¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 4 de setiembre del 2022
DOMINGO 23° DURANTE EL AÑO
Sabiduría 9, 13-18 / Filemón 9b-10. 12-17 / Lucas
14, 25-33
Salmo responsorial Sal 89, 3-6. 12-14. 17
R/. "¡Señor, Tú has sido nuestro refugio!"
Santoral:
Santa Rosalía, Santa Irma
y San Marino
LECTURAS DEL
DOMINGO 4 DE SETIEMBRE DE 2022
DOMINGO 23° DURANTE EL AÑO
¿Qué hombre puede hacerse una idea de lo que
quiere el Señor?
Lectura del libro de la Sabiduría
9, 13-18
¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?
Los pensamientos de los mortales son indecisos
y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma
y esta morada de arcilla oprime a la mente
con muchas preocupaciones.
Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra,
y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con
esfuerzo;
pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?
¿Y quién habría conocido tu voluntad
si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría
y enviado desde lo alto tu santo espíritu?
Así se enderezaron los caminos de los que están
sobre la tierra,
así aprendieron los hombres lo que te agrada y,
por la Sabiduría, fueron salvados.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
89, 3-6. 12-14. 17
R.
¡Señor,
Tú has sido nuestro refugio!
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos».
Porque mil años son ante tus ojos como el día de
ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche. R.
Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde se seca y se marchita. R.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?
Ten compasión de tus servidores. R.
Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios,
haga prosperar la obra de nuestras manos. R.
Recibe a Onésimo, no ya como un esclavo,
sino como un hermano querido
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a Filemón
9b-10. 12-17
Querido hermano:
Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa
de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo
Onésimo, al que engendré en la prisión.
Te lo envío como si fuera una parte de mi mismo
ser. Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para
que me sirviera en tu nombre mientras estoy
prisionero a causa del Evangelio. Pero no he
querido realizar nada sin tu consentimiento, para
que el beneficio que me haces no sea forzado, sino
voluntario.
Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin
de que lo recuperes para siempre, no ya como un
esclavo, sino como algo mucho mejor, como un
hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto
más lo será para ti, que estás unido a él por
lazos humanos y en el Señor.
Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como
a mí mismo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
El que no renuncia a todo lo que posee
no puede ser mi discípulo
a
Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
14, 25-33
Junto con Jesús iba un gran gentío, y Él, dándose
vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no
me ame más que a su padre ya su madre, a su mujer
ya sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a
su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que
no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi
discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre,
no se sienta primero a calcular los gastos, para
ver si tiene con qué terminarla? No sea que una
vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos
los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este
comenzó a edificar y no pudo terminar".
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no
se sienta antes a considerar si con diez mil
hombres puede enfrentar al que viene contra él con
veinte mil? Por el contrario, mientras: el otro
rey está todavía lejos, envía una embajada para
negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de
ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no
puede ser mi discípulo.
Palabra del Señor.
Reflexión
DIOS QUIERE ABRIRNOS EL CORAZÓN UNA VEZ MÁS
Un domingo más, hemos escuchado la palabra de
Dios, que es como un faro que nos guía en el
camino de nuestra vida. Estamos ya al final del
verano, preparando la vuelta al cole de los más
pequeños, volviendo cada uno a nuestros quehaceres
cuotidianos. Y en este tiempo preciso de nuestra
vida, Dios quiere abrirnos el corazón una vez más,
para que su palabra entre en nosotros, y así
podamos celebrar llenos de alegría la Eucaristía.
1.
¿Quién comprende
lo que Dios quiere?
En la primera lectura, del libro de la Sabiduría,
escuchamos esta frase: “¿Quién comprende lo que
Dios quiere?”. Esta pregunta se la hizo un sabio
del Antiguo Testamento. Y más adelante añade que
nadie puede conocer sus designios si Él no nos da
su sabiduría y nos envía el Espíritu Santo desde
el cielo. Por ello, el hombre, por sí sólo, es
incapaz de conocer y comprender los designios de
Dios. Por ello, en el Antiguo Testamento, los
sabios y los profetas pedían a Dios que les
concediese su sabiduría, para poder conocer mejor.
