¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo,
20 de Febrero de 2022
DOMINGO 7º DURANTE EL AÑO
1 Samuel
26, 2. 7-9. 12-14. 22-23
/ 1 Corintios 15,
45-49
/ Lucas 6,
27-38
Salmo Responsorial Sal
102, 1-4. 8. 10. 12-13
R/. "¡Feliz el que pone en el Señor su confianza!"
Santoral:
San Vartán y compañeros
LECTURAS DEL DOMINGO 20 DE FEBRERO DE 2022
DOMINGO 7º DURANTE EL AÑO
El Señor te entregó en mis manos,
pero no quise atentar contra el ungido del Señor
Lectura del primer libro de Samuel
26, 2. 7-9. 12-14. 22-23
Saúl bajó al desierto de Zif con tres mil hombres,
lo más selecto de Israel, para buscar a David en
el desierto.
David y Abisai llegaron de noche, mientras Saúl
estaba acostado, durmiendo en el centro del
campamento. Su lanza estaba clavada en tierra, a
su cabecera, y Abner y la tropa estaban acostados
alrededor de él.
Abisai dijo a David: «Dios ha puesto a tu enemigo
en tus manos. Déjame clavarlo en tierra con la
lanza, de una sola vez; no tendré que repetir el
golpe». Pero David replicó a Abisai: «¡No, no lo
mates! ¿Quién podría atentar impunemente contra el
ungido del Señor?»
David tomó la lanza y el jarro de agua que estaban
a la cabecera de Saúl, y se fueron. Nadie vio ni
se dio cuenta de nada, ni se despertó nadie,
porque estaban todos dormidos: un profundo sueño,
enviado por el Señor, había caído sobre ellos.
Luego David cruzó al otro lado y se puso en la
cima del monte, a lo lejos, de manera que había un
gran espacio entre ellos, y empezó a gritar a la
tropa y al rey Saúl: «¡Aquí está la lanza del rey!
Que cruce uno de los muchachos y la recoja. El
Señor le pagará a cada uno según su justicia y su
lealtad. Porque hoy el Señor te entregó en mis
manos, pero yo no quise atentar contra el ungido
del Señor».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
102, 1-4.
8. 10. 12-13
R.
El Señor es bondadoso y compasivo.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga su santo Nombre,
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.
R
Él perdona todas tus culpas
y sana todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.
R.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.
R.
Cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
Como un padre cariñoso con sus hijos,
así es cariñoso el Señor con sus fieles.
R.
Como hemos sido revestidos de la imagen del hombre
terrenal,
también lo seremos de la imagen del hombre
celestial
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
15, 45-49
Hermanos:
"¡Esto es lo que dice la Escritura: «El primer
hombre, Adán, fue creado como un ser viviente»; el
último Adán, en cambio, es un ser espiritual que
da la Vida. Pero no existió primero lo espiritual
sino lo puramente natural; lo espiritual viene
después.
El primer hombre procede de la tierra y es
terrenal; pero el segundo hombre procede del
cielo. Los hombres terrenales serán como el hombre
terrenal, y los celestiales como el celestial.
De la misma manera que hemos sido revestidos de la
imagen del hombre terrenal, también lo seremos de
la imagen del hombre celestial.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Sean misericordiosos,
como el Padre de ustedes es misericordioso
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
6, 27-38
Jesús dijo a sus discípulos:
Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus
enemigos, hagan el bien a los que los odian.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los
que los difaman. Al que te pegue en una mejilla,
preséntale también la otra; al que te quite el
manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que
te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres
hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los
aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los
pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen
el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué
mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores.
Y si prestan a aquellos de quienes esperan
recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores
prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo
mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin
esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de
ustedes será grande y serán hijos del Altísimo,
porque El es bueno con los desagradecidos y los
malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es
misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no
condenen y no serán condenados; perdonen y serán
perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre
el regazo una buena medida, apretada, sacudida y
desbordante. Porque la medida con que ustedes
midan también se usará para ustedes.
