¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 2 de mayo de 2021
DOMINGO QUINTO DE PASCUA
Hechos 9, 26-31 / 1 Juan 3, 18-24
/ Juan 15, 1-8
Salmo Responsorial, Sal 21, 26b-28. 30-32
R/. "Te alabaré Señor, en la gran asamblea"
Santoral:
San Atanasio, Santa Zoe,
Santos Exuperio, Teódulo y Ciriaco
LECTURAS DEL DOMINGO 2 DE MAYO DE 2021
DOMINGO QUINTO DE PASCUA
Bernabé les contó en qué forma Saulo
había visto al Señor en el camino
Lectura de los Hechos de los Apóstoles
9, 26-31
En aquellos días:
Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse a
los discípulos, pero todos le tenían desconfianza
porque no creían que también él fuera un verdadero
discípulo. Entonces Bernabé, haciéndose cargo de
él, lo llevó hasta donde se encontraban los
Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había
visto al Señor en el camino, cómo le había había
hablado, y con cuánta valentía había predicado en
Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento
empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén
y predicaba decididamente en el nombre del Señor.
Hablaba también con los judíos de lengua griega y
discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte.
Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a
Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso.
La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda
Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando,
vivía en el temor del Señor y crecía en número,
asistida por el Espíritu Santo.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
21, 26b-28. 30-32
R.
Te alabaré Señor, en la gran asamblea.
Cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!
R.
Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
R
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante Él.
R.
Mi alma vivirá para el Señor
y mis descendientes lo servirán.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia a los que nacerán después,
porque ésta es la obra del Señor.
R.
Su mandamiento es éste:
que creamos y nos amemos
Lectura de la primera carta de san Juan
3, 18-24
Hijitos míos,
No amemos con la lengua y de palabra,
sino con obras y de verdad.
En esto conoceremos que somos de la verdad,
y estaremos tranquilo delante de Dios
aunque nuestra conciencia nos reproche algo,
porque Dios es más grande que nuestra conciencia
y conoce todas las cosas.
Queridos míos,
si nuestro corazón no nos hace ningún reproche,
podemos acercarnos a Dios con plena confianza,
y Él nos concederá todo cuanto le pidamos,
porque cumplimos sus mandamientos
y hacemos lo que le agrada.
Su mandamiento es éste:
que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo,
y nos amemos los unos a los otros como Él nos
ordenó.
El que cumple sus mandamientos permanece en Dios,
y Dios permanece en él;
y sabemos que Él permanece en nosotros,
por el Espíritu que nos ha dado.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
El que permanece en mí, y Yo en él,
da mucho fruto
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
15,1-8
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús
dijo a sus discípulos:
Yo soy la verdadera vid
y mi Padre es el viñador.
Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto;
al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
Ustedes ya están limpios
por la palabra que Yo les anuncié.
Permanezcan en mí,
como Yo permanezco en ustedes.
Así como el sarmiento no puede dar fruto
si no permanece en la vid,
tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid,
ustedes los sarmientos.
El que permanece en mí, y Yo en él,
da mucho fruto,
porque separados de mí, nada pueden hacer.
Pero el que no permanece en mí,
es como el sarmiento que se tira y se seca;
después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí
y mis palabras permanecen en ustedes,
ti pidan lo que quieran
y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste
en que ustedes den fruto abundante,
y así sean mis discípulos.
Palabra del Señor.
Reflexión
DAR FRUTO DE VERDAD
1.-
Acoger en lugar
de excluir.
Pablo, después de su conversión, se dirige a
Jerusalén buscando el contacto con la primitiva
comunidad cristiana. No le sería fácil, pues todos
se acordaban del antiguo perseguidor y lo miraban
con recelo. Además, los judíos le consideraban un
traidor. La primera lectura de los Hechos presenta
las dificultades con que se encontró san Pablo
cuando intentó incorporarse a la comunidad
cristiana de Jerusalén. La razón principal de
estas dificultades se hallaba en que los miembros
"antiguos" de la comunidad dudaban de la
sinceridad de la conversión del miembro "nuevo".
Ya desde el principio, aquella primera comunidad
cristiana sintió la tendencia a encerrarse en sí
misma y a poner obstáculos a la incorporación de
los que no tenían exactamente la misma mentalidad.
