¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo,
6 de
marzo de 2022
DOMINGO Iº DE CUARESMA
Deuteronomio 26, 1-2. 4-10 / Romanos 10, 5-13
/ Lucas 4, 1-13
Salmo Responsorial Sal 90, 1-2. 10-15
R/. "
En el peligro, Señor, estás conmigo"
Santoral:
Santa Eudoxia, San David y San Albino
LECTURAS DEL DOMINGO
6
DE MARZO DE 2022
DOMINGO Iº DE CUARESMA
Profesión de fe del pueblo elegido
Lectura del libro del Deuteronomio
26, 1-2. 4-10
Moisés habló al pueblo diciendo:
Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios,
te da en herencia, cuando tomes posesión de ella y
te establezcas allí, recogerás las primicias de
todos los frutos que extraigas de la tierra que te
da el Señor, tu Dios, las pondrás en una canasta,
y las llevarás al lugar elegido por el Señor, tu
Dios, para constituirlo morada de su Nombre.
El sacerdote tomará la canasta que tú le
entregues, la depositará ante el altar, y tú
pronunciarás estas palabras en presencia del
Señor, tu Dios:
«Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto
y se refugió allí con unos pocos hombres, pero
luego se convirtió en una nación grande, fuerte y
numerosa.
Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos
impusieron una dura servidumbre. Entonces pedimos
auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y Él
escuchó nuestra voz. Él vio nuestra miseria,
nuestro cansancio y nuestra opresión, y nos hizo
salir de Egipto con el poder de su mano y la
fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de
signos y prodigios. El nos trajo a este lugar y
nos dio esta tierra que mana leche y miel.
Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos
del suelo que tú, Señor, me diste».
Tu depositarás las primicias ante el Señor, tu
Dios, y te postrarás delante de Él.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
90, 1-2. 10-15
R.
En el peligro, Señor, estás conmigo.
Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío».
R.
No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque Él te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos.
R.
Ellos te llevarán en sus manos
para que no tropieces contra ninguna piedra;
caminarás sobre leones y víboras,
pisotearás cachorros de león y serpientes.
R.
«Él se entregó a mí, por eso, Yo lo libraré;
lo protegeré, porque conoce mi Nombre;
me invocará, y Yo le responderé.
Estaré con él en el peligro,
lo defenderé y lo glorificaré».
R.
Profesión de fe del creyente en Cristo
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
10, 5-13
Hermanos:
Moisés escribe acerca de la justicia que proviene
de la Ley: «El hombre que la practique, vivirá por
ella». En cambio, la justicia que proviene de la
fe habla así: «No digas en tu corazón: ¿quién
subirá al cielo?», esto es, para hacer descender a
Cristo. O bien: «¿quién descenderá al Abismo?»,
esto es, para hacer subir a Cristo de entre los
muertos. Pero ¿qué es lo que dice acerca de la
justicia de la fe? «La palabra está cerca de ti,
en tu boca y en tu corazón», es decir, la palabra
de la fe que nosotros predicamos. Porque si
confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y
crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre
los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree
para alcanzar la justicia, y con la boca se
confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma
la Escritura: «El que cree en Él, no quedará
confundido».
Porque no hay distinción entre judíos y los que no
lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de
bienes a quienes lo invocan. Ya que «todo el que
invoque el nombre del Señor se salvará».
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Fue conducido por el Espíritu al desierto,
donde fue tentado
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
4, 1-13
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las
orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu
al desierto, donde fue tentado por el demonio
durante cuarenta días. No comió nada durante esos
días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio
le dijo entonces: «Si Tú eres Hijo de Dios, manda
a esta piedra que se convierta en pan». Pero Jesús
le respondió: «Dice la Escritura:
El hombre no vive solamente de pan».
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le
mostró en un instante todos los reinos de la
tierra y le dijo:-«Te daré todo este poder y el
esplendor de estos reinos, porque me han sido
entregados, y yo los doy a quien quiero. Si Tú te
postras delante de mí, todo eso te pertenecerá».
Pero Jesús le respondió: «Está escrito:
Adorarás al Señor, tu Dios,
y a Él solo rendirás culto».
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso
en la parte más alta del Templo y le dijo: «Si Tú
eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque
está escrito:
Él dará órdenes a sus ángeles
para que ellos te cuiden.
Y también:
Ellos te llevarán en sus manos
para que tu pie no tropiece con ninguna piedra».
Pero Jesús le respondió: «Está escrito:
No tentarás al Señor, tu Dios».
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el
demonio se alejó de Él, hasta el momento oportuno.
Palabra del Señor.
