¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

 

Domingo, 6 de noviembre del 2022

DOMINGO 32° DURANTE EL AÑO 

2 Macabeos 6, 1; 7, 1-2. 9-14 / 2 Tesalonicenses 2, 16-3, 5 / Lucas 20, 27-38

 Salmo responsorial   Sal 16, 1. 5-6. 8b. 15
R/.  "¡Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia!"

 

Santoral:

San Leonardo, San Severo, San Alejandro,

San José Kong y Beata Josefa Naval Girbés

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE DE 2022

 

 

DOMINGO 32° DURANTE EL AÑO

 

El Rey del universo nos resucitará a una vida eterna

 

Lectura del segundo libro de los Macabeos

6, 1; 7, 1-2. 9-14

 

El rey Antíoco envió a un consejero ateniense para que obligara a los judíos a abandonar las costumbres de sus padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios.

Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: «¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres».

Una vez que el primero murió, llevaron al suplicio al segundo. Y cuando estaba por dar su último suspiro, dijo: «Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes».

Después de éste, fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: « Yo he recibido estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de Él». El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos.

Una vez que murió éste, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: «Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por El. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida».

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    16, 1.5-6. 8b. 15

 

 

R.    ¡Señor,  al despertar; me saciaré de tu presencia!

 

Escucha, Señor, mi justa demanda,

atiende a mi clamor;

presta oído a mi plegaria,

porque en mis labios no hay falsedad.  R.

 

Mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados:

¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!

Yo te invoco, Dios mío, porque Tú me respondes:

inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.  R.

 

Escóndeme a la sombra de tus alas.

Pero yo, por tu justicia,

contemplaré tu rostro,

y al despertar, me saciaré de tu presencia.  R.

 

 

 

Que el Señor los fortalezca en toda obra y en toda palabra buena

 

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Tesalónica

2, 16-3,5

 

Hermanos:

Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena.

Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tienen fe.

Pero el Señor es fiel: Él los fortalecerá y los preservará del Maligno. Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras disposiciones.

Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

No es un Dios de muertos, sino de vivientes

 

X   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

20, 27-38

 

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: "Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda". Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»

Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él».

 

Palabra del Señor. 

Reflexión

 

RESURRECCIÓN Y VIDA

El mes de noviembre es siempre un mes dedicado a recordar de forma especial a nuestros difuntos. Hace algo más de una semana celebrábamos la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, después de celebrar el día anterior la solemnidad de Todos los Santos. Las lecturas de este domingo, en el que celebramos además el día de la Iglesia diocesana, nos hablan precisamente de la resurrección y de la vida que Dios nos ha prometido.

1. No es Dios de muertos, sino de vivos. En el Evangelio escuchamos la pregunta “trampa” que le hacen unos saduceos a Jesús. Cabe recordar que los saduceos eran un grupo de judíos que no creían en la resurrección de los muertos. Ante esta pregunta de los saduceos, con la que pretenden tomar a Jesús, éste responde que tras la muerte nos espera una resurrección para la vida. Esta es la fe de los cristianos: que la muerte no es más que una puerta que nos hace salir de este mundo para llevarnos al mundo futuro. En esta vida después de la muerte, Dios nos espera con los brazos abiertos, pues es un Dios que ama la vida y que quiere que todos los hombres vivan. Esta vida eterna es un regalo de Dios, pero para llegar a ella es necesario vivir aquí en la tierra unidos a Dios, para participar así un día de su gloria, como lo están haciendo ya los santos, aquellos amigos de Dios aquí en la tierra que, tras la muerte, has ido a gozar de la presencia de Dios. EN la primera lectura, del libro de los Macabeos, encontramos unos textos preciosos sobre la vida eterna. Aquellos hermanos, junto con su madre, que son condenados a morir por mantenerse fieles a su fe judía, esperan con firmeza la resurrección después de la muerte. Así, por ejemplo, el segundo hijo en morir, antes de sufrir el martirio afirma: “cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna”. Y el cuarto de los hermanos habla también de una resurrección para la vida para aquellos que han sido fieles a Dios: “Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucite. Tú en cambio no resucitarás para la vida”.

