¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 2 de octubre del 2022

DOMINGO 27° DURANTE EL AÑO

Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4 / 2 Timoteo 1, 6-8. 13-14 / Lucas 17, 3b-10

 Salmo responsorial   Sal 94, 1-2. 6-9
R/.  "¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor!"

 

Santoral:

Los Santos Ángeles Custodios

y San Leodegario

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 2 DE OCTUBRE DE 2022

 

 

DOMINGO 27° DURANTE EL AÑO

 

 

El justo vivirá por su fidelidad

 

Lectura de la profecía de Habacuc

1, 2-3; 2, 2-4

 

¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio

sin que Tú escuches,

clamaré hacia ti: «¡Violencia»,

sin que Tú salves?

¿Por qué me haces ver la iniquidad

y te quedas mirando la opresión?

No veo más que saqueo y violencia,

hay contiendas y aumenta la discordia.

 

El Señor me respondió y dijo:

Escribe la visión,

grábala sobre unas tablas

para que se la pueda leer de corrido.

Porque la visión aguarda el momento fijado,

ansía llegar a término y no fallará;

si parece que se demora, espérala,

porque vendrá seguramente, y no tardará.

El que no tiene el alma recta, sucumbirá,

pero el justo vivirá por su fidelidad.

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    94, 1-2. 6-9

 

R.    ¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor!

 

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,

aclamemos a la Roca que nos salva!

¡Lleguemos hasta Él dándole gracias,

aclamemos con música al Señor!  R.

 

¡Entren, inclinémonos para adorarlo!

¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!

Porque Él es nuestro Dios,

y nosotros, el pueblo que Él apacienta,

      las ovejas conducidas por su mano.  R.

 

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:

«No endurezcan su corazón como en Meribá,

      como en el día de Masá, en el desierto,

cuando sus padres me tentaron y provocaron,

aunque habían visto mis obras».  R.

 

 

No te avergüences del testimonio de nuestro Señor

 

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo

a Timoteo

1, 6-8. 13-14

 

Querido hijo:

Te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad.

No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.

Toma como norma las saludables lecciones de fe y de amor a Cristo Jesús que has escuchado de mí. Conserva lo que se te ha confiado, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros.

 

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

 

Si tuvieras fe

 

X   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

17, 3b-10

 

Dijo el Señor a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", perdónalo».

Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", ella les obedecería.

Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: "Ven pronto y siéntate a la mesa"? ¿No le dirá más bien: "Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después"? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber"».

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

OCTUBRE, MES MISIONERO

Hoy es el primer domingo del mes de octubre, el mes misionero por excelencia. Un mes que comienza con la memoria de santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones. Un misionero es aquel que, allá donde va, lleva la fe cristiana, el Evangelio. Este domingo, la palabra de Dios nos habla precisamente de la fe.

1. El justo vivirá por su fe. En la primera lectura escuchamos el lamento del profeta Habacuc, que se queja ante Dios de las desgracias que suceden a su alrededor y del escándalo que produce el silencio de Dios ante éstas. El profeta acude a Dios pidiéndole auxilio ante las injusticias y la violencia. Sin embargo, la respuesta de Dios no ofrece una solución a sus problemas, como el profeta espera, sino que le invita a perseverar en la fe. Dios no permanece indiferente ante los sufrimientos de los hombres, sino que anuncia un castigo para los injustos, mientras que “el justo vivirá por su fe”. Por tanto, Dios no es injusto permaneciendo alejado de la realidad del hombre, sino que promete una justicia. La justificación, la salvación, tal como anuncia Dios al profeta Habacuc, no viene por cumplir una serie de leyes y preceptos, como pensaban los judíos, sino que es la fe la que salva al creyente. Una fe que es confianza en Dios y que proviene del amor de Cristo. Muchas veces hemos oído expresiones tales como: “Yo tengo mucha fe a tal santo o a tal imagen de Cristo o de la Virgen”. Es hermoso tener devoción a un santo o a una advocación de María. Pero la fe no es un sentimiento o una devoción particular, sino que la fe implica la vida entera, es un encuentro con Cristo, con la misericordia de Dios. No podemos decir que tenemos fe si nuestra vida no cambia según nos enseña el Evangelio. Por esto, la respuesta de Dios a Habacuc no es la solución de sus problemas, sino la confianza en un Dios que ama y que está al lado del que sufre.

