¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo,
12
de Diciembre de 2021
DOMINGO IIIº DE ADVIENTO
Sofonías 3, 14-18a / Filipenses 4, 4-7
/ Lucas 3, 2b-3.
10-18
Salmo Responsorial, Is 12, 2-6
R/.
"¡Aclamemos al Señor con alegría!"
Santoral:
Nuestra Señora de Guadalupe
LECTURAS DEL
DOMINGO 1 2
DE DICIEMBRE DE 2021
DOMINGO III°
DE ADVIENTO
Eres la alegría del Señor
Lectura de la profecía de Sofonías
3, 14-18a
¡Grita de alegría, hija de Sión!
¡Aclama, Israel!
¡Alégrate y regocíjate de todo corazón,
hija de Jerusalén!
El Señor ha retirado las sentencias
que pesaban sobre ti
y ha expulsado a tus enemigos.
El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti:
ya no temerás ningún mal.
Aquel día, se dirá a Jerusalén:
¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos!
¡EI Señor, tu Dios, está en medio de ti,
es un guerrero victorioso!
¡Él exulta de alegría a causa de ti,
te renueva con su amor
y lanza por ti gritos de alegría,
como en los días de fiesta.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Is
12, 2-6
R.
¡Aclamemos al Señor con alegría!
Éste es el Dios de mi salvación:
yo tengo confianza y no temo,
porque el Señor es mi fuerza y mi protección;
Él fue mi salvación.
R.
Ustedes sacarán agua con alegría de las fuentes de
la salvación.
Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre.
R.
Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,
porque es grande en medio de ti el Santo de
Israel!
R.
El Señor está cerca
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos
4, 4-7
Hermanos:
Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir,
alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida
por todos los hombres. El Señor está cerca. No se
angustien por nada y, en cualquier circunstancia,
recurran a la oración y a la súplica, acompañadas
de acción de gracias, para presentar sus
peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que
supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su
cuidado los corazones y los pensamientos de
ustedes en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
¿Qué debemos hacer?
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
3, 2b-3. 10-18
Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo
de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste
comenzó a recorrer toda la región del río Jordán,
anunciando un bautismo de conversión para el
perdón de los pecados. La gente le preguntaba:
«¿Qué debemos hacer entonces?»
El les respondía:
«El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene;
y el que tenga qué comer, haga otro tanto».
Algunos publicanos vinieron también a hacerse
bautizar y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacer?»
El les respondió:
«No exijan más de lo estipulado».
A su vez, unos soldados le preguntaron:
«Y nosotros, ¿qué debemos hacer?»
Juan les respondió:
«No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias
y conténtense con su sueldo».
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se
preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la
palabra y les dijo a todos:
«Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es
más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de
desatar la correa de sus sandalias; Él los
bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era
y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá
la paja en el fuego inextinguible».
Y por medio de muchas otras exhortaciones,
anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
Palabra del Señor.
Reflexión
ALEGRÉMONOS, PORQUE EL SEÑOR ESTÁ CERCA
1.-
Hermanos:
alegraos siempre en el Señor, os lo repito. Que
vuestra mesura la conozca todo el mundo.
El Señor está cerca. Es el domingo “gaudete”, que,
en latín significa: alegraos, repitiendo las
palabras del apóstol Pablo, en su carta a los
Filipenses. Cuando el apóstol dice que el Señor
está cerca se refiere a la segunda venida del
Señor, porque creía en aquel momento que la
segunda venida del Señor estaba realmente muy
cerca en el tiempo. Nosotros, ahora, no repetimos
esta frase del apóstol dándole un sentido
corporal, sino un sentido vital, existencial. No
sabemos cuándo será temporalmente la segunda
venida del Señor, pero los cristianos creemos
firmemente que el Señor Jesús está siempre
realmente muy cerca de todos nosotros. Vive junto
a cada uno de nosotros, habita en nuestro
interior, nos guía con su luz y con su amor. Si
realmente amamos a Dios, Dios vive en nosotros y,
como se nos dice también en esta misma carta, “la
paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará
nuestros corazones y nuestros pensamientos en
Cristo Jesús”. En este tercer domingo de Adviento
debemos, pues, manifestar litúrgicamente nuestra
alegría, nuestra paz y nuestro entusiasmo
religioso. Los cristianos debemos ser personas
alegres, no con una alegría bullanguera y
aturdidora, sino con una alegría interior,
manifestada en nuestro comportamiento y en
nuestras relaciones con los demás. Así debemos
celebrar en concreto este domingo <gaudete>.
