¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Lunes, 25 de Diciembre de 2023

LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

Misa del Día

Solemnidad - Blanco

Isaías 52, 7-10 / Hebreos 1, 1-6 / Juan 1, 1-18

Salmo Responsorial  Sal 97, 1-6

R/.  "Los confines de la tierra han contemplado

el triunfo de nuestro Dios"

 

Santoral:

Natividad de Nuestro Señor Jesucristo

 

 

LECTURAS DEL LUNES 25 DE DICIEMBRE DE 2023

 

SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

MISA DEL DÍA

 

Los confines de la tierra

verán la salvación de nuestro Dios

 

 

Lectura del libro de Isaías

52, 7-10

 

¡Qué hermosos son sobre las montañas

los pasos del que trae la buena noticia,

del que proclama la paz,

del que anuncia la felicidad,

del que proclama la salvación

y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»

 

¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz,

gritan todos juntos de alegría,

porque ellos ven con sus propios ojos

el regreso del Señor a Sión.

¡Prorrumpan en gritos de alegría,

ruinas de Jerusalén,

porque el Señor consuela a su Pueblo,

Él redime a Jerusalén!

 

El Señor desnuda su santo brazo

a la vista de todas las naciones,

y todos los confines de la tierra

verán la salvación de nuestro Dios.

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    97, 1-6

 

R.    Los confines de la tierra han contemplado

el triunfo de nuestro Dios.

 

Canten al Señor un canto nuevo,

porque Él hizo maravillas:

su mano derecha y su santo brazo

le obtuvieron la victoria.  R.

 

El Señor manifestó su victoria,

reveló su justicia a los ojos de las naciones:

se acordó de su amor y su fidelidad

en favor del pueblo de Israel.  R.

 

Los confines de la tierra han contemplado

el triunfo de nuestro Dios.

Aclame al Señor toda la tierra,

prorrumpan en cantos jubilosos.  R.

 

Canten al Señor con el arpa

y al son de instrumentos musicales;

con clarines y sonidos de trompeta

aclamen al Señor, que es Rey.  R.

 

 

Dios nos habló por medio de su Hijo

 

Lectura de la carta a los Hebreos

1, 1-6

 

Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.

Él es el resplandor de su gloria

y la impronta de su ser.

Él sostiene el universo con su Palabra poderosa,

y después de realizar la purificación de los pecados,

se sentó a la derecha del trono de Dios

en lo más alto del cielo.

Así llegó a ser tan superior a los ángeles,

cuanto incomparablemente mayor que el de ellos

es el Nombre que recibió en herencia.

 

¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel:

«Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy»?

¿Y de qué ángel dijo:

«Yo seré un padre para él

y él será para mí un hijo»?

y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice:

«Que todos los ángeles de Dios lo adoren».

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

 

X   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Juan

1, 1-18

 

Al principio existía la Palabra,

      y la Palabra estaba junto a Dios,

      y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra

      y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida,

      y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas,

      y las tinieblas no la percibieron.

 

Apareció un hombre enviado por Dios,

que se llamaba Juan.

Vino como testigo,

      para dar testimonio de la luz,

      para que todos creyeran por medio de él.

Él no era la luz,

      sino el testigo de la luz.

 

La Palabra era la luz verdadera

      que, al venir a este mundo,

      ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo,

      y el mundo fue hecho por medio de ella,

      y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos,

      y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron,

      a los que creen en su Nombre,

      les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre,

      ni por obra de la carne,

      ni de la voluntad del hombre,

sino que fueron engendrados por Dios.

 

Y la Palabra se hizo carne

      y habitó entre nosotros.

Y nosotros hemos visto su gloria,

      la gloria que recibe del Padre como Hijo único,

      lleno de gracia y de verdad.

 

Juan da testimonio de Él, al declarar:

      «Éste es Aquél del que yo dije:

      El que viene después de mí

      me ha precedido,

      porque existía antes que yo».

 

De su plenitud, todos nosotros hemos participado

      y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés,

pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios;

      el que lo ha revelado es el Dios Hijo único,

      que está en el seno del Padre.

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

 

ASOMADOS DE NUEVO AL PORTAL

Anoche el mundo entero se paralizaba para celebrar la Navidad. Un niño ha nacido, y es Dios que se hace hombre y que viene a salvarnos. Hoy nos asomamos de nuevo al portal de Belén para adorar a este niño y escuchamos el prólogo del Evangelio de san Juan.