Pero nosotros, los cristianos, tenemos a
Jesucristo, la sabiduría de Dios, que es Dios
hecho hombre, que nos ha mostrado el rostro de
Dios Padre, que nos ha hablado de lo que Dios
quiere de nosotros, y que nos envió desde el cielo
el Espíritu Santo que nos ilumina y nos guía. Así,
si leemos y meditamos cada día el Evangelio, con
la ayuda del Espíritu Santo, encontraremos allí
una respuesta a esta pregunta que cada uno de
nosotros hemos de hacernos: ¿Qué es lo que Dios
quiere, y qué es lo que quiere de mí? Sin duda, a
lo largo del Evangelio, escuchamos una llamada
constante del Señor a seguirle, a ser sus
discípulos. En el Evangelio de hoy, Jesús nos
recuerda qué hemos de hacer, y qué hemos de dejar
atrás, para ser sus discípulos.
2.
¿Quién puede ser
discípulo del Señor?
Cada vez que Jesús habla en el Evangelio de
seguimiento, de ir con Él, tras de Él, habla con
mucha exigencia. Y es que no se puede seguir al
Señor haciendo cada uno lo que quiera. Es
necesario dejar otras cosas atrás para poderle
seguir. “Quien quiera venir conmigo, dijo Jesús en
una ocasión, que se niegue a sí mismo, que cargue
con su cruz y que me siga”. Seguir a Jesús es
optar por Él, y para ello hemos de renunciar a
otras cosas que nos impiden seguirle de verdad.
Hoy, en el Evangelio, por tres veces dice Jesús a
qué cosas hemos de renunciar, de modo que si no
renunciamos a ellas no podemos ser discípulos
suyos. Quien no pospone a los suyos, e incluso a
sí mismo; quien no lleva su cruz detrás de Él,
quien no renuncia a todos sus bienes. Esto es lo
que Jesús pide para ser discípulo suyo. Se trata
de optar. No es que la familia sea mala, ni mucho
menos. Tampoco los bienes son malos. Pero seguir a
Jesús requiere despegarse de otras cosas. La
familia es muy importante, y no es que tengamos
que abandonarla. Se trata de poner a Dios por
encima de los demás, incluso de los nuestros, y
por medio de Él amar más aún a nuestra familia,
pero teniendo siempre primero a Dios. Los bienes
materiales son importantes para poder vivir, pero
no han de quitar el primer puesto a Dios en
nuestra vida. No podemos seguir a Jesús si no
renunciamos a nosotros mismos, es decir, si no
dejamos de ser los protagonistas de nuestra vida
para que el protagonista sea Dios, si no dejamos
de hacer sólo aquello que a nosotros nos gusta, o
nos interesa, para así poder hacer aquello que
Dios quiere de nosotros. EL discípulo es el que
sigue a su maestro, y Jesús nos mostró que el
verdadero camino es el de la cruz. Por eso, para
ser discípulos de Cristo, hemos de tomar también
nosotros nuestra cruz y así seguirle
auténticamente.
3.
Ya no es esclavo,
sino hermano querido.
En la segunda lectura hemos escuchado la
recomendación que san Pablo hace a Filemón acerca
de Onésimo. Este tal Onésimo había sido esclavo de
Filemón, pero un día se escapó de su casa y se fue
a refugiarse con san Pablo. Ahora, al escribirle
Pablo una carta a Filemón, la envía junto con
Onésimo, y le pide que lo acoja sin regañarle, sin
echarle nada en cara, y que lo acepte no ya como
esclavo, sino como hermano querido. Este cambio de
actitud que san Pablo pide a Filemón es un claro
ejemplo de lo que supone para nosotros seguir a
Jesucristo. El perdón, el amor incondicional, el
considerarse como inferiores a os demás, es la
consecuencia de lo que Jesús nos pide hoy en el
Evangelio para poderle seguir auténticamente. Así
lo pide san Pablo a su discípulo Filemón. Esto no
es nada fácil, pero sabemos con certeza que es lo
que Dios quiere de nosotros. Esto es ser
cristiano: vivir hacia los demás el mismo amor que
Dios nos tiene a nosotros.