Este peligro es constante en la Iglesia. Y en el
fondo proviene de una falsa idea de lo que
realmente es la comunidad cristiana. A menudo
confundimos la Iglesia con una sociedad meramente
humana, en la que sólo cuentan los factores
unitivos de las afinidades humanas. Por eso
excluimos espontáneamente de nuestras comunidades
a todos aquellos que no piensan como nosotros, que
no viven como nosotros, que no "son de los
nuestros". Para pertenecer a la Iglesia no es
preciso pertenecer a un pueblo, a una
civilización, a una clase social, o a un partido
político determinado. Como dicen las palabras
finales de la lectura, la única realidad capaz de
vivificar, multiplicar y construir la Iglesia, es
el Espíritu Santo, que supera todas las
diferencias y rivalidades humanas.
2.-
Por el amor
demostramos que somos cristianos.
Juan en su primera carta insiste una vez más en el
amor, pero en un amor que no se contenta con
hermosas palabras; pues debemos amar como Cristo
nos ha amado, ya que "en esto hemos conocido lo
que es amor: en que él dio la vida por nosotros".
Y éste es el amor que nos saca de dudas; por él
conocemos si somos o no de la verdad; esto es, si
hemos nacido de Dios y somos sus hijos. ¿Por qué
andamos entonces siempre con complejos de
ortodoxia y nos olvidamos tantas veces de la
ortopraxis? Porque es aquí, en la ortopraxis o en
la práctica correcta del amor, donde está el
verdadero problema. Muchas veces, si nos
examinamos a fondo, vemos que nuestra conducta no
está a la altura de las exigencias del amor
cristiano. Y el corazón nos acusa. Lo
verdaderamente decisivo para la salvación es creer
que Jesús es el Cristo y el Hijo de Dios (ésta es
la fórmula más breve de la fe cristiana) y cumplir
su mandamiento de amor, que resume todas las
exigencias morales del evangelio. Ambas cosas
están unidas inseparablemente, pues la fe es la
aceptación de Jesucristo y el reconocimiento
práctico de que él solo es el Hijo de Dios, el
Señor. Por lo tanto, el que cree en el nombre de
Jesucristo acepta y cumple lo que él mismo nos
enseñó.
3.-
Unidos a Jesús
para dar fruto.
“Quien no está unido a Cristo no es cristiano”,
nos dice San Agustín. Lo mismo que el pasado
domingo en el evangelio del Buen Pastor, nos
sorprende ahora la afirmación absoluta de Jesús:
"Yo soy la verdadera vid". No dice que fue o que
será, pues él es ya la verdadera vid, la que da el
fruto. Tales afirmaciones deben escucharse desde
la experiencia pascual y con la fe en la
resurrección del Señor. Jesús vive y es para todos
los creyentes el único autor de la vida y el
principio de su organización. De él salta la
savia, y él es el que mantiene unidos a los
sarmientos en vistas a una misma función: "dar
fruto". "Dar fruto" es una expresión
frecuentemente minimizada por los escritores de la
vida espiritual, que la entienden muchas veces en
el sentido de hacer buenas obras y alcanzar así la
salvación del alma. Pero en el evangelio de Juan,
"dar fruto" significa llevar a la madurez la
misión de Cristo, esto es, llegar a la cosecha del
reinado de Dios para que se manifieste lo que ha
sido sembrado en la muerte de Cristo: la salvación
del mundo, que es la gloria y la alegría del Padre
(el "labrador"). Jesús es la cepa, la raíz y el
fundamento a partir del cual se extiende la
verdadera "viña del Señor". Entre los sarmientos y
la vid hay una comunión de vida con tal de que
aquéllos permanezcan unidos a la vid. Si es así,
también los sarmientos se alimentan y crecen con
la misma savia. Jesús ha prometido estar con
nosotros hasta el fin del mundo, y lo estará si le
somos fieles. El no abandona a los que no le
abandonan.
José María Martín OSA
www.betania.es
TODOS LOS CRISTIANOS SOMOS SARMIENTOS DE LA MISMA
VID
1.-
Yo soy la vid,
vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y
yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no
podéis hacer nada.
