¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo,
13 de Febrero de 2022
DOMINGO 6º DURANTE EL AÑO
Jeremías 17, 5-8 / 1 Corintios 15, 12. 16-20
/ Lucas 6, 12-13. 17. 20-26
Salmo Responsorial Sal 1, 1-4. 6
R/. "¡Feliz el que pone en el Señor su confianza!"
Santoral:
San Gregorio II
LECTURAS DEL DOMINGO 13 DE FEBRERO DE 2022
DOMINGO 6º DURANTE EL AÑO
Maldito el que confía en el hombre.
Bendito el que confía en el Señor
Lectura del libro de Jeremías
17, 5-8
Así habla el Señor:
¡Maldito el hombre que confía en el hombre
y busca su apoyo en la carne,
mientras su corazón se aparta del Señor!
Él es como un matorral en la estepa
que no ve llegar la felicidad;
habita en la aridez del desierto,
en una tierra salobre e inhóspita.
¡Bendito el hombre que confía en el Señor
y en Él tiene puesta su confianza!
Él es como un árbol plantado al borde de las
aguas,
que extiende sus raíces hacia la corriente;
no teme cuando llega el calor
y su follaje se mantiene frondoso;
no se inquieta en un año de sequía
y nunca deja de dar fruto.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
1, 1-4. 6
R.
¡Feliz
el que pone en el Señor su confianza!
¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los
malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
R.
Él es como un árbol plantado al borde de las
aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y
cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
R.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.
R.
Si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
15, 12. 16-20
Hermanos:
Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los
muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los
muertos no resucitan?
Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo
resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de
ustedes es inútil y sus pecados no han sido
perdonados. En consecuencia, los que murieron con
la fe en Cristo han perecido para siempre. Si
nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo
solamente para esta vida, seríamos los hombres más
dignos de lástima.
Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el
primero de todos.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Felices ustedes los pobres.
Ay de ustedes los ricos
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
6, 12-13. 17. 20-26
Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó
toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo
de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de
ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles.
Al bajar con éstos se detuvo en una llanura.
Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran
muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de
Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón.
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus
discípulos, dijo:
«¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de
Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre,
porque serán saciados!
¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque
reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien,
los excluyan, los insulten y proscriban el nombre
de ustedes, considerándolos infames a causa del
Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque
la recompensa de ustedes será grande en el cielo!
¡De la misma manera los padres de ellos trataban a
los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su
consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos,
porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque
conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la
misma manera los padres de ellos trataban a los
falsos profetas!»
Palabra del Señor.
Reflexión
DIOS NOS INVITA A CONFIAR EN ÉL
El mensaje cristiano es un mensaje lleno de esperanza. El
Evangelio nos invita constantemente a mirar más
allá de esta vida, pues creemos en un Dios que nos
espera tras la muerte, en la Vida Eterna. Para
ello, Dios nos invita a confiar en Él. Poniendo en
Él nuestro corazón y viviendo como nos enseña en
el Evangelio llegaremos a esta vida dichosa del
Reino de los Cielos. Esta esperanza cristiana
resuena a lo largo de la liturgia de la palabra de
este domingo.
1.