Vamos a celebrar la Eucaristía. En este encuentro maravilloso con
Cristo, que se entrega por nosotros, escuchamos
una vez más lo que Dios quiere de nosotros: que le
sigamos, que seamos sus discípulos y que le
imitemos. Para ello hemos de renunciar a muchas
cosas, entre otras a nosotros mismos. Es lo mismo
que hizo el Señor, que se rebajó hasta la muerte,
y una muerte de cruz. Así lo vamos a celebrar en
la Eucaristía. Que dios nos de su sabiduría y su
Espíritu Santo para que podamos comprender un poco
más los designios de Dios para con nosotros, y que
nos ilumine y de fuerzas para seguir lo que Él
quiere de cada uno de nosotros.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
EL SEGUIMIENTO DE JESÚS EXIGE COMPROMISO
1.-
Dios es el que
nos concede la auténtica sabiduría
¿Qué hombre conoce el designio de Dios? Los sabios
de todos los tiempos han buscado la verdad y el
sentido de la vida. Los astrólogos han buscado en
los astros el destino de los hombres. Hoy se ha
puesto de moda de nuevo el ansia de descubrir el
propio futuro acudiendo al horóscopo o al adivino
de turno que descifra la carta astral. Sabemos que
son estafadores que se aprovechan de la ingenuidad
y de la falta de seguridad que sufren muchos
hombres y mujeres de nuestro tiempo. También en el
siglo I en el Libro de la Sabiduría un judío de
Alejandría se pregunta ¿quién rastreará las cosas
del cielo? El sabio, que utiliza el seudónimo de
Salomón, llega a la conclusión de que nuestros
razonamientos son falibles, que apenas conocemos
las cosas terrenas. Dios es el que nos concede la
auténtica sabiduría, iluminando nuestra oscuridad.
Cuando descubrimos la verdad aprendemos lo que
Dios quiere de nosotros y alcanzamos la felicidad
(la salvación). Fue el gran anhelo de San Agustín
"Señor, que yo te conozca a Ti que me conoces. Que
yo te conozca como soy conocido por Ti". Encontró,
después de una larga búsqueda, la verdad y, con la
verdad, encontró la felicidad: "La búsqueda de
Dios es la búsqueda de la felicidad. El encuentro
con Dios es la felicidad misma".
2.-
Hay muchas cosas que nos impiden el encuentro con
Dios. Jesús nos
advierte en el Evangelio de la dificultad que
suponen ciertas ataduras para descubrirle y
seguirle. Cierto día, el cardenal Wisseman
discutía con un filósofo utilitarista sobre la
excelencia de Dios. A los contundentes y
clarísimos raciocinios del obispo respondía el
filósofo con mucha flema: "No lo veo, yo no lo
veo...". Wisseman tuvo entonces un rasgo
ingenioso. Escribió en un papel la palabra "DIOS"
y colocó encima una libra esterlina. El
materialista inglés abrió los ojos con sorpresa.
Le dice el obispo:
- ¿Qué ve usted?
- Una libra esterlina.
- ¿Nada más?
- Nada más.
Muy tranquilo entonces, Wisseman quitó la libra esterlina y dijo
a su compañero:
- ¿Y ahora, qué ve usted?
- Veo "DIOS".
- ¿Qué os impedía ver a Dios?
El filósofo utilitarista se calló como un muerto.
3.-
Jesús no nos
predicó el odio, sino el desprendimiento.
Jesús nos pide un compromiso radical con su
misión, no le valen las medias tintas. Pero a los
que le tienen confianza, Él le devuelve cien veces
más. Jesús nos deja libertad de elección y nos
advierte claramente de los riesgos y dificultades
que entraña la aventura de seguirle. No es una
decisión que pueda ser tomada a la ligera, en un
momento de euforia. Hace falta seriedad,
inteligencia, un programa serio y comprometido de
vida, aceptación de la cruz. Para poder decidirse
hace falta hacer una opción clara por Jesús de
Nazaret y con las exigencias del Reino. El texto
litúrgico dice que tenemos que "posponer" muchas
cosas cuando se opta por Jesucristo. Libertad,
disponibilidad, amistad con Jesús, compromiso de
vida, radicalidad son las condiciones para seguir
a Jesús hoy y siempre. Todo ello debe hacerse con
alegría y contando con la ayuda de la comunidad
cristiana.