Palabra del Señor.
Reflexión
ABRIR
EL OÍDO A LA PALABRA DE DIOS
Después de escuchar el pasado domingo las
bienaventuranzas del Evangelio de san Lucas, hoy
seguimos con el llamado discurso de la llanura. Es
curioso que Jesús se comienza diciendo: “En
cambio, a vosotros los que me escucháis os digo”.
Las advertencias que Jesús dice a continuación van
dirigidas a quienes escuchan sus palabras. Quien
no abre su oído para escuchar la palabra de Dios y
deja que ésta entre de verdad en su corazón, no
podrá nunca entender lo que Jesús nos dirá hoy
acerca del amor a los enemigos.
1.
Ser cristiano no
es vivir como todo el mundo.
La propuesta que Jesús nos hace en el Evangelio de
hoy, dirigida a quienes escuchan sus palabras, es
muy distinta a como vive una persona sin fe. Es
cierto que quien no tiene fe también puede ser
buena persona. Conocemos todos nosotros a personas
que no son creyentes y que viven haciendo el bien,
que aman a las personas que tienen a su alrededor,
incluso que aman a sus enemigos hasta el punto de
perdonarles y de pedirles perdón. Por otro lado,
también podemos decir que conocemos a cristianos
que dicen tener fe y que ni tan siquiera intentan
vivir el amor como Jesús nos lo enseña hoy en el
Evangelio. Pero sin duda, para todo aquel que
quiere tomarse la vida cristiana en serio y seguir
de verdad a Cristo, no cabe la opción de no
intentar vivir como nos enseña hoy el Señor. Ser
cristiano consiste en vivir en el mismo amor de
Dios. Puesto que Dios me ama, y lo puedo
experimentar cada día en los sacramentos, en la
oración, en la lectura de la palabra de Dios, en
la vida de fe… yo también he de vivir este amor
hacia los demás, incluso hacia mis enemigos, como
lo hizo Cristo, si quiero ser su discípulo. A los
cristianos, por lo tanto, se nos pide algo más que
al resto de personas. No podemos contentarnos con
la ira, el rencor, las envidias y tantas otras
formas de desamor que existe entre nosotros muchas
veces. Los cristianos, si de verdad queremos
serlo, hemos de vivir el amor a los enemigos,
haciendo el bien a todos, sin esperar nada a
cambio, gratuitamente.
2.
Llevamos en
nosotros la imagen del hombre celestial.
En la segunda lectura, san Pablo nos ayuda a
seguir profundizando en lo que hemos dicho en el
punto anterior. El cristiano, al participar por el
bautismo de la muerte y resurrección de Cristo, es
ya un hombre nuevo. El hombre viejo, refiriéndose
a Adán, al hombre que se deja llevar por el
pecado, por la desobediencia, es un hombre que
proviene de la tierra. Sin embargo, san Pablo
asegura que ha venido el nuevo hombre, el nuevo
Adán, que es Cristo. Este nuevo hombre ya no viene
de la tierra de lo material, sino que viene del
espíritu. Los cristianos, nacidos en primer lugar
del hombre viejo por nuestra condición humana,
hemos vuelto a nacer después del hombre nuevo, del
hombre espiritual. Ya no vivimos sólo desde la
materia, sino que nuestra vida comienza ahora en
el Espíritu. Así, san Pablo nos invita a no vivir
ya más como el hombre viejo, sino a vivir desde el
hombre nuevo, desde Cristo, dejándonos llevar del
Espíritu que nos lleva siempre a hacer el bien, a
vivir el amor, como hizo Cristo, el hombre nuevo.
3.
Sed
misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso.
Queda, por tanto, que cada día nos acerquemos más
a Cristo, el hombre nuevo, que aprendamos de ÉL,
que vivamos de Él, para ir creciendo así en el
amor a todos, en la vida nueva que Dios quiere.