Maldito quien
confía en el hombre; dichoso quien confía en el
Señor. En la
primera lectura de este domingo, el profeta
Jeremías nos sitúa ante una doble tesitura: o
confiar en el hombre o confiar en Dios. Hay que
tener en cuenta que aquí, el profeta Jeremías
entiende por confiar en el hombre el poner toda la
confianza sólo en lo humano, en lo mortal, dando
así la espalda a Dios. Jeremías asegura que la
vida de quien confía sólo en el hombre y se olvida
de Dios será como un desierto árido, donde no
puede crecer la vida. Sin embargo, quien confía en
el Señor será como un árbol lleno de vida, junto a
una corriente de agua, y que no dejará de dar
fruto. Del mismo modo se expresa el salmista en el
salmo de la Eucaristía de este domingo. Queda así
ante nosotros una doble vía, una bifurcación ante
la que hemos de tomar una dirección. Cuántas veces
hemos podido experimentar lo efímera que es la
esperanza que se apoya sólo en lo humano, en lo
mortal. Es una confianza efímera. Sin embargo,
ante esto, Jeremías nos propone la confianza en
Dios, que nunca se acaba. Se convierte así para
nosotros como una corriente de agua que no
termina, que constantemente nutre las raíces del
árbol de nuestra vida. Aunque venga el duro calor
del verano y apriete la sequedad, el árbol
plantado junto a una corriente de agua no se seca
y sigue dando fruto. Si queremos una vida duradera
y fecunda, nuestra confianza ha de estar puesta en
el Señor. Recuerdo aquí la oración tan conocida de
santa Teresa de Jesús: “Todo se pasa, Dios no se
muda. Quien a Dios tiene nada le falta”.
2.
Porque nuestra
recompensa será grande en el cielo.
Pero esa confianza que nos da el Señor no está
fundada en beneficios aquí en la tierra, más bien
al contrario. En el Evangelio de hoy escuchamos
las Bienaventuranzas en la versión de san Lucas,
compuestas por cuatro Bienaventuranzas y cuatro “ayes”.
No es la versión más conocida, pero también nos
muestran el mismo camino: quienes sufren aquí en
la tierra, los pobres, los que tienen hambre, los
que lloran, los perseguidos, serán recompensados
en el Cielo; mientras que los que tienen de todo,
los ricos, los que están saciados, los que ahora
ríen, los que son aplaudidos y aquellos de quienes
todo el mundo habla bien, ya han recibido su
recompensa aquí en la tierra. El mensaje de las
Bienaventuranzas es un mensaje de esperanza en la
Vida Eterna. No se trata de llorar porque sí, o de
pasar hambre sin ningún sentido, o de padecer por
el mero hecho de padecer. Sino que es una llamada
a mirar más allá de la vida aquí en la tierra.
Pues los cristianos esperamos la vida del Cielo.
Esta Vida Eterna tiene un solo camino, que es el
mismo camino que siguió Jesús: la cruz. La cruz,
el sufrimiento, la entrega de la propia vida se
convierten así en el camino que lleva a la Gloria.
Es, en definitiva, seguir las huellas de Cristo,
que no buscó el éxito aquí en la tierra, que no
procuró tener de todo e incluso un poco más, sino
que se reservó todo esto para el Cielo.
3.
Si Cristo no ha
muerto, nuestra fe no tiene ningún sentido.
Cualquiera que pueda estar leyendo esto puede
pensar que es absurdo lo que estamos diciendo.
¿Cómo puede ser que el camino por el que nos lleve
Cristo nos haga sufrir? ¿Cómo puede ser eso de una
vida más allá de la que tenemos aquí en la tierra?
¿Es que podemos esperar algo más de lo que ya
tenemos aquí? La verdad es que, si seguimos
mirando sólo hacia abajo, al suelo, todo esto que
nos propone el Evangelio es un sin sentido. Pero
el cristiano no mira al suelo, sino que mira hacia
lo alto, hacia el Cielo. Cristo ha resucitado.
Ésta es nuestra fe: murió por nosotros y al tercer
día resucitó. Esto es lo que da sentido a todo lo
demás. Entonces sí podemos entender que una vida
de cruz, de sufrimiento, de entrega, puede tener
sentido: pues si Cristo ha muerto y ha resucitado,
nosotros, si morimos cada día a nosotros mismos
también llegaremos a la Vida Eterna con Él.
Entonces sí tiene sentido el mensaje de las
bienaventuranzas.
Que sepamos confiar más en Él para ser así como árboles plantados
al borde de una corriente de agua, el agua de la
esperanza cristiana fundada en la resurrección de
Cristo. Pidamos a Dios en esta Eucaristía que nos
dé una fe grande para poder aceptar los
sufrimientos de esta vida con alegría, pues
tenemos la esperanza de la resurrección.
