¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 11 de diciembre del 2022
DOMINGO IIIº DE ADVIENTO
Del propio – Morado o Rosado
Isaías 35, 1-6a. 10 / Santiago 5, 7-10 / Mateo 11,
2-11
Salmo
responsorial Sal 145, 6-10
R/.
"Señor, ven a salvarnos"
Santoral:
San Dámaso I, San Daniel y
Beata Maravillas de Jesús
LECTURAS DEL
DOMINGO
11
DE DICIEMBRE DE 2022
DOMINGO IIIº DE ADVIENTO
Dios mismo viene a salvarnos
Lectura del libro de Isaías
35, 1-6a. 10
¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca,
alégrese y florezca la estepa!
¡Sí, florezca como el narciso,
que se alegre y prorrumpa en cantos de júbilo!
Le ha sido dada la gloria del Líbano,
el esplendor del Carmelo y del Sarón.
Ellos verán la gloria del Señor,
el esplendor de nuestro Dios.
Fortalezcan los brazos débiles,
robustezcan las rodillas vacilantes;
digan a los que están desalentados:
«¡Sean fuertes, no teman:
ahí está su Dios!
Llega la venganza, la represalia de Dios:
Él mismo viene a salvarlos».
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos,
entonces el tullido saltará como un ciervo
y la lengua de los mudos gritará de júbilo.
Volverán los rescatados por el Señor;
y entrarán en Sión con gritos de júbilo,
coronados de una alegría perpetua:
los acompañarán el gozo y la alegría,
la tristeza y los gemidos se alejarán.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
145, 6-10
R.
Señor,
ven a salvarnos.
El Señor mantiene su fidelidad para siempre,
hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor ama a los justos,
y protege a los extranjeros.
R.
Sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión, a lo largo de las
generaciones.
R.
Anímense, porque la Venida del Señor está próxima
Lectura de la carta de Santiago
5, 7-10
Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el
Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto
precioso de la tierra, aguardando pacientemente
hasta que caigan las lluvias del otoño y de la
primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la
Venida del Señor está próxima. Hermanos, no se
quejen los unos de los otros, para no ser
condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta.
Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a
los profetas que hablaron en Nombre del Señor.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a
otro?
X Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
11, 2-11
Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las
obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos
para preguntarle:
«¿Eres
tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?».
Jesús les respondió
«Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
los ciegos ven y los paralíticos caminan; los
leprosos son purificados y los sordos oyen; los
muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada
a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea
motivo de tropiezo!».
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús
empezó a hablar de él a la multitud, diciendo:
«¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada
por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre
vestido con refinamiento? Los que se visten de esa
manera viven en los palacios de los reyes.
¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les
aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquél
de quien está escrito:
“Yo envío a mi mensajero delante de ti,
para prepararte el camino”.
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más
grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más
pequeño en el Reino de los Cielos es más grande
que él».
Palabra del Señor.
Reflexión
DOMINGO GAUDETE, DOMINGO DE LA ALEGRÍA
En este tercer domingo de Adviento,
Domingo Gaudete, Domingo de la Alegría,
aparece con
fuerza la figura de Juan el Bautista, el
precursor. Jesús nos habla hoy del Bautista: “no
ha nacido de mujer uno más grande que Juan”. Es el
mensajero enviado por Dios para preparar su
camino. En Juan Bautista se cumplen las promesas
hechas desde antiguo por los profetas.
1.
La esperanza de
Israel: Dios
viene en persona a salvarnos. Después del pecado
original, como escuchábamos el pasado domingo,
solemnidad de la Inmaculada, el mundo quedó
sometido bajo la esclavitud del pecado. De este
modo, el ser humano, por el pecado original,
rompió la armonía consigo mismo, con el otro y con
Dios. La tierra entera, toda la creación, quedó
malograda. Pero Dios no deja que este sea el final
de la historia. Ya desde antiguo, Dios había
prometido a Israel un Mesías. Los profetas
recordaron continuamente esta promesa de Dios. Así
lo hemos escuchado, por ejemplo, en la primera
lectura, del libreo del profeta Isaías: “Mirad a
vuestro Dios, que trae el desquite; viene en
persona, resarcirá y os salvará”. Este anuncio de
la venida de Dios en persona está acompañado de
signos: se despegarán los ojos del ciego, los
oídos del sordo de abrirán, saltará el cojo como
un ciervo y la lengua del mudo cantará. En
definitiva, desaparecerá toda tristeza y vendrá la
alegría y la felicidad. ¿No es eso precisamente lo
que tanto echamos en falta en nuestro mundo?