Todos los que creemos en Cristo y queremos ser sus
discípulos somos sarmientos del mismo Cristo. La
pregunta es: si todos somos sarmientos de la misma
Vid, ¿por qué entre nosotros hay tantas
divisiones? Si todos somos miembros del mismo
cuerpo, ¿por qué unos miembros del cuerpo luchan
contra otros, en perjuicio del mismo cuerpo? Este
relato evangélico del evangelista Juan debe
obligarnos a todos los cristianos hacia un
ecumenismo cristiano real y efectivo. Ecumenismo
religioso no quiere decir que todos los cristianos
hagamos nuestros cultos religiosos de la misma
manera, en todas las partes del mundo. El culto
religioso debe estar siempre adaptado a las
costumbres y características de cada lugar en sus
formas y en sus ritos. Pero nuestra relación con
Cristo en nuestras creencias esenciales y en
nuestras relaciones religiosas humanas y
personales deben ser siempre unánimes, fraternas y
cordiales. Lo ideal es que un católico pueda
sentirse a gusto en cualquier celebración
cristiana en cualquier sito del mundo donde se
esté celebrando la expresión cristiana de su fe.
Los frutos que se nos piden a todos son los
mismos: el amor mutuo y la expresión concreta de
ese amor en nuestras obras y relaciones humanas.
Sin Cristo no podemos hacer nada que sea
auténticamente cristiano; con Cristo lo podemos
hacer todo.
2.-
A todo sarmiento
mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da
fruto lo poda, para que dé más fruto.
Todos necesitamos ser podados por Dios, nuestro
Padre, que es el mejor labrador, porque es el que
mejor nos conoce y el que más nos quiere. Pero
debemos colaborar cada uno de nosotros en la poda,
porque Dios actúa siempre a través de medios
humanos. Una enfermedad, cualquier disgusto o
contratiempo, problemas familiares, las relaciones
sociales, políticas y económicas en las que nos
vemos diariamente envueltos, una gran alegría
personal o familiar, todo puede y debe contribuir
a purificar y perfeccionar nuestro espíritu
cristiano y nuestra relación viva con la Vid que
es Cristo y con Dios nuestro Padre, el Labrador.
El principal fruto, naturalmente, son las obras
que manan de nuestro amor cristiano al prójimo con
el que convivimos y a cualquier prójimo que pueda
necesitar nuestra ayuda. Nadie nace tan perfecto
que no necesite poda alguna a lo largo de su vida.
Todos somos imperfectos mientras vivimos en este
mundo, por eso necesitamos estar continuamente
podándonos y dejando que Dios nos pode.
3.-
Bernabé presentó a Pablo a los apóstoles… y Saulo
se quedó con ellos y se movía libremente en
Jerusalén, predicando públicamente el nombre del
Señor. Este
relato del libro de los Hechos de los Apóstoles no
nos dice nada nuevo sobre el Saulo que ya
conocíamos: el apóstol de los gentiles. Es
interesante resaltar el papel de Bernabé, cuando
presenta a Saulo a los apóstoles. Entre los
discípulos de Jesús había algunos que no se fiaban
nada del Saulo que ellos habían conocido en
Jerusalén y en Damasco, antes de que este se
convirtiera. Por eso ahora el papel de Bernabé
ante los apóstoles fue determinante. También es
bueno que nosotros sepamos defender a los que
sabemos que ahora son buenos cristianos, aunque
antes les hubiéramos conocido como enemigos de
nuestra fe. Los que somos cristianos desde que
nacimos debemos dar gracias a Dios por todas
aquellas personas convertidas al cristianismo.
Pablo fue siempre sincero y consecuente con su fe,
primero con la fe judía y después de su conversión
con la fe cristiana. La fe que profesamos debe ser
siempre un verdadero y auténtico motor de nuestro
comportamiento. Una fe que no influye eficazmente
en nuestro comportamiento no es verdadera fe.
4.-
Hijos míos, no
amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con
obras. Es bueno
comprobar cómo san Juan Evangelista nos insiste en
la necesidad de las obras para seguir el
mandamiento del Señor: “amaos unos a otros como yo
os he amado”. Porque muchas veces, a lo largo de
los tiempos, se ha insistido en las frases del
evangelista san Juan diciéndonos que “el que cree
en el Hijo del Hombre ya está salvado y el que no
cree ya está condenado”. También debemos saber que
una fe sin obras es una fe muerta, como nos dice
el apóstol Santiago. Claro que es Dios el que nos
salva, no nuestras obras, porque la salvación
excede nuestras solas fuerzas. Pero debemos tener
siempre en cuenta que “creer” en Cristo supone
querer cumplir sus mandamientos. La verdadera fe
exige siempre fidelidad, compromiso, con lo que
creemos. El que diga que ama a Cristo y no haga lo
posible por cumplir sus mandamientos es un
mentiroso. También esto lo dijo san Juan.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
¿TELÉFONO SIN LINEA?
