Otros se instalaban a la sombra, a dormitar y charlar, y se quedaron ahí definitivamente. El que subió solo, por el atajo, paso toda suerte de dificultades, y en el momento en que le pareció que no podía más, se encontró ya en el castillo. Fue el único que llegó".

3.- Elegir el camino adecuado y seguirle. Esta parábola es un reflejo de nuestra vida como cristianos. Si optamos por el camino fácil nunca llegamos a ser de verdad cristianos comprometidos con el mensaje de Jesús. Nos quedamos en el camino, sin decidirnos a optar radicalmente por El. Las Bienaventuranzas nos recuerdan que somos ciudadanos del cielo. Para llegar a la cima tenemos que escoger el camino directo, el mismo que eligió Jesús. Cuando El proponía el programa de las bienaventuranzas nos estaba mostrando lo que hizo por nosotros: fue pobre de espíritu, lloró por su amigo Lázaro y por Jerusalén, fue sufrido como cordero llevado al matadero, tuvo hambre y sed de justicia y no dudó en proclamarlo, practicó la misericordia y el perdón, fue limpio de corazón, trabajó por la paz y fue perseguido por los poderosos de este mundo a causa de haber defendido la justicia. Jesús nos propone que seamos pobres en el espíritu. No es que la pobreza sea un bien en sí misma, lo que es bueno es el desprendimiento y la disponibilidad del que "elige ser pobre en el espíritu". Este camino es arduo y costoso. Quien lo emprende necesita coraje, decisión, firmeza y constancia, buenos pies y mucho ánimo. No es para apocados y gente "de poco espíritu". Sabemos que hay alguien que sostiene los pasos del que elige este camino, el propio Jesús Él siempre va por delante abriendo senderos como luz del mundo y buen pastor. Pero no lo hace todo, sino que cuenta con nosotros, nos exige espíritu de lucha y que aceptemos los riegos que se presentan. No se trata de ser masoquistas escogiendo lo difícil en lugar de lo fácil. Se trata de asumir la opción por el Reino, a pesar de que esto conlleve dureza y esfuerzo. La recompensa es única y da sentido al esfuerzo: la posesión del Reino de los cielos, heredar la tierra, ver a Dios, ser llamado hijo de Dios.

5.- Los santos nos esperan. La lista de los santos no se agota en el martirologio, ni en los nombres conocidos: Agustín, Teresa de Ávila, Francisco de Asís...Ni los santos oficiales, ni los santos anónimos fueron perfectos. Pedro, cobarde, negó a su Señor. Pablo, misógino, tiene ramalazos de arrogancia. Juan y Santiago, ambiciosos, querían ser el número uno. Agustín, lujurioso, aprendió a dominar la carne. Nadie nace Santo. Los santos hacen la diferencia desde su debilidad y desde su fe, porque intentaron servir a Dios y al prójimo. Esta diferencia hace que den gloria a Dios y reaviven la chispa divina que anida en sus corazones. La iglesia es uno de los pocos lugares que nos quedan donde podemos encontrar gente que son diferentes de nosotros pero con los que podemos formar una familia más grande. Un santo es alguien que hace la bondad atractiva. La recompensa se obtiene ya en este mundo, ahora que ya somos hijos de Dios. Peo todavía no se ha manifestado lo que seremos, nos dice la Primera Carta de Juan. Cuando se manifieste seremos semejantes a Él y podremos gozar plenamente de su amor en compañía de la muchedumbre inmensa que nos ha precedido, también nuestros familiares y amigos que están en la casa del Padre. ¡Qué dicha será volver a gozar de su presencia!

 

José María Martín OSA

www.betania.es

 

¿DE DONDE VIENEN? ¿A DÓNDE VAN?

1.- Eran dos preguntas, que un niño, lanzaba a su padre cuando el pequeño contemplaba atónito y expectante, el paso de miles y miles de jóvenes que participan en un gran maratón.