2..
Alégrate hija de Sion, El rey de Israel, el Señor,
está en medio de ti, no temas mal alguno… se
alegra y goza contigo, te renueva con su amor.
El profeta Sofonías da a estas palabras un sentido
histórico: en medio de una Jerusalén amenazada por
los asirios, el profeta dice a su pueblo que el
Señor les defenderá. Este mensaje del profeta
Sofonías es, pues, un mensaje de confianza en
Dios, de esperanza y de alegría. También hoy
nosotros, especialmente en este tiempo de
Adviento, debemos ser cristianos llenos de
esperanza en el Mesías que ha venido a liberarnos,
de confianza en él, de alegría espiritual. También
nosotros podemos tener dificultades materiales,
sociales, políticas, espirituales, pero nunca
debemos desanimarnos, debemos pedir todos los días
del Adviento a nuestro Mesías que el amor de Dios
inunde un día sí y otro también nuestros
corazones. Precisamente en esto se basa la alegría
del Adviento, en la certeza de que nuestro Señor
Jesús, nuestro Mesías, ha venido a salvarnos y a
liberarnos. Y seamos también nosotros en todo lo
posible salvadores y liberadores de los demás, con
nuestro ejemplo, con nuestra palabra y con todos
los medios que tengamos a nuestro alcance.
3.-
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
entonces, ¿qué debemos hacer? Él contestaba: Juan
respondió a todos: yo os bautizo con agua; pero
viene el que es más fuerte que yo, a quien no
merezco desatarle la correa de sus sandalias.
Realmente, la figura del Bautista, del que
hablaremos en más de una ocasión durante este
Adviento, es una figura excelsa. Leyendo este
texto del evangelista san Lucas vemos que san Juan
Bautista puede y debe ser un modelo de humildad,
de justicia, de generosidad y de lucha contra
cualquier clase de corrupción. En este tiempo
nuestro en el que tanto abunda el egoísmo, la
corrupción social y política, la falta de
sobriedad y la poca fidelidad al compromiso social
y personal, la figura de san Juan Bautista es un
modelo maravilloso. Anunciemos también nosotros el
evangelio de Jesús y seamos un ejemplo para la
sociedad en la que nos ha tocado vivir, como lo
hizo san Juan. Debemos seguir a nuestro Maestro,
Cristo Jesús, con la misma humildad y con la misma
valentía con que lo hizo el Precursor y
preparémonos para recibir plenamente durante este
Adviento el bautismo de Jesús, dejándonos llenar
de su Espíritu Santo. Y terminemos diciendo con el
salmo responsorial: “confiaré y no temeré, porque
mi fuerza y mi poder es el Señor”.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
RAZONES PARA LA ALEGRÍA
1.-
¡Gritad
jubilosos! Hoy
es el domingo "Gaudete", domingo de la alegría.
¿Cuál es el motivo de nuestra alegría? Pablo en la
carta a los Filipenses nos da la respuesta: "El
Señor está cerca". Y el salmo nos invita a la
confianza y a evitar el temor porque el Señor es
"nuestra salvación. La alegría que sentimos se
fundamenta en nuestra esperanza de que otro mundo
va a nacer porque Jesús va a hacer posible lo
imposible. Su mensaje es de reconciliación y de
paz, un regalo de Dios que nos ama hasta el punto
de compartir nuestra suerte y hacerse uno de
nosotros para elevarnos hacia Él. Dejemos la
tristeza y las caras largas y escuchemos el
consejo del Apóstol: "Estad siempre alegres"
2.-
Razones para la
alegría. Es el
título de un libro de José Luis Martín Descalzo
lleno de diversión y consejos para afrontar la
vida con “alegría”; no hay como afrontarla con
sentido del humor. Cristianos, ¿qué habéis hecho
del gozo que os dieron hace 2000 años? J. L.
