¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo,
1
de
mayo de 2022
DOMINGO 3° DE PASCUA
Hechos 5, 27-32. 40b-41 / Apocalípsis 5, 11-14
/ Juan 21, 1-19
Salmo Responsorial, Sal 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b
R/. "Yo te glorifico, Señor, porque Tú me
libraste"
Santoral:
San José Obrero, San Segismundo
y Beata María Leonia Paradis
LECTURAS DEL DOMINGO
1
DE
MAYO DE 2022
DOMINGO TERCERO DE PASCUA
Nosotros somos testigos de estas cosas;
nosotros
y el Espíritu Santo
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
5, 27-32. 40b-41
Cuando los Apóstoles fueron llevados al Sanedrín,
el Sumo Sacerdote les dijo: «Nosotros les habíamos
prohibido expresamente predicar en ese Nombre,
y ustedes han llenado Jerusalén con su
doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros
la sangre de ese hombre!»
Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: «Hay
que obedecer a Dios antes que a los hombres. El
Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús,
al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo
del patíbulo. A Él, Dios lo exaltó con su poder,
haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de
conceder a Israel la conversión y el perdón
de los pecados. Nosotros somos testigos de estas
cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha
enviado a los que le obedecen».
Después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar
en el nombre de Jesús y los soltaron. Los
Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín,
dichosos de haber sido considerados dignos de
padecer por el Nombre de Jesús.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
29,
2. 4-6. 11-12a. 13b
R.
Yo
te glorifico, Señor, porque Tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste
revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
R.
Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su
santo Nombre,
porque su enojo dura un instante, y su bondad,
toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría.
R.
«Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor».
Tú convertiste mi lamento en júbilo.
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!
R.
El Cordero que ha sido inmolado
es digno de recibir el poder y la riqueza
Lectura del libro del Apocalipsis
5, 11-14
Yo, Juan, oí la voz de una multitud de Ángeles que
estaban alrededor del trono, de los Seres
Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba
por miles y millones, y exclamaban con voz
potente:
«El Cordero que ha sido inmolado
es digno de recibir el poder y la riqueza,
la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la
alabanza».
También oí que todas las criaturas que están en el
cielo, sobre la tierra, debajo de ella y en el
mar, y todo lo que hay en ellos, decían:
«Al que está sentado sobre el trono y al Cordero,
alabanza, honor, gloria y poder,
por los siglos de los siglos».
Los cuatro Seres Vivientes decían: «¡Amén!», y los
Ancianos se postraron en actitud de adoración.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio,
e hizo lo mismo con el pescado
X
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
21, 1-19
Jesús resucitado se apareció otra vez a los
discípulos a orillas del mar de Tiberíades.
Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás,
llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de
Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos
discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le
respondieron: «Vamos también nosotros».
Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no
pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la
orilla, aunque los discípulos no sabían que era
él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para
comer?»
Ellos respondieron: «No».
Él les dijo: «Tiren la red a la derecha de la
barca y encontrarán». Ellos la tiraron y se llenó
tanto de peces que no podían arrastrarla. El
discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: «¡Es el
Señor!»
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó
la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y
se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la
barca, arrastrando la red con los peces, porque
estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego
preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados
que acaban de sacar».
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a
tierra, llena de peces grandes: eran ciento
cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red
no se rompió. Jesús les dijo: «Vengan a comer».
Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: «¿Quién eres?», porque sabían que era
el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo
dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se
apareció a sus discípulos.
Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le respondió: «Sí, Señor, Tú sabes que te
quiero».
Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de
Juan, ¿me amas?»
Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero».
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan,
¿me quieres?»
Pedro se entristeció de que por tercera vez le
preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, Tú lo
sabes todo; sabes que te quiero».
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
Te aseguro
que cuando eras joven,
tú mismo te vestías
e ibas a donde querías.
Pero cuando seas viejo,
extenderás tus brazos,
y otro te atará
y te llevará a donde no quieras».
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro
debía glorificar a Dios. Y después de hablar así,
le dijo: «Sígueme».
Palabra del Señor.
Reflexión
EL RELATO DE LA PESCA
Seguimos celebrando la Pascua, la resurrección del
Señor. Hoy el Evangelio nos presenta uno de los
encuentros del Resucitado con sus discípulos. El
relato de la pesca, con Pedro y los demás
discípulos que le acompañan, el reconocimiento del
Señor por parte del discípulo amado y el diálogo
de Jesús con Pedro, nos muestran cómo debe ser la
Iglesia y cómo ha de vivir un cristiano la alegría
de la resurrección.
