¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

 

Martes, 15 agosto de 2023

Solemnidad de la Asunción de la

Bienaventurada Virgen María

Solemnidad - Blanco

Apocalípsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab /

1 Corintios 15, 20-27a / Lucas 1, 39-56

Salmo responsorial Sal 44, 10b-12. 15b-16

R/.  “¡De pie a tu derecha está la Reina, Señor!”

 

Santoral:

Asunción de la Bienaventurada Virgen María, San Arnulfo,

San Tarsicio, San Luis Batis Sáinz, Manuel Morales,

Salvador Lara y David Roldán, San Alfredo,

Beato Claudio Granzotto, Beato José María

Peris Polo, Beato Luis Masferrer y

compañeros mártires, Beata María

del Sagrario de San Luis Gonzaga

 

 

LECTURAS DEL MARTES 15 DE AGOSTO DE 2023

 

 

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE

LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA

 

 

Una mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies

 

Lectura del libro del Apocalipsis

11, 19a; 12, 1-6a. 10ab

 

Se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de la Alianza.

Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del .sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.

Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.

Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.

La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio.

 

Y escuché una voz potente que resonó en el cielo:

«Ya llegó la salvación,

el poder y el Reino de nuestro Dios

y la soberanía de su Mesías».

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                        44, 10b-12. 15b-16

 

R.   ¡De pie a tu derecha está la Reina, Señor!

 

Una hija de reyes está de pie a tu derecha:

es la reina, adornada con tus joyas y con oro de Ofir.  R.

 

¡Escucha, hija mía, mira y presta atención!

Olvida tu pueblo y tu casa paterna,

y el rey se prendará de tu hermosura.

Él es tu señor: inclínate ante él.  R.

 

Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían,

con gozo y alegría entran al palacio real.  R.

 

 

Cristo, el primero de todos,

luego, aquéllos que estén unidos a Él

 

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto

15, 20-27a

 

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección.

En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos; luego, aquéllos que estén unidos a Él en el momento de su Venida.

En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte, ya que Dios "todo lo sometió bajo sus pies".

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas;

elevó a los humildes

 

X   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

       según san Lucas

1, 39-56

 

Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo exclamó:

«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor»

María dijo entonces:

«Mi alma canta la grandeza del Señor,

      y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

      porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,

      porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

      ¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

      sobre aquéllos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo,

      dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono

      y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

      y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

      acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

      en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

 

Palabra del Señor. 

 

Reflexión

 

 

DEMOS GRACIAS A DIOS POR MARÍA

1.- La condición de María es también nuestra condición. El misterio de la Asunción que celebramos hoy orienta nuestro pensamiento hacia una obra maestra de Dios en la humanidad: "una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas". María, en quien es glorificada la condición humana Esta mujer es María, la humilde esclava, la silenciosa, aquella que guarda en su corazón la Palabra de Dios. María, la fiel, aquella que creyó desde la Anunciación hasta el Nacimiento, desde el Templo hasta la Cruz. Misterio del amor, poder de la fe, fuerza de la esperanza. En María, toda la condición femenina –mejor dicho, toda la condición humana– es glorificada por Cristo resucitado: él arranca a su madre del pecado, la conduce por el camino estrecho de la fe hasta la Cruz, la ensalza haciéndola superar la muerte. Ella vive para siempre en la gloria de Dios. ¡Nosotros creemos que la condición de María, por anticipación, es también nuestra propia condición definitiva si somos capaces de llenarnos de su mismo amor! Esta mujer, María, es virgen, es madre, es esposa.

2.- María es virgen y madre. "María, siempre virgen", afirma nuestra fe. Se trata de una integridad física, ciertamente, pero más todavía de una total y perpetua disponibilidad, de capacidad infinita de donación. Tan sólo el amor exige y da sentido a la virginidad. En el corazón absolutamente libre, en el corazón enteramente disponible, Dios halla un lugar, y –en el caso de María– se encarna. Quizá actualmente no está de moda hacer elogios de la virginidad. Pero hoy no podemos dejar de recordar la fe viva de la Iglesia desde hace 2.000 años, una fe que suscita vírgenes consagradas a Dios para que él pueda llenar más plenamente con su amor a los que son capaces de abrírsele totalmente como María. Por la acción misteriosa de Dios, María, la virgen, también es madre. Madre de Dios. Corporalmente concibe y da a luz a Jesús, el Hijo de Dios, el Hombre único. Antes de engendrar, ha concebido en su corazón, porque, por encima de la maternidad corporal está la receptividad de la fe: "Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen", dirá un día Jesús. Dado que es consecuencia del amor más grande, la maternidad de María se extiende a toda la humanidad. Así lo expresa Jesús en la cruz: "He aquí a tu medre". Hija de nuestra raza humana, preparada con larga antelación por los "pobres de Israel" para los que sólo Dios basta, María es la madre de todos los que su Hijo reúne después de haberlos arrancado a la muerte. El Dios que "se ha acordado de la misericordia en favor de Abrahán y su descendencia por siempre" nos da a María como madre y como garantía de nuestra propia exaltación. ¡Démosle, ahora, gracias!