Martín Descalzo escribió muchas de sus mejores
páginas durante la enfermedad que padeció durante
muchos años. Hoy su testimonio y su obra siguen
vivos. A José Luis Martín Descalzo, al que yo un
día visité en su casa como vecino que era de mi
comunidad, se le ocurrían unas cuantas “razones
para la alegría”,
– Valorar y reforzar las fuerzas positivas de nuestra alma. Descubrir y disfrutar de todo lo bueno que
tenemos. No tener que esperar a encontramos con un
ciego para enterarnos de lo hermosos e importantes
que son nuestros ojos. No necesitar conocer a un
sordo para descubrir la maravilla de oír.
– Asumir después serenamente
las partes negativas o deficitarias de nuestra
existencia. No magnificar las pequeñas cosas que
nos faltan. No sufrir por temores o sueños de
posibles desgracias que probablemente nunca nos
llegarán.
– Vivir abiertos hacia el prójimo.
Pensar que es preferible que nos engañen cuatro o
cinco veces en la vida que pasarnos la vida
desconfiando de los demás. Pero buscar también en
todos más lo que nos une que lo que nos separa,
más aquello en lo que coincidimos que en lo que
discrepamos. Ceder siempre que no se trate de
valores esenciales.
– Tener un gran ideal,
algo que centre nuestra existencia y hacia lo que
dirigir lo mejor de nuestras energías.
– Creer descaradamente en el bien.
Tener confianza en que a la larga –y a veces muy a
la larga– terminará siempre por imponerse. No
angustiarse si otros avanzan aparentemente más
deprisa por caminos torcidos. Creer en la también
lenta eficacia del amor. Saber esperar.
– En el amor,
preocuparse más por amar que por ser amados. Tener
el alma siempre joven y, por tanto, siempre
abierta a nuevas experiencias. Estar siempre
dispuestos a revisar nuestras propias ideas, pero
no cambiar fácilmente de ellas.
– Elegir, si se puede,
un trabajo que nos guste. Y si esto es imposible,
tratar de amar el trabajo que tenemos, encontrando
en él sus aspectos positivos.
– Revisar constantemente
nuestras escalas de valores. Cuidar de que el
dinero no se apodera de nuestro corazón, pues es
un ídolo difícil de arrancar de 61 cuando nos ha
hecho sus esclavos. Descubrir que la amistad, la
belleza de la naturaleza, los placeres artísticos
y muchos otros valores son infinitamente más
rentables que lo crematístico.
– Descubrir que Dios es alegre,
que una religiosidad que atenaza o estrecha el
alma no puede ser la verdadera, porque Dios o es
el Dios de la vida o es un ídolo.
– Procurar sonreír con ganas o sin ellas. Estar seguros de que el hombre es capaz de superar muchos
dolores, mucho más de lo que el mismo hombre
sospecha.
3-
Dios es alegría.
Dios no quiere la tristeza, Dios es optimista,
Dios es posibilidad de todo lo bueno, Dios es
omnipotencia para hacer el bien. ¿Quién puede
estar triste con la presencia de un Dios que lo
llena todo? La alegría equivale a la paz de Dios.
En medio de la crisis saber que Dios tiene la
clave de la historia en su mano y sabrá sacar a
flote toda esa tremenda situación, nos da paz. Y
así dice San Pablo: "que ella custodie vuestros
corazones, y vuestros pensamientos en Cristo
Jesús". No es una alegría de mundo, de placeres,
las falsas alegrías que los hombres llaman
felicidad y que no son más que amargura y zozobra.