1. En el principio ya existía la Palabra. Juan relata en su Evangelio una nueva creación. Si recordamos el comienzo de todo, el inicio de la creación, las primeras palabras del Génesis son: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra”. En el origen existía el caos, y Dios creador comienza su obra. Dios crea a través de la palabra, pues según Dios va pronunciado se va formando la creación. La palabra de Dios es creadora. En el Evangelio de hoy, Juan nos dice: “En el principio ya existía la Palabra”. Esta Palabra es Cristo, el Verbo de Dios, que ya existía desde el principio, que era Dios y que estaba junto a Dios. Añade san Juan que todo fue creado por la Palabra, como hemos visto en el Génesis. Por lo tanto, el Hijo de Dios es eterno, existe desde el principio, y ha sido a través de Él como Dios ha creado el mundo. Esta Palabra se ha ido revelando poco a poco a través de la historia. Así, el autor de la carta a los Hebreos nos dice en la segunda lectura de hoy que Dios ha hablado a lo largo de la historia por medio de los profetas.

2. La palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Dios no se conformó con hablar a través de los profetas, como hizo a lo largo de la historia de Israel. Por eso, llegado el momento que Dios tenía pensado desde el principio, porque quiso que su Palabra resonase con fuerza en el mundo, nos mandó su Palabra para que se encarnase, para que se hiciese hombre, y así viviese entre nosotros. En la Antigua Alianza, la palabra de Dios estaba escrita en dos tablas de piedra, los diez mandamientos. Estas tablas se conservaban en el arca de la alianza que se custodiaba en la tienda del encuentro. Ahora, la Palabra se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros, ya no en la tienda del encuentro, sino en la persona del Hijo, Dios hecho hombre, que habita en medio del mundo. Así lo proclama el autor de la carta a los Hebreos cuando afirma: “Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo”. La Navidad es por tanto el misterio del amor de Dios que quiere hablarnos personalmente, al corazón de cada uno. Es el misterio de una Palabra tan fuerte, tan de verdad, que se hace carne.

3. La Palabra era la luz verdadera, vino a su casa y los suyos no la recibieron. Como en la Misa de anoche, hoy vuelve a aparecer la simbología de la luz que brilla en la tiniebla. San Juan, en el prólogo de su Evangelio, compara la Palabra con el símbolo de la luz. Y afirma que la luz no fue recibida cuando vino a su casa. Es decir, Cristo, Palabra del Padre, se ha hecho carne, ha venido al mundo, sin embargo el mundo no recibe esa Palabra, no la escucha. El mundo de hoy prefiere la tiniebla a la luz. Cuando volvemos en Navidad al portal de Belén, recordamos cómo Jesús tuvo que nacer en un portal por no tener sitio en la posada. Dios no fue recibido por los hombres cuando se hizo hombre. La luz que disipa la oscuridad no es aceptada por muchos que prefieren vivir en la tiniebla. Un ejemplo lo tenemos en estos días de Navidad, que en medio de tanto trasiego, mucha gente vive como si Dios no existiese. Es triste celebrar la Navidad como nos la presenta el mundo, una Navidad sin Dios, en tiniebla, sin hacer caso a la luz.

En este día grande de la Natividad del Señor, estamos llamados a redescubrir el valor de este misterio. Jesucristo, Palabra del Padre, que existe desde siempre, por el que hemos sido creados, ha venido a nosotros para iluminar nuestra vida. Acerquémonos hoy al portal de Belén, asomémonos al pesebre, contemplemos a ese niño recién nacido y descubramos en él a Dios con nosotros. Él nos trae la paz, la felicidad y la luz que ilumina nuestras vidas. Este es el mejor deseo para estas fiestas de Navidad.

 

Francisco Javier Colomina Campos

www.betania.es

 

¡EN NAVIDAD HABLA DIOS!

1.- ¡Aleluya! ¡Dios ha nacido! Esta exclamación, nada ni nadie la puede acallar. Lo esperado desde siglos, se hace realidad en Jesús. Y, hoy, amigos, este gran acontecimiento nos ha puesto en pie. ¡Esto si qué es la Navidad!

También nosotros, como los pastores, hemos escuchado y sentido el anuncio del Ángel. “Hoy en Belén os ha nacido el Salvador”. Y ¿Cuál ha sido nuestra reacción? ¡La que tenía que ser! ¡Nos hemos puesto en movimiento! Hemos dejado todo en lo que estábamos entretenidos porque el Rey de Reyes merece nuestra cercanía, nuestra oración y nuestra acogida. La estrella luce; los pastores ofrecen; los reyes adora; Herodes rabia…y nosotros, para no ser menos, brillamos con la luz de la fe, ofrecemos lo que somos y adoramos a Jesús conscientes de que, Rey, ¡sólo El!

