¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 18 de diciembre del 2022

DOMINGO IVº DE ADVIENTO

Isaías 7, 10-14 / Romanos 1, 1-7 / Mateo 1, 18-24

 Salmo responsorial  Sal 23, 1-6
R/.  "Va a entrar el Señor, el rey de la gloria"

 

Santoral:

San Flavio, San Winebaldo

y San Modesto

 

 

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 18 DE DICIEMBRE DE 2022

   

 

DOMINGO IVº DE ADVIENTO

 

Miren, la joven está embarazada

 

Lectura del libro de Isaías

7, 10-14

 

El Señor habló a Ajaz en estos términos:

«Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas.»

 

Pero Ajaz respondió:

«No lo pediré ni tentaré al Señor».

Isaías dijo:

«Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel».

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    23, 1-6

 

R.   Va a entrar el Señor, el rey de la gloria.

 

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,

el mundo y todos sus habitantes

porque Él la fundó sobre los mares,

Él la afirmó sobre las corrientes del océano.  R.

 

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor

y permanecer en su recinto sagrado?

El que tiene las manos limpias y puro el corazón;

el que no rinde culto a los ídolos.  R.

 

Él recibirá la bendición del Señor,

la recompensa de Dios, su salvador.

Así son los que buscan al Señor,

los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.  R.

 

 

 

Jesucristo, nacido de la estirpe de David; Hijo de Dios

 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma

1, 1-7

 

Carta de Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser Apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios, que Él había prometido por medio de sus Profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor,

 

nacido de la estirpe de David

según la carne,

y constituido Hijo de Dios con poder

según el Espíritu santificador,

por su resurrección de entre los muertos.

Por Él hemos recibido la gracia y la misión apostólica,

a fin de conducir a la obediencia de la fe,

para gloria de su Nombre,

a todos los pueblos paganos,

entre los cuales se encuentran también ustedes,

que han sido llamados por Jesucristo.

A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, lleguen la gracia y la: paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

Jesús nacerá de María,

comprometida con José, hijo de Dayid

 

X   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

1, 18-24

 

Éste fue el origen de Jesucristo:

María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra, del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.

Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella pro- viene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:

"La Virgen concebirá

y dará a luz un hijo, a quien pondrán

el nombre de Emanuel",

que traducido significa: «Dios con nosotros».

Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

 

A LAS PUERTAS DE LA NAVIDAD…

Llegamos al cuarto y último domingo de Adviento. A las puertas de la Navidad, este domingo la Iglesia nos presenta a María, que nos ha ido acompañando a lo largo de todo el Adviento, como la mujer a través de la cual Dios viene a nosotros hecho hombre. Aquello que anuncia el profeta Isaías se cumplirá en estos días de la Navidad: Dios nace hecho hombre y se queda con nosotros.

1. Ésta es la señal: La virgen está en cinta y da a luz un hijo. En la primera lectura escuchamos la señal que el profeta Isaías da al rey Acaz. Es bueno recordar el contexto histórico en el que sucede este acontecimiento. El rey Acaz, descendiente del rey David, es rey de Judá. Su reino se encuentra en un momento complicado, pues está rodeado de otros reinos más grandes que desean acabar con él y, para colmo de los males, el rey no tiene descendencia que pueda asegurar la continuidad de la casa de David, sobre la que Dios había hecho la promesa de un Mesías. Ante esta situación desesperada, el rey Acaz decide dar la espalda a Dios y buscar la ayuda que necesita en otros reyes vecinos para que le ayuden a defenderse de sus enemigos. En el pasaje que hemos escuchado, el profeta Isaías habla cara a cara con el rey y le ofrece una señal de parte de Dios. A pesar de que el rey no acepta en un principio esta señal, pues sabe que ha sido infiel a Dios, sin embargo, el profeta le da la señal: la doncella está en cinta y espera un hijo, que simbólicamente se llamará Emmanuel, que significa Dios con nosotros, Dios está de nuestra parte. Este niño, que será el hijo del rey, es la esperanza del reino de Judá, que ve en él el cumplimiento de la promesa de Dios de estar siempre al lado de su pueblo. Pero este niño es también una profecía del Mesías, como nos enseña el evangelista Mateo al ver en Él al niño que lleva María en sus entrañas.