Francisco Javier Colomina Campos
www.betania.es
DE NOSOTROS DEPENDE…
1.-
Dos caminos nos presenta el evangelio de hoy.
El de la confianza en Dios, que conduce a la
bienaventuranza, y el de la confianza en el
hombre, que conduce a la malaventuranza. Lo
anticipan el profeta Isaías y el Salmo 1: “quien
confía en el Señor es como un árbol plantado junto
a la corriente o junto a la acequia, está frondoso
y produce buen fruto”. Lucas, mucho más radical
que Mateo, ofrece al hombre dos opciones que
conducen a la felicidad o a la infelicidad ¿Por
cuál optamos? De nosotros depende. Todos buscamos
ser felices, dichosos y bienaventurados, ¿por qué
no confiamos en las palabras de Jesús que nos
señala el auténtico camino de la felicidad en el
"Sermón del Llano”? Frente a la felicidad
artificial y engañosa que ofrece el mundo, Jesús
nos promete y hace realidad en nosotros el Reino
de Dios, que nos hace "saltar de gozo". Las
bienaventuranzas proponen un ideal de vida que,
como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad.
En la medida en que seamos capaces de "vivirlas"
estaremos más cerca de Dios. Pero no debemos
desanimarnos si nunca llegamos a la perfección que
este ideal sugiere.
2.-
Otro mundo es
posible. La
felicidad brota de la coherencia de vida y de la
confianza en el Señor que nos librará del
sufrimiento. Son felices las personas pobres. La
pobreza material no es un bien en sí misma, sino
una carencia. No hay que esperar a llegar al
cielo, hay que trabajar ya aquí por la justicia.
Lucas no habla, como Mateo, de "pobres de
espíritu", sino de pobres a secas, es decir
aquellos que están carentes de lo más elemental
para vivir dignamente. Son felices las personas
que ahora tienen hambre, porque revertirá su
situación y quedarán satisfechas. Para ello hay
que luchar incansablemente por la justicia. Son
felices las personas que ahora lloran sin que las
lágrimas dejen rencores en su vida. También son
felices los que son perseguidos por causa del
seguimiento del Hijo del Hombre y permaneces
fieles a Él. El ejemplo de Asia Bibi, mujer
cristiana de Pakistán, encarcelada injustamente
por “blasfema” durante nueve años, nos muestra que
al final triunfa el bien y la verdad. Asia pasó su
primer día como mujer libre, después de nueve años
tras las rejas, “agradeciendo constante y
repetidamente a Dios, que escuchó sus oraciones”.
Los que tienen hambre de justicia, lloran con el
que sufre y son perseguidos por ser consecuentes
con sus ideas y su fidelidad a Dios, son felices
porque Dios está con ellos, no porque en sí la
miseria, el hambre, el llanto o la incomprensión
sean buenos. El cristiano no es un masoquista.
Pero las bienaventuranzas de Lucas testimonian que
Dios está a favor de los débiles y defiende su
causa. Otro mundo es posible y de nosotros depende
construirlo.
3.-
Lucas proclama
también “las malaventuranzas”.
El que acumula bienes injustos, en su interior es
un desdichado. Los satisfechos y egoístas que sólo
piensan en sí mismos, en el fondo son unos
infelices porque han puesto su confianza en sí
mismos en lugar de ponerla en Dios. A Lucas le da
pena su situación, por eso exclama ¡Ay de
vosotros! Jesús invierte el orden de valores de
este mundo, lo pone todo al revés. Por eso su
mensaje es radical y revolucionario. Muchas veces
se ha querido deformar u ocultar la exigencia
radical del Evangelio. Pero sus palabras son
claras, no hay duda de que el que quiera seguirle
tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera,
pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Le
criticarán, se meterán con él, será rechazado…, no
importa, peor sería si todo el mundo hablara bien
de él. Así hubo muchos falsos profetas en Israel
que hacían componendas para salir del paso. El
cristiano debe ser valiente y afrontar el riesgo
que supone seguir a Jesús de Nazaret. Él es el que
nos llena plenamente.