Reflexión
PENITENCIA CUARESMAL
La Cuaresma es el camino que nos llevará hasta la
Pascua, hasta la gran noche de la Vigilia Pascual.
En esa noche, todos los cristianos renovaremos las
promesas de nuestro Bautismo. Por ello, la
Cuaresma nos ayuda a profundizar en nuestra vida
cristiana, en las renuncias y en la profesión de
fe que renovaremos en la noche de Pascua. En este
primer domingo, las lecturas nos invitan a
tomarnos en serio la penitencia cuaresmal y a
recordar nuestra profesión de fe.
1.
La profesión de
fe. En la
primera lectura hemos escuchado la profesión de fe
de los israelitas antes de entrar en la Tierra
Prometida. Los Israelitas recordaban que su
historia, la historia de salvación, es obra de
Dios. Fue Dios quien eligió al Pueblo, quien lo
sacó de la esclavitud de Egipto al escuchar su
lamento, quien lo guio a través del desierto hasta
llegar a la tierra que Dios había prometido a sus
padres, una tierra rica que mana leche y miel. Al
recordar su historia, el Pueblo de Israel daba
gracias a Dios por su acción poderosa, por la
misericordia que tuvo con ellos. También en la
segunda lectura escuchamos una profesión de fe, en
esta ocasión de mano de san Pablo. El Apóstol de
las gentes nos recuerda que la palabra de Dios
está en nuestros labios y en nuestro corazón, y
que es el reconocimiento de Jesús como Señor y la
fe en la resurrección de Cristo lo que nos salva.
En este primer domingo de Cuaresma, es bueno que
cada uno de nosotros recordemos nuestra fe.
También nosotros hemos experimentado la acción de
Dios en nuestras vidas, hemos visto y hemos oído
cómo Dios ha actuado siempre en nuestra vida,
sacándonos de la esclavitud que ya no se encuentra
en Egipto, sino en el pecado que se alberga en
nuestro corazón a causa del pecado original. Pero
reconocemos que es Cristo quien nos salva. Es Él
quien actúa en nosotros, pues Él es el Señor.
Nosotros hemos puesto nuestra confianza y nuestra
esperanza en Él. Por eso, a lo largo de esta
Cuaresma, es necesario que nos acerquemos más al
Señor, que su palabra esté en nuestros labios y en
nuestro corazón.
2.
El Espíritu lo
fue llevando por el desierto, mientras era tentado
por el diablo.
En el Evangelio de este primer domingo de Cuaresma
escuchamos el pasaje estremecedor de las
tentaciones de Jesús en el desierto. Después de su
bautismo, una vez que el Espíritu Santo bajó sobre
Él, Jesús fue empujado por Éste al desierto, y
allí fue tentado. Si queremos tomarnos en serio
nuestra vida de bautizados, si queremos
prepararnos de verdad para renovar en la Pascua
las promesas bautismales, sabemos que no van a
faltar en nuestra vida las tentaciones. El mismo
Jesús fue también tentado. Las tentaciones de
Jesús durante los cuarenta días que pasó en el
desierto, como las tentaciones del Pueblo de
Israel a lo largo de los cuarenta años que anduvo
por el desierto tras salir de Egipto, como las
tentaciones de Adán y Eva en el Paraíso, son las
mismas tentaciones que tenemos tantas veces
nosotros, los cristianos. La tentación de
convertir las piedras en pan, en la tentación de
los israelitas de volver al alimento de Egipto, o
la tentación de comer del fruto prohibido. Es la
tentación de la carne, de satisfacer nuestros
deseos, aún a riesgo de olvidarnos de Dios, el
único que puede saciar de verdad nuestra hambre.
Esta tentación se combate con el ayuno. La
tentación de poder y de la gloria a precio de
arrodillarse ante el demonio, es la tentación de
los israelitas de volver a las riquezas de Egipto,
es la tentación de Adán y Eva de ser como dioses y
tener el conocimiento del bien y del mal. Es la
tentación del dominio sobre los demás, del afán de
riquezas, de poder y autoridad. Esta tentación de
combate con la limosna, que nos hace desprendernos
de nosotros mismos para darnos a los demás. Y
finalmente la tentación de arrojarse del templo,
prescindiendo de Dios y confiando únicamente en
nosotros, es la tentación de los israelitas en el
desierto al adorar el becerro de oro, olvidándose
de Dios que estaba haciendo la Alianza con Moisés,
es la tentación de Adán y Eva de ser como dioses.
Es la tentación de la negación de Dios, de la
soberbia de la vida, del confiar sólo en nosotros
mismos sin contar con Dios. Esta tentación se
vence con la oración y la adoración a Dios.
