¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

 

Domingo, 30 de octubre del 2022

DOMINGO 31° DURANTE EL AÑO

Del Propio - Verde

Sabiduría 11, 22-12,2 / 2 Tesalonicenses 1, 11-2,2 / Lucas 19, 1-10

 Salmo responsorial   Sal 144, 1-2. 8-11. 13c-14
R/.  "Bendeciré al Señor siempre y en todo lugar"

 

Santoral:

Santa Dorotea Swartz, San Alonso Rodríguez

y Beata Bienvenida

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 30 DE OCTUBRE DE 2022

 

 

DOMINGO 31° DURANTE EL AÑO

 

 

Te compadeces de todos, porque amas todo lo que existe

 

Lectura del libro de la Sabiduría

11, 22-12,2

 

Señor, el mundo entero es delante de ti

como un grano de polvo que apenas inclina la balanza,

como una gota de rocío matinal que cae sobre la tierra.

Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes,

y apartas los ojos de los pecados de los hombres

para que ellos se conviertan.

Tú amas todo lo que existe

y no aborreces nada de lo que has hecho,

porque si hubieras odiado algo, no lo habrías creado.

¿Cómo podría subsistir una cosa si Tú no quisieras?

¿Cómo se conservaría si no la hubieras llamado?

Pero Tú eres indulgente con todos,

ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida,

porque tu espíritu incorruptible está en todas las cosas.

Por eso reprendes poco a poco a los que caen,

y los amonestas recordándoles sus pecados,

para que se aparten del mal y crean en ti, Señor.

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    144, 1-2. 8-11. 13c-14

 

R.    Bendeciré al Señor siempre y en todo lugar

 

Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey,

y bendeciré tu Nombre eternamente;

día tras día te bendeciré,

y alabaré tu Nombre sin cesar.  R.

 

El Señor es bondadoso y compasivo,

lento para enojarse y de gran misericordia;

el Señor es bueno con todos

y tiene compasión de todas sus criaturas.  R.

 

Que todas tus obras te den gracias, Señor,

y tus fieles te bendigan;

que anuncien la gloria de tu reino

y proclamen tu poder.  R.

 

El Señor es fiel en todas sus palabras

y bondadoso en todas sus acciones.

El Señor sostiene a los que caen

y endereza a los que están encorvados.  R.

 

 

 

El Nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes,

y ustedes en Él

 

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Tesalónica

1, 11-2,2

 

Hermanos:

Rogamos constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes, con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la fe. Así el Nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en Él, conforme a la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Acerca de la Venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, les rogamos, hermanos, que no se dejen perturbar fácilmente ni se alarmen, sea por anuncios proféticos, o por palabras o cartas atribuidas a nosotros, que hacen creer que el Día del Señor ya ha llegado.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar

lo que estaba perdido

 

X   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

19, 1-10

 

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más».

Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar ya salvar lo que estaba perdido».

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

EL EJEMPLO DE ZAQUEO

Hoy la liturgia pone ante nosotros el ejemplo de Zaqueo. El pasaje del Evangelio de hoy es un perfecto modelo de arrepentimiento, confesión y conversión, que es lo que tanto necesitamos para llegar a la santidad. Los pasos que sigue Zaqueo en su encuentro con Cristo son los mismos pasos que hemos de dar también nosotros en nuestra vida de fe.

1. Zaqueo quiere ver a Jesús. Nos dice el Evangelio que Zaqueo era jefe de publicanos y rico. A primera vista, parece que Zaqueo no es el mejor ejemplo de seguidor de Jesús. Era un hombre mal visto por la sociedad, pecador, ladrón que se había hecho rico a costa de robar a los de s propio pueblo con el cobro fraudulento de impuestos. Era, utilizando un término muy actual, un corrupto. Por de pronto, podemos pensar que Zaqueo ni es digno de Jesús ni parece que tenga ninguna intención de seguirle. Sin embargo, el Evangelio nos dice que Zaqueo deseaba ver a Jesús. Pero tenía una pequeña dificultad, y es que era bajo de estatura, y con tanta gente que seguía a Jesús le resultaba casi imposible verle. Pero sus ganas de verle eran tan grandes que hizo todo lo posible por verle, hasta subirse a una higuera. Quizá Zaqueo deseaba ver a Jesús por la curiosidad que despertaba entre las multitudes que le escuchaban. Quizá deseaba ver para que nadie le contase. O quizá tenía verdaderos deseos de encontrarse personalmente con Jesús. Pero fuera como fuese, Zaqueo deseaba ver a Jesús. Un primer paso en nuestra vida de fe es tener en nuestro corazón este deseo de ver también nosotros a Jesús. Como en aquella ocasión, en la que Jesús iba por Jericó, también hoy Jesús pasa por nuestro lado. Podemos seguir con la cabeza agachada, pensando sólo en nuestras cosas. O podemos hacer como Zaqueo, desear verle, correr detrás de Él, e incluso subirnos a algún lugar más alto para poder encontrarnos con Él.

