¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 9 de octubre del 2022
DOMINGO 28° DURANTE
EL AÑO
2 Reyes 5, 10. 14-17 / 2 Timoteo 2, 8-13 / Lucas
17, 11-19
Salmo
responsorial Sal 97, 1-4
R/. "
El Señor manifestó su victoria "
Santoral:
Santa Pelagia, San Juan Calabria,
San Dionisio, San Juan Leonardi, San Luis Beltrán,
Santos Inocencio, Jaime Hilario, Cirilo Beltrán
y nueve compañeros mártires y Beatos Diego
Ventaja, Manuel Medina y 7 compañeros Mártires
Santa Thais y Santa Edwiges
LECTURAS DEL
DOMINGO 9 DE OCTUBRE DE 2022
DOMINGO 28° DURANTE EL AÑO
Volvió Naamán adonde estaba el hombre
de Dios
y alabó al Señor
Lectura del segundo libro de los Reyes
5, 10. 14-17
El profeta Eliseo mandó un mensajero para que
dijera a Naamán, el leproso: «Ve a bañarte siete
veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y
quedarás limpio».
Naamán bajó y se sumergió siete veces en el
Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios;
así su carne se volvió como la de un muchacho
joven y quedó limpio.
Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el
hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de
él y le dijo: «Ahora reconozco que no hay
Dios en toda la tierra, a no ser en Israel.
Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor».
Pero Eliseo replicó: «Por la vida del Señor, a
quien sirvo, no aceptaré nada». Naamán le insistió
para que aceptara, pero el se negó. Naaman dijo
entonces: «De acuerdo; pero permite al menos que
le den a tu servidor un poco de esta "tierra, la
carga de dos mulas, porque tu servidor no ofrecerá
holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera
del Señor».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
97, 1-4
R.
El
Señor manifestó su victoria.
Canten al Señor un canto nuevo,
porque Él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.
R.
El Señor manifestó su victoria,
reveló su justicia a los ojos de las naciones:
se acordó de su amor y su fidelidad
en favor del pueblo de Israel.
R.
Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.
R.
Si somos constantes, reinaremos con Cristo
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo
a Timoteo
2, 8-13
Querido hijo:
Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los
muertos y es descendiente de David. Esta es la
Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro y
estoy encadenado como un malhechor. Pero la
palabra de Dios no está encadenada. Por eso
soporto estas pruebas por amor a los elegidos, a
fin de que ellos también alcancen la salvación que
está en Cristo Jesús y participen de la gloria
eterna.
Esta doctrina es digna de fe:
Si hemos muerto con Él, viviremos con Él.
Si somos constantes, reinaremos con Él.
Si renegamos de Él, Él también renegará de
nosotros.
Si somos infieles, El es fiel,
porque no puede renegar de sí mismo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este
extranjero
X
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
17, 11-19
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a
través de Samaría y Galilea. Al entrar en un
poblado, le salieron al encuentro diez leprosos,
que se detuvieron a distancia y empezaron a
gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de
nosotros!»
Al verlos, Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a
los sacerdotes». Y en el camino quedaron
purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba sanado,
volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se
arrojó a los pies de Jesús con el rostro en
tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron
purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde
están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino
este extranjero?» Y agregó: «Levántate y vete, tu
fe te ha salvado».
Palabra del Señor.
Reflexión
EL AGRADECIMIENTO A DIOS
El pasado domingo hablábamos de la fe como idea
central de las lecturas de la palabra de Dios.
Este domingo, en continuidad con el pasado
domingo, las lecturas nos vuelven a hablar de la
fe del que es curado por Dios. Otra idea que
aparece es el agradecimiento a Dios como actitud
fundamental en el cristiano. Y, por último, en
este mes misionero extraordinario convocado por el
papa Francisco, las lecturas de hoy nos recuerdan
una vez más que la salvación es para todos, no
sólo para unos pocos.
1.
La fe del que es
curado por Dios.