4.-
El proyecto de
Jesús de Nazaret es utópico, pero no imposible ni
fantástico. Hay
que construir el edificio (la torre), calculando
los gastos y todos los pormenores para asentar
sólidamente nuestra decisión. Jesús es muy claro:
"El que no renuncia a todos sus bienes no puede
ser discípulo mío". Hay que posponerlo todo, los
bienes materiales también. Hay que poner en
práctica el desprendimiento para conseguir la
"libertad de espíritu". El filósofo utilitarista
estaba cegado por el dinero. ¿Qué es lo que te
impide a ti hoy seguir a Jesús?, ¿de qué tienes
que desprenderte? Debemos recuperar la utopía en
el seguimiento de Jesús. La utopía despierta las
aspiraciones y deseos más profundos y desencadena
una serie de compromisos concretos que llenan de
ilusión el corazón de una persona y dota de una
fuerza impresionante. Todo nace del amor a Jesús y
de la pasión por la construcción del Reino. El
Papa Juan Pablo II subrayó en la "Veritatis
splendor" que "seguir a Cristo es el fundamento
esencial y original de la moral cristiana". El
seguimiento de Jesús no se limita a la aceptación
histórica de Jesús –conocimiento–, sino conlleva
la identificación con su persona –amor– y se
extiende a la atención compasiva hacia los pobres
y marginados –la misión–. Merece la pena seguir a
Jesús. Él es la fuente de la vida auténtica y de
la felicidad plena.
José María Martín OSA
www.betania.es
SER CRISTIANO ES PREFERIR A CRISTO A TODO LO DEMÁS
1.- .
Si alguna viene a
mí y no pospone a su padre y a su madre, a su
mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus
hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser
discípulo mío.
Cuando decimos que hay que preferir a Cristo a
todo lo demás, debemos entender estas palabras en
un sentido estricto. Empezando por uno mismo, por
mis bienes corporales y por todos mis bienes,
incluida, por supuesto, mi familia, mi dinero, mis
cargos públicos y privados. Si soy una persona
sana y fuerte debo poner al servicio de Cristo mi
salud y mi fortaleza; si soy débil o estoy
enfermo, igualmente debo poner al servicio de
Cristo mi debilidad y ni enfermedad. Todos
tenemos, o podemos tener nuestras propias cruces,
pongamos estas cruces al servicio de Cristo. Y si
nos consideramos muy felices y afortunados por lo
que somos y tenemos, pongámonos enteramente al
servicio de Cristo. Es decir, que lo primero en mi
vida es Cristo, después viene todo lo demás.
2.
¿Qué hombre
conocerá el designio de Dios?
Los pensamientos de los mortales son frágiles e
inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo
mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma
la mente pensativa. Esta lectura del libro de la
Sabiduría debe hacernos pensar en la inmensa
diferencia que hay entre ciencia y sabiduría. La
ciencia es producto de la razón, la sabiduría es
un don de Dios. Hay muchos científicos que, en su
vida diaria, se comportan como verdaderos necios,
y hay personas que no tienen muchos conocimientos
científicos y, sin embargo, en sus relaciones
consigo mismo, con el prójimo y con Dios son un
verdadero ejemplo de sensatez y sabiduría. La
ciencia en sí mismo es buena, pero si no la
ponemos al servicio del bien propio y del bien
común se convierte fácilmente en un verdadero mal.
El sabio, es decir, el que se comporta como debe
consigo mismo, con los demás y con Dios es siempre
un verdadero beneficio para la humanidad; no
podemos decir lo mismo del que es científico pero
no sabe comportarse como debe consigo mismo, con
los demás y con Dios. Aspiremos a ser científicos
en la myor medida que podamos, sí, pero pidamos a
Dios que nos conceda sobre todo el don la
Sabiduría.
