¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
|
|
Domingo, 26 de febrero de 2023
DOMINGO Iº DE CUARESMA
Del
Propio - Morado
Génesis 2, 7-9; 3, 1-7 / Romanos 5, 12-19
/ Mateo 4, 1-11
Salmo Responsorial, Sal 50, 3-6a. 12-14. 17
R/. "¡Piedad, Señor, pecamos contra ti!"
Santoral:
San Néstor y San Porfirio
LECTURAS DEL
DOMINGO 26 DE FEBRERO
DE 2023
DOMINGO Iº DE CUARESMA
La creación y el pecado de los primeros padres
Lectura del libro del Génesis
2, 7-9; 3, 1-7
El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del
suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así
el hombre se convirtió en un ser viviente.
El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al
oriente, y puso allí al hombre que había formado.
Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase
de árboles, que eran atrayentes para la vista y
apetitosos para comer; hizo brotar el árbol de la
vida en medio del jardín y el árbol del
conocimiento del bien y del mal.
La serpiente era el más astuto de todos los
animales del campo que el Señor Dios había hecho,
y dijo a la mujer: «¿Así que Dios les ordenó que
no comieran de ningún árbol del jardín?»
La mujer le respondió: «Podemos comer los frutos
de todos los árboles del jardín. Pero respecto del
árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha
dicho: "No coman de él ni lo toquen, porque de lo
contrario quedarán sujetos a la muerte"».
La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán.
Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese
árbol, se les abrirán los ojos y serán como
dioses, conocedores del bien y del mal».
Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso
para comer, agradable a la vista y deseable para
adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió;
luego se lo dio a su marido, que estaba con ella,
y él también comió. Entonces se abrieron los ojos
de los dos y descubrieron que estaban desnudos.
Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo
hojas de higuera.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
50, 3-6a. 12-14. 17
R.
¡Piedad,
Señor, pecamos contra ti!
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!
R.
Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.
R.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.
R.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga.
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.
R.
Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
5, 12-19
Hermanos:
Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y
por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a
todos los hombres, porque todos pecaron.
En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes
de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se
tiene en cuenta. Sin embargo, la muerte reinó
desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que
no habían pecado, cometiendo una transgresión
semejante a la de Adán, que es figura del que
debía venir.
Pero no hay proporción entre el don y la falta.
Porque si la falta de uno solo provocó la muerte
de todos, la gracia de Dios y el don conferido por
la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron
derramados mucho más abundantemente sobre todos.
Tampoco se puede comparar ese don con las
consecuencias del pecado cometido por un solo
hombre, ya que el juicio de condenación vino por
una sola falta, mientras que el don de la gracia
lleva a la justificación después de muchas faltas.
En efecto, si por la falta de uno solo reinó la
muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán
por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquéllos
que han recibido abundantemente la gracia y el don
de la justicia. . Por consiguiente, así como la
falta de uno solo causó la condenación de todos,
también el acto de justicia de uno solo producirá
para todos los hombres la justificación que
conduce a la Vida. Y de la misma manera que por la
desobediencia de un solo hombre, todos se
convirtieron en pecadores, también por la
obediencia de uno solo, todos se convertirán en
justos.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Jesús ayuna durante cuarenta días y es tentado
X Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
4, 1-11
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto,
para ser tentado por el demonio. Después de ayunar
cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió
hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: «Si
tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se
conviertan en panes».
Jesús le respondió: «Está escrito:
"El hombre no vive solamente de pan,
sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios"».
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y
lo puso en la parte más alta del Templo,
diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate
abajo, porque está escrito:
"Dios dará órdenes a sus ángeles,
y ellos te llevarán en sus manos
para que tu pie no tropiece con ninguna piedra"».
Jesús le respondió: «También está escrito:
"No tentarás al Señor, tu Dios"».
El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta;
desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo
con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo
esto, si te postras para adorarme».
Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque
está escrito:
"Adorarás al Señor, tu Dios,
y a Él solo rendirás culto"».
Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se
acercaron para servirlo.
Palabra del Señor.
Reflexión
PENITENCIA CUARESMAL
La Cuaresma es el camino que nos llevará hasta la
Pascua, hasta la gran noche de la Vigilia Pascual.
En esa noche, todos los cristianos renovaremos las
promesas de nuestro Bautismo. Por ello, la
Cuaresma nos ayuda a profundizar en nuestra vida
cristiana, en las renuncias y en la profesión de
fe que renovaremos en la noche de Pascua. En este
primer domingo, las lecturas nos invitan a
tomarnos en serio la penitencia cuaresmal y a
recordar nuestra profesión de fe.