Todo cuanto el mismo Jesús nos pide hoy en el
Evangelio lo ha vivido ÉL primero. El amor incluso
a los enemigos lo vivió a lo largo de su vida
pública, pero especialmente en la cruz, cuando
murió perdonando a quienes le crucificaban. El dar
sin esperar nada a cambio lo vivió al entregar su
vida por nosotros, aun sabiendo que nosotros
tantas veces nos olvidamos de Él. Y finalmente la
regla de oro: “Como queráis que la gente se porte
con vosotros, de igual manera portaos con ella”,
nos lo enseña el mismo Jesús por ejemplo en la
Última Cena, cuando se arrodilla ante sus
discípulos para lavarles los pies. Este es el amor
más grande, el amor sin medida, sin condiciones,
sin recompensas, el amor incluso a los enemigos.
Cuanto más nos acerquemos a Dios, más
descubriremos este amor de Él para con nosotros, y
más nos ayudará a vivirlo también hacia los demás.
No hay nada que Cristo nos pida y que no haya
hecho Él primero por nosotros. Vivamos así cada
día, creciendo en el amor y en la misericordia.
Cada Eucaristía está llena del amor, de la misericordia y del
perdón de Dios. Vivamos esta celebración como un
momento especial de encuentro con el amor de Dios,
para que así podamos nosotros llevar ese amor a
nuestra propia vida amando sin límites a los
demás, incluso a nuestros enemigos, viviendo así
el mismo amor de Dios.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
EL AMOR CRISTIANO A LOS ENEMIGOS
1.
A vosotros los
que me escucháis os digo: haced el bien a los que
os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por
los que os calumnian… Sed misericordiosos como
vuestro Padre es misericordioso… Amad a vuestros
enemigos.
Debemos tener en cuenta que el amor cristiano llega mucho más
lejos que el amor puramente afectivo y
sentimental. Afectiva y sentimentalmente no
podemos amar a todas las personas que conocemos y
con las que nos relacionamos, porque el amor
puramente afectivo y sentimental depende de unas
causas psicológicas que nuestra voluntad no
siempre puede controlar y dirigir. Pero el amor
cristiano, el que Cristo nos pide, es otra cosa:
es querer el bien para todos, incluidos los
enemigos, y no desear nunca el mal a nadie. En
este sentido, sí podemos afirmar con rotundidad
que un cristiano sí pude y debe bendecir a los que
le maldicen y orar por los que le calumnian.
Tampoco debemos confundir nunca el amor cristiano
con el olvido de los males que algunas personas
nos hayan hecho. Podemos perdonar siempre, aunque
no siempre podamos olvidar. El ejemplo supremo
para un cristiano debe ser siempre Cristo y Cristo
perdonó a sus enemigos y rezó a su Padre para que
les perdonara: “Padre, perdónales porque no saben
lo que hacen” dijo en la cruz, refiriéndose a los
que le estaban matando violenta y cruelmente. Y es
que el corazón de Cristo era el corazón de Dios
que, como nos dice hoy el salmo 102, el salmo
responsorial, es un corazón compasivo y
misericordioso, que perdona todas nuestras culpas
y nos colma de gracia y de ternura. Los que
queremos ser buenos cristianos amemos, pues, a
todas las personas, incluidos nuestros enemigos,
bendigamos a los que nos maldicen y oremos por los
que nos calumnian. Quizá lo que más fácilmente
podemos hacer siempre es rezar por los que nos
quieren mal y nos hacen el mal. Oremos, por tanto,
como buenos cristianos, por todos, amigos y
enemigos, por los que hablan bien de nosotros y
por los que hablan mal, por los que nos quieren
bien y por los que nos quieren mal. Esto es lo que
nos exige nuestro amor cristiano, el amor de
Cristo.
2.
Abisay dijo a
David: Dios pone hoy al enemigo en tu mano. Déjame
que lo clave de un golpe con la lanza en la
tierra. No tendré que repetir. David respondió: No
acabes con él, pues ¿quién ha extendido su mano
contra el ungido del Señor y ha quedado impune?