3. -
Yo, Pablo,
anciano, y ahora prisionero por Cristo, te
recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en
la prisión. Te lo envío como a hijo.
Esta carta de Pablo a Filemón, el dueño del
esclavo Onésimo, a quien Pablo había convertido en
la prisión, nos hace ver cómo la esclavitud era
considerada legal en tiempo de Pablo, como lo ha
seguido siendo considerada legal durante muchos
siglos por la sociedad cristiana y por la misma
jerarquía eclesiástica. Sin embargo nos hace ver
también que los buenos cristianos siempre
tendieron a ver a los esclavos ya en tiempos de
Pablo y posteriormente por las órdenes religiosas
más como hermanos que como esclavos. San Agustín,
en sus monasterios no permitía hacer distinciones
entre esclavos y libres, en el trato diario, tanto
en el trabajo, como en la comida, los vestidos y
costumbres en general. Lo mismo podemos decir de
casi todas las Órdenes religiosas en general. Los
cristianos de este siglo XXI tenemos que
esforzarnos denodadamente para conseguir una
sociedad en la que todos tengamos los mismos
derechos y las mismas obligaciones como personas.
Gabriel González del Estal
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POR EL SEÑOR, ¡LO QUE HAGA FALTA!
Caminaban un discípulo y su maestro espiritual por
un desierto y, mirándole el segundo al primero, le
preguntó: ¿hasta qué punto me consideras
importante en tu vida? El discípulo le contestó:
¿Hasta dónde? Te aprecio tanto que, esta pequeña
cantimplora con el poco agua que tengo y necesito,
te la doy para ti.
1.- “Obras son amores y no buenas razones”. Las
lecturas, sobre todo la primera y el evangelio,
ponen delante de nosotros varios interrogantes:
-¿Buscamos a Dios de verdad?
-¿Anhelamos su sabiduría?
-¿Se nota, no solo de palabra, que el Señor es
nuestra riqueza?
Hacer algo por Dios no significa, en su sentido
literal, dejar padres o familia, tierra o riqueza
porque el evangelio lo dice. Nuestra pertenencia a
la gran familia de los hijos de Dios. Nuestro
servicio hacia Él, se manifiesta en un dato: que
nada de orden natural se anteponga u obstaculice
lo sobrenatural.
Con frecuencia solemos escuchar “Dios sabe cómo
soy” “Lo importante es ser buena persona” “No
todos los que van a misa son mejores que yo”. En
el fondo subyace una justificación: lo centramos
todo en nosotros. Cuando dejamos de mirar a Dios,
cuando lo relativizamos o lo rebajamos a nuestros
propios esquemas, corremos el serio peligro de un
Dios a la carta, de n Evangelio a nuestra medida:
sin exigencias, sin esfuerzos, sin sacrificios,
sin detalles que demuestren que, nuestro
seguimiento a Jesús, es auténtico, verdadero y sin
fisuras.
2.- Cuando uno vive como Dios manda, las cruces de
cada día, se soportan con más garbo y hasta con
más valentía. El Señor no nos ha prometido a sus
amigos eximirnos de pruebas, caídas o
sufrimientos. Pero sí que nos dijo “yo estaré con
vosotros todos los días hasta el final del mundo”.
No es cuestión pues de querer abrazar cruces para
agradar a Dios (no quiere masoquistas). Tampoco es
bueno rechazarlas o huir de ellas (la cobardía no
es un distintivo de la vida cristiana).
La cruz, la de cada día, se manifiesta en nuestros
ideales (cuando los mantenemos firmes), en nuestra
fe (cuando la defendemos y purificamos), en
nuestra adhesión al Señor (cuando no nos postramos
a otros dioses humanos) o en nuestra ofrenda
continuada y sincera hacia los más necesitados.
Que el Señor nos haga sentir su presencia de tal
modo y con tal fuerza para que nada ni nadie se
anteponga al inmenso amor que Él nos tiene.
Javier Leoz
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