2. Jesús quiere hospedarse en casa de Zaqueo. Dice el Evangelio que, cuando Jesús pasó por debajo de aquella higuera en la que estaba subido Zaqueo, Jesús le llamó por su nombre. Y es que mucho antes de que Zaqueo deseara ver a Jesús, Éste ya se había fijado en él, ya le conocía. Por eso, la clave no es que nosotros salgamos corriendo en busca de Dios, sino que Él ya nos conoce mucho antes, ya sabe cómo somos, y desea encontrarse con nosotros. A Zaqueo le dijo que deseaba hospedarse en su casa aquel día. Dios entró en la casa de aquel hombre, se hizo su huésped. También Dios quiere entrar en nuestra casa, en nuestra vida. Dios quiere ser nuestro huésped, compartir mesa y mantel con nosotros, charlar tranquilamente cara a cara, tener un rato de encuentro con nosotros. Antes incluso de que nosotros deseemos salir a buscarle, Él ya está deseando estar con nosotros, y nos pide que le abramos de par en par las puertas de nuestra casa, de nuestra vida, para que Él pueda entrar y hospedarse en nosotros. Dios quiere hacer morada en nosotros.

3. El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Pero claro, que un maestro como Jesús entrase en casa de un publicano, y aun encima de un jefe de publicanos, provocó el escándalo entre aquella gente que lo vio. Si Zaqueo era un pecador, un corrupto, un ladrón, ¿cómo iba Dios a entrar en su casa? Por eso la gente comenzó a murmurar. Sin embargo, Zaqueo se puso en pie, confesó públicamente su pecado, mostró un verdadero arrepentimiento y se comprometió a ayudar a los pobres y a devolver aquello que había robado. Sin duda, aquel encuentro con Jesús había cambiado la vida de Zaqueo. Lo que en un principio era un deseo de ver a Jesús quizá por pura curiosidad, se ha convertido en un verdadero encuentro con el amor y la misericordia infinita de Dios. Zaqueo, al dejar que Jesús entrara en su casa, cambió no sólo de actitud, sino que cambió de vida. Y así, el que robaba y se aprovechaba de los demás, ahora ayuda a los pobres y devuelve con creces lo que ha robado. No importa lo que hayas hecho hasta ahora, es lo que le responde Jesús, lo que importa es que te has dado cuenta de tu error, te has arrepentido y has decidió cambiar de vida. Por eso llega la salvación a Zaqueo, porque Jesús ha venido precisamente por lo pecadores, para que se conviertan. Jesús ha venido para buscar al que está perdido y salvarle. Por ello, la actitud de Zaqueo hemos de aprenderla e imitarla en nuestra propia vida. Si dejamos que Dios entre de verdad en nuestra vida, este encuentro con Él puede llegar a cambiar nuestra vida. Para esto ha venido Cristo y por esto está deseando hospedarse en nosotros.

En esta Eucaristía, Cristo viene una vez más a nosotros, está deseando entrar en nosotros y hospedarse en nuestra vida. Nosotros, como Zaqueo, hemos venido a la Eucaristía para encontrarnos con Él. Y nos llevamos la sorpresa de que Él ya nos conoce a nosotros antes incluso de que nosotros nos demos cuenta. Nos llama por nuestro nombre y nos pide que le abramos el corazón. Dejemos entrar a Dios en nuestra vida y, como Zaqueo, convirtámonos de nuevo al Señor. Él nos da la felicidad y la vida plena. Con Él no perdemos, sino que ganamos siempre en amor y en misericordia.