3.- María se fía de Dios. A pesar de las evidencias en contra, María se ha fiado de Dios. El ángel había dado a María una señal de credibilidad. María, que había aceptado la señal, va al encuentro de la protagonista de esa señal. Este encuentro es ocasión para que Isabel le haga saber a María que no se ha fiado de Dios en balde. Este descubrimiento hace que María prorrumpa en un poema de alabanza al Dios que cumple su palabra y de quien vale la pena fiarse. Fiarse de Dios no es baldío. Fiarse de Dios, aun cuando las evidencias empíricas parezcan invitar a lo contrario; esto es lo que el autor quiere inculcar con esta joya del arte de narrar. Es la reacción entusiasmada de la persona que ha experimentado cómo Dios cumple su palabra. Y desde su experiencia concreta, María descubre alborozada que el cumplimiento de la palabra por parte de Dios está a la base de la existencia misma del pueblo. María: una persona para quien Dios es alguien con sentido, para quien el ordenamiento de Dios es una realidad. Y rompe en gritos entusiasmados de acción de gracias hacia quien hace posible la maravilla de un mundo diferente.

 

José María Martín OSA

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LA MUERTE NO TUVO PODER SOBRE LA VIRGEN

1.- El último enemigo aniquilado será la muerte. Este es realmente el principal mensaje de la fiesta de la Asunción de la Virgen María a los cielos: que la muerte –el mayor enemigo natural de todo mortal– no tuvo poder sobre ella y no nos vencerá tampoco a nosotros definitivamente. Nuestro destino es la vida y no una vida cualquiera, sino una vida eterna. Este mensaje, consolador y universal, ha sido descrito, a lo largo de los siglos, de muy distintas maneras, tanto oral como literariamente. En todas las religiones del mundo existen tradiciones orales y textos literarios en los que se habla de la victoria de hombres y dioses sobre la muerte. La manera de expresar, oral o literariamente, esta creencia religiosa está condicionada por las creencias culturales y físicas de las sociedades en las que se desarrolla. En una sociedad en la que se creía que el cielo era un lugar físico que estaba arriba, la tierra estaba en el centro y el infierno era otro lugar físico que estaba abajo, la creencia religiosa en el triunfo del hombre sobre la muerte se entendía naturalmente como subida desde la tierra al cielo. Hoy la teología nos dice que ni el cielo, ni el infierno pueden ser lugares físicos que estén arriba o abajo. Y si no son lugares físicos, no pueden estar allí cuerpos físicos sometidos a las leyes físicas de la materia. Lo que afirma hoy la fiesta de la Asunción es que María, la madre de Jesús de Nazaret, se fue directamente al cielo, íntegra y totalmente, después de su estancia en esta vida, y que está y vivirá eternamente en los brazos de Dios. María venció definitivamente a la muerte y es un maravilloso ejemplo para todos nosotros, los que aún estamos viviendo, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

2.- María se puso en camino y fue aprisa a la montaña. De este relato evangélico de Lucas en el que se nos describe el emocionante encuentro de María con su prima Isabel, que ya tenía en su vientre al futuro precursor, se pueden hacer múltiples lecturas, todas ellas muy sugestivas y sugerentes. Yo quiero fijarme solamente en la rapidez, física y espiritual, con la que actuó María para visitar y ayudar a su prima Isabel, en los últimos meses de su embarazo. María estuvo siempre en camino hacia Dios, pero el camino de María hacia Dios pasaba siempre por el servicio a las personas. Ella se encontraba con Dios cada vez que se encontraba con una persona necesitada. Y lo más maravilloso, en este caso, es que la presencia de María suscitaba y encendía la presencia de Dios en los que la veían a ella. Ella sabía ver a Dios en las personas a las que ayudaba y las personas a las que ayudaba María descubrían igualmente la grandeza de Dios en la humildad de María. Este es también, creo yo, el sentido más profundo del Magnificat. María supo ser el canal humilde a través del cual Dios dispensó su gracia redentora a la humanidad. Dios se lució en María y a través de María. Esta debería ser siempre nuestra petición y también nuestro propósito: que seamos canales limpios a través de los cuales Dios pueda dispensar su gracia a las personas con las que nos encontramos en nuestro caminar por la vida.

3.- El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar a luz, dispuesto a tragarse al niño. Es la eterna lucha entre el bien y el mal. En este texto del Apocalipsis parece que Juan se refiere al peligro que corría la primitiva Iglesia de Cristo, de ser devorada por el dragón de la increencia y de la herejía. Juan les dice que no teman, que el poderío de Dios y la potestad de su Cristo triunfarán sobre el dragón. Es un texto optimista, que quiere dar confianza, ánimo y valor a aquellos primeros cristianos que estaban sufriendo persecución. También ahora muchos cristianos están como asustados por la fuerza con la que muchas personas tratan de desprestigiar y hundir a la Iglesia de Cristo. También hoy nosotros debemos leer con esperanza el mensaje del Apocalipsis: si somos fieles al evangelio, es seguro que el poderío de Dios y la potestad de su Cristo nos salvarán de las fauces del dragón.