2. Le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros. Mateo, en el Evangelio que acabamos de escuchar este domingo, ve cumplida la profecía de Isaías en la maternidad virginal de María. Ella es la virgen que está en cinta y que dará a luz un hijo que será el Emmanuel, Dios-con-nosotros. Ya no es el hijo de un rey que permite la continuidad de su dinastía y la permanencia de su reino, sino que es el Rey de reyes, el Mesías prometido que nacería de la casa de David. El nombre simbólico, Emmanuel, ya no significa simplemente que Dios está de nuestra parte, que Dios nos protege, sino que significa a partir de ahora que realmente Dios está con nosotros, hecho hombre como uno más de nosotros. Dios viene a morar entre los hombres, con nosotros, hecho hombre. Así, Dios no sólo cumple la promesa de proteger al pueblo de Israel, sino que además cumple la promesa de enviar un Mesías. La virginidad de María es para nosotros signo del cumplimiento de las promesas de Dios y signo de la salvación, pues de su seno virginal nacerá el Dios hecho hombre que viene a salvar al mundo.

3. El Hijo de Dios, nacido, según la carne, de la estirpe de David. San Pablo, en la carta a los romanos, hace un precioso resumen de su enseñanza: las antiguas escrituras se cumplen en el Hijo de Dios nacido, según la carne, de la estirpe de David. El Mesías, según los profetas, tenía que nacer de la casa de David, pues a él había hecho la promesa de un descendiente que se sentaría en su trono. Jesús, acogido como hijo por José, como nos relata el pasaje del Evangelio, se convierte así en descendiente de David, pues José era de la casa y estirpe de David. José, el hombre justo, como nos lo presenta el Evangelista, es clave en la historia de la salvación, pues él, al acoger a María como esposa a pesar de que ya esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo, y al recibir a Jesús como hijo adoptivo, es quien hace posible que Cristo sea reconocido como el Mesías prometido a la casa de David. Es clave en este domingo la figura de José. No sólo es un hombre justo, sino que además es un hombre fiel a Dios, que confía en su palabra. Perfectamente podría haber dicho José a Dios que no, que no quería acoger a María ni al hijo que llevaba en sus entrañas. Perfectamente podría haber desconfiado José de Dios, como lo hizo su antepasado el rey Acaz. Sin embargo, vemos en este varón justo y bueno a un hombre que se fía totalmente de Dios, que escucha cuál es la voluntad de Dios y con plena confianza acoge el plan de Dios al acoger a María en su casa.

Estamos muy cerca de celebrar la Navidad. Hoy hemos visto dos posturas bien distintas: la del rey Acaz, que es infiel a Dios, y la de José, hombre bueno que se fía de Dios y cumple su voluntad. Al acercarnos en estos días de Navidad al portal de Belén, acerquémonos con un corazón sencillo y bueno como el de José, confiando en Dios a pesar de las incomprensiones. Sólo así podremos reconocer en ese niño al Dios-con-nosotros.

 

Francisco Javier Colomina Campo

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LA CONFIANZA DE SAN JOSÉ EN DIOS NOS ABRIÓ LAS PUERTAS DE LA NAVIDAD

1.- José, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.

Cada vez que leemos este relato evangélico, según san Mateo, nos admiramos de la conducta de san José y de la inmensa confianza que tenía en Dios. Porque confiaba en la inmensa bondad de Dios, y en la total inocencia de su mujer, María, fue capaz de decidir en contra de la ley judaica, que mandaba apedrear a las adúlteras. Dios, por supuesto, no le defraudó. Esto debe hacernos pensar a nosotros, en este cuarto domingo de Adviento, en la necesidad que tenemos nosotros, los cristianos, de confiar siempre en Dios, aunque a veces nos parezca imposible que lo que le pedimos a Dios se cumpla. Nuestra confianza en Dios, cuando le pedimos algo, no nos libra, por supuesto, de poner de nuestra parte todo lo que podamos para que se realicen nuestros deseos. A Dios rogando y con el mazo dando. Nuestra confianza en Dios, que siempre debe ser ilimitada, no nos exime nunca de hacer todo lo que podamos para que la voluntad de Dios se cumpla. Para esto también es necesario que actuemos siempre con total sinceridad y buena voluntad. No dejemos de hacer nunca un buen examen de conciencia, para descubrir la voluntad de Dios. Por naturaleza somos egoístas y es fácil que creamos siempre que la voluntad de Dios coincide con nuestra voluntad. Una madre, por ejemplo, siempre tenderá a creer que Dios siempre le concederá a sus hijos todo lo que ella le pide, porque cree que es lo mejor para ellos. Sólo Dios conoce el presente y el futuro de las personas, cosa que nosotros ignoramos. Nosotros, ni siquiera podemos estar seguros de que lo mejor para las personas que queremos es lo que creemos nosotros. Sólo Dios ve el corazón y sólo él sabe dónde está la bondad o la maldad de todas las personas, cosa que nosotros no sabemos. En fin, confiemos siempre en Dios, como hizo san José, aunque a veces no veamos motivos suficientes para creer que lo mejor puede ser algo muy distinto de lo que nosotros quisiéramos que ocurriera.