1.
La profesión de
fe. En la
primera lectura hemos escuchado la profesión de fe
de los israelitas antes de entrar en la Tierra
Prometida. Los Israelitas recordaban que su
historia, la historia de salvación, es obra de
Dios. Fue Dios quien eligió al Pueblo, quien lo
sacó de la esclavitud de Egipto al escuchar su
lamento, quien lo guio a través del desierto hasta
llegar a la tierra que Dios había prometido a sus
padres, una tierra rica que mana leche y miel. Al
recordar su historia, el Pueblo de Israel daba
gracias a Dios por su acción poderosa, por la
misericordia que tuvo con ellos. También en la
segunda lectura escuchamos una profesión de fe, en
esta ocasión de mano de san Pablo. El Apóstol de
las gentes nos recuerda que la palabra de Dios
está en nuestros labios y en nuestro corazón, y
que es el reconocimiento de Jesús como Señor y la
fe en la resurrección de Cristo lo que nos salva.
En este primer domingo de Cuaresma, es bueno que
cada uno de nosotros recordemos nuestra fe.
También nosotros hemos experimentado la acción de
Dios en nuestras vidas, hemos visto y hemos oído
cómo Dios ha actuado siempre en nuestra vida,
sacándonos de la esclavitud que ya no se encuentra
en Egipto, sino en el pecado que se alberga en
nuestro corazón a causa del pecado original. Pero
reconocemos que es Cristo quien nos salva. Es Él
quien actúa en nosotros, pues Él es el Señor.
Nosotros hemos puesto nuestra confianza y nuestra
esperanza en Él. Por eso, a lo largo de esta
Cuaresma, es necesario que nos acerquemos más al
Señor, que su palabra esté en nuestros labios y en
nuestro corazón.
2.
El Espíritu lo
fue llevando por el desierto, mientras era tentado
por el diablo.
En el Evangelio de este primer domingo de Cuaresma
escuchamos el pasaje estremecedor de las
tentaciones de Jesús en el desierto. Después de su
bautismo, una vez que el Espíritu Santo bajó sobre
Él, Jesús fue empujado por Éste al desierto, y
allí fue tentado. Si queremos tomarnos en serio
nuestra vida de bautizados, si queremos
prepararnos de verdad para renovar en la Pascua
las promesas bautismales, sabemos que no van a
faltar en nuestra vida las tentaciones. El mismo
Jesús fue también tentado. Las tentaciones de
Jesús durante los cuarenta días que pasó en el
desierto, como las tentaciones del Pueblo de
Israel a lo largo de los cuarenta años que anduvo
por el desierto tras salir de Egipto, como las
tentaciones de Adán y Eva en el Paraíso, son las
mismas tentaciones que tenemos tantas veces
nosotros, los cristianos. La tentación de
convertir las piedras en pan, en la tentación de
los israelitas de volver al alimento de Egipto, o
la tentación de comer del fruto prohibido. Es la
tentación de la carne, de satisfacer nuestros
deseos, aún a riesgo de olvidarnos de Dios, el
único que puede saciar de verdad nuestra hambre.
Esta tentación se combate con el ayuno. La
tentación de poder y de la gloria a precio de
arrodillarse ante el demonio, es la tentación de
los israelitas de volver a las riquezas de Egipto,
es la tentación de Adán y Eva de ser como dioses y
tener el conocimiento del bien y del mal. Es la
tentación del dominio sobre los demás, del afán de
riquezas, de poder y autoridad. Esta tentación de
combate con la limosna, que nos hace desprendernos
de nosotros mismos para darnos a los demás. Y
finalmente la tentación de arrojarse del templo,
prescindiendo de Dios y confiando únicamente en
nosotros, es la tentación de los israelitas en el
desierto al adorar el becerro de oro, olvidándose
de Dios que estaba haciendo la Alianza con Moisés,
es la tentación de Adán y Eva de ser como dioses.
Es la tentación de la negación de Dios, de la
soberbia de la vida, del confiar sólo en nosotros
mismos sin contar con Dios. Esta tentación se
vence con la oración y la adoración a Dios.
