¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 24 de Julio de 2022

DOMINGO 17° DURANTE EL AÑO

Génesis 18, 20-21. 23-32 / Colosenses 2, 12-14 / Lucas 11, 1-13

Salmo Responsorial Sal 137, 1-3. 6-7a. 7c-8

R/.  "¡Me escuchaste, Señor, cuando te invoqué!”

 

Santoral:

San Francisco Solano, Santa Verónica Giuliani,

Mártires de Guadalajara, Santa Cristina, San José Fernández,

San Nicéforo Díez y 25 compañeros, Beato Modestino

de Jesús Maríay Beata María de La Merced Prat

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 24 DE JULIO DE 2022

 

 

DOMINGO 17° DURANTE EL AÑO

 

Que mi Señor no me tome a mal si continúo insistiendo

 

Lectura del libro del Génesis

18, 20-21. 23-32

 

El Señor dijo: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande, y su pecado tan grave, que debo bajar a ver si sus acciones son realmente como el clamor que ha llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré».

Entonces Abraham se le acercó y le dijo: «¿Así que vas a exterminar al justo junto con el culpable? Tal vez haya en la ciudad cincuenta justos. ¿Y Tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo por amor a los cincuenta justos que hay en él? ¡Lejos de ti hacer semejante cosa! ¡Matar al justo juntamente con el culpable, haciendo que los dos corran la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no va a hacer justicia?»

El Señor respondió: «Si encuentro cincuenta justos en la ciudad de Sodoma, perdonaré a todo ese lugar en atención a ellos».

Entonces Abraham dijo: «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Quizá falten cinco para que los justos lleguen a cincuenta. Por esos cinco ¿vas a destruir toda la ciudad?» «No la destruiré si encuentro allí cuarenta y cinco», respondió el Señor.

Pero Abraham volvió a insistir: «Quizá no sean más de cuarenta».

Y el Señor respondió: «No lo haré por amor a esos cuarenta».

«Por favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor no lo tome a mal si continúo insistiendo. Quizá sean solamente treinta».

Y el Señor respondió: «No lo haré si encuentro allí a esos treinta».

Abraham insistió: «Una vez más, me tomo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Tal vez no sean más que veinte».

«No la destruiré en atención a esos veinte», declaró el Señor.

«Por favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor no se enoje si hablo por última vez. Quizá sean solamente diez».

«En atención a esos diez, respondió, no la destruiré».

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                    137, 1-3. 6-7a. 7c-8

 

R.     ¡Me escuchaste, Señor, cuando te invoqué!

 

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,

porque has oído las palabras de mi boca,

te cantaré en presencia de los ángeles.

Me postraré ante tu santo Templo.  R.

 

Daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad,

porque tu promesa ha superado tu renombre.

Me respondiste cada vez que te invoqué

y aumentaste la fuerza de mi alma.  R.

 

El Señor está en las alturas,

pero se fija en el humilde

y reconoce al orgulloso desde lejos.

Si camino entre peligros, me conservas la vida.  R.

 

¡Tu derecha me salva.

El Señor lo hará todo por mí.

Tu amor es eterno, Señor,

¡no abandones la obra de tus manos!  R.

 

 

Nos hizo revivir con Él,

perdonando todas nuestras faltas

 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Colosas

2, 12-14

 

Hermanos:

En el bautismo, ustedes fueron sepultados con Cristo, y con Él resucitaron, por la fe en el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos.

Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y de la incircuncisión de su carne, pero Cristo los hizo revivir con Él, perdonando todas nuestras faltas. Él canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

Pidan y se les dará

 

X   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

11, 1-13

 

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».

Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:

 

Padre, santificado sea tu Nombre,

que venga tu Reino,

danos cada día nuestro pan cotidiano;

perdona nuestros pecados,

porque también nosotros perdonamos

a aquéllos que nos ofenden;

y no nos dejes caer en la tentación».

 

Jesús agregó: «Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: "Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y desde adentro él le responde: "No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos". Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.

 

También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una serpiente cuando le pide un pescado? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquéllos que se lo pidan!»

 

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión

 

JESÚS NOS ENSEÑA A ORAR

Si el pasado domingo el pasaje del Evangelio nos recordaba la importancia de escuchar la palabra de Dios, como María, la hermana de Lázaro, que estaba sentada a los pies del Maestro, en el Evangelio de hoy Jesús, ante la petición de sus discípulos, les enseña a orar.