Llegar aquí, en esta mañana santa de la Navidad, es prolongar en el tiempo y en el espacio, lo que ayer noche en Belén se hizo prodigio, milagro, humildad y salvación: Dios en medio de nosotros.

2.- Asomarnos aquí, junto al portal, es agradecer a Dios el hecho de que sigue apostando por el hombre; que sigue confiando en nosotros. ¡Tanto confía…que del hombre se fía y se hace hombre como nosotros! ¡Gracias, amigo y Señor!

Contemplar aquí, delante de la Sagrada Familia el Misterio, es dejarse impresionar por el amor gigantesco de Dios. Belén, en este día de Navidad, tiene sabor a fraternidad. En Belén, los seres humanos, se dan la paz. Y, en Belén, al abrazarnos con Dios no hacemos otra cosa que, en su pobreza, enriquecernos con todo lo bueno que Dios tiene, con todo lo bueno que El nos da.

Nos fundamos a su pobreza, purificaremos nuestra altanera riqueza

Nos afiancemos a su humildad, ennoblecerá nuestro altivo orgullo

Nos envolvamos en su amor, hará más auténticas y radicales nuestras entregas

Nos perdamos en su alegría, y nuestra felicidad dejará de ser una máscara

3.- Si Dios siendo rico, se hace pobre por nosotros, algo debe existir en nuestra vida ordinaria que no gusta a Dios. Algo que necesita ser recuperado, elevado y dignificado. La Navidad, es la gran riqueza que Dios pone en medio de un mundo que, en el fondo, es pobre y mendigo de un amor auténtico.

Como los pastores hemos creído las palabras del Ángel. Y, estas palabras, nos han producido una inmensa alegría, una profunda emoción: todos nos sentimos un poco niños en el día de Navidad.

*En Belén renace la esperanza;

*en Belén se recupera el hombre viejo;

*en Belén, cesan las palabras y habla el amor;

*en Belén es posible iniciar la recuperación íntegra de nuestra sociedad, iglesia y mundo.

4.- En el día de Navidad, Dios, nos deja sin argumentos. Queríamos pruebas de su amor, y se hace como uno de nosotros. Nos quejábamos de su lejanía, y se deja besar y contemplar en un Niño. ¿Puede hacer más Aquel que no tenía necesidad de tanto?

Pues aún así, a algunos, les parecerá poco o nada. Seguirán embelesados y perdidos con sus dioses. Mirando a la luna o extasiándose con el sol. Aquello de “vino a los suyos y los suyos no le recibieron” vuelve a repetirse en los corazones obstinados. En las personas que se dejan seducir por lo inmediato y son incapaces de abrirse al Misterio.

Dios, en Belén, sabe que se la juega y con mucho riesgo. Se encarna en todo con el hombre: sufrirá, gozará, llorará, dudará pero al final, por Jesús, salvará. Hoy, en la cuna de Belén, el amor calla. Mañana, en Viernes Santo, el amor que fue pequeño y grande en Belén, será también igual de humilde, gigantesco, igual de solitario…pero más sangriento.

5.- Entre maderas vino el amor de Dios al mundo, y entre maderas marchará el amor de Jesús de este mundo.

Eso sí, a los pies de esas cuatro tablas –tanto en el pesebre como en la cruz– estuvo y está quien sabe siempre estar y esperar: MARIA.

Que Ella, la que ha hecho posible esta Navidad, nos ayude acercarnos al pesebre para ver al recién nacido. Que nos ayude a reflexionar sobre el sentido de estos días. Que nos empuje para beber en la fuente del amor que es Belén. Que, como Madre, nos siente en su regazo y nos rescate de la indiferencia, del egoísmo y tantos obstáculos que nos impiden abrirnos a Dios y a los demás.

¡Bendita sea la Navidad! ¿Por qué Dios pudiendo haber venido en séquito real, lo hizo en humilde pesebre?

¡Bendita sea la Navidad! ¿Por qué Dios, que lo tenía todo, se aventuró a perderlo todo?

¡Bendita sea la Navidad! ¿Por qué Dios, teniéndolo todo, prefirió presentarse sin nada?

¡Bendita sea la Navidad! Ya que el hombre olvida y no mira a Dios, Dios –que mira mucho por el hombre– sale a nuestro encuentro para que no olvidemos que camina y vive junto a nosotros.