En esta Cuaresma recién comenzada, estemos dispuestos a caminar
por el desierto, poniendo nuestra confianza y
nuestra esperanza en el Señor. Hoy nuestra
profesión de fe es reconocer que Cristo es el
Señor de nuestra vida y de nuestra historia, que
en Él está nuestra salvación. Cojámonos a Él en
este tiempo de lucha contra la tentación, apoyados
en su palabra, y así iremos preparando paso a paso
la Pascua, el triunfo de Cristo sobre el pecado y
sobre la muerte. No hay victoria si no es en la
cruz de Jesús.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
JESÚS ES FIEL A LA MISIÓN QUE HA RECIBIDO
1.-
La palabra de
Dios ayuda a vencer la tentación.
Jesús se retiró al desierto para orar y prepararse
para su misión. La experiencia del desierto nos
muestra la evidencia de la fragilidad de nuestra
vida de fe. En el desierto Jesús es tentado. En la
primera tentación, el diablo pretende que Jesús
resuelva sus propios problemas, el hambre,
utilizando para sí el poder que ha recibido del
Padre. Es la tentación de bajar de la cruz y no
beber el cáliz que el Padre le ha preparado: "A
otros ha salvado y a sí mismo no puede salvarse.
Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y
creeremos en él". Jesús vence con la espada del
Espíritu, que es la palabra de Dios. Toma su
argumento y su defensa del Deuteronomio. La
palabra de Dios, expresión de la voluntad del
Padre, es poderosa para mantener al hombre en la
verdadera vida. Ella es el auténtico alimento de
Jesús. En la segunda tentación el diablo muestra a
Jesús fantásticamente, "en un instante", todos los
reinos del mundo. Se vanagloria de que todos le
pertenecen y se los ofrece con tal de que se haga
su esclavo. Si hubiera cedido a la tentación del
poder, Jesús no hubiera muerto en la cruz. Pero
Jesús prefirió luchar contra esa tentación,
recurriendo también a la palabra de Dios. La
tercera tentación enlaza mejor con la primera.
Pues el diablo toma pie en la confianza de Jesús
en la palabra de Dios: Si se vive de la palabra de
Dios, ¿por qué ha de temer la muerte el que confía
en esa palabra? El diablo quiere inducir a Jesús a
un abuso de confianza en la palabra de Dios, que
promete proteger al justo. Es la tentación de
disponer a ultranza de Dios y de tomarle la
palabra, en vez de ponerse confiadamente a su
disposición. Jesús responde de nuevo con otra cita
bíblica.
2.-
Las tentaciones
de Jesús en el desierto son las nuestras: el
hambre, que simboliza todas las “reivindicaciones”
del cuerpo; la necesidad de seguridad y fama,
aunque sea al precio de perjudicar al prójimo; la
sed de poder, el temible instinto de dominación.
Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor
acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el
más débil. El pecado que anida en el corazón del
hombre y se manifiesta como avidez, afán por un
bienestar desmedido, desinterés por el bien de los
demás y a menudo también por el propio, lleva a la
explotación de la creación, de las personas y del
medio ambiente, según la codicia insaciable que
considera todo deseo como un derecho y que antes o
después acabará por destruir incluso a quien vive
bajo su dominio.
3.-
Dios nos acompaña
en la tribulación.
Dios no quiere exponernos al mal, sino que es cada
uno el que es probado por la concupiscencia que le
arrastra y le seduce. Dios es el que nos da la
fuerza para vencer la tentación y salir
victoriosos sobre nuestros instintos. El no
permitirá que seamos tentados más allá de nuestras
fuerzas; antes bien, “con la prueba dará también
la salida”. La gran tentación es “pensar que los
resultados dependen de nuestra capacidad de hacer
y programar”. Está bien que pongamos en juego los
medios de nuestra inteligencia y voluntad, pero no
debemos olvidar que sin Cristo no podemos hacer
nada. Así lo pedimos en el Salmo: “Acompáñame,
Señor, en la tribulación”.
3.-
La hora de la
conversión. Hoy
se nos hace una llamada a la conversión, entendida
como “metanoia” (cambio de mente y de corazón). Es
el momento de ahondar en nuestra experiencia de
encuentro con Cristo. No dejemos transcurrir en
vano este tiempo favorable, nos dice el Papa en su
mensaje de Cuaresma: “Pidamos a Dios que nos ayude
a emprender un camino de verdadera conversión.
Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros
mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús;
hagamos prójimos a nuestros hermanos y hermanas
que pasan dificultades, compartiendo con ellos
nuestros bienes espirituales y materiales. Así,
acogiendo en lo concreto de nuestra vida la
victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte,
atraeremos su fuerza transformadora también sobre
la creación”.