1. Señor, enséñanos a orar. Ésta es la petición que los discípulos hacen al Señor. Sabemos que Jesús dedicaba mucho tiempo a la oración. En el Evangelio escuchamos cómo muchas veces se va Jesús a un lugar apartado, o a la montaña, a orar. En el pasaje de hoy escuchamos cómo Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando termina sus discípulos se acerca a Él para pedirle que les enseñe a rezar, igual que Juan enseñaba a sus discípulos. Esta actitud de Jesús la debemos de imitar también nosotros, especialmente en este tiempo de vacaciones que solemos tener más tiempo para ello. La oración es una actitud fundamental en la vida de Jesús. La intimidad con el Padre, su diálogo continuo, el tiempo dedicado a estar en su presencia, es tan necesario en la vida de Jesús para poder llevar a cabo su misión. También lo ha de ser en la vida del cristiano. Es propio de la vida de un cristiano el dedicar tiempo a la oración. Para poder vivir la vida cristiana, es fundamental dedicar tiempo a estar con el Señor. Pero muchas veces decimos que no sabemos rezar. Cuántas veces, en mi ministerio sacerdotal, me encuentro con personas que me dicen “es que yo no sé rezar”. Esto puede pasar muchas veces. Pero hemos de darnos cuenta de que la oración es algo mucho más fácil de lo que parece. Pero sobre todo hemos de tener en cuenta que la oración es un don de Dios, es una gracia del Espíritu Santo, que es quien ora en nosotros. Por eso, como los discípulos en el Evangelio de hoy, hemos de pedirle también nosotros al Señor que nos enseñe a orar.

2. Orar con insistencia. Ante la petición de los discípulos, Jesús les enseña la oración más importante, la oración del Padrenuestro. Son las palabras con las que el mismo Jesús nos enseña a orar también a nosotros. No hace falta utilizar mucha palabrería para hablar con Dios. Basta con decir estas palabras, pero decirlas sabiendo bien lo que decimos, y haciéndolo con total confianza en Dios, que nos ama y que siempre está atento a nosotros. Pero después de enseñarles esta oración, Jesús les da una lección sobre la oración: hay que orar con insistencia. Esto lo enseña con la parábola de aquel hombre que, a medianoche, pide con insistencia a un amigo suyo que le preste tres panes. Si no se los da por ser amigo, dice Jesús, al menos se los dará por su insistencia y por su importunidad. Y justo después Jesús nos invita a pedir, pues el que pide recibe, a buscar, pues el que busca halla, y a llamar, pues al que llama se le abre. Con esta confianza hemos de pedirle a Dios. Y después Jesús compara la bondad de Dios con la bondad de un padre. Si un padre es capaz de dar cosas buenas a su hijo cuando éste se las pide, aunque el padre sea malo, mucho más Dios, que es bueno, dará cosas buenas a quien le pide.

3. Oración de intercesión. La Iglesia ha querido que la lectura del Evangelio de este domingo vaya precedida por la lectura del libro del Génesis en la que Abrahán pide con insistencia a Dios que perdone a los habitantes de las ciudades de Sodoma y Gomorra, a los que Dios quería castigar por su pecado. En Abrahán vemos un ejemplo de oración confiada y con insistencia a Dios, pero además un ejemplo de oración de intercesión. Y es que la oración no puede ser sólo por uno mismo, sino que ha de ser por los demás. Es un modo de oración muy importante para los cristianos, interceder ante Dios por los demás. La oración no es egoísta, no puede serlo, por eso la oración verdadera no es la que se hace mirando sólo a sino mismo, sino que se hace con la generosidad de pedir a Dios por los demás, por sus necesidades. La oración con insistencia de Abrahán ante Dios, que le pide que no castigue mortalmente a los habitantes de Sodoma y Gomorra, bajando cada vez más el número de justos que podría encontrar en la ciudad, es el modelo para nosotros de cómo hemos de orar ante Dios con insistencia por los demás, negociando con Dios, insistiéndole, como hace Abrahán. Por ello, un modo de ser solidarios con los demás, de entregarnos a ellos, es la oración. Por medio de ella, nosotros podemos buscar el bien del otro, ayudarle por medio de nuestras peticiones a Dios.