2.- En aquellos días el Señor le habló a Ajaz y le dijo: Pide un signo al Señor, tu Dios. Respondió Ajaz: No lo pido, no quiero tentar al Señor. Entonces dijo Isaías: el Señor, por su cuenta os dará un signo. Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. La exégesis bíblica nos dice que la virgen a la que se refiere el profeta Isaías en este texto no es la Virgen María, ni el niño que dio a luz no fue Jesús de Nazaret. Pero este texto, tan citado, del profeta Isaías, nos puede servir a nosotros para alegrarnos del nacimiento del niño Jesús, en el que Dios se encarnó, que nació en el portal de Belén, y que vino para salvarnos de todos nuestros pecados. Alegrémonos y demos gracias a Dios, en este cuarto domingo de Adviento, porque Dios viene en esta Navidad en la forma de un niño, pobre y humilde. Hagamos hoy nosotros el propósito de ser en nuestra vida humildes y pobres en el espíritu, estando siempre dispuestos a ofrecernos a Dios, para ayudar y salvar al prójimo de sus males, en la medida en que nosotros mejor podamos. Que nuestra familia y todas las personas con las que convivamos vean en nosotros personas humildes y generosas, con ganas de ayudar, como humildes discípulos del niño que viene esta Navidad a salvarnos a todos.

3.- Por Jesús hemos recibido la gracia del apostolado, para suscitar la obediencia de la fe entre todos los gentiles; entre ellos os encontráis también vosotros, llamados por Jesucristo. Según san Pablo, si la Iglesia de Jesús no es misionera no es Iglesia de Jesús. Todos nosotros podemos y debemos sentirnos misioneros ante las demás personas con las que convivimos, dando ejemplo de vida cristiana, sencilla, alegre, humilde y generosa, en nuestra vida diaria y, de un modo especial, en los días de esta Navidad.

 

Gabriel González del Estal

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EL HOMBRE Y LA MUJER QUE CONFIARON EN DIOS

1.- El Señor salva. Hay una gran diferencia entre la persona que se dirige a Dios para "exigirle" pruebas de su existencia cuando se encuentra en apuros, y la persona que sabe reconocer a través de la fe el paso del Señor por su vida. La primera es una persona que utiliza la religión como un producto más del supermercado, sólo se dirige a Dios cuando lo necesita. La segunda es una persona creyente que sabe identificar la presencia de Dios y es agradecida a su acción salvadora. José y María pertenecen a este segundo grupo, el de los auténticos creyentes, porque confían plenamente en Dios. El evangelio de San Mateo pone en escena la dramática situación de San José ante el estado de su esposa. Se fía de las palabras del ángel. Este le anuncia el nombre que va a recibir el niño y con él la misión que va a desempeñar: "Jesús", significa "El Señor salva", ya que salvará al mundo de sus pecados. El salvará al pueblo de su pecado, entendido éste no sólo como falta moral voluntaria, sino, también y sobre todo, como limitación y carencia de plenitud. Se trata de una salvación general y total, avalada por el mismo Dios. Con este nombre se afirma, por tanto, que ha comenzado ya la salvación de forma imparable, aunque a veces actúe como la simiente que germina sin que se la vea. Todo esto es anunciado por el ángel y la respuesta a este anuncio es un acto de fe. En la espera, José continúa haciendo su vida; lleva dentro su drama y también su paz desde su aceptación en la fe.

2. - El Vaticano II nos enseñó a saber identificar "los signos de los tiempos". Hay que saber interpretar lo que pasa en nuestro mundo desde la óptica de la fe. María y José supieron identificar la "señal" anunciada por el profeta: "la Virgen está encinta y da a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios con nosotros". Ante el más mínimo contratiempo nuestra fe vacila. Sin embargo, María y José, pusieron su confianza en Dios, a pesar de que, humanamente hablando, todo pareciera absurdo. José y María eran conscientes de que no van a ser comprendidos, de que su fama va a ser puesta en entredicho. María no comprendía, pero dijo "sí" a Dios por medio del ángel. A José le costaba entender lo que estaba sucediendo con María, es verdad que vaciló al principio, pero después "hizo lo que le había mandado el ángel y se llevó a casa a su mujer". Los dos nos dan ejemplo de fe, de lectura creyente de lo que pasaba por sus vidas. ¿Dónde me sitúo yo?, ¿cómo estoy viviendo actualmente mi relación con Dios?, ¿cómo es mi fe, confiada o interesada?

