¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 2 9
de Octubre de 2023
DOMINGO
30°
DURANTE
EL AÑO
Éxodo 22, 20-26 / 1 Tesalonicenses 1, 5c-10 /
Mateo 22, 34-40
Salmo Responsorial Sal 17, 2-4. 47. 51ab
R/. "Yo te amos, Señor, mi fortaleza"
Santoral:
San Narciso, San Marcelo el Centurión,
Santa Ermelinda y Beato Miguel Rúa
LECTURAS DEL DOMINGO 29 DE OCTUBRE DE 2023
DOMINGO
30 °
DURANTE
EL AÑO
Si hacen daño a la viuda y al huérfano,
mi ira arderá contra ustedes
Lectura del libro del Éxodo
22, 20-26
Éstas son las normas que el Señor dió a Moisés:
No maltratarás al extranjero ni lo oprimirás,
porque ustedes fueron extranjeros en Egipto.
No harás daño a la viuda ni al huérfano. Si les
haces daño y ellos me piden auxilio, Yo escucharé
su clamor. Entonces arderá mi ira, y Yo los mataré
a ustedes con la espada; sus mujeres quedarán
viudas, y sus hijos huérfanos.
Si prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al
pobre que vive a tu lado, no te comportarás con él
como un usurero, no le exigirás interés.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo,
devuélveselo antes que se ponga el sol, porque ese
es su único abrigo y el vestido de su cuerpo. De
lo contrario, ¿con qué dormirá? Y si él me invoca,
Yo lo escucharé, porque soy compasivo.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
17, 2-4. 47.
51ab
R.
Yo te amo, Señor, mi fortaleza.
Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi
libertador.
R.
Mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.
R.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación!
Él concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido.
R.
Ustedes
se convirtieron, abandonando los ídolos,
para servir a Dios y esperar a
su Hijo
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Tesalónica
1, 5c-10
Hermanos:
Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al
servicio de ustedes. Y ustedes, a su vez, imitaron
nuestro ejemplo y el del Señor, recibiendo la
Palabra en medio de muchas dificultades, con la
alegría que da el Espíritu Santo. Así llegaron a
ser un modelo para todos los creyentes de
Macedonia y Acaya.
En efecto, de allí partió la Palabra del Señor,
que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas
partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en
Dios, de manera que no es necesario hablar de
esto. Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han
recibido y cómo se convirtieron a Dios,
abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y
verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde
el cielo: Jesús, a quien Él resucitó de entre los
muertos y que nos libra de la ira venidera.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti
mismo
X Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
22, 34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús
había hecho callar a los saduceos, se reunieron
con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley,
le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál
es el mandamiento más grande de la Ley?»
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu
espíritu. Este es el más grande y el primer
mandamiento. El segundo es semejante al primero:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».
Palabra del Señor.
Reflexión
EL QUE AMA A DIOS Y AL PRÓJIMO CUMPLE LA LEY
ENTERA Y LOS PROFETAS
1.- “Amarás
al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu
alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el
principal y primero. El segundo es semejante a él:
amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y
los profetas. Lo primero que quiero decir es que
lo más original de Jesús en estas frases es que
equipara, declara semejante al mandamiento de amar
a Dios el mandamiento de amar al prójimo. Es
decir, que nadie puede amar cristianamente a Dios
si no ama cristianamente al prójimo y nadie puede
amar cristianamente al prójimo si no ama
cristianamente a Dios. Las palabras “amor” y
“amar” se emplean y se han empleado con múltiples
significados en nuestra vida cotidiana. Por “amor”
o “desamor” se puede matar y salvar, construir o
destruir, ser feliz o desgraciado. Por eso, es
necesario, cuando los cristianos hablamos de amor,
añadir a esta palabra el adjetivo “cristiano”.
Pues bien, dicho esto, es importante que
reflexionemos sobre estas palabras de Jesús: el
mandamiento del amor a Dios y al prójimo sostienen
la Ley entera y los profetas. En este caso, al
decir: amar la Ley entera, se refiera a la Ley
judía expresada principalmente en los libros
bíblicos que componen el Pentateuco. Esto lo
hacían escrupulosamente los fariseos, a los que
Jesús tantas veces criticó. Se trata, pues, de
amar también y cumplir lo que dicen los profetas
bíblicos. A muchos profetas bíblicos: Isaías,
Jeremías, Ezequiel, Daniel, etc. los persiguieron
y a algunos los mataron judíos que se creían
fieles cumplidores de la Ley. Los profetas exigen
no sólo cumplir la letra de la Ley, sino cumplir
con el verdadero espíritu a la Ley, que no es otro
que amar cristianamente a Dios y al prójimo. Es en
este sentido en el que debemos preguntarnos
nosotros, los cristianos, ahora: ¿cumplimos el
mandamiento principal de Jesús, su evangelio,
fijándonos no sólo en la letra, sino en el
espíritu de lo que dice? La ley de Jesús, su
mandamiento nuevo y principal, es amar a Dios y al
prójimo como él nos amó. Si cumplimos no sólo
literal, sino también espiritualmente, este
mandamiento hemos cumplido la ley entera y los
profetas.