La oración, como nos enseña Jesús en el Evangelio, es algo fundamental en la vida de un cristiano. Una oración hecha con confianza, insistiendo a Dios y pidiéndole no sólo por nosotros y por nuestras necesidades, sino pidiendo sobre todo por los demás. Esto es lo que Dios quiere de nosotros. En la Eucaristía que estamos celebrando pidámosle a Dios con insistencia por las necesidades de los demás, especialmente cuando recemos juntos con la oración del Padrenuestro, la oración que el mismo Jesús nos enseñó.

 

Francisco Javier Colomina Campos

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LA ORACIÓN DEL CRISTIANO

1.- A solas con Dios, Jesús oraba. Es muy significativo que uno de los discípulos de Jesús le formulara un día esta petición: "Señor, enséñanos a orar". Hay un hecho muy sencillo que merece ser resaltado: Jesús oraba. Estamos acostumbrados a ver a Jesús como el "Hijo amado" (Mc 1,11) y por tanto como alguien que vivió constantemente en una comunión natural y espontánea con Dios. Ello hace más significativo, si cabe, el hecho de que durante su existencia terrena Jesús no dejara de emplear el tiempo necesario para detenerse y adentrarse de forma concreta en la intimidad divina, en un "a solas con Dios".

2.- Dios es "Abbá", Padre. ¿Qué ha querido decir Jesús al llamar a Dios en su oración Abbá? Este término traduce una intimidad única. No ofrece ninguna duda que los fieles judíos creían en un Dios que amaba y cuidaba a su pueblo, y que en ningún caso era un Dios lejano. La relación entre Jesús y Dios aparece sin embargo en una intimidad mucho mayor y profunda que nos permite hablar incluso de una comunión total, de unidad de vida entre ambos. La utilización del término Abbá es un signo de confianza, de amor filial. Traducido a nuestro lenguaje es como llamar a Dios "papaíto". Como un niño se vuelve a su padre o a su madre al tropezar con la más pequeña dificultad, el que dice a Dios Abbá está viendo en él a alguien siempre presente y dispuesto a acompañarle y ayudarle a avanzar, en particular en los momentos más difíciles. Esta confianza es una inimaginable fuente de libertad. Pero a continuación de "Padre" añadimos: "nuestro". La nueva relación con Dios implica como consecuencia una nueva relación con los hombres. El Dios de Jesucristo no consiente relación individualista alguna. De ahora en adelante no estamos solos, sino que formamos parte de una comunidad. La expresión "Padre nuestro" resume los dos grandes mandamientos, que no pueden entenderse el uno sin el otro: el amor a Dios y el amor al prójimo.

3.- Alabar, pedir, agradecer, ofrecernos…... En el Padrenuestro alabamos el Santo nombre de Dios, que un judío apenas podía pronunciar. Pero la confianza en Dios que nos ha transmitido Jesucristo nos hace hablar con él con toda confianza y a su vez con todo respeto a su santo nombre. En el Padrenuestro le pedimos a Dios muchas cosas: "venga a nosotros tu Reino", "danos hoy nuestro pan de cada día", "no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal". Nuestra oración debe ser perseverante: "Pedid y se os dará". Pedir con confianza sí, pero colaborando también a que se haga realidad lo que pedimos. No podemos pedir por la paz del mundo si nosotros no somos constructores de paz. Dicen que la oración de petición es la más practicada… Estamos acostumbrados a pedir y nos olvidamos de dar gracias. En el salmo 137, que hoy proclamamos, su autor da gracias "de todo corazón" porque "cuando te invoqué me escuchaste". En la primera lectura Abraham "el amigo de Dios" le pide a Dios que no destruya la ciudad y obtiene respuesta "En atención a los diez, no la destruiré". Pero no había ni diez justos…. En la curación de los diez leprosos sólo hay uno que es agradecido. ¿Sabemos conjugar la oración de petición con la de acción de gracias? También en el Padrenuestro nos ofrecemos a Dios "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo". ¡Qué difícil nos es decir esta parte de la oración! Muchas veces confundimos la voluntad de Dios con nuestra voluntad. Tengamos en cuenta que la voluntad de Dios es la felicidad de hombre y nos costará menos aceptarla en nuestra vida. En el Padrenuestro pedimos perdón a Dios por nuestras ofensas. En el "antiguo" Padrenuestro en castellano decíamos "deudas", expresión mucho más pobre que confundía, pues podía entenderse que estábamos hablando sólo de las deudas económicas o materiales. Pero no debemos olvidar lo que sigue..."como también nosotros perdonamos a los que nos han ofendido". Esto nos compromete a ser nosotros también "perdonadores". No podemos tener la cara de pedir perdón si no somos capaces de perdonar. Hay personas que se saltan esta expresión del Padrenuestro. Si actuamos así somos como el siervo que fue perdonado en una gran deuda por el rey y no fue después capaz de perdonar a otro una pequeña deuda.