El padre, cariñosamente lo cogió en brazos, lo puso en sus hombros y le contestó: “vienen desde muchos kilómetros atrás; y, mira hijo mío, van todos hacia aquel lugar donde les espera un premio”

El niño prosiguió: ¿y quiénes son papá? El padre, ya sin respuesta, se limitó a musitar: “son gente anónima hijo mío. Sólo en su casa los conocen. Nosotros hemos venido para aplaudirles y, si podemos, iremos poco a poco para verlos en la meta”

Esta parábola refleja perfectamente la Solemnidad de Todos los Santos. Una muchedumbre inmensa, de hermanos nuestros, que han desfilado por delante de nosotros sin otro objetivo que el llegar hasta el final de sus vidas con criterio de fe.

Unos, oficialmente, fueron subidos al pódium de la santidad. Otros, llegando más que de sobra hasta el colofón del itinerario, lo hicieron tan calladamente, tan humildemente que fueron obsequiados por el mismo Dios.

La festividad de todos los santos tiene aire de deportividad. Son hombres y mujeres que no se han quedado quietos. Que han ofrecido su cara por Cristo. Padres y madres, jóvenes y niños que, sin saberlo nosotros, hicieron de su vida un canto a Dios y un seguimiento constante a Jesús. ¿Escollos, zancadillas, traiciones? Ya lo creo que las tuvieron.

¡Corrieron! ¡Ya lo creo que lo hicieron! Fueron apoyándose y aleccionándose en los 8 mojones de las bienaventuranzas.

- Cuando les persiguieron: no se escondieron ni se echaron atrás

- Cuando sus nombres fueron difamados, pensaron que la memoria de los hombres dura muy poco. Que lo importante era el juicio de Dios

- Cuando fueron reclamados para llorar y compartir la mala suerte de algunos, no lo dudaron, y lejos de derramar lágrimas de cocodrilo o de echar migajas, se condolieron amargamente y se desnudaron en su bienestar por el bien de otros.

- Cuando fueron tomados por tontos, pensaron en que “los pobres de espíritu” son los que dan con la puerta que conduce hacia el cielo.

- Cuando tuvieron tentación de abandono, el horizonte de la fe les atraía de tal manera que, sin quererlo, se convirtieron a Dios con todo el corazón y con toda el alma

2.- La Fiesta de Todos los Santos es la fiesta del triunfo de aquellos que, han corrido y corrido, por la senda trazada por Dios. Tuvieron, por qué no decirlo, algún que otro defecto, pero la constancia y la lucha contra el cansancio, hicieron de ellos –no unos ídolos de madera- y sí unos modelos de referencia para vivir y estimular la fe de muchos hombres y mujeres.

En este día, miremos todos, un poco, hacia el firmamento. ¿No los veis? ¿No los sentís? ¿No los escucháis? Son, además de los conocidos y reconocidos por la iglesia, miles y miles de rostros santos; labios que proclaman la gloria de Dios; corazones que disfrutan amando al gran Amado; manos que vitorean con palmas en sus manos por haber llegado a un término al cual nosotros, con las pistas que ellos nos han dejado, estamos llamados a conquistar, disfrutar y visionar.

3.- Hermanos, como decía Leon Bloy, “el único día triste en la vida es aquél en el que nos resignamos a no ser santos”. Que esta solemnidad sea para nosotros una motivación para pasar de la mediocridad a la perfección; para desterrar el desencanto y, en cambio, optar por el afán de superación en nuestra vida cristiana.

Ojala, que cuando cerremos nosotros los ojos a este mundo, alguien –en el cielo o en la tierra– pueda interrogarse sobre nosotros: ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Qué han hecho para ir tan de blanco y tan contentos?

Fiesta de Todos los Santos…y, lo bueno de todo ello, es que todos tenemos alguna semilla que otra de santidad. Intentemos descubrirla.

 

Javier Leoz

www.betania.es