José María Martín OSA
www.betania.es
JESÚS, UN HOMBRE REAL CON TENTACIONES
Jesucristo era un hombre real y verdadero; por eso
no sólo no debemos extrañarnos de que tuviera
tentaciones, sino que no hubiera sido hombre real
si no las hubiera tenido. Todos nosotros tendremos
tentaciones a lo largo de toda nuestra vida y,
como verdaderos discípulos de Cristo, tenemos la
obligación de luchar contra ellas y, con la gracia
de Dios, vencerlas. En este primer domingo de
cuaresma debemos hacer el propósito de luchar con
humildad y con gran fortaleza contra las
tentaciones de poseer injustamente cosas
materiales, contra la vanidad que nos impulse a
dominar a los demás y a ponerlos a nuestro
servicio, en lugar de ser servidores de los demás,
contra el querer usar a Dios y querer que se ponga
a nuestro servicio, en lugar de poner nosotros
toda nuestra vida al servicio del evangelio,
contra todas las tentaciones que el cuerpo nos
pondrá todos los días contra el espíritu. No es
malo tener tentaciones, lo malo es dejarnos vencer
por ellas. Que el ejemplo de Cristo nos anime,
durante esta cuaresma, a luchar contra las
tentaciones.
1.-
El Espíritu lo
fue llevando por el desierto, mientras era tentado
por el diablo.
También para nosotros la vida es, en muchos
momentos, un desierto, cuando no vemos a nuestro
lado a nadie que esté dispuesto a echarnos una
mano, y cuando nuestro presente y nuestro futuro
se presentan llenos de nieblas y oscuridades. Las
tentaciones están dentro de nosotros mismos y a
nuestro alrededor. Nos levantamos cargados de
sueño y debilidades, nos pasamos el día evitando
escollos y dificultades y llegamos a la noche sin
saber a ciencia cierta cómo amaneceremos el día de
mañana. Tentaciones físicas, tentaciones
psicológicas, económicas y sociales. Es verdad que
no todos los días son así, pero también es verdad
que son muchos los días y los tiempos en los que
las cosas no marchan como nosotros quisiéramos que
marcharan. Si miramos dentro de nosotros mismos,
en lo más profundo de nuestro ser, encontramos
debilidades e incertidumbres que no nos permiten
creernos tan buenos como nos ven nuestros mejores
amigos; si miramos a nuestro alrededor vemos
corrupción política, desigualdades económicas
insoportables, ambición y egoísmos a troche y
moche. ¿Merece la pena seguir y seguir luchando
para ayudar al mundo a ser un poco mejor, o es
preferible escuchar al diablo, y dedicarnos a
comer y a beber, a mandar y a dominar, a buscar el
aplauso fácil y el acomodo personal y social? Son
muchas las tentaciones nuestras de cada día, si
vivimos atentos a nosotros mismos y a los demás.
El diablo y los muchos demonios interiores y
exteriores que pueblan nuestro espacio vital nos
tientan a todas horas. ¿Qué hacer? Imitemos a
Jesús y mandemos al diablo a hacer puñetas, porque
sólo a Dios hay que adorar y a él solo debemos
darle culto.
2.-
Lo pondrás ante
el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del
Señor, tu Dios.
Moisés y todos los profetas exhortaban
continuamente al pueblo hebreo a ser un pueblo
agradecido a Dios, porque a Dios debía todo lo que
era y tenía. La vida y la tierra en la que ahora
vivían eran un regalo del Dios que les había
librado de la esclavitud de Egipto y les había
guiado a través del desierto hasta la tierra
prometida. Por eso dar a Dios los diezmos y
primicias de los frutos del suelo que el Señor les
había dado, era un precepto sagrado para todo buen
israelita. También a nosotros los cristianos,
Cristo y todos los santos nos han recomendado
siempre ser personas agradecidas a Dios y
dedicarle a él lo mejor de nosotros mismos. ¡Todo
es gracia!, nos han dicho los santos y, puesto que
todo es gracia, nosotros debemos ser siempre
personas agradecidas. Agradecidas directamente a
Dios y agradecidas a todas las personas que, en
nombre de Dios, nos han ayudado muchas veces en
nuestra vida. Vivir como personas agradecidas a
Dios y al prójimo que nos ha ayudado es una
actitud cristiana encomiable. Debemos hacerlo no
sólo de palabra y pensamiento, sino también de
obra, aunque para hacerlo tengamos que renunciar
alguna vez a algún capricho o gasto innecesario.