4.- ¿Sabemos rezar el Padrenuestro? ¿Cómo lo hacemos? Tenemos que orar con esta hermosa oración dándonos cuenta de lo que decimos en cada frase, sintiéndolo en nuestro interior, comprometiendo nuestra vida con las palabras que decimos. Me emociona ver cómo hasta los niños de 2 años saben rezarlo. Que no pase un día de nuestra vida sin haber orado con el Padrenuestro. Hacerlo vida es la mejor manera de vivir el Evangelio.

                 

José María Martín OSA

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LOS CRISTIANOS TENEMOS LA OBLIGACIÓN DE ESPERAR QUE EL MENSAJE CRISTIANO TRIUNFE SOBRE LA MALDAD DE ESTE MUNDO

1.- Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que lo piden? Debo advertir ya de antemano que todo lo que voy a decir en esta homilía no es fácil de creer, porque como ciudadanos de este mundo en el que nosotros vivimos, vemos muchas veces lo contrario. Pero, si realmente los cristianos no viviéramos con la esperanza de la eficacia de nuestra oración, nuestro cristianismo carecería de sentido, al menos teológicamente. Porque, si realmente el mal terminara imponiéndose sobre el bien al fin de los tiempos, la pasión y resurrección de Cristo no habrían sido eficaces. Si creemos realmente que Cristo con su resurrección nos libró del pecado original y nos mereció la salvación, tenemos que creer que, al final de los tiempos, el Padre concederá la salvación a todos los que durante su vida la pidieron con esperanza y amor cristiano. No por nuestros propios méritos, sino por los méritos de Cristo. La resurrección de Cristo fue católica, es decir, universal, y conlleva el perdón universal del Padre. De lo contrario, ¿qué significa decir que Cristo no vino a condenar al mundo, sino a salvarlo? Si al final de los tiempos triunfa definitivamente el mal sobre el bien, y el Padre tiene que condenar al mundo, ¿para qué sirvió al pasión y resurrección de Cristo? Esta creencia nos convierte a los cristianos en personas optimistas y esperanzadas. Esto no nos excluye de luchar contra el mal, sino todo lo contrario, Luchemos contra el mal con todas nuestras fuerzas, que el Espíritu de Cristo terminará imponiéndose sobre el espíritu del mal. Esto nos exige, por supuesto, esfuerzo y lucha constante, pero esta es la única manera de imitar al Cristo que nos salvó luchando contra el mal hasta morir en la misma cruz. Pidamos al Padre que el Espíritu Santo, el Espíritu de su Hijo, acabe triunfando sobre el espíritu del mal, con la esperanza segura de que el Padre nos lo concederá.

2.- Abrahán se acercó y dijo: ¿es que vas a destruir al inocente con el culpable?... Matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia? Contestó el Señor: en atención a los diez, no la destruiré. Este texto del libro del Génesis sobre Sodoma y Gomorra es conocido por todos y yo no voy a describirlo. El mensaje de este texto es el siguiente: Dios no sólo no castiga a los inocentes por culpa de los culpables, sino al revés, perdona a los culpables por amor a los inocentes, cuando una persona, amiga de Dios, como es en este caso nuestro Patriarca Abrahán así se lo pide. Nosotros, los cristianos así lo creemos, cuando es el mismo Cristo el que lo pide, y cuando somos uno de nosotros el que lo pedimos en nombre de Cristo. Ya sé yo que en la sociedad en la que nosotros vivimos esto no es fácil de demostrar, porque en nuestro mundo las cosas no siempre suceden así, sino que muchas veces sucede lo contrario. Pero, como ya he dicho arriba, los cristianos tenemos la obligación religiosa de creer en la eficacia espiritual de la pasión y resurrección de Cristo. Creemos que Dios nuestro Padre nos concederá todo lo que Cristo, y cualquiera de nosotros le pida en nombre de Cristo, le pida con verdadera fe.

