¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
|
|
Domingo, 24 de Diciembre de 2023
DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO
2 Sam 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16 / Romanos 16, 25-27 /
Lucas 1, 26-38
Salmo Responsorial Sal 88, 2-5. 27.29
R/. "Cantaré eternamente el amor del Señor"
Santoral:
Natividad de Nuestro Señor Jesucristo
LECTURAS DEL DOMINGO 24 DE DICIEMBRE DE 2023
DOMINGO IVº
DE ADVIENTO
El reino de David durará eternamente delante del
Señor
Lectura del segundo libro de Samuel
7, 1-5. 8b-12. 14a. 16
Cuando David se estableció en su casa y el Señor
le dio paz, librándolo de todos sus enemigos de
alrededor, el rey dijo al profeta Natán:
«Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el
Arca de Dios está en una tienda de campaña».
Natán respondió al rey:
«Ve a hacer todo lo que tienes pensado, porque el
Señor está contigo».
Pero aquella misma noche, la palabra del Señor
llegó a Natán en estos términos:
«Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el
Señor: ¿Eres tú el que me va a edificar una casa
para que Yo la habite?
Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del
rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo
Israel. Estuve contigo dondequiera que fuiste y
exterminé a todos tus enemigos delante de ti.
Yo haré que tu nombre sea tan grande como el de
los grandes de la tierra.
Fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo
plantaré para que tenga allí su morada. Ya no será
perturbado, ni los malhechores seguirán
oprimiéndolo como lo hacían antes, desde el día en
que establecí Jueces sobre mi pueblo Israel. Yo te
he dado paz, librándote de todos tus enemigos. Y
el Señor te ha anunciado que El mismo te hará una
casa.
Sí, cuando hayas llegado al término de tus días y
vayas a descansar con tus padres, Yo elevaré
después de ti a uno de tus descendientes, a uno
que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su
realeza. Seré un padre para él, y él será para mí
un hijo.
Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de
mí, y tu trono será estable para siempre».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
88, 2-5. 27.
29
R.
Cantaré
eternamente el amor del Señor.
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las
generaciones.
Porque Tú has dicho: «Mi amor se mantendrá
eternamente,
mi fidelidad está afianzada en el cielo».
R.
Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones».
R.
Él me dirá:, «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora».
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él.
R.
El misterio guardado en secreto desde la eternidad
ahora se ha manifestado
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
16, 25-27
Hermanos:
¡Gloria a Dios,
que tiene el poder de afianzarlos,
según la Buena Noticia que yo anuncio,
proclamando a Jesucristo,
y revelando un misterio
que fue guardado en secreto desde la eternidad
y que ahora se ha manifestado!
Éste es el misterio
que, por medio de los escritos proféticos
y según el designio del Dios eterno,
fue dado a conocer a todas las naciones
para llevarlas a la obediencia de la fe.
¡A Dios, el único sabio,
por Jesucristo,
sea la gloria eternamente! Amén.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Concebirás y darás a luz un hijo
X Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
1, 26-38
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad
de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que
estaba comprometida con un hombre perteneciente a
la familia de David, llamado José. El nombre de la
virgen era María.
El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:
«¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está
contigo».
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y
se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Ángel le dijo:
«No temas, María, porque Dios te ha favorecido.,
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús; El será grande y será llamado Hijo
del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob
para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al Ángel:
«¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con
ningún hombre?»
El Ángel le respondió:
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el
niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a
pesar de su vejez, y la que era considerada
estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque
no hay nada imposible para Dios».
María dijo entonces:
«Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí
según tu Palabra».
Y el Ángel se alejó.
Palabra del Señor.
Reflexión
MARÍA, LA MUJER CREYENTE
1.-
La promesa mesiánica de Dios se hace realidad.
Estamos ya tocando la Navidad, tiempo de gracia en
que se hacen realidad las promesas mesiánicas.
Dios advierte a David por medio del profeta Natán
que no urge en absoluto la construcción de un
santuario de piedra, de un templo, y que nunca ha
pedido tal cosa. Se subraya en este segundo libro
de Samuel que lo característico de Yahvé es
caminar delante de su pueblo, sacarlo una y otra
vez de todas las esclavitudes y conducirlo a la
verdadera tierra prometida en la que, al fin,
habite la justicia. El Dios de los nómadas que no
tienen ciudad permanente nunca podrá confundirse
con los dioses que consagran un territorio y un
orden establecido. Por eso no será David el que
construya una casa, un templo, para Yahvé, sino
que Yahvé construirá la casa de David; es decir,
lo hará padre de una dinastía. El profeta Isaías
precisará que el Mesías ha de nacer de la casa de
David y anunciará la eternidad de su reinado. Pero
este reinado será universal y para todos en el
Mesías, Jesucristo, en quien el Hijo de Dios
planta su tienda en medio de nosotros. Jesucristo
será el descendiente de David y será también el
verdadero templo de Dios no construido por manos
de hombre.