2. Señor, auméntanos la fe. Siguiendo con este mismo tema, en el Evangelio de hoy encontramos la petición que los discípulos hacen a Jesús: Auméntanos la fe. Los discípulos reconocen que su fe es débil, pobre. Que han escuchado a Jesús predicar y hacer milagros muchas veces, que lo siguen de verdad, pero que en el fondo de su corazón no tienen todavía esta confianza plena en un Dios que quiere que le entreguemos toda nuestra vida. La respuesta de Jesús es una invitación a no preocuparse por la cantidad de fe, o de su tamaño, sino a buscar una fe verdadera, auténtica, que concuerde con nuestras palabras y acciones. Por eso le dice que aunque su fe sea pequeña como un grano de mostaza, una semilla diminuta que es fácil de perder, si es auténtica serán capaces de mandar a una morera arrancarse de su lugar y plantarse en el mar. No es la cantidad de fe lo que importa, sino la autenticidad. Y Jesús explica a continuación, con el ejemplo del señor y del criado, que la fe consiste no en esperar que Dios haga lo que nosotros le pedimos o le mandamos, sino en servir a Dios con sencillez, reconociéndolo como Señor de nuestra vida y de nuestra historia.

3. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio. Así, la fe es servicio. Como Jesucristo ha hecho con nosotros, lavándonos los pies y dando su vida por nosotros en la cruz, así hemos de hacer también nosotros. La fe nos lleva a reconocernos no como señores que pueden mandar y pedir a Dios lo que deseamos, como muchas veces hacemos los cristianos, sino como siervos que escuchan la voz del Señor y que cumplen sus mandatos, poniendo la confianza en Él, que nunca se olvida de los que le aman. Así, san Pablo, en la segunda lectura, le exhorta a Timoteo a que no se avergüence de Dios cuando hay dificultades, como hacía el profeta Habacuc al principio de la primera lectura, sino que tome parte en los trabajos por el Evangelio. Es Dios quien nos da la fuerza, le recuerda san Pablo, pues la fe es también reconocer que no son nuestras fuerzas, no somos nosotros los que somos capaces, sino que es Dios quien da su fuerza a los que tienen fe, una fuerza capaz de mover una morera hasta plantarla en el mar sólo con la palabra.

En esta Eucaristía, cada uno de nosotros, como los discípulos, le pedimos a Dios que aumente nuestra fe. Reconocemos que muchas veces nos falta la confianza en Dios. Una confianza no en que Él hará lo que le pedimos, sino la confianza de saber que nuestra vida está en sus manos, y que Él quiere hacer de nosotros instrumentos suyos. Como el criado al llegar a casa de su señor, pongámonos también nosotros ante Dios y ofrezcámosle nuestra vida para que Él haga de nosotros instrumentos que lleven su palabra allá donde vayamos, como auténticos misioneros de su Evangelio.

 

Francisco Javier Colomina Campos

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DAR RAZÓN DE NUESTRA FE EN UN MUNDO DIFÍCIL

1.- "El justo vivirá por la fe". La profecía de Habacuc plantea el eterno problema del sentido del mal en el mundo. Es el grito desesperado: "¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? El profeta contempla y sufre desgracias, trabajos, violencias, catástrofes, luchas y contiendas. ¿Dónde está Dios?, ¿Hay noticias suyas?, ¿Qué hemos de responder ante estos interrogantes? Dios es quien da la única respuesta posible: "El justo vivirá por la fe". Es la fe el don de Dios que Timoteo debe reavivar según Pablo. Creer es confiar es fiarse de Alguien, Jesús de Nazaret, que no puede defraudarte porque es garante de salvación. Recuerdo la famosa parábola brasileña de la huella en la arena. En los momentos felices hay dos pares de pisadas, pero cuando peor lo estaba pasando el protagonista sólo había un par: era la huella de Dios que te llevaba sobre sus brazos cuando tus fuerzas habían decaído.