Cuando miramos a nuestro alrededor, tantas veces
nos cansamos de ver penurias, tristezas,
sufrimientos y violencia. Por ello, la esperanza
de Israel en la llegada de un Mesías ha de ser
también la nuestra. Necesitamos la alegría y el
regocijo, necesitamos que los débiles se
fortalezcan, necesitamos que desaparezcan las
injusticias y los sufrimientos. Por ello, el
anuncio del profeta Isaías es tan actual hoy para
nosotros: Dios viene en persona a salvarnos.
2.
En Cristo se
cumplen las promesas hechas a Israel: Id a decir a
Juan lo que estáis viendo y oyendo.
No son vanas las esperanzas de un Salvador que ha
de venir. Pues nosotros, los cristianos, creemos
que ese Mesías ha venido ya en Jesucristo. En Él,
el Dios hecho hombre cuyo nacimiento celebraremos
bien pronto, Dios ha cumplido su promesa y ha
colmado nuestra esperanza. En el Evangelio
escuchamos cómo Juan Bautista, el precursor, manda
desde la cárcel a dos de sus discípulos para
preguntarle a Jesús si es él el Mesías que ha de
venir. En Juan Bautista vemos representadas las
esperanzas de Israel y también nuestras
esperanzas. La respuesta de Jesús a aquellos dos
discípulos enviados por Juan es clara: contad a
Juan lo que estás viendo y oyendo. Y es que la
salvación que Jesús nos trae va acompañada de
aquellos signos que Isaías había anunciado. Jesús
devuelve la vista a los ciegos, cura a los
inválidos, limpia a los leprosos, resucita a los
muertos y anuncia el Evangelio a los pobres. Los
milagros de Jesús que nos narra el Evangelio son
los signos que acompañan la acción salvadora de
Cristo. Podemos creer en Él porque hace lo que
hasta entonces no había hecho nadie: curar
enfermos y resucitar muertos. El certificado de
autenticidad de la obra salvadora de Jesucristo
son sus signos.
3.
La esperanza del
cristiano:
Tened paciencia, manteneos firmes, porque la
venida del Señor está cerca. Por eso, los
cristianos tenemos la esperanza puesta en Cristo,
el Salvador, el que ya vino hace dos mil años en
Belén, Dios que vino en persona, pero que también
ha de volver de nuevo para juzgar a los vivos y a
los muertos. Así lo estamos recordando en este
tiempo de Adviento. No sólo recordamos la primera
venida de Cristo, también esperamos su segunda
venida. Mientras tanto, no debemos desfallecer en
la esperanza. El apóstol Santiago, en la segunda
lectura, nos llama a mantenernos firmes en la
esperanza, a tener paciencia. Es muy ilustrativo
el ejemplo que nos pone el apóstol del labrador,
que espera paciente el fruto de la tierra,
muestras recibe la lluvia. En este tiempo de
Adviento, pidámosle al Señor que acreciente
nuestra esperanza. Ante este mundo en que vivimos,
lleno de tristezas y de sufrimientos, esperamos
con paciencia y con confianza al Señor que viene a
traernos la alegría y el gozo de la salvación.
Este tercer domingo de Adviento es un domingo que nos llena de
alegría, es el domingo Gaudete. Es la espera
gozosa del Adviento. El Señor viene en persona, y
con su llegada vendrá la alegría y el regocijo.
Vivamos con paciencia, como nos ha dicho hoy
Santiago, la espera del Mesías en este tiempo,
pues Él, con su llegada, renovará nuestras
fuerzas. Con María, madre de la esperanza y causa
de nuestra alegría, seguimos avanzando por el
camino del Adviento.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
LLEGA LA SALVACIÓN: ESTAD ALEGRES
1.- “Hoy
se cumple la Escritura que acabáis de oír”.