La alegría auténtica es la que produce paz de Dios
en el corazón. Alegría que se puede tener aun en
medio de las tribulaciones, porque es una alegría
que dimana de la redención. No es conformismo
porque el conformismo tampoco es alegría. La
alegría debe dar ánimo y debe de ser impulso de
acción en el hombre
3.-
Necesidad de conversión.
El camino por donde podemos adquirir esa alegre
liberación que debe disfrutar ya todo cristiano no
es otro que la conversión. Conversión hacia Dios
¿Qué hacemos?, le preguntaba la gente a Juan
Bautista. Él contestó: "El que tenga dos túnicas,
que se las reparta con el que no tiene y el que
tenga comida, haga lo mismo". Se le acercan de
todos los ambientes y Juan a nadie rechaza Y así
iba señalando a cada categoría sus propios
deberes, la conversión. Al hombre que de veras se
convertía le llevaba a las aguas del Jordán y le
bautizaba. Era un signo de purificación pero que
expresaba una actitud interior. Si un hombre no
quería dejar sus malos caminos no podía
bautizarse. Juan Bautista, pues, predicaba y
bautizaba, daba un signo de conversión. Llama Juan
a todos y les exigía un compromiso personal de
justicia. Sólo tiene que purificarse un hombre
cuando se arrepiente y busca los caminos de la
justicia. No bastan mensajes y proclamas de buena
voluntad. Juan sólo bautizaba a los hombres que de
verdad habían roto con el pasado. La conversión
lleva a compartir: el que tenga dos túnicas, debe
dar al que no tiene; y el que tiene que comida,
debe compartirla. Esto es una sociedad solidaria,
es la que la Iglesia promueve, preocupada por dar
a todos lo necesario. No podemos aceptar
ciegamente la diferencia nacida del dinero o de la
fuerza. Dios quiere que compartamos el bien que ha
dado para todos. La conversión será duradera y
profunda si somos capaces de criticar nuestra
falsa manera de contemplar el mundo y los hombres.
Una característica de la conversión de Juan es que
no sólo es personal sino que va buscando una
renovación social.
José María Martín OSA
www.betania.es
LA ALEGRÍA POR LA LLEGADA DEL SEÑOR
Nos encontramos en el ecuador el Adviento. Este
tercer domingo es conocido como el domingo
Gaudete,
esto es, el domingo de la alegría. En este camino
de esperanza y de preparación para la Navidad, la
Iglesia nos muestra hoy en la liturgia . Seguimos
además acompañados por Juan el Bautista,
continuando este domingo la lectura del Evangelio
del domingo pasado.
1. “Estad
siempre alegres en el Señor”.
Esta llamada a la alegría llena la liturgia de
este domingo gaudete. Ya en la primea lectura, del
profeta Sofonías, escuchamos una esperanzadora
invitación a estar alegres. Sofonías se dirige a
la ciudad de Jerusalén, la hija de Sión, que ha
vivido un tiempo de castigo y de penuria. Pero
ahora le llama a llenarse de alegría, pues el
Señor está en medio de ella, Él es su rey, la
protege, y por eso ya no tiene nada que temer. La
alegría es doble: por un lado la de Jerusalén,
pues Dios está con ella, y por otro lado la
alegría del mismo Dios que ama a Jerusalén y se
alegra como en día de fiesta. Esta misma llamada a
la alegría la encontramos en la segunda lectura,
en la que Pablo exhorta a los filipenses a estar
siempre alegres en el Señor, pues Él está cerca.
Esta cercanía del Señor trae tranquilidad, pues ya
nada nos debe preocupar ya que Dios nos escucha
siempre, y trae también la paz. También nosotros,
que estamos preparando la venida del Señor, hemos
de vivir alegres, pues Dios nos trae la salvación,
la paz, y ya no hemos de temer nada. Nosotros, que
estamos preparando el camino al Señor en este
Adviento, hemos de vivir y contagiar esta alegría
por la cercanía de Dios con nosotros.