La tentación del egoísmo es siempre una tentación
diabólica.
3.-
La Escritura
dice: “la palabra está cerca de ti: la tienes en
los labios y en el corazón”. Se refiera a la
palabra de fe que os anunciamos.
San Pablo les dice a los primeros cristianos de
Roma que Jesús es el único Señor, tanto para los
judíos como para los griegos. En la Sinagoga judía
sólo podían entrar los judíos, pero, a partir de
la muerte y resurrección de Cristo, ya no hay
distinción entre judíos y griegos, porque
Jesucristo es el único Salvador del mundo. Esta
universalidad de la fe cristiana que predicaba
Pablo es algo que debemos predicar también hoy
nosotros, los cristianos. Nadie está excluido de
la salvación, porque Cristo vivió, murió y
resucitó para salvarnos a todos. Por eso nuestra
Iglesia es una Iglesia católica, es decir,
universal. La tentación del exclusivismo político
y religioso pudo ser una tentación judía, pero
nunca debe ser una tentación cristiana.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
NO HAGAMOS SONREIR AL DIABLO
Comentábamos, el miércoles de ceniza, que la
cuaresma tiene un fin primordial: removernos
espiritualmente por dentro (y en la praxis por
fuera) para que gran día de la Pascua, renovemos y
actualicemos aquel Bautismo que recibimos un día,
pero sobre el que, tal vez, se hallan adherido
algunas telarañas que es conveniente limpiar con
la ayuda de este tiempo intenso y cuaresmal.
1.- Son cuarenta días de peregrinación. De gozar con la Palabra
de Dios. De detenernos por el camino y conmovernos
con las situaciones que reclaman nuestra atención
y compromiso efectivo y gratuito. Es un tiempo, en
definitiva, para interpelarnos seriamente si ese
amante que los cristianos tenemos, Cristo, es
capaz de condicionar y centralizar un poco nuestra
vida en El; de que nuestro cuerpo prescinda de
algunas cosas por su nombre; de que nuestra fe sea
fortalecida con la vitamina de la oración en medio
del ruido y del caos o, sigamos adelante como
cristianos en una realidad que, con frecuencia, es
un interminable desierto donde somos probados en
la fe, invitados a renunciar a nuestras raíces
cristianas o embelesados desde el alero de la
ansiedad para tener y soñar lo que nunca podremos
alcanzar.
2.- Es cuaresma hermanos. Parece que fue ayer cuando prometíamos
a Jesús en Belén nuestro deseo de ser mejores.
Ahora, es cuando con la cruz camino del calvario
no solamente hacemos buenos propósitos sino que,
además, nos comprometemos a no caer en la mera
apariencia. A no quedarnos en lo superfluo. A ser
conscientes de que la fe exige pruebas, signos,
purificaciones y también profesión firme y
entusiasta de nuestra fe. El fruto de la Santa
Cuaresma puede ser eso:
centrar nuestra vida en Cristo.
3.- Desde algunas instancias se nos quiere hacer ver que, lo que
propone y enseña la sociedad o las leyes de turno,
es el camino “superguay” y “moderno” de la
felicidad. El Señor, en cambio, una vez más nos
pide muestras de sensatez y de “ser” más que de
“tener”. No podemos ceder a presiones
sociológicas, ni mucho menos políticas, donde se
nos vende (a precio muy alto) un escaparate del
“todo lo de ahora vale” y, “todo lo de antes, es
retrógrado inservible”. Ni tanto…ni tan calvo.
4.- En la Iglesia, portadora del mensaje de Jesús, (e iglesia
somos todos) podemos correr el riesgo de ser
tentados a abandonar lo que es constitutivo y
esencial de nuestra fe para quedar bien con el
diablo (que se mueve a sus anchas por arriba y por
abajo) a costa de callar y amordazar nuestras
conciencias que son baúl del criterio justo y del
sentido justo de las cosas.
¡Todo esto te daré si abandonas!
¡Cuaresma!
Tiempo
de recuperación de las fuerzas espirituales.
Taller
para poner a punto las piezas de la vida cristiana
cuando ceden por el choque con la dura realidad.
Antesala
para vestirnos con ese traje de seguidores de
Jesús que quieren vivir la Pascua (no al borde de
la playa ni a bordo de crucero) sintiendo muy de
cerca la voz de Jesús que nos llama a un cambio a
positivo en nuestra vida. A una contemplación por
la oración y a un compromiso activo allá donde nos
encontremos.
Sólo así sentiremos la presencia de los ángeles de Dios que nos
ayudan y nos sirven para no aburrirnos en ese
empeño.
Javier Leoz
www.betania.es
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