Hacen falta profetas en nuestro mundo. Desde las
lejanas tierras en que se encontraban dispersos,
el profeta Isaías anuncia la vuelta a su
inolvidable Jerusalén. Al llegar este anuncio de
libertad el desierto de la existencia humana es
recorrido por una corriente de vida y de alegría
casi contagiosa. Las expresiones de felicidad se
atropellan en los labios del profeta: "gozad,
alegraos, floreced, sed fuertes, no temáis, venid
a Sión con cantos, con gozo indestructible sobre
el rostro, gloria y alegría se reúnen". El profeta
anuncia la vuelta del exilio y el comienzo de los
tiempos mesiánicos. Lo primero se produjo a partir
del siglo VI a. C. con el rey Ciro de Persia,
considerado el “Ungido” por muchos, que permitió
el regreso de los repatriados y la reconstrucción
de la religión judaica. Lo segundo sólo llegará
con Jesús: los ciegos ven, los inválidos andan,
los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los
muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la
Buena Noticia. Es lo mismo que leyó Jesús en la
Sinagoga de Nazaret. Pero El añadió: “Hoy se
cumple la Escritura que acabáis de oír”. Hoy a
nosotros nos vienen bien estas palabras para que
recuperemos la esperanza y, con ella, la alegría.
Hoy, precisamente, es el domingo “gaudete”, de la
alegría
2.-
Jesús es nuestra
salvación. Los
discípulos de Juan descubrieron a Jesús por sus
obras: "los ciegos ven, los inválidos andan, los
leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los
muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el
Evangelio". San Agustín comenta que es como si
Jesús dijese "Ya me veis, reconocedme. Ved los
hechos, reconoced al hacedor". Jesús es el
auténtico profeta esperado desde todos los
tiempos. El anuncia un mundo nuevo basado en el
amor. Él es quien hace realidad este anuncio aquí
y ahora, Él es el que da la vida por nosotros.
Todos los que sufren encuentran alivio, consuelo y
curación ante la presencia de Jesús. Si te
encuentras mal, si tus fuerzas flaquean, si la
enfermedad o el cansancio pueden contigo, acude a
Él. Sus palabras son sus obras, míralo y tu vida
cambiará. Por eso hoy estamos alegres, en este
domingo porque la salvación, el tesoro que todos
buscamos ha llegado a nosotros: es Jesús de
Nazaret.
3.-
Tenemos que ser
pacientes.
Necesitamos fe para dar sentido a nuestra vida,
pero sólo la esperanza puede darnos ánimo para
seguir el camino. Sin ella nos falta la fuerza
para mantener viva la ilusión. ¿Por qué estará tan
relacionada la sencillez con la alegría? El
misterio de este Mesías que viene al mundo en un
nacimiento tan pobre, junto a figuras que ocupaban
el último peldaño de la escala social, es
necesario acogerlo con la intuición típica del
"profeta". En efecto, la pareja verbal "oír y ver"
que Jesús recuerda a los discípulos del Bautista,
evoca la capacidad de lectura profunda de la
realidad característica del profeta que, bajo la
superficie de las cosas, sabían intuir el
dinamismo profundo y misterioso del actual
salvador de Dios. También Santiago en su carta
"pastoral" reclama esta misma claridad de visión
que da la paciencia. Es la "paciencia" de los
profetas, que han comprendido y sentido que "la
venida del Señor está cercana". A pesar de estar
viviendo en el panorama sofocante de las
injusticias de las opresiones y de la violencia,
han visto en los pobres el signo de que "el juez
está a la puerta". Como el simple campesino que
"espera pacientemente el precioso fruto de la
tierra", que espera las "lluvias de otoño y de
primavera", el creyente sabe esperar con paciencia
la llegada del Salvador. Es un misterio que sólo
pueden comprender los sencillos.