En esta Cuaresma recién comenzada, estemos dispuestos a caminar
por el desierto, poniendo nuestra confianza y
nuestra esperanza en el Señor. Hoy nuestra
profesión de fe es reconocer que Cristo es el
Señor de nuestra vida y de nuestra historia, que
en Él está nuestra salvación. Cojámonos a Él en
este tiempo de lucha contra la tentación, apoyados
en su palabra, y así iremos preparando paso a paso
la Pascua, el triunfo de Cristo sobre el pecado y
sobre la muerte. No hay victoria si no es en la
cruz de Jesús.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
JESÚS ES FIEL A LA MISIÓN QUE HA RECIBIDO
1.-
La palabra de
Dios ayuda a vencer la tentación.
Jesús se retiró al desierto para orar y prepararse
para su misión. La experiencia del desierto nos
muestra la evidencia de la fragilidad de nuestra
vida de fe. En el desierto Jesús es tentado. En la
primera tentación, el diablo pretende que Jesús
resuelva sus propios problemas, el hambre,
utilizando para sí el poder que ha recibido del
Padre. Es la tentación de bajar de la cruz y no
beber el cáliz que el Padre le ha preparado: "A
otros ha salvado y a sí mismo no puede salvarse.
Si es el rey de Israel, que baje de la cruz y
creeremos en él". Jesús vence con la espada del
Espíritu, que es la palabra de Dios. Toma su
argumento y su defensa del Deuteronomio. La
palabra de Dios, expresión de la voluntad del
Padre, es poderosa para mantener al hombre en la
verdadera vida. Ella es el auténtico alimento de
Jesús. En la segunda tentación el diablo muestra a
Jesús fantásticamente, "en un instante", todos los
reinos del mundo. Se vanagloria de que todos le
pertenecen y se los ofrece con tal de que se haga
su esclavo. Si hubiera cedido a la tentación del
poder, Jesús no hubiera muerto en la cruz. Pero
Jesús prefirió luchar contra esa tentación,
recurriendo también a la palabra de Dios. La
tercera tentación enlaza mejor con la primera.
Pues el diablo toma pie en la confianza de Jesús
en la palabra de Dios: Si se vive de la palabra de
Dios, ¿por qué ha de temer la muerte el que confía
en esa palabra? El diablo quiere inducir a Jesús a
un abuso de confianza en la palabra de Dios, que
promete proteger al justo. Es la tentación de
disponer a ultranza de Dios y de tomarle la
palabra, en vez de ponerse confiadamente a su
disposición. Jesús responde de nuevo con otra cita
bíblica.
2.-
Las tentaciones
de Jesús en el desierto son las nuestras: el
hambre, que simboliza todas las “reivindicaciones”
del cuerpo; la necesidad de seguridad y fama,
aunque sea al precio de perjudicar al prójimo; la
sed de poder, el temible instinto de dominación.
Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor
acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el
más débil. El pecado que anida en el corazón del
hombre y se manifiesta como avidez, afán por un
bienestar desmedido, desinterés por el bien de los
demás y a menudo también por el propio, lleva a la
explotación de la creación, de las personas y del
medio ambiente, según la codicia insaciable que
considera todo deseo como un derecho y que antes o
después acabará por destruir incluso a quien vive
bajo su dominio.
3.-
Dios nos acompaña
en la tribulación.
Dios no quiere exponernos al mal, sino que es cada
uno el que es probado por la concupiscencia que le
arrastra y le seduce. Dios es el que nos da la
fuerza para vencer la tentación y salir
victoriosos sobre nuestros instintos. El no
permitirá que seamos tentados más allá de nuestras
fuerzas; antes bien, “con la prueba dará también
la salida”. La gran tentación es “pensar que los
resultados dependen de nuestra capacidad de hacer
y programar”. Está bien que pongamos en juego los
medios de nuestra inteligencia y voluntad, pero no
debemos olvidar que sin Cristo no podemos hacer
nada. Así lo pedimos en el Salmo: “Acompáñame,
Señor, en la tribulación”.
3.-
La hora de la
conversión. Hoy
se nos hace una llamada a la conversión, entendida
como “metanoia” (cambio de mente y de corazón). Es
el momento de ahondar en nuestra experiencia de
encuentro con Cristo. No dejemos transcurrir en
vano este tiempo favorable, nos dice el Papa en su
mensaje de Cuaresma: “Pidamos a Dios que nos ayude
a emprender un camino de verdadera conversión.
Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros
mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús;
hagamos prójimos a nuestros hermanos y hermanas
que pasan dificultades, compartiendo con ellos
nuestros bienes espirituales y materiales. Así,
acogiendo en lo concreto de nuestra vida la
victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte,
atraeremos su fuerza transformadora también sobre
la creación”.