En numerosos textos el Evangelio leemos cómo Jesús
reclama la fe a quien pide ser curado, o también
afirma que ha sido la fe la que ha curado a
alguien. Hoy, en el Evangelio, volvemos a escuchar
a Jesús que le dice, en esta ocasión al único
leproso que vuelve para darle gracias: “Levántate,
vete: tu fe te ha salvado”. El domingo pasado
decíamos que la fe no es cumplir una serie de
ritos, sino que es una auténtica confianza en
Dios, que es quien nos salva. Así lo vemos en los
leprosos del Evangelio de hoy, que suplican llenos
de fe: “Jesús, maestro, ten compasión de
nosotros”. Es la confianza de quien reconoce que
sólo Dios puede salvarnos, que de Él viene todo lo
que necesitamos. Por eso los leprosos obedecen a
Jesús que les manda que vayan a presentarse a los
sacerdotes. Los leprosos no podían entrar en la
ciudad ni acercarse a nadie, sin embargo aquellos
leprosos obedecen sin dudar al Señor y cumplen lo
que les pide, con la confianza de que Jesús les
dará la salud que esperan. Además, nos damos
cuenta de que el Evangelio dice que los leprosos
quedaron limpios mientras iban de camino, es
decir, que fue su fe, la confianza en Jesús, y no
unos gestos externos lo que les salvó. Por otro
lado, en la primera lectura escuchamos la historia
de la curación de Naamán el sirio, que hizo lo que
le había mandado el profeta Eliseo, y también él
quedó curado de la lepra. Fue entonces cuando ante
Eliseo manifestó su fe en Dios: “Ahora reconozco
que no hay dios en toda la tierra más que el de
Israel”. La fe no es sólo un requisito que pide
Jesús para la salvación, sino que es también un
regalo que Dios da a aquellos a los que sana. La
fe, por tanto, es requisito para la acción de Dios
en nosotros, pero es también un don que recibimos
por esta misma acción de Dios en nuestras vidas.
2.
La salvación es
para todos.
Tanto la primera lectura como el Evangelio nos
presentan la curación de unos leprosos, Naamán el
sirio en la primera lectura y el único de los diez
leprosos del Evangelio que vuelve a dar gracias a
Jesús y que era extranjero. Ninguno de ellos era
judío, ninguno pertenecía al pueblo de Israel. Sin
embargo, los dos son curados por Jesús, que no
tiene en cuenta su procedencia. Sabemos de sobra
que los judíos estaban convencidos de que la
salvación estaba reservada sólo para los judíos,
para los que pertenecían al pueblo de Israel. Sin
embargo, Jesús nos demuestra una vez más que Él ha
venido a traer la salvación a todos los hombres.
La salvación, por tanto, no depende del origen de
cada uno, sino que es para todos los pueblos y
naciones de la tierra. Así lo hemos rezado juntos
en el salmo: “El Señor revela a las naciones su
salvación”. San Pablo, en la segunda lectura, nos
recuerda que la salvación viene por medio de
Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Si
morimos con Él, viviremos con Él, si perseveramos
con Él en nuestros sufrimientos, con Él
reinaremos. Pero también nos advierte que, si lo
negamos, si nos olvidamos de Él y lo rechazamos,
también Él nos negará. Por lo tanto, san Pablo nos
hace caer en la cuenta de que la salvación viene
por medio de Jesucristo, y que nosotros hemos de
unirnos a Él en nuestra vida y en nuestros
sufrimientos, porque Él, con su pasión en la cruz
y su resurrección, nos ha curado de nuestra lepra
que es el pecado, nos ha liberado de la muerte y
nos ha dado vida eterna. Es por tanto la fe en
Cristo resucitado la que nos salva.
3.
Agradecidos con Dios.
Y una tercera idea que aparece en las lecturas de
hoy es el agradecimiento. Naamán el sirio, en
señal de agradecimiento por su curación, quiso
ofrecer a Eliseo un presente que éste rechazó. Y
en Evangelio leemos la pregunta de Jesús: “¿No han
quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde
están?”. Jesús se sorprende de la actitud de
aquellos nueve que no volvieron a darle gracias.
Habían quedado limpios, Jesús les había devuelto
la salud y ahora podían volver de nuevo a la
ciudad, pero se olvidaron de volver un momento a
donde estaba Jesús para agradecérselo. Seguramente
se dieron prisa para ir a casa y poder abrazar a
sus familias, pero se olvidaron de quien hizo
posible aquello, se olvidaron de las maravillas
que Dios obró en ellos. Muchas veces nos pasa esto
mismo a nosotros: Dios nos da tantas cosas al cabo
del día, y nosotros vivimos siempre centrados en
lo nuestro, sin parar un momento para agradecer a
Dios todo lo que hace por nosotros. El
agradecimiento es una actitud que ha de estar
siempre presente en el cristiano. Todo lo que
tenemos es gracias a Dios. Por ello nuestro
corazón debe parar algún instante cada día para,
como aquel leproso del Evangelio, volver de nuevo
al Señor para darle gracias.