2. El Señor que es fiel os dará fuerzas. Es asombroso ver la firmeza y la fidelidad a Dios de aquellos hermanos que mueren por su fe. A lo largo de la historia hemos conocido a una gran multitud de personas capaces de dar su vida por Dios, pues saben que Dios les resucitará para la vida. Así lo esperamos apoyados en nuestra fe en Jesucristo, muerto y resucitado. San Pablo, en la segunda carta a los Tesalonicenses que escuchamos hoy en la segunda lectura, anima a sus lectores recordándoles que Dios nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza. Por ello, nos da fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Ante las dificultades que están sufriendo los primeros cristianos, como lo sufrieron antes los hermanos macabeos, san Pablo anima a permanecer fieles a Dios y a su Hijo Jesucristo, pues Él es fiel y nos dará fuerzas y nos librará del malo. Nuestra fortaleza está pues en Dios, que es fiel, y que nos anima en nuestras luchas diarias. Ni tan siquiera la muerte nos da miedo, pues Dios es un Dios de vivos, y su Hijo Jesucristo ha vencido a la muerte con la resurrección. Por tanto, nuestra fe y la esperanza cristiana nos aseguran una vida futura que hemos de ir preparando ya en esta vida por medio de las buenas obras. Para ello el Señor, que es fiel, nos da las fuerzas que necesitamos.

3. Día de la Iglesia diocesana. En este domingo celebramos además el día de la Iglesia diocesana. Todos nosotros pertenecemos a una diócesis, que es la Iglesia que peregrina en nuestra tierra más cercana. Bajo la guía y el pastoreo de nuestro obispo, cada uno formamos parte de esta gran familia que es nuestra Iglesia diocesana. Todos somos miembros de ella por el sacramento de bautismo. En la Iglesia diocesana encontramos todo lo que necesitamos para vivir nuestra fe, para formarnos y para celebrar juntos. Por ello, en este día de forma especial recordamos a nuestra Iglesia diocesana, rezamos especialmente por nuestro obispo, por el presbiterio de nuestra diócesis, por todos los grupos, comunidades y asociaciones que en el día a día de la vida diocesana siguen trabajando por la evangelización y por el crecimiento de nuestra fe. Precisamente porque es nuestra familia, la Iglesia diocesana también necesita de nuestra ayuda. Hoy puede ser un buen día para proponernos ayudar de algún modo en las diversas necesidades que pueda tener nuestra diócesis. Así, juntos seguiremos creciendo en nuestro camino hacia la vida eterna que Dios nos ha prometido, dejándonos guiar por Él y pidiéndole las fuerzas que necesitamos para hacer las buenas obras que son el furto de nuestra fe.

Cada vez que celebramos la Eucaristía, anunciamos la muerte y proclamamos la resurrección de Cristo. Éste es el fundamento de nuestra fe y de nuestra esperanza. Dios nos llama a la vida eterna. Sin miedo, después de celebrar hoy la Eucaristía, salgamos dispuestos a dejarnos llevar por Dios en las buenas obras y con la esperanza de heredar un día la Gloria que nos ha prometido.

 

Francisco Javier Colomina Campos

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LA NECESIDAD DE PURIFICAR NUESTRA FE EN LA RESURRECCIÓN

1.- En este mundo, los que sean dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán y son como hijos de Dios porque son hijos de la resurrección entre los muertos. Los saduceos era un grupo de judíos muy poderoso que no creían en la resurrección. Por eso, los que se acercaron a Jesús fueron con la idea de refutar a Jesús, que, como los fariseos, sí creía en la resurrección. Los argumentos que le dieron para ridiculizar la creencia en la resurrección de los muertos es lo que se ha llamado después la <trampa saducea> que, con premisas falsas quieren llegar a una conclusión verdadera. Las premisas falsas se basaban en la ley judía según la cual si un a un marido se le muere su hermano, dejando a la mujer sin hijos, es el hermano el que debe tomar por esposa a la mujer de su hermano, para darle descendencia. Pues bien, si a un marido se le mueren los seis hermanos sin dejar descendencia, ¿con qué mujer de los seis hermanos debe casarse el marido vivo? Bueno, a nosotros, católicos de este siglo XXI, lo que nos interesa es analizar la respuesta que da Jesús a la pregunta de este saduceo. Jesús le dice a este saduceo que las personas que mueren no necesitarán casarse nunca, porque son como ángeles de Dios. ¿Qué entendía Jesús, como buen judío que era, al decir que los que mueren y van al cielo son como ángeles de Dios? No podemos saberlo con exactitud teológica. Tampoco nos interesa demasiado ahora. Y si preguntamos a cada una de las grandes religiones del mundo, qué entienden por resurrección, las respuestas son para nosotros en algunos casos extravagantes. Mi pregunta al lector de “betania” ahora es esta: ¿qué entiendes tú por resurrección? San Pablo nos dice que morimos como un cuerpo físico, pero que resucitamos como un cuerpo glorioso. ¿Qué entendía san Pablo por cuerpo glorioso? Tampoco lo sabemos con exactitud. ¿Qué hacer? Yo creo que lo más seguro es decir que resucitaremos como resucitó Jesús, siendo buenos discípulos suyos. A lo largo de los siglos han sido muy distintas las ideas exactas que los cristianos hemos tenido sobre la resurrección de la carne. En cualquier caso, tenemos que admitir que para una persona religiosa la creencia en la resurrección es fundamental, porque creer en la resurrección es creer que existe otra vida, una vida futura. Hagamos, pues, el propósito ahora de purificar nuestra fe en la resurrección. Pensemos y meditemos.