José María Martín OSA
www.betania.es
JESÚS, UN HOMBRE REAL CON TENTACIONES
Jesucristo era un hombre real y verdadero; por eso
no sólo no debemos extrañarnos de que tuviera
tentaciones, sino que no hubiera sido hombre real
si no las hubiera tenido. Todos nosotros tendremos
tentaciones a lo largo de toda nuestra vida y,
como verdaderos discípulos de Cristo, tenemos la
obligación de luchar contra ellas y, con la gracia
de Dios, vencerlas. En este primer domingo de
cuaresma debemos hacer el propósito de luchar con
humildad y con gran fortaleza contra las
tentaciones de poseer injustamente cosas
materiales, contra la vanidad que nos impulse a
dominar a los demás y a ponerlos a nuestro
servicio, en lugar de ser servidores de los demás,
contra el querer usar a Dios y querer que se ponga
a nuestro servicio, en lugar de poner nosotros
toda nuestra vida al servicio del evangelio,
contra todas las tentaciones que el cuerpo nos
pondrá todos los días contra el espíritu. No es
malo tener tentaciones, lo malo es dejarnos vencer
por ellas. Que el ejemplo de Cristo nos anime,
durante esta cuaresma, a luchar contra las
tentaciones.
1.-
El Espíritu lo
fue llevando por el desierto, mientras era tentado
por el diablo.
También para nosotros la vida es, en muchos
momentos, un desierto, cuando no vemos a nuestro
lado a nadie que esté dispuesto a echarnos una
mano, y cuando nuestro presente y nuestro futuro
se presentan llenos de nieblas y oscuridades. Las
tentaciones están dentro de nosotros mismos y a
nuestro alrededor. Nos levantamos cargados de
sueño y debilidades, nos pasamos el día evitando
escollos y dificultades y llegamos a la noche sin
saber a ciencia cierta cómo amaneceremos el día de
mañana. Tentaciones físicas, tentaciones
psicológicas, económicas y sociales. Es verdad que
no todos los días son así, pero también es verdad
que son muchos los días y los tiempos en los que
las cosas no marchan como nosotros quisiéramos que
marcharan. Si miramos dentro de nosotros mismos,
en lo más profundo de nuestro ser, encontramos
debilidades e incertidumbres que no nos permiten
creernos tan buenos como nos ven nuestros mejores
amigos; si miramos a nuestro alrededor vemos
corrupción política, desigualdades económicas
insoportables, ambición y egoísmos a troche y
moche. ¿Merece la pena seguir y seguir luchando
para ayudar al mundo a ser un poco mejor, o es
preferible escuchar al diablo, y dedicarnos a
comer y a beber, a mandar y a dominar, a buscar el
aplauso fácil y el acomodo personal y social? Son
muchas las tentaciones nuestras de cada día, si
vivimos atentos a nosotros mismos y a los demás.
El diablo y los muchos demonios interiores y
exteriores que pueblan nuestro espacio vital nos
tientan a todas horas. ¿Qué hacer? Imitemos a
Jesús y mandemos al diablo a hacer puñetas, porque
sólo a Dios hay que adorar y a él solo debemos
darle culto.
2.-
Lo pondrás ante
el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del
Señor, tu Dios.
Moisés y todos los profetas exhortaban
continuamente al pueblo hebreo a ser un pueblo
agradecido a Dios, porque a Dios debía todo lo que
era y tenía. La vida y la tierra en la que ahora
vivían eran un regalo del Dios que les había
librado de la esclavitud de Egipto y les había
guiado a través del desierto hasta la tierra
prometida. Por eso dar a Dios los diezmos y
primicias de los frutos del suelo que el Señor les
había dado, era un precepto sagrado para todo buen
israelita. También a nosotros los cristianos,
Cristo y todos los santos nos han recomendado
siempre ser personas agradecidas a Dios y
dedicarle a él lo mejor de nosotros mismos. ¡Todo
es gracia!, nos han dicho los santos y, puesto que
todo es gracia, nosotros debemos ser siempre
personas agradecidas. Agradecidas directamente a
Dios y agradecidas a todas las personas que, en
nombre de Dios, nos han ayudado muchas veces en
nuestra vida. Vivir como personas agradecidas a
Dios y al prójimo que nos ha ayudado es una
actitud cristiana encomiable. Debemos hacerlo no
sólo de palabra y pensamiento, sino también de
obra, aunque para hacerlo tengamos que renunciar
alguna vez a algún capricho o gasto innecesario.
La tentación del egoísmo es siempre una tentación
diabólica.