En este mes misionero extraordinario recordamos que hay muchas
personas, de muchas naciones, que todavía no han
oído hablar de las maravillas de Dios. Por esto,
hombres y mujeres como nosotros salen de sus casas
y de sus países para ir allí donde hace falta
llevar la palabra de Dios. Son los misioneros.
Pero también nosotros somos misioneros allí donde
nos encontramos. Seguro que muy cerca de nosotros
hay muchos leprosos, ya no enfermos de lepra, sino
manchados por la lepra del pecado, que necesitan,
como Naamán el sirio, de algún Eliseo que los
lleve a la fe en Dios. Agradezcamos hoy a Dios el
don de la fe y tantas maravillas que hace en
nosotros, y salgamos de esta Eucaristía dando
gloria a Dios y llevando allí donde vayamos la
buena noticia de Jesús, Dios que está con nosotros
y que nos salva.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
DE BIEN NACIDOS ES SER AGRADECIDOS
1.-
Y sucedió que
mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de
ellos, viendo que estaba curado, se volvió
alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los
pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Para ser agradecidos, a una
persona o a Dios, lo primero que tenemos que hacer
es reconocer que no merecíamos el don que nos han
hecho. Ante Dios, esto para nosotros los
cristianos nos resulta relativamente fácil, porque
no resulta difícil reconocer que la mayor parte de
los dones que Dios nos ha hecho no se han debido a
méritos nuestros previos, sino a su bondad y
misericordia. Así, por ejemplo, los dones de la
vida, el haber nacido en una buena familia, la
salud, la inteligencia, y muchos otros dones más.
Nos resulta más difícil ser agradecidos a las
personas que nos han hecho algún favor. Nos
resulta, muchas veces, fácil pensar que los
favores que nos hacen es porque nos lo merecemos.
Por eso, yo aquí, ahora, prefiero insistir en lo
bueno y lo cristiano que es ser agradecidos, en la
vida, a las personas con las que convivimos
habitualmente, o con las que tratamos por la razón
que sea. El ser agradecidos es más que decir
gracias, simplemente, es responder con hechos o
con actitudes, al agradecimiento. Esta es muy
importante hacerlo dentro de la familia, con los
amigos, y con las personas con las que nos
relacionamos por la razón que sea. Es decir, que
ante las personas que son generosas con nosotros,
nosotros debemos responder siendo generosos con
ellas. E, incluso, ante las personas que son
desagradecidas con nosotros, nosotros como
cristianos que somos, debemos responder siendo
generosas con ellas. Tenemos que ser agradecidos
siempre, por humildad cristiana, e igualmente
debemos ser generosos siempre por ser cristianos.
El samaritano del evangelio sabía que él, como
samaritano, no merecía ser tendido y curado por un
judío, los otros nueve pensaban que ellos, como
judíos que eran, merecían ser atendidos por los
sacerdotes y ser curados por un judío.
2.-
En aquellos días,
el sirio Naamán bajó y se bañó en el Jordán siete
veces, conforme a la palabra de Eliseo, el hombre
de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un
niño pequeño: quedó limpio de la lepra. Naamán
regresó al lugar donde se encontraba el hombre de
Dios. Se detuvo ante él exclamando: Ahora
reconozco que no hay en toda la tierra otro Dios
que el de Israel. Recibe, pues, un presente de tu
siervo. Pero Eliseo respondió: vive el Señor a
quien sirvo, que no he de aceptar nada.
El sirio Naamán era una persona agradecida, porque
él, como extranjero, no creía que un profeta judío
tuviera la obligación de atenderle. Por eso, creía
que tenía que pagar al profeta Eliseo el favor que
le habían hecho. Pero el profeta Eliseo sabía muy
bien que el Dios de Israel atiende siempre
generosamente al que se lo pide con fe. Jesús de
Nazaret decía más de una vez a los que curaba: tu
fe te ha salvado. Nosotros, los cristianos de
siglo XXI, debemos saber que para nosotros, como
discípulos de Jesús, todas las personas somos
hermanos, sin distinción de raza, legua o nación.