4.- Cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino. Pablo, en un primer momento, como sabemos, estaba convencido de que Cristo iba a volver de un momento a otro e iba a inaugurar un reino nuevo y eterno donde Dios estaría todo en todos, después de haber aniquilado todo principado, poder y fuerza. En este contexto hemos de leer este texto, en el que se nos dice que Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. En el nuevo reino de Dios ya no habrá llanto ni dolor, porque todo será vida y gracia, justicia, santidad y amor. Este nuevo reino de Dios todavía no se ha hecho realidad en este mundo; de nosotros depende el que caminemos hacia él, con más rapidez o más lentitud. Los cristianos estamos llamados a trabajar con Cristo, por él y en él, para que el verdadero reino de Dios pueda ser realidad cuanto antes entre nosotros. María, la virgen asunta al cielo, es hoy nuestro mejor ejemplo.

  

Gabriel González del Estal

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SU DESTINO SERÁ EL NUESTRO

¡Bendita Tú, María, porque por se fiel a Dios, eres elevada en cuerpo y alma hasta el mismo cielo!

1.- Así, hermanos, con emoción contenida hemos de expresar uno de los Misterios que desde hace siglos, el pueblo cristiano, ha vivido con sencillez y con convencimiento: María está donde tiene que estar: junto a Dios.

Su destino, la gloria del cielo, será el nuestro. Pasó haciendo el bien. Abrió sus entrañas para que Dios pusiera su morada en Ella. Cumplió la voluntad del Padre en todo y por donde sus pies pisaron. Su orgullo, su fortaleza, su locura y su encanto fue precisamente eso: volcarse en los planes que Dios había preparado y entretejido desde antiguo. ¡Bendita Tú, María, encontraste gracia ante Dios y, hoy, ese mismo Dios te llama a su presencia!

2.- Hoy, María, goza en la presencia del Padre. Se queda embelesada al contemplar la hermosura divina. ¿Qué sentirá María? ¿Qué dirá María? ¡Por fin se cumple uno de mis últimos sueños! ¡Recibí, vi y sentí al Dios humanado en la tierra y, ahora, me toca disfrutarlo y contemplarlo eternamente como Padre en el cielo!

Con esta fiesta, la Iglesia, nos invita a mirar una vez más hacia el cielo. Nuestro combate. Cada detalle realizado por Dios y en nombre de Dios, no quedará sin recompensa en la vida eterna. Y, un buen ejemplo, la Asunción de María. Hoy, las puertas de la Nueva Ciudad, se abren de par en par. A través de ellas entra la mujer que, siendo sencilla y pobre, amable y obediente, fuerte y solícita, logró enamorar al mismo Dios. ¿Cómo iba a permitir, ese mismo Dios, que tan beldad bajase para siempre al sepulcro? Pues, por esas mismas puertas, entraremos también todos aquellos que, con la ayuda del Espíritu Santo, respondamos con generosidad y con la misma valentía que María lo hizo hacia Dios. ¿Seremos capaces?

3.- La Solemnidad de la Asunción es como el escaparate al que un niño mira con atención porque, en su interior, se encuentran numerosos regalos. Y, el “pórtate bien” sabe lo qué significa: alguno de esos numerosos obsequios.

Así es la fiesta de la Asunción. Es un adelanto, una indicación que la misma Madre nos deja a nosotros sus hijos para que no nos alejemos del camino de la fe. Para que cumplamos, con tesón y con ilusión, aquello que más agrada al Señor. La Asunción de la Virgen nos invita a mirar, a pueblos, ciudades, iglesias y catedrales, ermitas y religiosos, sacerdotes y laicos, consagrados y a todo hombre y mujer de bien hacia lo más alto: el cielo.

--No podemos desperdiciar nuestro tiempo. María nos aguarda junto a Dios.

--No podemos romper nuestra alianza con el Señor. María nos ayuda a ser fieles

--No podemos apartarnos del camino verdadero. María es estrella que ilumina los pesares y las dudas

--No podemos consentir, que nada ni nadie, distraiga nuestra atención. María nos recuerda, con su triunfo, que sólo Dios permanece y que lo demás se extingue con las luces de nuestro último día.

Feliz Asunción, María

Feliz encuentro con el Padre, María

Feliz nuevo abrazo con el Hijo, María

Feliz visión del Espíritu Santo, María

Feliz re-encuentro con San José tu esposo, María

Que tengas una estancia, dichosa y eterna, junto a Dios en el cielo, María.

 

Javier Leoz

www.betania.es