3.-
La Escritura
dice: “la palabra está cerca de ti: la tienes en
los labios y en el corazón”. Se refiera a la
palabra de fe que os anunciamos.
San Pablo les dice a los primeros cristianos de
Roma que Jesús es el único Señor, tanto para los
judíos como para los griegos. En la Sinagoga judía
sólo podían entrar los judíos, pero, a partir de
la muerte y resurrección de Cristo, ya no hay
distinción entre judíos y griegos, porque
Jesucristo es el único Salvador del mundo. Esta
universalidad de la fe cristiana que predicaba
Pablo es algo que debemos predicar también hoy
nosotros, los cristianos. Nadie está excluido de
la salvación, porque Cristo vivió, murió y
resucitó para salvarnos a todos. Por eso nuestra
Iglesia es una Iglesia católica, es decir,
universal. La tentación del exclusivismo político
y religioso pudo ser una tentación judía, pero
nunca debe ser una tentación cristiana.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
NO HAGAMOS SONREIR AL DIABLO
Comentábamos, el miércoles de ceniza, que la
cuaresma tiene un fin primordial: removernos
espiritualmente por dentro (y en la praxis por
fuera) para que gran día de la Pascua, renovemos y
actualicemos aquel Bautismo que recibimos un día,
pero sobre el que, tal vez, se hallan adherido
algunas telarañas que es conveniente limpiar con
la ayuda de este tiempo intenso y cuaresmal.
1.- Son cuarenta días de peregrinación. De gozar con la Palabra
de Dios. De detenernos por el camino y conmovernos
con las situaciones que reclaman nuestra atención
y compromiso efectivo y gratuito. Es un tiempo, en
definitiva, para interpelarnos seriamente si ese
amante que los cristianos tenemos, Cristo, es
capaz de condicionar y centralizar un poco nuestra
vida en El; de que nuestro cuerpo prescinda de
algunas cosas por su nombre; de que nuestra fe sea
fortalecida con la vitamina de la oración en medio
del ruido y del caos o, sigamos adelante como
cristianos en una realidad que, con frecuencia, es
un interminable desierto donde somos probados en
la fe, invitados a renunciar a nuestras raíces
cristianas o embelesados desde el alero de la
ansiedad para tener y soñar lo que nunca podremos
alcanzar.
2.- Es cuaresma hermanos. Parece que fue ayer cuando prometíamos
a Jesús en Belén nuestro deseo de ser mejores.
Ahora, es cuando con la cruz camino del calvario
no solamente hacemos buenos propósitos sino que,
además, nos comprometemos a no caer en la mera
apariencia. A no quedarnos en lo superfluo. A ser
conscientes de que la fe exige pruebas, signos,
purificaciones y también profesión firme y
entusiasta de nuestra fe. El fruto de la Santa
Cuaresma, puede ser eso:
centrar nuestra vida en Cristo.
3.- Desde algunas instancias se nos quiere hacer ver que, lo que
propone y enseña la sociedad o las leyes de turno,
es el camino “superguay” y “moderno” de la
felicidad. El Señor, en cambio, una vez más nos
pide muestras de sensatez y de “ser” más que de
“tener”. No podemos ceder a presiones
sociológicas, ni mucho menos políticas, donde se
nos vende (a precio muy alto) un escaparate del
“todo lo de ahora vale” y, “todo lo de antes, es
retrógrado inservible”. Ni tanto…ni tan calvo.
4.- En la Iglesia, portadora del mensaje de Jesús, (e iglesia
somos todos) podemos correr el riesgo de ser
tentados a abandonar lo que es constitutivo y
esencial de nuestra fe para quedar bien con el
diablo (que se mueve a sus anchas por arriba y por
abajo) a costa de callar y amordazar nuestras
conciencias que son baúl del criterio justo y del
sentido justo de las cosas.
¡Todo esto te daré si abandonas!
¡Cuaresma!
Tiempo
de recuperación de las fuerzas espirituales.
Taller
para poner a punto las piezas de la vida cristiana
cuando ceden por el choque con la dura realidad.
Antesala
para vestirnos con ese traje de seguidores de
Jesús que quieren vivir la Pascua (no al borde de
la playa ni a bordo de crucero) sintiendo muy de
cerca la voz de Jesús que nos llama a un cambio a
positivo en nuestra vida. A una contemplación por
la oración y a un compromiso activo allá donde nos
encontremos.
Sólo así sentiremos la presencia de los ángeles de Dios que nos
ayudan y nos sirven para no aburrirnos en ese
empeño.
Javier Leoz
www.betania.es
|