2.- Una fe que no es comprometida no es auténtica. Es la hora urgente de ser consecuentes con las exigencias de nuestra fe. Lo recuerda Pablo en la Carta a Timoteo. No tenemos que tener miedo a dar razón de nuestra fe y dar la cara en los duros trabajos del evangelio. Quizá las situaciones difíciles y duras que se nos avecinan sean un acicate y una oportunidad para despertar nuestra fe adormecida. Cuando todo va bien políticamente decae el compromiso y la autenticidad. No vale lamentarse, tampoco sirve emprender una cruzada para recristianizar. Lo que hay que hacer es ser coherentes con nuestra fe. Entonces seremos fermentos en medio de la masa. Más claro no lo puede decir San Pablo a Timoteo: "no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor", "toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios", "vive con fe y amor en Cristo Jesús". "guarda este precioso depósito". Lo que nunca nos va a faltar es la ayuda del Espíritu Santo, "que habita en nosotros". Y todo ello realizado con humildad, pues podremos decir "que hemos hecho lo que teníamos que hacer".

3.- Fe es adhesión personal a Jesucristo. Con ella superaremos todo. Es lo que nos enseña el Evangelio de hoy y lo que nos dice la Madre Teresa de Calcuta en una preciosa oración: "¿La fuerza más potente del mundo?: La fe". El que tiene fe consigue el objetivo que se propone. Un pesimista no vale para trabajar en el Reino de Dios. Con la fe todo es posible, hasta arrancar moreras y plantarla en el mar. Que los tiempos son difíciles, lo sabemos. Pero tenemos que estar convencidos de que merece la pena seguir luchando por la implantación de la civilización del amor. Aunque pasemos penalidades nos daremos cuenta de que es posible un mundo nuevo si yo experimento la fuerza de saberme amado por Dios y transmito esta misma certeza a los que me rodean. Debemos vivir desde la fe en Jesucristo, no desde una vivencia puramente sociológica de la religión. En el nivel religioso representa una necesidad sicológica del hombre y el nivel de fe una adhesión incondicional a una persona. El nivel religioso busca un esquema de verdades que proporcionen una seguridad o tranquilidad al individuo, y el nivel de fe busca una vivencia espontánea y sin miedo al riesgo. El nivel religioso prefiere los mandamientos como programa, y el nivel de fe escoge las bienaventuranzas. El nivel religioso tiene por meta los actos de culto y para el nivel de fe la meta es la militancia comprometida. El nivel religioso representa el mantenimiento de la cultura establecida, y el nivel de fe representa la conciencia crítica de cualquier cultura. El nivel religioso se aproxima a la denominación actual de "cristiano-católico", y el nivel de fe a la de "cristiano-creyente".

 

José María Martín OSA

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LA OBLIGACIÓN CRISTIANA DEBE CUMPLIRSE CON HUMILDAD Y CON AMOR

1.- ¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Lo que quiere decir Jesús a los apóstoles cuando le piden que les aumente la fe es que lo primero que tiene que hacer un cristiano para poder ser un buen discípulo suyo es hacer lo que él le ha mandado, sin pensar en la recompensa que recibirá por el cumplimiento. La primera virtud del cristiano, como tantas veces nos dice san Agustín, es la humildad. Es verdad que somos hijos de Dios, pero no debemos olvidar que también somos sus siervos. La misma Virgen María se declara esclava del Señor, en el mismo momento en que el ángel la llama bienaventurada y dichosa porque ha sido elegida para ser madre del salvador. Es verdad, y no debemos olvidarlo nunca, que también sabemos que Jesús quiere que nos comportemos siempre como hijos de Dios, y lo más propio de un hijo es el amor. Sí, en nuestras relaciones con Dios tenemos que saber unir la humildad con el amor. El hijo sabe que debe amar al padre, pero también sabe que debe obedecerle. Por eso, es totalmente necesario saber unir en nuestras relaciones con nuestros padres y, por supuesto con nuestro Padre Dios, la humildad y el amor. Es verdad que, en nuestra historia civil y cristiana, frecuentemente hemos insistido demasiado en uno u otro lado excesivamente. Del miedo medieval a un Dios juez que sólo sabe castigar nos hemos pasado en nuestros últimos tiempos a pensar en un Dios Padre que sólo sabe amar y que, por consiguiente, sólo sabe perdonar y premiar. En el medio está la virtud, como ya nos enseñaba Aristóteles.