Atendamos, pues, a los emigrantes con generosidad
de hermanos e igualmente seamos agradecidos a
cualquier extranjero que nos hace algún favor.
Favor con favor se paga.
3..
Lo aguanto todo
por los elegidos, para que ellos también alcancen
la salvación y la gloria eterna en Cristo Jesús.
San Pablo nos invita en esta su carta a Timoteo a
ser corredentores con Cristo de toda la humanidad.
Sepamos, pues, aceptar nuestros dolores y
sufrimientos y ofrecérselos a Dios. Cristo nos
salvó con su cruz, unámonos nosotros a Cristo
ofreciendo al Padre nuestras pequeñas cruces de
cada día. Ser corredentores con Cristo nos hace de
alguna manera ser otros Cristos y contribuir así a
la salvación del mundo. Convertir nuestro
sufrimiento en materia de salvación es actuar como
auténticos cristianos, discípulos y seguidores de
Cristo.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
EL VALOR DE LA GRATITUD
1.-
"¿Qué tienes que
no hayas recibido gratis?".
En esta sociedad pragmática en la que nos ha
tocado vivir se valora a la persona sólo por lo
que tiene: "tanto tienes, tanto vales". Y además,
se supone, que todo lo que tienes lo has
conseguido por méritos propios, gracias al
esfuerzo que has puesto. Parece que "todo nos es
debido". No se valora una cosa hasta que la
perdemos, ocurre con la salud y con otros bienes a
los que "tenemos derecho". Esto puede observarse
en ciertas actitudes de los niños y jóvenes con
respecto a sus padres. Es la cultura de la
"exigencia". Hemos perdido el sentido de la
gratitud, del agradecimiento. A nivel de nuestra
práctica religiosa es más frecuente pedir que dar
gracias. Cuando estamos en apuros solemos "aplicar
misas", pero ¡cuánto trabajo nos cuesta agradecer
la ayuda que recibimos! Sin embargo, de "bien
nacidos es ser agradecidos". Todo lo hemos
recibido gratis: la fe, la salud, la vida, los
padres, el amor.
Recuperemos la actitud de agradecimiento. No olvidemos que
Eucaristía significa "buena gracia", acción de
gracias. Por eso nos reunimos todos los domingos,
para agradecer a Dios el don de nuestra fe. A Él
le debemos, como dice San Agustín "la existencia,
la vida y la inteligencia; a Él le debemos el ser
hombres, el haber vivido bien y el haber entendido
con gratitud. Nuestro no es nada, a no ser el
pecado que poseemos. Pues ¿qué tienes que no hayas
recibido? ". El santo obispo de Hipona recomienda
curarnos de la enfermedad de la altivez y de la
ingratitud y elevar nuestro corazón purificado de
la vaciedad y dar gracias a Dios.
2.-
"El Señor revela
a las naciones su salvación".
Naamán, el general sirio, aprendió el significado
de la humildad cuando tuvo que obedecer al criado
del profeta y bañarse siete veces en el río
Jordán, excluyendo a todos los ríos de su tierra.
Naamán reconoce que la curación se debe a Dios. El
milagro no es su curación, sino la doble confesión
de fe de Naamán. Reconoce la gracia y la fuerza
curativa del Dios de Israel. "Reconozco que no hay
dios en toda la tierra más que el de Israel". La
petición de una carga de tierra refleja la
sinceridad de su conversión. Responde a la
mentalidad de que una divinidad sólo puede ser
adorada en la tierra en la que se ha manifestado,
y a la convicción de que una tierra donde se
practica el culto idolátrico queda profanada. El
texto del Libro Segundo de los Reyes enseña que la
salvación es para todos los hombres sin distinción
de raza, lengua o religión como proclama el salmo
97, "el Señor revela a las naciones su salvación".
3.-
Ser agradecidos.
De los diez leprosos curado por Jesús, solo uno
vuelve a darle gracias. Los otros nueve siguen
anclados en la servidumbre del cumplimiento de la
Ley. Vuelven al templo a cumplir las
prescripciones rituales. Sólo uno, precisamente un
extranjero samaritano, se da cuenta de la grandeza
de su curación y vuelve para dar gracias a Jesús.