José María Martín OSA
www.betania.es
LOS SENTIDOS VERTICAL Y HORIZONTAL DE LAS
“BIENAVENTURANZAS”
1.-
Él, levantando
los ojos hacia sus discípulos, les decía:
Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el
reino de Dios. Bienaventurados… Bienaventurados
vosotros cuando os odien los hombres, os insulten
os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro
nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra
recompensa será grande en el cielo.
Lo primero que debemos decir es que Jesús dice sus
bienaventuranzas dirigiéndose directamente a sus
discípulos. Y da a sus palabras un doble sentido:
horizontal y vertical. Les dice a sus discípulos
que se consideren felices por ser pobres, por
pasar hambre, por ser odiados, proscritos y
perseguidos, porque, al hacerlo por causa del Hijo
del hombre, su recompensa será grande en el cielo.
Creo que esto se deduce directamente del relato
evangélico, según el texto de Lucas. Jesús vino a
predicar el Reino de los cielos y les dice a sus
discípulos que ellos lo poseerán, que van por buen
camino, porque al hacer todo siguiendo a él, al
ser discípulos suyos, recibirán de Dios el mismo
premio que el Padre le tiene reservado a él.
Pensando ahora en nosotros, en los cristianos del
este siglo XXI, debemos preguntarnos: ¿en qué
sentido debemos predicar hoy las
<bienaventuranzas>? Evidentemente, debemos decir
que si somos buenos discípulos de Cristo también
nosotros heredaremos el reino de los cielos. Pero,
lo que no podemos hacer hoy es decir a los pobres,
a los que pasan hombre, a los que sufren, a los
que son perseguidos… que se consideren felices y
bienaventurados precisamente por el hecho de ser
pobres y pasar hambre, y sufrir, y ser
perseguidos, porque eso es señal clara de que
serán felices en el cielo. Lo primero que tenemos
que hacer hoy los que no somos materialmente
pobres, ni pasamos hambre, ni sufrimos, ni somos
perseguidos, es hacer lo posible por nuestra parte
para que la gente no sea pobre en ningún sentido,
ni material, ni social, ni espiritualmente, y para
que no pase hambre, ni sufra, ni sea perseguida
injustamente. Después de hacer esto, claro,
también debemos hacer lo posible para que toda la
gente sea discípula de Jesús y vaya al cielo. Es
decir, que, en nuestra predicación de las
Bienaventuranzas, hoy, debemos saber distinguir el
sentido horizontal y el sentido vertical.
2.-
Esto dice el
Señor: maldito quien confía en el hombre, y busca
el apoyo de las criaturas, apartando su corazón
del Señor. Ya
sabemos que el profeta Jeremías sufrió calumnias y
persecuciones de sus conciudadanos por decir lo
que el Señor le mandaba decir. Todos nosotros, en
algunos momentos de nuestra vida, podemos sentir
la tentación de fiarnos más de lo que nos dicen
los hombres –medios de comunicación social,
políticos, economistas, etc.- que lo que nos dice
el evangelio y nuestra conciencia cristiana. Por
supuesto que, en algunos momentos, tenemos que
fiarnos de lo que nos dicen algunas personas,
porque de lo contrario sería imposible vivir en
sociedad. Pero nunca debemos apartar nuestro
corazón del Señor, ni en los peores momentos de
nuestra vida. Para nosotros, como cristianos, el
evangelio y nuestra conciencia cristiana deben
estar siempre por encima de todo lo demás. Como
hizo el profeta Jeremías, como hizo el mismo
Cristo, tenemos que saber que precisamente por ser
fieles al Señor en más de una ocasión tendremos
que dejar de confiar en el hombre. Como nos dice
el salmo responsorial: siempre debemos sentirnos
dichosos por poner nuestra confianza en el Señor.
3.-
Si hemos puesto
nuestra confianza en Cristo sólo en esta vida,
somos los más desgraciados de toda la humanidad.