La escena que nos relata hoy el libro de Samuel entre el rey Saúl
y el que sería el rey más famoso de Israel, David,
la conocemos bien todos los que hemos leído la
Biblia. El rey Saúl consideraba a David su enemigo
y quería matarlo porque este era más querido que
él por el pueblo. Al futuro rey David se le
presenta ahora la oportunidad de matar a su rey
legítimo y ser nombrado él mismo rey de Israel.
David renuncia a matar a su rey porque lo
considera “el ungido de Yahvé”. Aún hoy día la
actitud de David, renunciando a matar a su
enemigo, el rey, nos parece de una grandeza de
ánimo inmensa y nos enseña a valorar en su justa
medida a todos los que legal y socialmente están
por encima de nosotros. Aprendamos a distinguir
entre la bondad y el justo comportamiento de los
cargos políticos y sociales por un lado y el
respeto que debemos tener siempre a su autoridad
legítima, por otro, aunque no aprobemos su
comportamiento.
3.
Hermanos: El
primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente.
El último Adán, en espíritu vivificante. Pero no
fue primero lo espiritual, sino primero lo
material y después lo espiritual.
Así es nuestra condición humana, como nos dice muy bien san Pablo
en esta su primera carta a los Corintios. Como
seres humanos, somos descendientes de Adán y de
Cristo, pero como cristianos debemos saber
comportarnos siempre en nuestra vida diaria como
auténticos discípulos de Cristo. Esto no es nada
fácil, porque los frutos de la carne se oponen a
los frutos del espíritu y el hombre viejo se
resiste a dejarse dirigir por el hombre nuevo. Que
se lo pregunten al mismo san Pablo, cuando él
mismo nos dice que más de una vez hace lo que no
quiere y no hace lo que, como hombre nuevo,
querría hacer. Esta lucha la vamos a tener dentro
de nosotros hasta que nos muramos; no renunciemos
nunca a la misma, aunque a veces nos cueste mucho.
Como buenos cristianos tratemos de ser siempre
buenos discípulos de Cristo.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
AMOR GRATUITO
1.-
Amor y perdón.
Son dos palabras claves que se repiten en las
lecturas de este domingo. Fáciles de pronunciar,
pero difíciles de practicar. Amar a los que nos
aman puede ser interesado. El mérito está en amar
a aquél que no nos lo puede devolver, e incluso a
aquél que nos odia. Eso hizo David cuando perdonó
la vida a su perseguidor, el rey Saúl. Es lo que
hizo Jesús en la Cruz cuando perdonó a los que le
maltrataban: “Padre, perdónales porque no saben lo
que hacen”.
2.-
Perdonar a
nuestros enemigos.
Porque Dios es el primero que nos perdona a
nosotros, porque como proclamamos en el salmo “el
Señor es compasivo y misericordioso”. Él no nos
trata como merecen nuestros pecados y derrama
raudales de misericordia con nosotros. A mi mente
viene aquella anécdota en la que un niño,
intrigado por las palabras de su catequista que le
decía que Dios con su providencia infinita está
siempre despierto velando por nosotros, le
preguntó a Dios si no se aburría teniendo que
estar todo el tiempo despierto. Dios le contestó
al niño con estas palabras: “no me aburro, me paso
el día perdonando”. Contrasta la “ternura” de Dios
con esa imagen de Dios “eternamente enojado”, que
me parece muy poco acorde con el Evangelio.
3.-
La cadena de la
violencia sólo se rompe amando.
Es la mirada de amor la que puede transformar el
corazón de piedra del agresor. No cabe duda de que
la violencia engendra violencia y esta rueda sólo
se puede parar con la fuerza del amor. Hay un lado
“provocador” en las palabras de Jesús en el Sermón
del Monte: poned la otra mejilla, bendecid a los
que nos maldicen, amad al enemigo, no juzguéis y
no seréis juzgados. El amor puede hacer que el
enemigo deje de ser enemigo y se convierta en un
hermano, que reconozca su mal y trate de
repararlo, que cambie de forma de pensar y de
actuar. Seamos sinceros al decir en el
padrenuestro “perdona nuestras ofensas como
también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden”. Seamos comprensivos y compasivos como lo
es Dios con nosotros. Si nos es difícil vivirlo
pidamos, al menos, que nos ayude.... a perdonar
como Él nos perdona.