2.- Arrestaron a siete hermanos macabeos son su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarles a comer carne de cerdo, prohibida por la ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: ¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres… Cuando hayamos muerto por la ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna. En este caso de los siete hermanos macabeos con su madre, lo admirable para nosotros es la fe que tenían en la resurrección. Lo de resucitar por haber cumplido la ley, en este caso la ley de no comer carne de cerdo, simplemente nos sirve para ver lo relativo que es en muchos casos cumplir la ley o no. Para nosotros, los cristianos, la ley suprema y siempre verdadera es Jesucristo. Hagamos el propósito de imitar siempre lo mejor que podamos a nuestro Maestro y estemos seguros de que como el Padre le resucitó, también nos resucitará a nosotros. Y por resucitar con Cristo sí merece la pena sufrir y morir en este mundo.

 

Gabriel González del Estal

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VIDA PARA SIEMPRE

1.- Vida después de esta vida. En las pirámides y en las tumbas egipcias hay multitud de detalles que reflejan su concepción sobre el más allá: es una prolongación de este mundo. Por eso, se momifica el cuerpo del difunto, aparecen pintados en las paredes, objetos de la vida cotidiana, sobre todo aquellos relacionados con la vida placentera. En muchas ocasiones junto al difunto se encuentra todo su ajuar y comida en abundancia. Incluso se encerraba a los sirvientes vivos juntamente con el difunto para que le sirvieran en la otra vida. El descubrimiento de la tumba de Tutankamón, un faraón que murió joven y no tuvo ninguna importancia en la historia, permitió el conocimiento de la vida cotidiana en Egipto, pues allí se describía todo lo que tenía que ver con la vida terrenal, que continuaba en la otra vida. Esta idea es la que subyace en el planteamiento de los saduceos, aunque ellos en el fondo no creían en la resurrección. Sin embargo, hacen una pregunta trampa a Jesús para ponerlo en evidencia. A pesar de que en el Antiguo Testamento poco a poco, de forma progresiva, Dios fue revelando el misterio de la resurrección, los saduceos estaban anclados en el pasado y se negaban a aceptar la existencia de otra vida. No tenían en cuenta el libro del profeta Ezequiel, cuando Dios reanima los huesos secos, ni tampoco el segundo Libro de los Macabeos, donde se expone claramente la fe en la resurrección. El cuarto hijo responde al rey torturador: "Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará". El Libro de la Sabiduría, el último del Antiguo Testamento, corrobora esta creencia en la vida después de la vida.

2.- Dios de vivos. Jesús explicó a los saduceos que en la vida presente morimos, pero los hijos de Dios van a resucitar y vivir como los ángeles. La respuesta de Jesús sigue dos caminos. Por un lado, no acepta que el estado del hombre resucitado sea un calco del estado presente. Tener muchos hijos en Palestina era una bendición del cielo; morir sin hijos, la mayor de las desgracias, el peor de los castigos celestiales... Para evitar esto último, el Deuteronomio prescribía lo siguiente: "si dos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin hijos, la viuda no saldrá de casa para casarse con un extraño; su cuñado se casará con ella y cumplirá con ella los deberes legales de cuñado; el primogénito que nazca continuará el nombre del hermano muerto, y así no se extinguirá su nombre en Israel". Es la conocida ley del "levirato" La procreación es necesaria en este mundo, a fin de que la creación vaya tomando conciencia, a través de la multiplicación de la raza humana, de las inmensas posibilidades que lleva en su seno: es el momento de la individualización, con nombre y apellido, de los que han de construir el Reino de Dios. Superada la muerte, no será necesario asegurar la continuidad de la especie humana mediante la procreación. Las relaciones humanas serán elevadas a un nivel distinto, propio de ángeles (serán como ángeles), en el que dejarán de tener vigencia las limitaciones inherentes a la creación presente. No se trata, por tanto, de un estado parecido a seres extraterrestres o galácticos, sino a una condición nueva, la del espíritu, imposible de enmarcar dentro de las coordenadas de espacio y de tiempo. Por haber nacido de la resurrección, serán hijos de Dios. Por otro lado, Jesús termina su respuesta con un argumento que debió de dejar aún más desconcertados a los saduceos: "que resucitan los muertos lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abrahán, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob". Dios no lo es de muertos, sino de vivos; es decir, para El todos ellos están vivos". Reina la esperanza en nosotros, la muerte no tiene la última palabra.