2.
“¿Qué hemos de
hacer?”. En el
Evangelio de este domingo, continuación del
Evangelio del domingo pasado, varias personas le
preguntan al Bautista qué han de hacer. Juan está
llamando a la conversión para preparar la venida
del Mesías. Y los que le escuchan le preguntan qué
han de hacer para preparar ese camino al Señor.
Con la sencillez propia del Bautista, éste
responde a cada pregunta explicando en qué
consiste la conversión. En primer lugar es la
gente que acude a bautizarse la que le pregunta a
Juan el Bautista “¿entonces, que hacemos?”. La
respuesta es compartir: aquellos que tienen que
compartan con quienes no tienen. En definitiva, se
trata de dejarnos un poco a nosotros mismos para
darnos a los demás. A continuación se acercan los
publicanos y también preguntan a Juan qué han de
hacer, a lo que Juan responde: “no exijáis más de
lo establecido”. Es la justicia lo que pide Juan.
Mientras que a los que venían a bautizarse con
espíritu de conversión Juan les pide la
misericordia y la solidaridad compartiendo sus
bienes, a los publicanos les pide que comiencen
practicando la justicia, no exigiendo a los demás
más de lo que es debido. Finalmente se acercan
unos soldados preguntando también qué han de
hacer, a lo que Juan responde que no hagan
extorsión, que no se aprovechen de su estatus,
sino que se contenten con la paga. En definitiva,
a aquellos que tienen interés por convertirse y le
preguntan a Juan qué han de hacer para ello, éste
les responde con cosas concretas, según la
situación de cada uno. Hoy, también nosotros, que
deseamos convertirnos para preparar el camino al
Señor, le preguntamos a Jesús qué hemos de hacer.
Cada uno de nosotros escuchamos qué quiere Dios de
nosotros. Él no nos pide cosas abstractas, sino
más bien concretas, adaptadas a nuestra vida. ¿Qué
tengo que hacer yo? Es una buena pregunta que
podemos hacernos en este domingo.
3.
“Yo os bautizo
con agua, pero viene el que puede más que yo”.
Juan el Bautista es sólo el precursor. Él no es el
mesías, y cuando algunos le toman como tal, Juan
deja claro que él no lo es, que el Mesías viene
detrás de él. El bautismo de Juan era un bautismo
de conversión, un bautismo simbólico, con agua que
simboliza la pureza y la limpieza. Pero anuncia
que el Mesías, que vendrá después, bautizará con
fuego. También el fuego es símbolo de
purificación, pues el oro, por ejemplo, es
acrisolado a fuego. El fuego es así símbolo del
Espíritu Santo, que purifica nuestros corazones,
que los llena de fuerza en el seguimiento del
Señor. Incluso el Bautista añade que el Mesías
tiene en la mano la horca, una herramienta que se
utilizaba en las labores agrícolas para aventar el
trigo en la era, separando así el trigo de la
paja. Es decir, el Mesías viene a recoger el
fruto, el buen trigo, quemando en nosotros todo
aquello que no sirve.
En este tercer domingo de Adviento, domingo de la alegría,
vivamos el gozo de la cercanía del Señor que viene
a salvarnos. Pero que esta alegría sea no una
alegría fugaz y superficial, sino una alegría en
el Señor, pues Dios viene a nosotros, a traernos
la paz y la confianza en Él. Preparemos esta
venida del Señor dejando atrás todo aquello que es
paja en nuestra vida, para sacar a relucir el buen
fruto que Dios espera de nosotros.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
UN POCO DE ALEGRÍA, POR FAVOR
No es noticia, ya no lo es, que en algunas
ciudades sus regidores (dígase gobernantes) se han
empeñado tanto en simplificar o descristianizar
tanto las luces de estas fechas que, en vez de
luz, dan pues… eso: pena. Parece como si, con la
cantidad de problemas que tenemos, con los
momentos de oscuridad que estamos viviendo,
algunos –los que mandan–
se empeñaran además en quitarnos lo que la
iluminación navideña ha de ser y significar:
alegría.