José María Martín OSA
www.betania.es
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NUESTRAS OBRAS CRISTIANAS
1.-
Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y
oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los
leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los
muertos resucitan y los pobres son evangelizados.
Jesús, a los discípulos que Juan había mandado a
preguntarle quién era, no les responde con un
discurso de teología, sino diciéndoles que le
digan a Juan cuáles son las obras que ven que está
haciendo. En este siglo XXI en el que nosotros
estamos viviendo también son nuestras obras la
mejor y casi única prueba que podemos dar de
nuestra fe cristiana. La gente no ve nuestro
interior. Nuestro interior sólo lo ve Dios. La
gente nos juzga por nuestras palabras y, sobre
todo, por nuestras obras. Además, hoy vivimos en
una sociedad mayoritariamente agnóstica y los
discursos religiosos convencen hoy a muy poca
gente. Desgraciadamente, en nuestro mundo, a pesar
de ser una sociedad agnóstica, hay más religiones,
y creencias religiosas, que nunca. Cada uno tiene
su propia religión, es el Papa y Obispo de sí
mismo. Por eso, nosotros, los católicos en
concreto, tenemos que demostrar, con nuestras
palabras y, sobre todo con nuestras obras, que
somos fieles a nuestra jerarquía eclesiástica en
la interpretación y puesta en práctica de nuestra
fe religiosa. Que la gente nos pueda considerar
católicos de verdad por lo que hacemos, por la
puesta en práctica de nuestro credo religioso
católico, amando a Dios y al prójimo, ayudando
siempre a las personas que nos necesitan. Como
hizo el samaritano, demostremos que somos
católicos de verdad, siendo misericordiosos con
los necesitados.
2.-
En verdad os digo
que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan
el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de
los cielos es más grande que él.
Con esta frase, Cristo quiere dejar clara la
diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento,
entre los profetas anteriores a él, incluido Juan
el Bautista y él mismo, Cristo Jesús, y sus
discípulos. Después de Juan el Bautista, será
Cristo nuestro único profeta y salvador. Por eso,
debe ser el evangelio de Jesús, interpretado por
los verdaderos representantes de Cristo, nuestra
primera y máxima norma de conducta.
3.-
Fortaleced las
manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes;
decid a los inquietos: sed fuertes, no temáis. ¡He
aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la
retribución de Dios. Viene en persona y os salvará.
Retornan los rescatados del Señor. El profeta
Isaías –unos seiscientos años antes de Cristo– fue
el gran profeta de la esperanza para el pueblo
judío que volvía del destierro. Les anunció la
pronta venida del Mesías de Israel que vendría a
salvar a su pueblo del dominio extranjero y a
instituir un reino de Dios definitivo y universal.
Nosotros, los cristianos, siempre hemos usado
palabras del profeta Isaías para referirnos a la
pronta venida de nuestro Mesías, Jesús de Nazaret,
que vino a nosotros para salvarnos y poner en
marcha el reino de Dios. Ahora, en este tercer
domingo de Adviento, domingo de la alegría,
domingo <gaudete>, debemos usar estas mismas
palabras del profeta Isaías con una enorme alegría
y agradecimiento a nuestro Dios, por haberse
encarnado en Jesús, naciendo pobre y humilde, en
el portal de Belén. ¡Que el niño de Belén nos
encuentre a cada uno de nosotros pobres y humildes
como él, intentando que el reino de Dios se haga
realidad en nuestros corazones y en esta sociedad
en la que nosotros vivimos! Pidámoslo así desde el
pequeño Belén de nuestro corazón.
4.-
Hermanos, esperad con paciencia hasta la venida
del Señor. Fortaleced vuestros corazones porque la
venida del Señor está cerca.
El apóstol Santiago, el apóstol de la fe con
obras, nos pide ahora que seamos pacientes,
esperando la venida de nuestro Mesías, con la
paciencia con la que el labrador aguarda el fruto
precioso de la tierra. Alegres, pues, con
esperanza y paciencia, esperemos también ahora
nosotros la pronta venida de Jesús y preparemos
nuestro corazón, ya desde ahora, con fe y con
obras, para recibir como se merece al Niño del
Portal.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
¡ALEGRÍA, ALEGRÍA!