Atrás quedó el domingo del Buen Pastor con esa
llamada del Papa Francisco a entregarnos, unos y
otros, generosamente en pro de Cristo. Ahora, a un
día con el mes de mayo, contamos con una “aliada
especial”: María. Ella también es Divina Pastora
que alienta nuestros trabajos y nos anima en este
camino de fe que, desde el día de nuestro
bautismo, hemos de cuidar con la mano siempre
cierta de Dios.
1.- ¿Qué es una fe sin Dios? ¿Y una fe sin contrastar con la
Comunidad Eclesial? ¿Y una fe descafeinada u
oportunista? En este quinto domingo de la Pascua
comprendemos algo que, a veces, sufrimos y
sentimos en las carnes de nuestra vida cristiana:
sin Jesús es imposible perseverar, seguir
adelante, creer y manifestar públicamente el
“humus” de nuestras vivencias cristianas. Quien
diga lo contrario es porque, su fe, está sometida
a un personalismo, individualismo u orfandad. Y,
eso, no es bueno. Sin Jesús, nada. Si nos soltamos
de su persona nuestros frutos, además de
tendenciosos y fatuos, serán diminutos, risorios o
incluso también oportunistas y sectarios. Es
imposible permanecer como testigos de Cristo sin
nuestra unión con Él. Es, por poner un ejemplo,
como pretender tener línea telefónica en casa sin
estar unidos a una red. Haremos como que
hablamos…pero no estaremos hablando con nadie: no
hay línea.
2.- Quien persevera junto a Jesús sabe que, el amor, es algo que
brota espontáneamente y sin recompensa alguna. En
definitiva, como sarmientos fundidos a la vid que
es Jesús, estamos llamados a colocarnos en esa
primera división cristiana: dar frutos que sean
reflejo de nuestra comunión íntima con Cristo.
Como cristianos no estamos llamados a deslumbrar por los grandes
dones y carismas que el Señor nos ha regalado. Y,
por el contrario, sí que somos urgidos a dar razón
de nuestra fe y de nuestra esperanza poniéndolos
en práctica.
--¿De qué sirve
un cántaro si nunca entra en contacto con el agua?
--¿De qué sirve
una lámpara si nunca se enciende?
--¿De qué nos sirve
la vida cristiana si, tal vez, la dejamos
mediatizada por muchos preceptos y desvinculada de
la persona de Jesús?
3.- Por ello mismo, al releer el evangelio de este domingo de
Pascua, caemos en la cuenta que –tal vez— muchas
de las alteraciones que se dan en nuestro mundo
son consecuencia de querer ser sarmientos sin vid;
agua sin fuente; vida sin más límites que los que
uno se marca. ¿Es bueno? Por supuesto que no.
Toda casa necesita de unos cimientos y, toda persona, también
requiere de unos principios o de unos valores que
sean modelo, guía irrenunciable para entender la
vida y para defender la de los demás.
Jesús, en ese sentido, nos advierte de que una existencia sin
Dios, una vida con excesivos atajos está abocada
al fracaso, a la sequedad, a la esterilidad. A la
falta de ilusión o apatía. Y ¡cuánta escasez de
optimismo en nuestro mundo! ¡Cuánto déficit de
esperanza en nuestro vivir! ¿No será por qué nos
hemos aislado de esa vid que es la fe en Jesús?
¿Podremos aguantar mucho más tiempo en esa
orfandad?
4.- Que nuestra alianza con Jesús nos aporte esa fuerza que
anhelamos para seguir compartiendo, viviendo y
proclamando los ideales cristianos. No será, desde
luego, por falta de voluntad del labrador (Dios)
que espera pacientemente a que demos fruto: nos
hizo sus hijos por el Bautismo, nos da
frecuentemente el pan de la Eucaristía, nos
perdona en la Penitencia, nos anima por la Unción
de Enfermos, nos guía con su Palabra… ¿y todavía
queremos más de Dios para ofrecerle algún que otro
buen fruto de nuestra vida?
Si la unión hace la fuerza, nuestra fuerza – la de los cristianos
– será nuestra unión con Jesús. Sin fisuras y con
todas las consecuencias.
Javier Leoz
www.betania.es
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