Hoy no toca hablar de la resurrección, pero sí, la
fe en la resurrección es una fe fundamental para
poder vivir como auténticos cristianos, sobre todo
en determinados momentos de nuestra vida, cuando
esta vida nos resulte demasiado difícil y costosa.
La fe en la resurrección debe animarnos siempre,
pero sobre todo en los momentos más duros de
nuestra vida.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
¿CONFÍAS
EN DIOS? ¡QUE SE NOTE!
No es fiéis del que de nadie se fía. Arturo Graf
(1848-1913) Escritor y poeta italiano El mundo, lo
miremos por donde lo miremos, anda deficitario en
confianza. Como mucho, cada uno, descansa y pone
recursos, ideales o éxito en sí mismo. Pero ¿y los
sistemas de nuestra sociedad? ¿En quiénes tienen
depositado su victoria, sus resultados, su
aparente felicidad?
1.- La confianza en Dios no es caer la inactividad
o dejadez. Entre otras cosas, la confianza en
Dios, implica –además de abandonarnos en El–
plantearnos pequeñas metas que denoten que somos
de los suyos, que Dios no es una simple quimera o
un sueño fugaz. Que es Alguien que lo sentimos
cercano a nuestra vida y a nuestra realidad.
Alguien, con cierta razón, llegó a decir: “la
confianza en Dios es la mayor prueba que le
podemos dar de que somos sus hijos”. Y hoy, por si
no nos queda suficientemente claro, Jesús nos
señala unos caminos para llevarnos hasta Dios: es
el mensaje denso pero nítido de las
bienaventuranzas.
2. - ¿Confías en Dios? No pongas tu centro
en el dinero. Tampoco digas que “no es
importante”. Entre otras cosas porque, puedes
engañar a algunos de los que te rodean, pero a no
Dios que siempre ve en lo escondido.
¿Confías en Dios?
No te preocupes si no posees todo aquello que tú
desearías alcanzar para una felicidad completa. Un
día, en el abrazo saciativo que Dios te dará,
entenderás muchas cosas.
¿Confías en Dios?
No olvides las lágrimas. Sé solidario. No te
justifiques sobre el mal del mundo con un “yo no
puedo hacer nada”. Que tu llanto sea sinónimo de
tu solidaridad con los que más sufren.
¿Confías en Dios?
Da razón de tu esperanza. No escondas tu carnet de
identidad cristiano. El Señor puso por nosotros su
cara en una cruz. ¿Por qué nos cuesta tanto a
nosotros dar testimonio de que somos cristianos o
católicos?
¿Confías en Dios?
Si a Él lo insultaron antes, subiendo y estando
colgado en la cruz... ¿pretendes, pretendemos ser
más que el Maestro? A veces, cuando no somos más
increpados, tendríamos que preguntarnos si no será
porque presentamos de una forma, demasiado dulce o
descafeinado el mensaje del Evangelio.
¿Confías en Dios?
No anhelemos puestos de primera o reconocimiento
público por parte de instituciones políticas,
económicas, culturales o sociales. Nuestra
recompensa, y que no sea un tópico, está en el
cielo. Hacia él, donde habita la gloria de Dios,
vamos caminando con el espíritu de las
bienaventuranzas.
3.- Seguimos acompañando al Señor en su vida
pública. Hay cosas de su evangelio que nos
seducen, otras nos escandalizan. Existen palabras
de Jesús que nos reconfortan, otras nos producen
vértigo, esperanza o deserción. Pidamos al Señor
que nuestra confianza la tengamos puesta siempre
en El y, Jesús, nos dará la fuerza necesaria para
perseverar y alcanzar esa riqueza de contemplar
cara a cara al mismo Dios. Que la próxima cuaresma
nos ayude a poner en el corazón de nuestra vida a
ese Cristo que se fía de nosotros y camina junto a
nosotros para salvarnos. ¿Confiamos en El?
¡Vayamos con El!
Javier Leoz
www.betania.es
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