1.
La alegría en el
sacrificio. En
la primera lectura, del libro de los Hechos de los
Apóstoles, escuchamos cómo ya los primeros
cristianos, con Pedro, eran perseguidos por seguir
a Cristo. Los discípulos del Señor no pueden estar
callados, necesitan comunicar a todo el mundo el
Evangelio. Por ello, son perseguidos por las
autoridades de aquel tiempo. Sin embargo, a pesar
de la prohibición de evangelizar, los discípulos
siguen anunciando a todos la alegría de la Pascua.
Los discípulos, con la fuerza del Espíritu Santo
que recibieron en Pentecostés, son testigos de
Cristo. Las autoridades mandan azotar a los
cristianos por predicar en Evangelio, y termina la
primera lectura diciendo que los discípulos
salieron contentos de haber merecido aquel ultraje
por el nombre de Jesús. Un discípulo no puede
guardarse para sí la alegría de la Pascua. Aquello
que hemos celebrado en la Semana Santa, y que
seguimos celebrando cada Eucaristía, la muerte y
la resurrección del Señor, hemos de contarlo a
todos. La Iglesia existe precisamente para esto,
para evangelizar. Sabemos que esto nos traerá
persecución. Pero hemos de vivir contentos en
medio de las dificultades, cuando las dificultades
vienen por el nombre de Cristo. Este mismo mensaje
lo encontramos en la segunda lectura, del libro
del Apocalipsis. El Cordero degollado es Cristo,
que ha dado su vida por nosotros. En el Cielo, la
Iglesia triunfante adora a Cristo y canta himnos
en su honor. Vivamos ya en la tierra esta alegría,
contentos de tener con nosotros lo más grande: a
Cristo, que ha resucitado después de dar su vida
por nosotros, y que está para siempre vivo en
medio de nosotros. Él nos auxilia en medio de
nuestros sufrimientos.
2.
La Eucaristía,
comida pascual con Cristo resucitado.
Cada celebración de la Eucaristía, especialmente
los domingos, día de la resurrección, es celebrar
la alegría de Cristo resucitado. En el Evangelio
hemos escuchado cómo Jesús, después de resucitar,
se reúne con sus discípulos y come con ellos. la
pesca milagrosa es signo de los frutos que Dios
nos da cuando vamos con Él. Antes de aparecerse
Jesús, nos dice el Evangelio que no consiguieron
nada. Pero cuando Jesús aparece, los discípulos
con Pedro, signo de la Iglesia, consiguen recoger
una cantidad enorme de peces. En número ciento
cincuenta y tres es un número simbólico que
recuerda a todas las gentes de todas las razas,
pueblos y naciones. Después de la pesca, Jesús se
reúne con sus discípulos y almuerza con ellos. Es
símbolo del banquete eucarístico. Comer con el
resucitado es un símbolo de que Cristo está vivió
en medio de nosotros. Cada día, cuando celebramos
la Eucaristía, celebramos este mismo banquete. Es
el Señor resucitado que se nos da como alimento.
3.
Llamados al amor.
Después del banquete de los discípulos con Cristo,
Jesús dialoga con Pedro. Es estremecedor este
pasaje: si por tres veces había negado Pedro al
Señor, por tres veces le pregunta el Señor a Pedro
si le ama. Pedro no puede decir con toda verdad
que le ama, pues es cierto que le ha negado por
tres veces. Por eso, Pedro se entristece cuando la
tercera vez no le pregunta si le ama, sino si le
quiere. El verbo “querer” es un amor más
imperfecto que el verbo “amar”. Pero a pesar de
estas faltas de amor de Pedro, que por tres veces
negó al Maestro, Jesús confía en él y le
encomienda su rebaño. Finalmente le dice
“sígueme”. Dios sólo espera de nosotros esto, que
amemos. Que le amemos a Él y que amemos de verdad
al prójimo. El mismo amor que Dios ha tenido por
nosotros, hasta el punto de dar la vida en la
cruz, es el que espera ahora de nosotros.
Que esta Pascua que estamos celebrando sea para nosotros una
fiesta de alegría por la resurrección de Cristo.