3.- A vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la circuncisión de vuestra carne, Dios os vivificó en Cristo. Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros, la quitó de en medio, clavándola en la cruz. La mayoría de la Comunidad cristiana de Colosas a la que se dirige el apóstol Pablo estaba formada por paganos que se habían convertido al cristianismo. Pablo les dice que Dios Padre les ha perdonado su pecado por los méritos de Cristo, clavado en la cruz. Deben vivir, por tanto, agradecidos a Cristo, ya que por medio de él pueden salvarse.

 

Gabriel González del Estal

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EVANGELIZAR… DE RODILLAS

Jesús mandó a sus discípulos a predicar sin bolsa, sin saco y sin sandalias". Nuestra oración insistente, clarifica y nos abre hacia aquello que, por nosotros mismos, somos incapaces de realizar: Dios de una manera segura, simple y suficiente es capaz de colmar nuestras aspiraciones.

1.- Partiendo entonces de una realidad, la Iglesia no es nuestra sino de Dios y es un campo a cultivar por nosotros pero con la fuerza del Espíritu, no nos queda otra –como mejor futuro para el desarrollo de nuestra siembra– que rezar y colocar nuestros esfuerzos apostólicos en las manos de Dios. Lo contrario, además de egocentrismo, significaría tanto como creer que todo depende de nosotros.

¿Qué se nos exige, para nuestra vida de piedad, en este Año de la Fe?

--Algo tan sencillo como el pedir

--Algo tan natural como pedirlo al Padre

--Algo tan fácil como hacerlo a través de Jesús

--Algo tan imprescindible como el solicitarlo con Fe

--Algo tan comprometedor como el permanecer en El

2. Qué dificultades salen al paso de todo ello

+La falta de sinceridad; cuando pedimos sin hacer ver a Dios los móviles verdaderos de nuestra solicitud. No me conviene, pero se lo pido porque me apetece

+La ausencia de reconciliación; cuando estando rotos por dentro intentamos que sea Dios quien resuelva el caos o la guerra de nuestra existencia interna o externa. Ya que otros me lo han impedido

+El egoísmo; cuando conocedores de que la felicidad no siempre se consigue con el tener, nos precipitamos por acaparar lo indecible. Siempre es más bueno tener que necesitar. Le diré a Dios que me restituya lo que me corresponde.

+La falta de paciencia; cuando ante la esterilidad aparente de nuestras oraciones nos aburrimos de hablar amistosamente con Dios y, convertimos la oración, en un medio de instrumentalización: como no me das… ¡te dejo!

+La incredulidad; cuando surgen dudas e interrogantes sobre el fruto y el valor más profundo de la oración. ¡Para qué voy a rezar si Dios está sordo!

El evangelio, de este domingo, nos trae a la memoria una gran realidad: DIOS SE INTERESA POR NOSOTROS. Es ahí donde, el cristiano, descubre que toda su vida –por ser importante para Dios– cobra nuevo impulso cuando se presenta ante El:

3.- Me viene a la memoria la anécdota de aquel náufrago profundamente creyente que pedía y confiaba mucho en Dios, pero que no supo ver su mano en aquel momento donde, en la soledad de una isla, se debatía entre la vida y la muerte.

Llegó una embarcación y el capitán le invitó a subir a proa; el náufrago le contestó: “váyase tranquilo; yo confío en Dios”. Al día siguiente un submarino se percató de la presencia del accidentado y nuevamente le pidieron que recapacitara en su postura y que embarcase; “váyanse tranquilos…confío plenamente en Dios”. Por tercera vez un trasatlántico atisbó las circunstancias trágicas en las que se encontraba el solitario náufrago convidándole una vez más a abandonar la isla. Ante su negativa el crucero siguió su curso.

Cuando pasaron los días y las fuerzas se fueron debilitando el náufrago cerró ojos y se presentó ante Dios increpándole: “¡cómo no has hecho nada por mí en los momentos de peligro” “¿no te das cuenta el ridículo en que me has dejado ante mis familiares y amigos cuando yo tanto esperaba de Ti?”. Dios, sigue esta parábola, le cogió por el hombro y le contestó: “amigo; tres embarcaciones te envié y no quisiste ninguna”.

Que nuestra oración sea como la del agua que, por su persistencia y no por su consistencia, es capaz de romper o erosionar la mayor de las rocas. Que nuestra oración sea, sobre todo, unos prismáticos que nos ayuden a ver y aprovechar los signos de la presencia de Dios en nuestra vida. Dicho de otra manera; que la oración sea esa sensibilidad para ver ciertos golpes de gracia…como la mano certera de Dios a nuestras necesidades.

 

Javier Leoz

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