 

Javier Leoz

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VIENE A MI VIDA PARA QUEDARSE

1.- Dios está con nosotros. Dios se preocupa por el hombre y lo libera. En un bello sueño poético, Isaías presenta el final del exilio. El pueblo de Israel ha experimentado en propia carne la llaga mortal del exilio. Se hace necesaria una mano amiga que ayude algo, que levante el ánimo del creyente que flaquea. La caravana ha partido de Mesopotamia, y el poeta hace ver el momento tan ansiado de la llegada del mensajero, que ya está atravesando las colinas del norte de la ciudad. Una nueva era de paz y libertad comienza: el mensajero trae la buena noticia de la liberación de Israel. A este anuncio se unen los gritos de los vigías que custodian las ruinas de la ciudad. La intervención de Dios no puede dejar a nadie indiferente. Su victoria debe alcanzar a todos los confines de la tierra. Es un mensaje de alegría para un pueblo abatido y sin horizontes: ¡Dios vuelve! Mensaje para el que se siente desanimado: ¡Dios sigue entre los que creen! El que cree en el mensaje piensa que la restauración de una sociedad en ruinas y en crisis económica es posible. Es el mensaje para el creyente de hoy en esta Navidad. Este himno de acción de gracias resonará en otras páginas del Antiguo Testamento, como podemos contemplar en el Salmo 97 que hoy recitamos, en las que el triunfo de Dios aparece como una activa esperanza. Quien escucha este himno se ve animado a una seria colaboración con el Dios que actúa en la historia y se preocupa del hombre. En esta etapa final de la historia, señala la carta a los Hebreos, nos ha hablado por su Hijo, que se acerca a nosotros para liberarnos.

2.- ¿Aceptamos la Palabra y su acción en nosotros? El “logos” del evangelio de Juan es un concepto tomado de la filosofía griega. En el prólogo del evangelio la Palabra viene a identificarse no sólo con Jesús, sino con la acción de Jesús. Esta personificación viene a mostrar la capacidad que tiene de dar vida y orientación a todo hombre que se acerca a él. De verdad que el misterio de la encarnación es, en el fondo, el misterio del hombre entero. Los judíos no han comprendido la realidad de Jesús. Desgraciadamente el hombre, tú y yo, rechaza la Palabra y se hace tiniebla, angustia, ser para la muerte, absurdo radical. Hasta la mitad del texto el juicio histórico del evangelista Juan es tremendamente pesimista. De hecho, todo su evangelio va a ser un conflicto continuado entre Jesús y un mundo incrédulo, que terminará en el proceso y condena de Jesús: “Vino a su casa, y los suyos no la recibieron”. Pero hacia la mitad del texto el juicio histórico se completa haciéndose esperanzador: hay hombres que aceptan la Palabra y viven la asombrosa experiencia de ser hijos de Dios.

3.- "Y la Palabra se hizo carne". La Palabra de Dios no es un sueño fantástico del evangelista en un momento de ensueño nostálgico. No. Es una realidad sensible y tangible, cuyo nombre es Jesús de Nazaret. La realidad de la presencia de Dios ha comenzado a incidir históricamente en los hombres con el comienzo de la vida de Jesús: este suceso constituye el momento decisivo de la historia de la salvación; lo testimonian los cristianos. La palabra "carne" designa en Juan todo lo que constituye la debilidad humana, todo lo que conduce a la muerte como limitación del hombre. La encarnación no es ninguna apariencia: por la experiencia de nuestro ser de hombres es como hemos de acercarnos a Dios, a Jesús. La revelación definitiva de Dios tiene rostro humano. Es una realidad cercana a los hombres. Ha puesto su tienda entre nosotros. Desde el momento de la venida del Hijo al mundo en la debilidad de la "carne", realiza la presencia de Dios entre los hombres. La comunidad cristiana lee solemnemente el prólogo del evangelio de Juan en la fiesta del nacimiento del Señor. Se trata de proclamar la misericordia y fidelidad de Dios, su gracia, que se han hecho realidad en Jesús. Que Dios no actúa mediante favores pasajeros y limitados, sino con el don permanente y total del Hijo hecho hombre que se llama Jesús, el Cristo.

