¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Jueves,
28
de
marzo
de 2024
JUEVES SANTO
Del propio - Blanco
Éxodo 12, 1-8.
11-14 /
1
Corintios 11, 23-26
/ Juan 13, 1-15
Salmo responsorial Sal 115, 12-13.
15-16bc. 17-18
R/.
"¿Con qué pagaré al Señor todo el
bien que me hizo?”
Santoral:
San Guntrano o Gontrán, rey de Borgoña
JUEVES SANTO
MISA VESPERTINA
DE LA CENA DEL SEÑOR
Prescripciones sobre la cena pascual
Lectura del libro del Éxodo
12, 1-8. 11-14a
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de
Egipto: «Este mes será para ustedes el mes
inicial, el primero de los meses del año. Digan a
toda la comunidad de Israel:
"El diez de este mes, consíganse cada uno un
animal del ganado menor, uno para cada familia. Si
la familia es demasiado reducida para consumir un
animal entero, se unirá con la del vecino que viva
más cerca de su casa. En la elección del animal
tengan en cuenta, además del número de comensales,
lo que cada uno come habitualmente.
Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un
año; podrá ser cordero o cabrito. Deberán
guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la
hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea
de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco
de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y
el dintel de la puerta de las casas donde lo
coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al
fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.
Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón,
calzados con sandalias y con el bastón en la mano.
y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.
Esa noche Yo pasaré por el país de Egipto para
exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres
como animales, y daré un justo escarmiento a los
dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre les servirá de señal para indicar las
casas donde ustedes estén. Al verla, Yo pasaré de
largo, y así ustedes se librarán del golpe del
Exterminador, cuando Yo castigue al país de
Egipto.
Este será para ustedes un día memorable y deberán
solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo
celebrarán a lo largo de las generaciones como una
institución perpetua"».
Palabra de Dios.
SALMO
RESPONSORIAL
115, 12-13. 15-16bc. 17-18
R.
¿Con
qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.
R.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
R.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.
R.
Siempre que coman este pan y beban este cáliz,
proclamarán la muerte del Señor
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
11, 23-26
Hermanos:
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he
transmitido, es lo siguiente:
El Señor Jesús, la noche en que fue entregado,
tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto
es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan
esto en memoria mía».
De la misma manera, después de cenar, tomó la
copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que
se sella con mi Sangre. Siempre que la beban,
háganlo en memoria mía».
Y así, siempre que coman este pan y beban esta
copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él
vuelva.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Los amó hasta el fin
X
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
13, 1-15
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que
había llegado su hora de pasar de este mundo al
Padre, El, que había amado a los suyos que
quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había
inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el
propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el
Padre había puesto todo en sus manos y que Él
había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó
de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla
se la ató a la cintura. Luego echó agua en un
recipiente y empezó a lavar los pies a los
discípulos y a secárselos con la toalla que tenía
en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo:
«¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?»
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo
que estoy haciendo, pero después lo
comprenderás».
«No, le dijo Pedro, ¡Tú jamás me lavarás los pies
a mí!»
Jesús le respondió: «Si Yo no te lavo, no podrás
compartir mi suerte».
«Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo
los pies, sino también las manos y la cabeza!»
Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita
lavarse más que los pies, porque está
completamente limpio. Ustedes también están
limpios, aunque no todos». Él sabía quién lo iba a
entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes
están limpios».
Después de haberles lavado los pies, se puso el
manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden
lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me
llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo
soy. Si Yo, que soy el Señor y el
Maestro, les he lavado los pies, ustedes también
deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado
el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice
con ustedes».
Palabra del Señor.
Reflexión
EL MISTERIO DE NUESTRA FE
En esta tarde solemne de Jueves Santo comenzamos
el Triduo Pascual, comenzamos la celebración del
misterio más grande, del misterio de nuestra fe:
la pasión, muerte y resurrección del Señor. Esta
celebración no termina hoy, sino que se prolonga a
lo largo de estos tres días. Hoy comenzamos con la
Cena del Señor, que interrumpiremos para retomarla
mañana viernes con los oficios de la muerte del
Señor, después de la cual volveremos a interrumpir
la celebración para concluirla con la solemne
Vigilia Pascual el sábado por la noche. Las
celebraciones del Triduo Pascual constituyen así
una unidad inseparable. En esta tarde, nos
encontramos en el Cenáculo, con Jesús y con sus
discípulos, celebrando la Última Cena, memorial de
su entrega en la cruz. En este día, Cristo nos
hace tres regalos: la Eucaristía, el sacerdocio y
el mandamiento nuevo del amor.