Se produce entonces el milagro: el encuentro con
Jesús y su transformación en persona nueva. Sólo
este se vio plenamente renovado, pues "su fe le
había salvado". Recuerdas cuando de niño tus
padres te decían después de recibir un regalo
"¿Cómo se dice?". Y tú contestabas con una sonrisa
y un beso: "GRACIAS". Sé agradecido, reconoce todo
lo que has recibido gratis ý sé generoso sin
esperar nada a cambio. El Papa Francisco cuenta
que una vez una anciana le dijo que “la gratitud
es una flor que florece en tierra noble”. El que
sabe agradecer vive otros muchos valores.
José María Martín OSA
www.betania.es
Y… ¿QUÉ SE DICE?
En un mundo donde siempre nos parece tener más
derechos que obligaciones, estamos perdiendo algo
tan sencillo como difícil: el arte de dar las
gracias. La gratitud es camino abierto a nuevas
generosidades, a otros detalles o a que, aquel que
salió a nuestro encuentro cuando le necesitábamos,
vuelva a brindarse otra vez cuando haga falta. Muy
al contrario, la ingratitud, es una actitud que
nos cierra muchas ventanas. “Es la amnesia del
corazón” (Gaspar Betancourt)
1.- Es de agradecer que, personas que no tienen
compromiso alguno con otras terceras, se detengan
en su camino para socorrer. Algo así ocurrió en
aquel encuentro de Jesús con los leprosos: se
detuvo, miró su estado físico, espiritual y
corporal… y los curó. Tan sólo uno de ellos tuvo
la gentileza de, volviendo sobre sus pasos, darle
las gracias por aquella curación.
Hemos avanzado mucho en la sociedad que nos toca
vivir pero, también es verdad, que en algunos
aspectos hemos ido dejado por el camino valores
que –hasta hace cuatro días– formaban parte de la
buena educación, de las mínimas normas de
urbanidad o del respeto hacia los otros: el dar
las gracias.
Nuestros padres o nuestros profesores, nuestros
sacerdotes o los responsables de nuestra educación
cuando éramos pequeños –al recibir un regalo–
siempre nos solían enunciar: ¡qué se dice! Y, a
continuación, conscientes de nuestro olvido
respondíamos: ¡gracias!
2.- También, respecto a Dios, somos tremendamente
desagradecidos. Pensamos que los destinos del
mundo, el día y la noche, el sol y la luna, la
salud y el bienestar….depende exclusivamente del
ser humano. ¿Por qué dar gracias? ¡Tengo derecho a
la luz, a vivir, a ser feliz! Es un pensamiento
habitual, incluso, en personas que nos decimos
creyentes.
La eucaristía de cada domingo es un retroceder en
nuestro caminar para dar gracias a Dios por los
muchos beneficios que nos da; por la vida y por el
trabajo, por los amigos y por la fe, por el
presente y sobre todo por el futuro que junto a Él
nos espera: el cielo.
3.- El mes de octubre, además de ser un tiempo
especialmente indicado para iniciar o recuperar el
rezo del Santo Rosario, es un espacio reservado
para dar gracias al Señor: los del campo por
aquello que han recogido, los profesores por el
curso recién iniciado, los padres por los hijos y
por la familia, los sacerdotes porque –de nuevo–
se nos envía a salir al encuentro de los que
necesitan sanación o consuelo.
4.- Pero, sobre todo, más allá del oportunismo, de
lo que podemos considerar como imprescindible o
válido para dar gracias a Dios que, hoy, no nos
olvidemos de darle gracias por la fe. Una fe que
nos hace confiar en Él, esperar en El, apoyarnos
en El y curar nuestras dolencias en El.
Hay mucho desagradecido suelto. Mucho hijo de Dios
que, teniéndose como tal, olvida el rezar un
padrenuestro antes de salir de casa o una
jaculatoria mariana antes de acostarse. El mundo
de las prisas, del individualismo y del
egocentrismo hace que, también a nosotros, nos
pase factura: pensamos que todo lo bueno viene de
cualquier sitio… menos de Dios. Y, eso, no es así.
Javier Leoz
www.betania.es
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