 

Francisco Javier Colomina Campos

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DIOS NOS REGALA SU PERDÓN

1.- Dios, amigo de la vida. Las lecturas de este domingo son una preciosa descripción del comportamiento de Dios con la persona humana. Nos dicen que Dios ama entrañablemente todo lo que existe, porque su aliento de vida está en todas las cosas. Dios es el Amigo de la vida, que cuida de todo, ésta es la enseñanza del capítulo 11 del Libro de la Sabiduría. Necesitamos misericordia, amor, cobijo y perdón. El hombre es un ser necesitado…. El pecado es nuestra miseria. Ante tal consideración, cualquier otra forma de miseria humana pierde todo su peso. Es más, el reconocimiento de esta verdad despierta en el hombre una sed insaciable de misericordia de Dios, de amor y de salvación. El pecado precipita a la muerte. Por eso la conversión y la fe evitan el riesgo de la muerte. La conversión comienza por el cambio de mentalidad, al cual sigue un comportamiento también en consecuencia. Ese cambio de mentalidad nos conduce a salir hacia fuera, hacia más allá de nosotros mismos. Dios nos perdona, porque somos “suyos” y Él es amigo de la vida, es decir desea nuestra felicidad. El Salmo 144 subraya precisamente la misericordia de Dios: “El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad”.

2.- Zaqueo buscaba algo diferente que llenase su vida. Otra vez un publicano, en este caso con un nombre concreto, Zaqueo. Ahora no se trata de una parábola, sino de un personaje real que busca encontrarse con alguien que llene su vacío existencial. Ha oído hablar de Jesús, quiere verle en persona y no vacila en subirse a un sicómoro o higuera porque era bajo de estatura. Podemos suponer el ridículo que supondría para un personaje público el subirse a un árbol. Los publicanos se habían enriquecido a costa del pueblo oprimido por los impuestos romanos, de los cuales eran recaudadores. A los ojos del pueblo eran ladrones y al mismo tiempo traidores. Sin duda, eran personajes odiados por todos, pecadores públicos. La gente le impedía ver a Jesús, en venganza por la injusticia en la que Zaqueo colaboraba. El subirse a lo alto de una higuera refleja el primer proceso de la conversión, es similar al "se puso en camino" del hijo pródigo. Para salir del fango hay que querer salir y hacer algo, sea dar un paso o subirse a un árbol.

3.- La mirada de Jesús. Me imagino lo que pudo impresionar a Zaqueo la mirada de Jesús. Le miró con cariño, como un padre o una madre miran a su hijo rebelde. Así es Dios con nosotros, clemente, misericordioso, rico en piedad, bueno con todos, cariñoso con todas sus criaturas (Salmo 144). Dios reprende con amor, poco a poco, dando a cada uno su tiempo para que se corrija y vuelva al buen camino. Porque, como dice la lectura del Libro de la Sabiduría, Dios es "amigo de la vida" y "a todos perdona porque son suyos". ¡Cuánto bien haría la mirada de Jesús en Zaqueo! Se sintió por primera vez en su vida amado de verdad. Y no sólo eso, Jesús le pide hospedarse en su casa. Zaqueo se sintió honrado, pero los "perfectos" criticaban que quisiera hospedarse en casa de un pecador. San Agustín comenta este detalle diciendo que "el Señor, que había recibido a Zaqueo en su corazón se dignó ser recibido en casa de él.