2.-
La fe, respuesta
al Evangelio, compromete al hombre entero.
Por eso la fe en la Carta a los Romanos es
concebida como obediencia. Ella implica,
efectivamente, que el hombre acepte libremente
comprometer su vida y su persona al Dios que se
revela a él como fiel y veraz y que, renovando al
hombre, le permite y posibilita obedecer a su
voluntad. Si la contemplación del misterio
revelado ahora en Jesús no nos lleva a una acción
solidaria en favor de los más desprovistos del
pueblo, tal vez estemos vaciando de contenido lo
más específico de nuestra fe. Esta es la verdadera
obediencia: amar al hombre entero. Tal vez ésta
sea la mejor manera de poder acercarse al misterio
de Jesús entre nosotros.
3.-
Fe y entrega sin condiciones de María.
En la escena de la Anunciación se pone la última
piedra de la casa prometida por Dios a David. Se
pone, a su vez, la primera piedra del verdadero
templo de Dios entre los hombres. El cielo se
acerca a la tierra. La tierra escogida para
levantar este santuario es María, una joven
desconocida de Nazaret, un pueblo insignificante.
Ahora las promesas hechas a David se cumplen: "El
Señor Dios le dará el trono de David, su padre...
y su reino no tendrá fin". Al oír las palabras del
ángel María “se turbó..." Hay en ella pues, una
primera reacción de desconcierto. En María, la
esclava del Señor, tenemos una verdadera creyente.
Al sentirse favorecida del Altísimo, no le
responde que la deje pensar más despacio a fin de
calcular mejor los riesgos. María reproduce el
gesto de Abraham, padre de los creyentes, cuando
deja su patria para irse hacia lo desconocido. La
persona de fe se confía en Dios como el bebé en su
madre. María-madre es a la vez María-niña, que no
pone objeciones. Es la entrega sin buscar
recompensa, la servidora a cualquier riesgo. María
cierra la escena con unas palabras que son
paradigma de la actitud del creyente: disponerse
confiadamente a ser instrumento de la acción de
Dios: “Hágase en mí según tu palabra”
José María Martín OSA
www.betania.es
SANTA MARÍA DEL ADVIENTO.
1.-
En este cuarto y
último domingo del Adviento leemos, una vez más,
este evangelio de la Anunciación.
Estando ya, como estamos, a las puertas de la
Navidad –dentro de unas horas celebraremos la
Nochebuena– es bueno que nos detengamos un momento
a contemplar la figura de María, turbada en un
principio ante las palabras del ángel, pero llena
después de agradecimiento, de contemplación y de
gozo por el privilegio tan inmenso que Dios le
acababa de otorgar. En su seno empezaba ya a
formarse, por obra y gracia del Espíritu Santo, el
que había de ser llamado Hijo del Altísimo. A
partir de ese mismo momento María entra como en un
éxtasis de alegría y esperanza. Si el tiempo de
Adviento es un tiempo de esperanza en la venida de
nuestro Dios, nadie más que María esperó esta
venida. Santa María del Adviento es, desde el
momento mismo de la Anunciación, Santa María de la
Esperanza. Con la semilla de la esperanza
comienzan a crecer en María, al unísono, las
semillas de la fe y del amor. La fe de María es
una fe activa, que la empuja a confiar en Dios, a
entregarse a Él, y su amor es un amor encendido y
ardiente, que le da fuerzas para poner toda su
vida al servicio de Dios, para ser corredentora de
todos sus hermanos. En un golpe de vista
privilegiado, María vislumbra y acierta a ver ya
cómo el Hijo que bulle en sus entrañas camina por
los difíciles caminos de Palestina; lo ve gritando
y voceando amor hacia los más pobres y marginados,
denunciando las injusticias de los poderosos; ve
que esto le llevará a la cruz, una cruz que su
hijo llevará con amor y por amor, y lo ve ya
resucitando, glorioso, al tercer día. La esperanza
arde en el corazón de María, la llena de humildad
y coraje, su alma proclama la grandeza del Señor y
su espíritu se alegra en Dios su Salvador.