1.
La institución de
la Eucaristía.
Aquella noche del Jueves Santo, Jesús se reunió
con sus discípulos para celebrar la cena pascual
judía. Ésta era una cena muy protocolaria en la
que comían, entre otras cosas, el cordero pascual,
verduras amargas, pan ácimo y bebían vino.
Recordaban en esta cena el paso del Señor
liberando a los israelitas y la salida de la
esclavitud de Egipto, como hemos escuchado en la
primera lectura. Jesús se reúne en el Cenáculo con
sus discípulos para celebrar esta cena pascual. En
un principio, todo parecía normal. Jesús, como
cabeza de familia, procedió a realizar todos los
ritos que se debía hacer en esta cena. Pero hubo
algo distinto, que de algún modo llamó la atención
de sus discípulos, aunque ellos aún no lo
entendiesen. Y es que, al partir y repartir el pan
ácimo, después de dar gracias y de bendecir a
Dios, Jesús dijo a sus discípulos “esto es mi
cuerpo”, y al pasar la copa de vino dijo “ésta es
mi sangre”. Aquello que los discípulos no
entendían en ese momento era el memorial, el
testamento, el sacramento de lo que iba a suceder
el día siguiente: Jesús entrega su cuerpo y su
sangre, pan de vida eterna y cáliz de eterna
salvación. El sacrificio de Jesús en la cruz queda
para siempre en el sacramento de la Eucaristía que
Jesús instituye hoy. Cristo, la Nueva Pascua, se
nos da como alimento para el perdón de nuestros
pecados. Por eso, cada vez que comemos de este pan
y bebemos de este cáliz proclamamos la muerte del
Señor hasta que Él vuelva. Hoy celebramos de forma
especial la Eucaristía y agradecemos a Dios este
don inmenso de su cuerpo y de su sangre.
2.
La institución
del sacerdocio.
La institución de la Eucaristía está íntimamente
unida a la institución del sacerdocio ministerial.
Jesús, al dejarnos el sacramento de nuestra
salvación, nos dejó también el gran regalo del
sacerdocio. El Señor escoge a hombres de este
mundo para que, consagrados por Él y configurados
con Cristo Cabeza y Pastor, continúen en el mundo
la misión de Cristo, presidan a su pueblo en la
caridad, lo alimenten con su palabra y lo
santifiquen con los sacramentos. Sin sacerdotes no
hay Eucaristía, por eso es tan importante el
sacerdote. Y no es importante por sí mismo, sino
porque ha sido consagrado por el Señor. Un hombre
pecador, como todos los hombres, con sus miserias,
pero elegido y consagrado por Dios mediante el
sacramento del Orden. Un hombre que, consagrado,
ya no se pertenece, ya no es para sí, sino que es
para Dios y para la Iglesia. Un hombre al servicio
de los hombres. En nuestros días, el sacerdocio
está devaluado, muchas veces por culpa de los
mismos sacerdotes. No faltan en los medios de
comunicación noticias que sacan a la luz a
sacerdotes que no hacen lo que tienen que hacer,
que cometen atrocidades que no son propias de un
hombre consagrado a Dios. Por ello, hoy más que
nunca es necesario que recemos por los curas. En
este día especial para los sacerdotes, además de
agradecer a Dios el don de la Eucaristía, rezamos
por los sacerdotes, por nuestro párroco, por el
sacerdote que nos bautizó, o nos dio la Primera
Comunión, o nos casó, por los sacerdotes que nos
han confesado o nos han ayudado a conocer más a
Dios, y rezamos también por el aumento de las
vocaciones sacerdotales.
3.
El mandamiento
nuevo del amor.
Éste es el tercer regalo que nos hace Cristo en el
Jueves Santo. Y es que el mandamiento del amor es
en verdad un regalo. Es regalo porque es Dios
quien nos ha amado primero. Antes de la Última
Cena, como hemos escuchado hoy en el Evangelio de
san Juan, Jesús se quitó el manto, se ciñó una
toalla a la cintura, se puso de rodillas ante sus
discípulos y les lavó los pies. El Señor hace la
función del esclavo, Dios se arrodilla ante el
hombre para servirle, el que es la pureza y la
belleza lava la suciedad del pecado al hombre
pecador. Con este gesto tan impresionante, que se
representa en esta celebración con el gesto del
lavatorio de los pies, Cristo nos muestra el amor
de Dios. Por eso, el mandamiento del amor es un
regalo, porque primero Dios nos ama y después nos
manda que nosotros hagamos lo mismo: “Pues si yo,
el Maestro y el Señor, os he lavado los pies,
también vosotros debéis lavaros los pies unos a
otros”. El mandamiento nuevo del amor ya no es una
norma, una ley. No es por tanto una obligación. Es
más bien la respuesta al amor que Dios tiene por
nosotros. Si Dios nos ama así, sirviéndonos, hasta
el extremo de dar la vida por nosotros en la cruz,
del mismo modo hemos de amar nosotros a los demás.