4. – Reorientar nuestra vida. ¿Qué pasó en el corazón de Zaqueo para que se produjera en él un cambio tan radical que estuviera dispuesto a dar la mitad de sus bienes a los necesitados? Pues, simplemente que le inundó el amor misericordioso de Jesús. Todos podemos reorientar nuestra vida. Quizá necesitamos un toque de atención, la cercanía de una mano amiga, un impacto especial o una experiencia trascendente. Hoy, Zaqueo soy yo. Pongámonos en el sitio de Zaqueo Jesús nos está llamando también a nosotros a la conversión, nos está invitando a que cambiemos radicalmente nuestra vida. No se lo neguemos, no se lo impidamos. El Señor nos propone unirnos a Él, ser sus discípulos y, a ejemplo de Zaqueo, ser capaces de despojarnos de todo lo que no nos permite vivir auténticamente como cristianos. Esta misma experiencia es la de muchos otros testigos de Jesús que, mirados por El, se convirtieron, renació su dignidad, y recuperaron la vida. Aceptemos la mirada de Jesús, dejemos que Él se tropiece con nosotros en el camino e invitémoslo a nuestra casa para que Él pueda sanar nuestras heridas y reconfortar nuestro corazón. No tengamos miedo, dejémonos seducir por el Señor, por el maestro, para confesar nuestras mentiras, arrepentirnos, expresar nuestra necesidad de ser justos, devolver lo que le hemos quitado al otro… No dudemos, Jesús nos dará la fuerza de su perdón. El Señor está con nosotros para que experimentemos su amor. Él ya nos ha perdonado, por eso es posible la conversión.

 

José María Martín OSA

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EL CONTACTO CON JESÚS DEBE HACERNOS MEJORES CRISTIANOS

1.- Jesús levantó los ojos y le dijo: Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa. Él se dio prisa en bajar y le recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más. Jesús le dijo: Hoy ha sido la salvación de esta casa. El ejemplo de Zaqueo es bueno para que todos nosotros lo meditemos. Nuestra relación con Jesús nunca puede reducirse a algo exclusivamente afectivo y oracional; debe cambiar radicalmente nuestro comportamiento. Una buena relación con Jesús implica siempre una buena relación afectiva y social con nuestro prójimo. Con los más cercanos, dentro de nuestra propia familia, y con todas las personas con las que, por las circunstancias que sea, nos relacionamos. Si realmente los cristianos nos relacionamos religiosamente con nuestro Maestro, eso deben notarlo, socialmente, todas las personas que nos conocen. Si todos los cristianos actuáramos como actuó Zaqueo, los cristianos seríamos un fermento de cambio grande en el mundo en el que vivimos. Es triste que a los cristianos, el mundo sólo nos identifique cuando nos ve entrar o salir de la iglesia. Estamos cansados de oír que Jesús tenía preferencia por los pobres, pecadores y personas excluidas. Y es que Jesús sabía muy bien que su contacto con pecadores y personas marginadas les cambiaba la conducta. Jesús, que, necesariamente, quería que todos fuésemos justos, amaba a los pecadores precisamente para que dejaran de serlo. Así debemos entender las parábolas de la oveja perdida y del hijo pródigo, entre otras. En este domingo hagamos nosotros el propósito firme de entrar en contacto con personas alejadas de la religión cristiana y de toda práctica religiosa. ¡La Iglesia en salida! Sin dejar, por supuesto, de tener una relación cordial y diaria con nuestra parroquia. ¡Que nuestro contacto con Jesús mejore el mundo en el que nosotros vivimos!

2.- Señor, el mundo entero es ante ti como un grano en la balanza, como gota de rocío mañanero sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste… Les reprendes y les recuerdas su pecado para que, apartándose del mal, crean en ti, Señor. Este bello texto del libro de la Sabiduría pone al ser humano en su sitio, respecto a Dios. Ante Dios, nosotros no somos más que polvillo de balanza, rocío mañanero. Pero nuestra pequeñez no es ningún obstáculo para que Dios nos ame, porque nuestro Dios “ama a todos los seres y no aborrece nada de lo que hizo”. También debemos interpretar nuestra pequeñez y nuestras inmensas limitaciones precisamente para creer más en Dios y para tratar de ser mejores hijos suyos. Debemos admirar y agradecer la grandeza de nuestro Padre Dios y, en nuestros momentos malos, saber que Dios no nos va a abandonar nunca, porque nos ama pequeños como somos. Nuestra confianza en la grandeza de Dios nos anima a ofrecerle nuestra debilidad, porque Dios nos ama.