1.- Un poco de alegría, por favor. ¡Es el Domingo de Gaudete! Y,
la Navidad, porque el Señor viene nos despierta y
nos levanta. No es un júbilo simplón ni
superficial. Sabemos que, el Nacimiento de Cristo,
marcó un antes y un después en la historia de la
humanidad y para aquellos que, lo estamos
preparando en este Adviento, es también una
inyección de optimismo, esperanza, de agrado o de
ilusión: estamos contentos porque, el Señor, sigue
naciendo en el pesebre de la humanidad; aunque,
algunos, se empeñen en vivir de espaldas a Él o,
tal vez, ser más felices e ir de “guay” con el
solsticio de invierno, que con Aquel que es mucho
más que ese cambio, primavera, otoño y hasta el
mismo verano: Jesucristo.
2. Un poco de alegría, por favor. ¡Que viene el Señor! Y este
mundo nuestro es un campo minado por todos los
lados. En la sociedad (donde brota la
desconfianza), en la clase política (cuando se
creen redentores de todo lo humano), de la familia
(que ha dejado mayormente transmisora de la fe) o
en la misma Iglesia (cuando no es fuerte frente a
las pruebas, la crítica o la incomprensión). ¡Cómo
no va a venir el Señor! Necesitamos de su
presencia como aquel hogar en el que, después de
muchos años, volvieron a escucharse las sonrisas a
millares porque había nacido un primogénito. El
mundo, por si lo hemos olvidado, es ese hogar en
el que –desde hace algún tiempo– el laicismo
beligerante y retorcido se empeña en apagar el
llanto o el gorjeo de un Niño que ha sido fuente
de inspiración de poetas, músicos, artistas y del
mismo villancico. No podemos exigir a los que se
empeñan en vivir la Navidad con cara semi-acontecida
que la vivan cristianamente. Ni tan siquiera
podemos pretender que, otros que hablan de
“espíritu navideño”, den un paso adelante y tengan
la experiencia de unos días con Jesús el del
pesebre. Pero ¿y nosotros? ¿Cómo la vivimos? ¿Ya
pregonamos el secreto de la Navidad? El hecho de
que algunas ciudades sean adornadas con aderezos
que no dicen nada y que afean más que embellecen,
no significa el que nosotros no podamos manifestar
hacia fuera lo que, en nuestras casas, se vive por
dentro: el Nacimiento de Cristo. Recuerdo siempre
cuando, en una Navidad en Belén de Palestina, no
había casa donde en la ventana o en el balcón, no
destellara una estrella de cinco puntas
encendidas. SI los cristianos no encendemos la luz
de Navidad, no esperemos que sean los
ayuntamientos (muchas veces sin luz interior
alguna) los que nos recuerden lo qué celebramos en
estos días: ¡La alegría de un Dios que sale a
nuestro encuentro!
3. Los padres de la Iglesia escribieron “Cristo ha venido a
animar una fiesta en el corazón de la humanidad”.
Aquí está “la prueba del nueve” ¿Qué es Jesús para
nosotros? ¿Qué sentimientos y sensaciones produce?
¿Cómo estamos preparando la fiesta de la Navidad?
Hemos comenzado, con toda solemnidad el Año de la
Misericordia (hoy en la mayoría de las Diócesis
del mundo se abrirá la Puerta Santa). ¿No es un
motivo de INMENSA ALEGRÍA que, el gran acto, la
gran apuesta de DIOS por nosotros, el mayor
exponente de su misericordia haya sido
precisamente que se nos ha dado, totalmente, en
Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre?
¿Cómo vamos a responderle a semejante apuesta?
¿Tal vez un poco de alegría? Comencemos pues…a
sonreír. Dios se le merece.
Javier Leoz
www.betania.es
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