El Señor resucitado desea encontrarse con
nosotros. Él ha preparado para su pueblo un
banquete en el Cielo. Hasta entonces, la
Eucaristía que celebramos es una prenda de ese
banquete que nos tiene preparado. Vivamos con gozo
esta fiesta del Señor resucitado, y que esta
celebración no ayude a crecer cada día en el amor.
El Señor cuenta con nosotros.
Francisco Javier Colomina Campos
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SÓLO EL AMOR CRISTIANO NOS HACE HIJOS DE DIOS Y
HERMANOS DEL PRÓJIMO
1.-
Después de comer dice Jesús a Simón Pedro: Simón,
hijo de Juan, ¿me amar más que estos? Él le
contestó: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús
le dice: apacienta mis corderos.
Es verdad que todas las virtudes cristianas nos hacen buenos
cristianos y todas son necesarias. Pero es el amor
cristiano el que nos define como cristianos, es
decir, como hijos de Dios y hermanos de Jesucristo
y del prójimo. Y es que realmente el amor
cristiano incluye y engloba todas las demás
virtudes humanas y cristianas: no se puede
practicar la verdadera justicia cristiana sin
tener amor cristiano. Y lo mismo podemos y debemos
decir de las virtudes de la solidaridad cristiana,
de la paz cristiana, verdad cristiana, de la
defensa cristiana de la vida, en definitiva, de la
santidad. Es verdad que la palabra <amor> tiene
tantos significados, en el uso corriente de la
lengua, como personas la pronuncian. Por eso,
debemos comprender que muchas personas nos
reprochen a los cristianos que hablamos mucho de
amor y menos de justicia, paz y verdad. Pero la
verdad es que vivir y practicar el amor cristiano
es lo más difícil y e importante que puede hacer
una persona cristiana. Quien no trata con justicia
social a sus empleados no puede decir que tiene
amor cristiano, ni es persona cristiana. Y lo
mismo podemos y demos decir de todos los
empresarios, los políticos, los banqueros,
gobernantes, etc. Por eso, Jesús, antes de
entregar a Pedro el cuidado de sus corderos y
ovejas, sólo le pregunta si lo ama, porque sabe
que si lo ama a él, amará también a su prójimo.
También debemos deducir de este relato evangélico
según san Juan que amar a Cristo y amar a Dios
supone fiarse de él. Por eso, el primero en
descubrir al Maestro, después de la <pesca
milagrosa> fue el discípulo a quien Jesús amaba.
Por tanto, si de verdad somos cristianos y amamos
al Maestro, fiémonos de él en nuestra vida, cuando
las cosas nos vengan bien dadas y también en las
circunstancias difíciles y adversas. Un buen
cristiano no puede nunca perder la confianza en
Dios.
2 -
Pedro y los
apóstoles replicaron: hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres… Salieron del sanedrín
contentos de haber merecido aquel ultraje por el
Nombre. En boca
de los apóstoles, esta frase es totalmente
coherente con sus predicaciones y hechos. Ellos no
eran personas violentas, sino que preferían sufrir
ellos antes que hacer sufrir a los demás con sus
palabras y hechos. Pero sabemos que esta frase ha
sido usada muchas veces por personas fanáticas de
alguna religión que defiende y protege a personas
terroristas. Nosotros, los cristianos, tenemos que
decir alto y claro que estamos en contra de
cualquier acción y manifestación terrorista. Desde
el punto de vista religioso, los cristianos
tenemos la obligación de intentar convencer a los
no cristianos de la verdad de nuestra religión,
pero siempre con una actitud firme, pero pacífica
y respetuosa con las convicciones de los demás. No
debemos ser nunca indiferentes ante las creencias
de los no cristianos, pero nunca agresivos. Jesús
de Nazaret predicó con firmeza su evangelio y su
esperanza en el reino de Dios, pero prefirió morir
él por sus creencias, antes que oponerse
violentamente a los que le condenaron. Lo mismo
hicieron Pedro y los demás apóstoles, cuando
pronunciaron la frase que estamos comentando. Por
eso, decimos que estas frase, en sus labios
resulta totalmente coherente.
3
- Digno es el
Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza,
la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la
alabanza… Y los ancianos se postraron y adoraron.