3.- A propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, os rogamos que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Yo creo que los cristianos de este siglo XXI ya no estamos alarmados, esperando que la segunda venida vaya a ocurrir de un momento a otro, como les ocurrió a los primeros cristianos de Tesalónica después de recibir la primera carta de San Pablo. Limitémonos, pues, a “pedir a Dios que nos haga dignos de nuestra vocación y con su poder lleve a término todo propósito de hacer el bien y la tarea de la fe”

 

Gabriel González del Estal

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MIRANDO POR ENCIMA DE LA HOJARASCA

Lo dice un viejo proverbio “Que la espesura del bosque no te impida ver y buscar el horizonte”. Algo así le ocurría a Zaqueo (pequeño de estatura pero con ansias de ver al Señor) y, algo parecido, nos puede suceder a nosotros; nos sentimos grandes pero, el monumental lío junto al espectáculo que se levanta delante de nuestros ojos, nos impiden ver y sentir la presencia de un Jesús que, una y otra vez, nos dice: “hoy quiero hospedarme en tu casa”.

1.- Hay muchos árboles a los que podemos encaramarnos para ver más allá de nosotros mismos. Los cristianos, desde aquel primer Jueves Santo, tenemos el árbol de la Eucaristía. En ella, con un valor infinito, nos encontramos cara a cara con la Palabra de Dios y, por si fuera poco, con el mismísimo Cuerpo y Sangre de Jesucristo. ¿Qué nuestros sentidos no lo perciben? ¿Qué nuestra vista no lo ve del todo claro? ¿Qué nuestro foro interno no se siente transformado cuando escuchamos el mensaje, siempre profundo e interpelante de la Palabra del Señor?

Tenemos que despertar el interés por las cosas de Dios. Zaqueo, en su pequeñez y en su debilidad, le acompañó una gran virtud: ¡fue un curioso! No se echó atrás ante las dificultades. Tal vez incluso, alguno, le diría al oído que aquel nazareno era un impostor, que no merecía pena subirse a un árbol desde el cual, además, podía caerse. Pero, Zaqueo, no se lo pensó dos veces: ¡subió y vio al Señor! Y, el Señor, que valora y sale al encuentro del que lo busca…hizo con Zaqueo dos milagros: que no se conformara con estar en un simple árbol y que, además, su casa se convirtiera en anfitriona de Jesús. ¿Pudo esperar más en tan poco espacio y tiempo Zaqueo? Su pecado, la distancia que le separaba de Jesús, pronto fue historia pasada.

2.- Uno de los males que aquejan a nuestra comunidad eclesial es precisamente nuestra corta estatura. Nos conformamos con los mínimos. Nos cuesta realizar un esfuerzo extraordinario para que, nosotros y otros, vean y descubran el rostro del Dios vivo en Jesús. Recientemente, con motivo del Domund, reflexionábamos sobre un slogan que viene en este día como anillo al dedo “queremos ver a Jesús”. A Zaqueo no se lo pusieron fácil; entre la gente (mayor que él) y su pequeñez (pero con anhelos de ver algo grande) todo era una carrera de obstáculos para hacerse el encontradizo con Jesús.

3.- Ese Zaqueo, rodeado de dificultades y de muros, somos nosotros. Unos son construidos por una sociedad que quiere prescindir de Dios (y que desea que también nosotros lo hagamos) y, otros muros, levantados por nosotros mismos (fragilidades, contrariedades, afán de riqueza, conformismo, etc.).

Tenemos que reconocer que, no siempre, damos la talla para estar a la altura de Jesús o, por lo menos, por intentar tocar la orla de su manto, o para escuchar con todas las consecuencias su mensaje de salvación o, simplemente, para que –durante un tiempo– se quede por la oración y la meditación en la casa de nuestro corazón.

4.- ¿Lo intentamos? ¿Qué nos aparta del amor de Dios? ¿Qué personas e ideas se convierten en diques que nos impiden vivir y fiarnos de verdad del Señor? ¿En qué aspectos tenemos que crecer o cultivar para sentir que Jesús pasa al lado de nosotros?

Malo será que, el Señor, en vez de decirnos “bajad de ese árbol” al ver nuestra situación personal, nuestro mundo idílico, nuestros sueños y fantasías… más bien nos sugiera: “bajad de la higuera que estoy yo aquí vosotros” ¿O no?

 

Javier Leoz

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