4.- ¿Quién es Jesucristo para mí? Jesucristo es el Verbo, que vive en el seno de Dios, y que pone su tienda entre los hombres, en un determinado momento de la historia. Jesucristo, antes de ser una palabra pronunciada por la historia, es La Palabra pronunciada por el mismo Dios. El Padre está pronunciando eternamente La Palabra. En Belén, en tiempo del emperador Augusto, la Palabra eterna es pronunciada por labios humanos, se convierte en palabra de carne. Se llama Jesús de Nazaret. Esto es teología, pero lo importantes es que te preguntes de modo muy personal: "Para mí, ¿quién es Jesucristo?". Según que se responda a esta pregunta con los labios, con el corazón y sobre todo con la vida, nuestra existencia seguirá un rumbo u otro, seguirá unos parámetros u otros según los cuales vivir. Si Jesucristo lo es todo para mí: mi Dios, mi salvador, mi modelo, mi todo, trataré de hacer real en mi vida este convencimiento. Si Jesucristo es un hombre extraordinario, el más enigmático y grandioso entre los hijos de Adán, pero nada más que hombre, seré tal vez un gran admirador de su figura, trataré de seguir su vida moralmente ejemplar, pero nunca caeré de rodillas ante él, ni le invocaré como redentor, ni estaré dispuesto a dar mi vida por creer en él. Que esta Navidad reafirmemos nuestra fe en "Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre", en "Jesucristo, salvador del hombre".

 

José María Martín OSA

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CELEBREMOS CRISTIANAMENTE LA NAVIDAD

1.- Cristo se hizo hombre para salvar a los hombres, es decir, a todo el género humano. No vino como turista, para ver y contemplar nuestras grandezas y nuestras miserias, vino para salvarnos, es decir, para librarnos de nuestras esclavitudes, espirituales y sociales, y para enseñarnos a vivir como auténticos hijos de Dios. Pues bien, con esa misma intención debemos también nosotros celebrar la Navidad. Así como María, por gracia del Espíritu Santo, formó a Cristo en su seno, así también cada uno de nosotros debemos formar a Cristo en nuestro corazón, debemos vivir de tal manera que nuestra vida aparezca y sea una imagen viva de Cristo. Nuestra vida en sociedad debe hacer visible la vida de Cristo en nuestra sociedad. Esto es dar a luz a Cristo, hacer que Cristo nazca entre nosotros. Si somos de verdad cristianos, no podemos ser espiritualmente estériles, tenemos que ser fértiles alumbrando a Cristo. Esto debemos hacerlo siempre, pero especialmente y con una especial intensidad en estos días de Navidad. La celebración de la Navidad no puede ser para nosotros un acontecimiento preferentemente pasivo, de ver y contemplar, sino activo, haciendo que en nuestro corazón nazca y crezca cada día el cuerpo de Cristo. Si en estos días de Navidad no hacemos nacer a Cristo en nuestras vidas, no celebramos cristianamente la Navidad. Por supuesto que para nosotros todos los días deben ser Navidad, pero en estos días litúrgicamente navideños debemos renovar con más fuerza nuestro particular propósito de hacer visible a Cristo en nuestras vidas. Si ser cristiano supone siempre el propósito de vivir como vivió Cristo, en este día solemne de la Navidad debemos hacer un propósito solemne de ser seguidores de Cristo, imágenes vivas de Él, nacer y crecer cada día como Cristos vivos.

2.- Pero la Navidad cristiana nunca podrá ser una Navidad egoísta y egocéntrica. Cristo no vino al mundo para salvarse a sí mismo; vino para salvar a los demás, para salvarnos a nosotros. Cristo, mientras vivió con nosotros, luchó con todas sus fuerzas contra el mal. Curó a los enfermos, defendió a los marginados, dio de comer a los pobres, gritó contra los corruptos, acogió a los pecadores y se revolvió contra los gobernantes tiranos que oprimían al pueblo con leyes injustas e interesadas. Ahora debemos ser nosotros, los cristianos, los que ayudemos a los pobres, gritemos contra los corruptos, convirtamos a los pecadores, aliviemos a los enfermos y, en fin, luchemos con todas nuestras fuerzas contra el mal. Ser cristiano en estos días de Navidad, en los que celebramos el nacimiento de un Dios pobre y humilde, es pensar especialmente en los miembros más pobres y humildes del cuerpo de Cristo. San Agustín llama cariñosamente a los pobres “los pies de Cristo” y les dice a sus fieles que no atender a los pobres es como acercarse a besar el rostro de Cristo, pisándole los pies. En estos tiempos de crisis económica y de crisis de valores los cristianos debemos vivir la Navidad con auténtico espíritu cristiano, siendo cristianamente sobrios, generosos y solidarios con los miembros más pobres y necesitados del cuerpo de Cristo. Así parece decírnoslo desde el pesebre el Niño del portal.

 

Gabriel González del Estal

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