3.-- Hoy podemos celebrar a Santa María de la Esperanza y a San José de la Esperanza. Sin esperanza la vida es una noche en la que no amanece nunca. San Agustín decía que "la esperanza hace tolerable nuestra vida". María y José vivieron con esperanza y lo demostraron, porque movidos por ella superaron todas las dificultades de la vida. La capacidad de escucha, de confianza en Dios y de aceptación de su voluntad que tuvieron María y José debe ser para nosotros un ejemplo que nos anime a superar todos nuestros problemas. Cuando no hay esperanza vacilan el amor y la fe. No hay nada más triste que vivir en la desesperanza, sin ilusión por el futuro. El seguidor de Jesucristo tiene que ser un hombre o mujer, esperanzados y esperanzadores. La razón de nuestra esperanza es que Dios cumple su promesa, es "Dios con nosotros". Con El a nuestro lado todo se llena de luz, de sentido, de razón. Ya no caben las dudas, los pesimismos, los sentimientos negativos. ¿Cómo puede ser que se diga que los cristianos somos "gente tenebrosa"? ¿Te has dado cuenta de lo que significa esta gran noticia: "Dios está con nosotros”. Él está contigo, te quiere, se preocupa por ti, te ayuda y te sostiene? ¿No es algo maravilloso?

 

José María Martín OSA

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Y CON MARIA… LA ESPERANZA SE HIZO NIÑO

1. Poco margen tenemos, en el presente año, entre el IV Domingo de Adviento y la Natividad del Señor. Pero, incluso en ese corto espacio, María emerge como la gran figura de esta liturgia que nos llevará, mañana ya, a la Solemne Misa del Gallo.

No podía faltar, María Madre de Dios, como aquella que nos trae al Salvador en este tiempo de adviento que es periodo de espera y de esperanza.

Y, con María, llegó la expectación. ¡Todo está a punto de cumplirse! El “sí” de aquella mañana en Nazaret, nos traerá en las próximas horas al Dios con nosotros. Creyó, esperó y se brindó a todo lo que Dios le pidió. ¿Se puede aguardar más de una mujer que fue un cheque en blanco para el Señor?

María, la mujer que se vació totalmente para Dios, está llena a rebosar del Espíritu. Colmada de las promesas que nuestros antiguos confiaban en ver. Seremos nosotros los que en el día de Navidad, contemplemos cara a cara lo que ha germinado en el interior de una Virgen.

A Ella, y no lo olvidemos, le debemos la primera Navidad. ¿Cómo celebrar cristianamente estos próximos días? ¿En dónde poner el acento? ¿Cómo conseguir que Dios siga naciendo en nosotros?

No lo dudemos, en María, tenemos la respuesta. Sus actitudes, su forma de ser, su personalidad y su figura, nos dan el tono para desarrollar la melodía que a Dios más le gusta.

No lo dudemos, en María, se dan una serie de virtudes y de gracias que, al imitarlas, a la fuerza damos con el secreto y en el clavo para complacer a Dios y para hacer el Evangelio realidad.

¡Sí! Con María llegó la esperanza. No podemos dejar de lado a ninguna de las dos: ni a Maria, porque es fuente de esperanza, ni a la esperanza, porque es la mejor radiografía de una mujer que amó en su corazón y con locura a Dios, mucho antes que recibirlo en sus propias entrañas.

2. ¡Qué gran pórtico el de la Navidad! ¡María Virgen! Celebremos con gozo santo estos próximos días. Dejémonos guiar por esta estrella que ilumina los senderos que conducen a Belén. Miremos a esta mujer que, siendo pequeña, es grande y confidente en cuanto que nos enseña a renovar nuestras personas para que Dios pueda también en nosotros nacer.

Miremos hacia el cielo ¿No la veis? ¿Quién ha dicho que solo aparecerá una estrella en el amplio universo? Hoy, en este cuarto domingo de adviento, María es también un destello que marca los compases del caminante que quiere marchar sin detenerse hacia Belén.

Que apuremos estas últimas horas. Preparemos, por supuesto, el encuentro familiar: la mesa, los dulces, el calor, el belén o el árbol. Pero, que entre todo ello, no olvidemos lo más importante. Dios para nacer necesita de un corazón bien dispuesto. Que cuando llegue en las próximas horas encuentre también una oración en nuestras casas. Que los villancicos sean un distintivo musical de estas jornadas, que además de familiares, son días de fe. En definitiva, ya que Dios sale a nuestro encuentro en un Niño que se mueve en los fondos de Santa María, que salgamos también nosotros alegres, llenos de fe, preparados, convertidos y dispuestos a que sean unas navidades santas y cristianas.

 

Javier Leoz

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