2.- La visión tiene un plazo, pero llegará a su término sin defraudar. Si se atrasa, espera en ella, pues llegará y no tardará. El altanero no triunfará: pero el justo por su fe vivirá. El profeta Habacuc, unos setecientos años antes de Cristo, escribió esta frase que después citará más de una vez el mismo san Pablo: “el justo por su fe vivirá”. Es una frase que nos sirve también a nosotros, en nuestras circunstancias actuales. Cuando parece como si Dios se hubiera ido de nuestra sociedad, nosotros no debemos nunca perder nuestra fe en un Dios salvador, que nos quiere y nos protege. La vida del ser humano está, y siempre ha estado, sometida a múltiples dificultades que pueden llegar a hacernos perder nuestra fe en Dios. Pero, a pesar de todo, no perdamos nunca nuestra fe en Dios y, con humildad y sin altanería, aceptemos que los caminos de Dios son para nosotros muchas veces inescrutables. Dios nunca nos defraudará. Sepamos escuchar, como nos pide el salmo 94, la voz del Señor, no endurezcamos nuestro corazón.

3.- Querido hermano: te recuerdo que reavives el don de Dos que hay en ti por la imposición de mis manos, pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Este consejo que da san Pablo a Timoteo, nos lo da también a cada uno de nosotros. No debemos actuar nunca con cobardía, sino con amor y con templanza. Hagamos hoy el propósito de actuar siempre con humildad y con amor, con fortaleza y con templanza. No siempre será fácil conseguirlo, pero no olvidemos nunca que tenemos con nosotros la fuerza de Cristo y la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros. El Espíritu Santo es “nuestro dulce huésped del alma”.

 

Gabriel González del Estal

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CON DIOS TODO ES POSIBLE

Hay una realidad que nos preocupa: ¿cómo hacer atractivo el mensaje y la persona de Jesús hacia una gran parte de la humanidad que dice no necesitar de Él? Hasta hace no muchos años resultaba complicado entender la cultura, el arte, la música y la misma familia sin referencia a Cristo. Hoy, por el contrario, nos encontramos ya con personas que desconocen su figura, otros a los cuales no les interesa y otros, que aun creyendo, no se sienten totalmente interpelados o transformados por esa fe que dicen profesar.

1.- Tener fe en Jesús significa fiarnos de El con todas las consecuencias. A los discípulos, como a nosotros, les ocurría tres cuartos de lo mismo: no tenían suficiente fe. Por ello mismo, entre otras cosas, no podían expulsar ciertos espíritus malignos. ¡Les faltaba fe! ¡Su fe no era suficientemente sólida o no estaba fuertemente arraigada a Cristo! Ello era un obstáculo, como lo puede ser para nosotros, para que la fe fructifique y, que por nuestra fe, hagamos también que esa fe sea seductora con una sociedad que intenta marginarla o recluirla al ámbito privado. ¿Por qué fracasamos –teniendo tantos medios– a la hora de sembrar el evangelio? ¿Por qué tan escasas victorias cuando nos esforzamos tanto? Nos falta una fe sólida, convincente, convencida y profundamente entroncada en Jesús.

El Papa, no hace mucho tiempo, afirmaba que tener fe no es lo mismo que cultivar unos sentimientos más o menos nobles en el corazón o en la vida real de las personas. La fe conlleva una adhesión personal e inquebrantable a Jesús.

2.- Nunca como hoy, el mundo que nos rodea, es un mar de problemas. La gente, muchos de nuestros conocidos, están totalmente engullidos por ellos. ¿Dónde encontrar soluciones? ¿Dónde están las respuestas? ¿Seremos capaces nosotros desde la fe, desde Jesucristo, de ofrecerlas? ¿Por qué nos cuesta tanto presentar a Cristo como una fuente de salvación? ¿Será que nuestra fe en Cristo no es tan nítida como decimos tenerla? No podemos consentir que, por nuestra debilidad, aquellos que buscan respuestas las prefieran lejos de la fe, de Cristo o de su Iglesia. Por lo menos, nos podríamos esforzar un poco más. ¿Cómo? Cultivando y fortaleciendo más nuestra propia fe.

3.- Para un cristiano el “no se puede” se puede convertir en “todo es posible”; el “yo ya no creo” ha de mudar a un “creo y me fío totalmente del Señor”. Y es que, con la fe, todo es posible. Entre otras cosas porque, con Dios, todo es alcanzable y superable. Basta con que tengamos fe, como el grano de mostaza. ¡Y a veces nuestra fe es tan invisible!

 

Javier Leoz

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