3.– Vida en plenitud. Jesús aclara el concepto de resurrección y lo que significa para el cristiano. Es otra dimensión. No se trata de una simple reanimación del cuerpo, ni de una prolongación de esta vida. Por eso es absurdo el planteamiento de los saduceos. Jesús aclara que cuando morimos aquí participamos en la resurrección, mediante la cual no volvemos a morir. En la vida en plenitud no importará si uno está casado o soltero, es una vida nueva, donde se manifestará de verdad que somos hijos de Dios y le "veremos tal cual es". El error está en confundir el cuerpo con la materia. No es el cadáver lo que se reanima con la resurrección, es todo nuestro ser el que participa de una vida eterna, que no se acaba, que plenifica, que nos hace felices para siempre.

 

José María Martín OSA

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¡CREO! ¿PASA ALGO?

¿Pero tú crees en la resurrección después de la muerte? ¡Por supuesto! ¡Lo creo y no pierdo nada! Así de contundente, un sacerdote, contestaba en plena calle a una interpelación de un periodista en plena calle.

1.- Los saduceos, que no creían en la resurrección, se mofaban de ella y por añadido de los que profesaban esta creencia. Hoy, como entonces, también nos toca asistir constantemente a encuestas que nos dicen que un alto porcentaje de católicos no creen en la resurrección. A lo que, con el evangelio en la mano, habrá que responder: ni son católicos ni son cristianos. ¿Por qué? Porque el cristianismo se sustenta en esa verdad fundamental: la resurrección de Cristo y, con ella, la de cada uno de nosotros.

Ser testigos de esta verdad es una misión que, aunque resulte difícil, se convierte en un signo de la fortaleza y vigorosidad de nuestra fe y, sobre todo, de nuestra fidelidad a Jesús.

Una vez celebrada la Festividad de Todos los Santos y de Todos los Difuntos, se nos impone una reflexión:

-¿Valoramos y mantenemos vivo el recuerdo por nuestros difuntos?

-¿Tratamos con respeto sus restos? Resulta llamativo, por lo menos en algunos lugares de España, cómo levantamos monumentos a mascotas y –en cambio– una vez incinerados los restos de nuestros seres queridos los dispersamos por montes, mares o jardines. ¿Es correcto? ¿Dónde queda entonces la memoria de nuestros difuntos? ¿Acaso nos estorban? ¿Tal vez nos incomoda el visitarles una vez al año? Algo, en este sentido, tiene que cambiar y a mejor. Somos semillas de esperanza pero, esas semillas, ¿no deben de ser tratadas con mimo y depositadas en un lugar digno? Muy recientemente la Iglesia ha recordado como debe ser el tratamiento de esas cenizas de nuestros seres queridos. Parece muy claro. ¿No?

2.- Como cristianos, y al igual que aquellos niños macabeos, esperamos en Dios. Sabemos que, es mejor morir según Dios que atenazados por la frialdad y la incredulidad del mundo. No acompaña el ambiente ni, mucho menos, las ideologías que endiosan lo pragmático y ridiculizan hasta lo más santo.

Frente aquellos que sólo creen en lo que ven, nosotros –por la Palabra del Señor– y por su muerte y resurrección, creemos en lo que no vemos: ¡resucitaremos!

Un profesor, ante una pregunta de un alumno sobre este tema, le respondió: “mira; si hay algo es mucho lo que gano…y si no hay nada (cosa que no creo) no perderé mucho menos que tú y, además, habré vivido con esperanza”.

3.- Vale la pena, amigos, creer y fiarnos de las palabras del Señor. Vale la pena sufrir calumnias y burlas, incomprensiones o sonrisas malévolas cuando sabemos que, después del sufrimiento y de la prueba, han de quedan en evidencia aquellos que vivieron sin Dios y, por el contrario, hemos de disfrutar de una vida eterna con el Señor aquellos que creemos profundamente en El. Y es que, al final, Dios es quien ríe el último y a pleno pulmón.

 

Javier Leoz

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