1.- “Alegría, alegría, alegría… alegría, alegría,
y placer; esta noche nace el Niño en el portal de
Belén”. Así comienza un villancico hispano y, en
ese tono, estamos celebrando la liturgia de este
domingo tercero de adviento. La alegría, porque un
Niño nos va a nacer, será nuestro secreto, nuestra
sonrisa, nuestra fortaleza en Navidad. Desde
ahora, en este domingo, vislumbramos lo que
acontece en Navidad. ¡Ojo! Que nadie sustituya ni
nos robe la alegría cristiana derivándola hacia un
puro sentimentalismo de luces, recuerdos y
colores. ¿Ok?
Viene, Dios, a salvarnos. ¿Quién no se alegra
cuando, en el incierto o negro horizonte, aparece
una voz amiga o un rostro dispuesto a echar una
mano?
Viene, Dios, y nuestras tristezas y llantos,
tendrán un final. ¿Cómo no vamos alegrarnos
cuando, ante nosotros, se levanta todo un muro de
incertidumbres, problemas, impaciencia o
dificultades?
--Viene el Señor,
y como canta un Himno litúrgico “Mas entonces me
miras…y se llena de estrellas, Señor, la oscura
noche”.
--Domingo del regocijo.
En el mundo, desgraciadamente, no abundan las
buenas noticias. Para una que viene envuelta en
alegría, surgen otras tantas que nos sobresaltan y
nos hacen morder el polvo de nuestra realidad:
queremos pero no podemos ser totalmente felices.
Lo intentamos, pero con todo lo que tenemos ¡y
mira que tenemos! nos cuesta labrar y conquistar
un campo donde pueda convivir el hombre; vivir el
pobre o superarse a mejor el ser humano.
Por ello mismo, la cercanía de Jesús, nos infunde
optimismo e ilusión. Todo queda empapado, si no
permitimos que otros aspectos se impongan al
sentido navideño, por el gusto del aniversario que
se avecina: la aparición de Jesús en la tierra.
2. ¿Deseamos de verdad esa visita del Señor? ¿En
qué estamos pensando? ¿En quién estamos soñando?
Porque, para celebrar con verdad las próximas
navidades, hay que tener –no hambre de turrón ni
sed de licor– cuanto apetito de Dios. Ganas de
que, su llegada, inunde la relación y la reunión
de nuestra familia; motive e inspire los
villancicos; que, su inmenso amor, mueva
espontáneamente y en abundancia nuestra caridad o
que, el silencio en el que se acerca hasta
nosotros, haga más profunda y sincera nuestra
oración.
Este Domingo de la alegría nos hace recuperar el
brillo de la fe. Las ganas de tenerle entre
nosotros. El deseo de que venga el Señor. La firme
convicción de que, Jesús, puede colmar con su
nacimiento la felicidad y las aspiraciones de todo
hombre.
Amigos: ¡sigamos preparando los caminos al Señor!
Y, si podemos, lo hagamos con alegría. Sin
desencanto ni desesperación. El Señor, no quiere
sonrisas postizas pero tampoco caras largas. El
Señor, porque va a nacer, necesita de adoradores
con espíritu y joviales. ¿Seremos capaces de
ofrecerle a un Dios humillado y humanado, el
regalo de nuestra alegría por tenerle entre
nosotros? ¿No canta un viejo adagio aquello de “a
un amigo agasájale sobre todo con la alegría de tu
corazón”? ¿No es Jesús un amigo dispuesto a
compartirlo todo con nosotros?
Que nosotros, ya desde ahora, celebremos, gocemos,
saboreemos y nos alegremos del gran banquete del
amor que, en tosca madera y por el Padre Dios, va
a ser servido en un humilde portal.
Desde ahora, amigos, disfrutemos y gocemos con
nuestra salvación. Y, como Juan, ojala que a esa
gran alegría, por ser los amigos de Jesús,
respondamos –más que con palabras– con nuestras
obras. Es decir, con nuestra vida.
Javier Leoz
www.betania.es
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