Hoy agradecemos a Dios el don del sacerdocio y de
la Eucaristía, sacramento del amor, y le pedimos
que nos haga capaces de reconocer el amor que Él
tiene por nosotros, que nos conceda sentirnos
amados de verdad por Él, puesto de rodillas ante
nosotros para lavarnos los pies, para que así
también nosotros vivamos de verdad este mismo amor
fraterno.
Esta tarde, antes de interrumpir la celebración, dejaremos el
Santísimo Sacramento en el Monumento que hemos
preparado en la iglesia, para acompañar a Cristo
recordando el momento de la oración en el huerto
de Getsemaní. No le dejemos solo, no nos durmamos
como los discípulos, sino que permanezcamos en
vela junto a él en la espera de la celebración de
la Pasión y Muerte del Señor.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
COMULGAR CON CRISTO Y COMULGAR CON LOS HERMANOS
1. Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había
llegado la hora de pasar de este mundo al Padre,
habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo. La eucaristía es
la expresión suprema del amor de Cristo a
nosotros, los hermanos. Celebrar la <fracción del
pan>, la <cena del Señor> ha sido, desde los
primeros tiempos de la Iglesia, el acto más
distintivo y representativo de los seguidores y
discípulos de Cristo. La eucaristía ha sido, a lo
largo de los siglos, el centro vital de la
Iglesia, el gesto privilegiado donde se condensa y
se expresa lo que es la comunidad cristiana. Por
eso, cuando falseamos el significado de la
eucaristía, falseamos la vida de la comunidad
cristiana. No podemos acercarnos a la eucaristía
simplemente para descansar del vértigo de la vida
moderna, o para sentir la satisfacción de estar
cumpliendo unos deberes religiosos que garantizan
nuestra salvación. La eucaristía no debe nunca
convertirse en un falso tranquilizante que alivie
nuestra conciencia ante nuestra falta de lucha por
la justicia o nuestra falta de amor a los demás.
La eucaristía es anticipo del banquete del Reino,
de un pueblo reunido y salvado, de unas personas
que quieren vivir en un cielo nuevo y en una
tierra nueva. Los que participan en la eucaristía
deben saber que no hay comunión con Cristo, si no
hay comunión con los hermanos. Si queremos
comulgar con todo el cuerpo místico de Cristo no
podemos comulgar sólo con la Cabeza, que es
Cristo, separándonos de los miembros, que somos
todos nosotros, la Iglesia.
2. Yo he recibido una tradición que procede del Señor y que a mi
vez os he transmitido: Que el Señor Jesús la noche
en que iba a ser entregado, tomó pan y
pronunciando la acción de gracias lo partió y
dijo… San Pablo entiende siempre a la Iglesia como
el verdadero cuerpo de Cristo resucitado. El pan y
el vino, frutos de la tierra y del trabajo del
hombre, hechos de elementos separados que han sido
triturados y reunidos, significan en la eucaristía
el cuerpo místico de Cristo y de su Iglesia. El
dinamismo de la eucaristía va incluso más allá de
la misma Iglesia católica; se extiende a todos los
miembros de Cristo, que somos todas las personas
de la tierra por las que Cristo murió y a las que
Cristo redimió. En la comunidad eucarística no
puede existir un yo excluyente, ni un nosotros
excluyente, ni un país o nación que quiera vivir
sólo para sí mismo, alejado de los demás. El pan
de la eucaristía es un pan partido, que quiere ser
compartido por todas las personas, especialmente
por las personas que más sufren y que más lo
necesitan. Por eso, la celebración de la
eucaristía debe convertirse para los cristianos en
una experiencia de amor y de fraternidad
universal, sin límites, ni fronteras geográficas o
económicas.