La intención clara del autor del libro del
apocalipsis fue proclamar a las Iglesias
cristianas y a toda la sociedad en general que
Cristo, con su pasión, muerte y resurrección, nos
consiguió la salvación. Fue Cristo, el Cordero
degollado, el único y verdadero autor de nuestra
salvación. No fue Roma, con su poder y sus dioses,
sino Cristo, el único autor de nuestra salvación.
También hoy, nosotros, los cristianos del siglo
XXI, seguimos afirmando lo mismo, dentro,
naturalmente, de unas circunstancias políticas y
culturales totalmente distintas.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
¿ME AMAS?
1.-
Testimonio
valiente. Las
lecturas nos invitan hoy a reflexionar en el tema
del testimonio. Los apóstoles comparecen a juicio
ante el consejo del pueblo. Pedro toma la palabra
en nombre de todos los apóstoles para reafirmar
con valentía la fe en Cristo Jesús resucitado. La
fuente de donde brota el derecho a la libertad de
predicación es la muerte de Cristo. Jesús, por
decisión de Dios, ha sido nombrado salvador de
todos y colocado el primero de todos los salvados.
Los que han perseguido a Jesús también perseguirán
a los apóstoles. Proclamar la resurrección del
Señor supondrá a los discípulos la dificultad de
implantar el mensaje y la alegría del triunfo. La
respuesta de Pedro da razón del valor que anima al
apóstol: el hombre tiene que ser siempre fiel a
Dios. La respuesta del apóstol es una denuncia, ya
que obliga a tomar posición ante el mensaje. Así
el acusado se convierte en acusador. La obediencia
no es un acatamiento pasivo, sino saberse en línea
con Dios y sacar de ahí ánimo necesario para
lanzarse a la transformación del mundo. Muchos
cristianos en el siglo XXI siguen dando su vida
por Cristo. ¿Estás dispuesto tú a dar testimonio
en tu oficina, en tu familia, ante tus amigos? El
ambiente en que vivimos es difícil, pero hoy día
el testimonio es más necesario que nunca.
2.-
Amén, así sea.
En la misma línea del testimonio del resucitado,
Juan en el Apocalipsis ve a Cristo junto a Dios en
la figura de un cordero: su nombre recuerda, a la
vez, al cordero pascual y al siervo de Dios, que
toma sobre sí los pecados del mundo. Parece
degollado (muerte), pero está de pie
(resurrección), vivo y eternamente vivo.
Jesucristo, el Cordero inmolado, es el único en el
cielo y en la tierra que merece recibir de Dios
todo poder. Los coros de los ángeles entonan un
cántico de alabanza, y a ellos se unen todas las
criaturas del mundo visible. Toda la creación
tributa un mismo canto a Dios, que está sentado en
el trono, y al Cordero. La última palabra en esta
alabanza la pronuncian los cuatro vivientes. Con
su "Amén" se cierra esta maravillosa liturgia,
inmediata cercanía de Dios.
3.-
Jesús te hace hoy
la misma pregunta.
El texto del evangelio de Juan está insertado,
como un apéndice, en el cuadro de las apariciones
pascuales, pero muestra su interés especial en
Pedro y Juan, el discípulo amado. No se muestra el
testimonio de esas dos personas en su dimensión
individual, sino más bien en una dimensión
representativa: Pedro representa la autoridad; el
discípulo amado de Jesús, la comunidad. Según el
autor, la base comunitaria es quien descubre antes
a Jesús, y la autoridad es la que debe estar a la
escucha de la primera. No puede la autoridad
actuar al margen de la comunidad.
Los discípulos quedan invitados a participar del alimento que les
ofrece el Señor resucitado. La celebración de la
comida eucarística, eucaristía de culto y
eucaristía de vida, es para el cristiano el lugar
cumbre de la vivencia de la resurrección. Hoy
Jesús resucitado se reúne con nosotros porque
quiere hacernos comunidad, porque quiere
renovarnos en la fe, porque quiere hacernos
testigos. Como hizo con Pedro, la única pregunta
que nos hace es si lo amamos, si lo queremos.
Pedro le contestó desde el corazón: “Señor, Tú lo
sabes todo. Sabes que te quiero.” Jesús lo sabe
todo, sabe cuánto amamos, sabe cuánto deseamos
darnos. Animémonos nosotros a contestar como Pedro
la pregunta que le hace Jesús. Así lo expresa San
Agustín en su sermón sobre este evangelio.