4.-
Amar de forma
gratuita. La
existencia de muchas personas cambiaría y
adquiriría otro color y otra vida si aprendieran a
amar gratis a alguien. El ser humano está llamado
a amar desinteresadamente; y, si no lo hace, en su
vida se abre un vacío que nada ni nadie puede
llenar. No es una ingenuidad escuchar las palabras
de Jesús: “Haced el bien... sin esperar nada”.
Puede ser el secreto de la vida, lo que puede
devolvernos la alegría de vivir. Ágape, amor
gratuito, es el nombre del amor cristiano. Así nos
ama siempre Dios, aunque nosotros no seamos
capaces de corresponderle.
José María Martín OSA.
www.betania.es
Y, SOBRE TODO, ¡EL OTRO!
1.-
En este domingo
7º del Tiempo Ordinario, San Lucas, nos sorprende
con una serie de actitudes que, los seguidores de
Jesús, hemos de cultivar y no obviar. Esos modos
los podemos resumir con una frase: por encima de
todo, ¡el bien del otro!
Es el mundo al revés. Es lo contrario a lo que estamos habituados
a escuchar en muchos de los círculos donde nos
encontramos.
En definitiva, “sobre todo el otro” es la locura y el centro de
la predicación de Jesús. ¿Lo es también en
nosotros?
Pensar en “el enemigo” no es buscar esa categoría en las luchas
fratricidas o en las películas entre buenos y de
malos. El enemigo, sin darnos cuenta, se localiza
muy cerca de nosotros:
-Las personas
a las que, por pensar de diferente forma a la
nuestra, las alejamos de la órbita de nuestras
amistades
-Las personas
que, por pequeñas o grandes decepciones, las hemos
dejado marginadas
-Las personas
que, por mil excusas o por ninguna, las hemos
olvidado o, incluso, humillado.
-Todo cristiano
tiene dos caminos: uno el que conduce hasta que
Jesús y, otro, el que conduce exclusivamente a uno
mismo.
-El cristiano
que elige el camino hacia Jesús, cae en la cuenta
de que –ese camino- tiene una derivación
obligatoria: los hermanos que nos rodean.
-El
cristiano que,
por sistema o con mil excusas, opta por el camino
de “uno mismo” corre el riesgo de poner en el
centro sus propios intereses. Corremos el peligro
de buscarnos a nosotros mismos. De gritar a los
cuatro vientos aquello de ¡sálvese quien pueda!
2.- El evangelio de este día, es casi un anuncio de lo que
conllevar el vivir codo a codo o el trabajar mano
a mano con el Señor: el bien del otro. Por encima
de todo y sobre todo, el bien del otro. Nuestra
vida cristiana no puede ser un carnaval. Es decir;
un traje bajo el cual nos ocultamos para aparentar
lo que no somos o un disfraz que utilizamos de vez
en cuando para ser irreconocibles. Entre otras
cosas, nuestra vida cristiana, no puede ser un
carnaval porque, Dios, siempre sabe quién se
esconde detrás.
3.- Ojala que, ese semblante, lo sepamos alegrar y divinizar con
tantas cosas buenas que San Lucas nos ha sugerido
en el evangelio de este día. Porque, el perfil de
las personas (incluidos los nuestros) no necesitan
caretas o máscaras para transmitir una alegría que
tal vez no existe. Las fisonomías de las personas
que creen en Jesús irradian auténtica alegría y
desbordan de entusiasmo cuando…saben que el ¡todo
por el otro! es lo máximo a lo que un hombre o
mujer de fe puede aspirar.
¡Abajo las máscaras y arriba el rostro de nuestra fe!
Javier Leoz
www.betania.es
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