3. Voy a terminar citando dos textos, el primero es de San
Agustín y el segundo de San Juan Crisóstomo. Dicen
así:
Sean cuantos sean los panes que allí se pusieren, son un solo
pan; cuantos panes haya habido hoy en los altares
de Cristo por todo el orbe de la tierra, son un
solo pan. Pero ¿qué es un solo pan? Un cuerpo
somos muchedumbre: este pan, cuerpo de Cristo, del
cual dice el apóstol... “vosotros sois el cuerpo
de Cristo”, vosotros sois eso mismo que recibís...
y lo suscribís al decir “amén”
(Sermón 272).
¿Queréis honrar el cuerpo de Cristo? No lo despreciéis cuando lo
veáis cubierto de harapos; después de haberlo
honrado en la iglesia con vestidos de seda, no lo
abandones fuera, para que sufra el frío, no lo
dejes en la miseria... Vuestro hermano es templo
de Cristo más que cualquier iglesia
(Homilía sobre san Mateo, 50).
En fin, que cada vez que celebramos la eucaristía nos demos
cuenta de que lo hacemos como miembros vivos del
cuerpo de un Cristo crucificado y resucitado. El
cuerpo místico de Cristo es la Iglesia, somos
todos nosotros, los cristianos. Comulgar con
Cristo es comulgar con todos los cristianos.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
AMOR QUE SE ENTREGA
1- Fiesta del amor fraterno. Jueves Santo es el día del amor
fraterno. Jesús amó a los suyos "hasta el
extremo", nos dice el evangelista Juan. Este amor
lo demuestra lavando los pies a los apóstoles. Es
el único evangelista que no relata la institución
de la Eucaristía. No hacía falta…. El gesto del
lavatorio lo dice todo. Demuestra que ha venido a
servir y no a ser servido, está dispuesto a dar la
vida por todos. La Eucaristía es memorial
(actualización) de la muerte y Resurrección de
Cristo, sacrificio de la Nueva Alianza y
sacramento de amor y de unidad. Cada vez que la
celebramos proclamamos la muerte y la Resurrección
de Jesucristo como dice la Primera Carta de San
Pablo a los Corintios. La Alianza del Pueblo de
Israel es el anticipo de la Nueva Alianza sellada
con la sangre de Cristo. Pero creo que hoy debemos
resaltar que la Eucaristía nos une en el amor y
nos da fuerza para transformar este mundo desde el
amor.
2- Amor gratuito. El amor construye la fraternidad. Donde hay
amor hay fraternidad; donde no hay, puede quedar
la apariencia o el nombre, pero se escapa la
realidad. “El que no ama permanece en la muerte.
Todo el que odia a su hermano es un homicida.
Nosotros debemos dar la vida por los hermanos”.
Son palabra de la 1ª Carta de Juan 2, 9-10. Todo
el amor verdadero (es decir, benévolo,
desinteresado, servicial) que hay en el mundo es
índice real de la presencia de Dios en la
historia. Nadie tiene tantos y tan buenos motivos
como el cristiano para amar a todos. Debemos ser
portadores de amor en todo encuentro humano que
mantengamos. Y puesto que el amor ofrecido provoca
un amor correspondido, el encuentro siempre se
convierte en oportunidad de gracia para nuestro
interlocutor. El amor cristiano es agapé, es decir
amor gratuito y desinteresado, que no exige nada a
cambio. Si excluimos a una sola persona de nuestro
amor, éste deja automáticamente de ser cristiano.
Dios nos pide “amor preferencial por los pobres”.
He de preguntarme en este día: ¿qué tiempo les
dedico, qué recursos económicos les ofrezco, qué
nivel de austeridad me exijo, qué cualidades pongo
a su servicio, qué aprendo en mi relación con
ellos? Todos somos iguales. Pero algunos (ellos)
son “más desiguales que otros”. El evangelio me
pide que sean “más iguales”. El necesitado, pobre
en todos los sentidos tiene nombre y apellidos, no
es un número, necesita que le escuchen y, sobre
todo, que le quieran.
4- Los sacerdotes, testigos del amor de Dios. Amar no es sólo
dar, es sobre todo darse, entregarse al otro,
participación personal en las necesidades y
sufrimientos del otro. Hoy celebramos también el
día de la institución del sacerdocio ministerial.
El sacerdote debe ser puente que transmita la
misericordia de Dios. Al final de nuestra vida
seremos examinados sobre la imagen de Dios que
ofrecemos a nuestras comunidades con nuestro
comportamiento.
José María Martín OSA
www.betania.es
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