Amémosle, pues; nada tengamos en mayor aprecio. ¿Pensáis acaso
que el Señor no nos hace la misma pregunta a
nosotros? ¿Sólo Pedro, y no nosotros, mereció ser
sometido a aquel interrogatorio? Cuando se lee
esta lectura, cada cristiano sufre el
interrogatorio en su corazón. En consecuencia,
cuando escuchas al Señor que dice: Pedro, ¿me
amas?, piensa en él como en un espejo y mírate.
Pues ¿qué era Pedro, sino una figura de la
Iglesia? Por tanto, cuando el Señor interrogaba a
Pedro, nos interrogaba a nosotros, interrogaba a
la Iglesia.
José María Martín, OSA
www.betania.es
REGALO Y EN ABUNDANCIA
¿Quieres ver lo qué te valora un amigo? Descubre
el regalo que te ofrece y, sobre todo, si te
acompaña cuando más lo necesitas o nadie está a tu
alcance. Jesús Resucitado, de una forma
sorprendente e inequívoca, se aparece a los
discípulos y les regala una sustanciosa pesca
milagrosa: de no tener nada, pasaron a tenerlo
todo.
1.- Como cristianos no podemos perder la
esperanza. En algunos momentos, y por diversos
cauces, escuchamos que el mundo está perdido. Que
no hay solución. ¡Mentira! La Pascua, el paso del
Señor Resucitado, nos ha dejado la fuerza y el
tesón de los que creen en El. ¿Podemos decepcionar
al Señor con nuestro absentismo? ¿Por qué no
echar, una y otra vez, las redes de nuestras
buenas voluntades allá donde pensamos que todo
está acabado? ¿Qué es difícil? ¿Que el cansancio
hace mella en nuestro seguimiento a Jesús? No
olvidemos que, Pedro, tres veces negó a Jesús y –a
Pedro– tres veces Jesús le preguntó: ¿Me amas? En
el fondo, en este domingo tercero de la Pascua, se
descubre una vez más nuestra fidelidad y adhesión
a Cristo. ¿Le amamos o dudamos? ¿Apostamos por Él
o nos hemos echado en brazos de la tibieza?
¡Es el Señor! Y, por el Señor, antes y después,
ahora, mañana y siempre nos hemos de emplear a
fondo para sembrar en su nombre, para remar con Él
y para intentar que el mundo, los hombres y
mujeres de nuestro tiempo, conozcan (los que
todavía no lo han escuchado), reconozcan (los que
lo han olvidado) a un Cristo que trae vida,
ilusión y coraje para todos.
2.- Uno de los dramas que estamos padeciendo, a
nivel espiritual, es que nunca la Iglesia, los
sacerdotes o los agentes evangelizadores hemos
empleado tantos medios y esfuerzos para incentivar
el aprecio por las cosas de Dios. Hoy, con el
evangelio en la mano, el Señor nos dice que no nos
agobiemos por la ausencia de frutos. Tal vez,
aunque nos cueste admitirlo, el reloj de Dios va a
distinto ritmo que el nuestro. Nuestras horas son
de sesenta minutos, nuestros años de 365 días
pero, tal vez, Dios no cuenta los segundos como
nosotros ni pasa las hojas del calendario como
nosotros pretendemos. La Pascua, la resurrección
de Cristo, nos invita a una obediencia y confianza
absoluta en el Padre. Sólo así, como lo entendía
Francisco de Asís al contemplar a su congregación
con síntomas de decadencia, nos puede aportar un
poco de calma, ilusión y serenidad. Toda la pesca
no está alcance de nuestra mano ni todos los
océanos son tan superficiales como quisiéramos
para llegar hasta el fondo de los mismos: las
personas.
3.- Los apóstoles, como nosotros en algunos
momentos, estaban a punto de renunciar a todo. La
pesca había sido infructuosa, decepcionante. Se
sentían abandonados y desconcertados. Sólo, cuando
apareció el Señor, el panorama cambió de color.
Que también nosotros, lejos de abandonar cuando el
horizonte es oscuro, imploremos, recemos y miremos
al cielo buscando la mano siempre tendida de Jesús
que sale en los momentos más amargos de tristeza y
de dolor. ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN! ¡MERECE
LA PENA OBEDECER AL SEÑOR!
Javier Leoz
www.betania.es
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