2.-
Esta esperanza
cristiana de María,
esta esperanza cristiana del Adviento, es la que
nosotros debemos pedir hoy al Niño que va a nacer
en Belén. Sin esperanza cristiana no se puede
levantar y sostener el cristianismo. Sin esperanza
cristiana nuestra vida camina por un túnel lóbrego
y sin luz, una vida que camina hacia la nada, una
noche que no amanece nunca. Nuestra esperanza es
una esperanza anhelante, una esperanza que creemos
y anhelamos que se convierta algún día en
realidad. No serán nuestros méritos los que obren
el milagro, serán los méritos de este Niño que va
a nacer los que quiten nuestros pecados y los
pecados del mundo. Por eso nos alegramos con su
nacimiento, también nosotros exultamos en Dios
nuestro Salvador. La desesperanza produce
pesimismo, derrotismo, negatividad. Los cristianos
debemos ser personas optimistas, luchadoras,
llenas de generosidad y de amor cristiano. Nunca
presuntuosas, nunca despreciadoras, porque sabemos
que ha sido un Dios pobre y nacido en un portal el
que ha dignificado nuestro barro, el que nos ha
salvado, el que nos ha enseñado el camino de la
salvación. Santa María del Adviento quiso ser
siempre la humilde esclava del Señor, por eso
vivió siempre animada por la cierta esperanza de
que la salvaría a ella y a nosotros la
misericordia de un Dios Salvador que se había
encarnado en sus purísimas entrañas.
3.-
A la Virgen del
Adviento la pintan tradicionalmente
los artistas como a una joven doncella,
embarazada, que contempla, con agradecida ternura,
al Dios que está naciendo en sus entrañas.
Escuchemos hoy nosotros, con humildad y
agradecimiento, la súplica de un Dios que nos está
pidiendo permiso para nacer dentro de nuestro
corazón.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
SEAMOS ÁNGELES
En esta jornada de hoy –día 24 de diciembre– que
culminaremos con la Nochebuena, en el inmediato
umbral de la Navidad, al leer el relato evangélico
de este cuarto domingo de adviento, uno siente la
llamada a proclamar aquello que ángel San Gabriel
llevó hasta los oídos de Santa María: “Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo”.
1.- Esta noticia es la que, en estos días, no podemos apagar ni
consentir que deje de resonar como fundamento y
fondo de la Navidad: ¡EL SEÑOR ESTA CONTIGO!
¡VIENE A ESTAR CONTIGO! Contigo, mundo, que te
agitas en un mar de dudas. Cuando piensas que, tus
problemas, son mayores que tus fuerzas para
hacerle frente. ¡El Señor está contigo!
Este anuncio, sintiéndonos ángeles, mensajeros y enviados por
Dios, puede ser nuestra tarea y nuestra misión
dentro de la Navidad. ¿Podemos consentir que, las
luces, sean más impactantes que el destello de la
Luz Divina?
En nuestro empeño queda precisamente ese envío, permanente y
gozoso, de anunciar al mundo que el hombre no está
sólo; que Dios viene para acompañarle; que una
Virgen –porque se fio y creyó– se sintió llena de
una felicidad que, sólo la fe, es capaz de
ofrecer.
2.- Hoy, como entonces, el Señor sabe perfectamente que no se va
a encontrar con un hotel de cuatro estrellas; que
tropezará con pocos o escasos colaboradores que
popularicen su nacimiento. Pero ojala, el Señor,
atine los corazones de algunas personas como esas
sencillas cuevas en las que Dios pueda nacer y
crecer de nuevo para brindar a la humanidad una
puerta o una ventana por la que podamos entrar o
ver un poco la salvación. ¿Seremos capaces de
cruzar por esa puerta –pequeña y estrecha– que es
la puerta de belén? ¿Seremos hábiles para
asomarnos con la mirada de la fe y saborear y
contemplar el Misterio como lo hizo María?
3.- ¡EL SEÑOR ESTA CONTIGO! Es un grito que, desde la Iglesia y
desde las convicciones más profundas de todo
creyente, lanzamos a una sociedad capitaneada por
mil soledades; a un ser humano acosado por falsas
esperanzas; a una realidad social individualista y
con cierta sensación de orfandad. ¿No me digáis
que el anuncio de “El Señor está contigo” no
despierta en nosotros sentimientos de paz y de
serenidad, de seguridad y de confianza, de
tranquilidad y de fe?
Todos, en estas Navidades, podemos ser trompetas anunciadoras del
gran Misterio de la Navidad o, por el contrario,
sordina ante lo que celebramos. ¿Qué preferimos
ser? ¿Ángeles o silenciadores de la Buena Nueva?
4.- María, ante la llegada del Señor, se entregó de lleno a la
causa de Jesús. No le faltarían preocupaciones,
turbaciones, dudas pero, a continuación, supo que
algo grande iba a ocurrir y puso alma, cuerpo y
vida, para que Dios –a través de ella y con ella–
se hiciera presente en el mundo en Jesucristo.
Por eso, en este cuarto domingo de adviento,
damos gracias a la Virgen, a María. Su “sí” nos
sigue empujando a exclamar a los cuatro vientos
que, el Señor, ya está llegando; que el Señor va a
nacer; que el Señor está tan dentro de nuestras
entrañas como un día lo estuvo en las de Ella. El
calendario civil nos hace celebrar en pocas horas
el final del adviento y el inicio de la Navidad.
¡Gracias, María! ¡Contigo y con nosotros estará el
Señor!
Javier Leoz
www.betania.es
|