2.-
Esto dice el
Señor: no oprimirás al forastero…, no explotarás a
viudas y a huérfanos…, si prestas dinero a mi
pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás
con él un usurero cargándole intereses…
Estos mandamientos de la ley de Dios, contenidos
en el llamado “Código de la Alianza”, nos muestran
maravillosamente el corazón de un Dios justo y
misericordioso. Sí, nuestro Dios es compasivo y
misericordioso, que se erige en juez imparcial con
un amor preferente hacia los más pobres y
marginados. Este debe ser siempre nuestro camino,
el camino cristiano: amar a todos cristianamente y
atender preferentemente a los que más lo
necesitan. Los cristianos no debemos apostar
siempre por los más fuertes y poderosos, sino
mirar con especial predilección a los más débiles
y marginados de la sociedad donde vivimos. Hagamos
un esfuerzo para ayudar como mejor sepamos y
podamos a estas personas que, por las
circunstancias que sea, se encuentran en los
márgenes más apartados y olvidados de la sociedad.
Ya sabemos que no es fácil, pero, como digo, que
cada uno ayude como mejor sepa y pueda y, en
cualquier caso, animemos a las pocas personas que
tan generosamente ayudan.
3.-
Desde vuestra
comunidad, la Palabra del Señor ha resonado no
sólo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes.
Ya quisiéramos nosotros, los cristianos de hoy,
que san Pablo pudiera decirnos a nosotros estas
palabras que dirige, en esta carta, a los primeros
cristianos de Tesalónica. Porque muchas veces
nuestra fe es anodina, se queda dentro de los
muros del templo, sin resonancia en el mundo
exterior. Y, sin embargo, la fe cristiana, nuestra
fe, debe ser elemento de evangelización exterior,
llegar y contagiar a los de fuera. Algo de esto
quiere decir el Papa Francisco cuando habla una y
otra vez de la necesidad de que la Iglesia de
Cristo sea siempre una Iglesia en salida. Esto,
evidentemente, muchas veces no es fácil, debido a
nuestras condiciones muy limitadas por la edad y
por nuestro estilo de vida. Pero debemos
intentarlo, al menos dentro de nuestra familia,
amigos y personas más cercanas. Si la Iglesia de
Cristo debe ser siempre una Iglesia
evangelizadora, procuremos ser también cada uno de
nosotros evangelizador, en la mejor medida que
podamos y sepamos.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
AL FINAL DE LA VIDA SE NOS EXAMINARA DEL AMOR
1.-
"¿Cuál es el
mandamiento principal de la Ley?".
En el evangelio del domingo pasado observamos cómo
los fariseos quieren comprometer a Jesús para que
responda si hay que obedecer a Dios o al Estado.
Jesús aclara que la obediencia a Dios no impide
los derechos de los ciudadanos. En esta misma
línea, los fariseos vuelven al ataque, "para
ponerlo a prueba" con esta pregunta: "¿cuál es el
mandamiento principal de la Ley?". Ellos eran
celosos cumplidores, al menos aparentemente, de
las 613 leyes prescritas para todo buen judío.
Jesús responde con las palabras del Deuteronomio:
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con
toda tu alma y con todo tu ser" (Dt. 6,5), es
decir con las tres facultades que definen la
persona humana. Todo judío, según este texto,
debía poner estas palabras en la frente, atarlas
en su mano, escribirlas en las jambas de su casa.
La novedad de Jesús es asemejar este mandamiento primero al
segundo: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Estas palabras aparecen ya en el capítulo 19 del
libro del Levítico para evitar la venganza y el
rencor contra "los hijos de tu pueblo". Jesús
amplia este amor también hacia el extranjero, e
incluso al enemigo. No por casualidad en el
evangelio paralelo de Lucas viene a continuación
la explicación de qué entiende Jesús como prójimo
en la parábola del Buen Samaritano. Jesús no
invita a ir en contra de la Ley, sino a situarnos
más allá de ella, por encima de ella.
2.-
El amor de Dios
es gratuito y universal.
Los fariseos habían deformado el espíritu inicial
de la Ley. En el Código de la Alianza de la
lectura del Éxodo, semejante a otros códigos
procedentes de Oriente, se especifica la
protección hacia los más débiles: los forasteros,
las viudas, los huérfanos, los pobres que reciben
dinero en préstamo. Está formulado en un sentido
negativo: "no oprimirás, no explotarás..." Pero
todo esto se cumple si hay amor. El amor nace de
Dios porque "Dios es amor". En el salmo 17 se pone
de manifiesto la bondad de Dios: "mi roca, mi
alcázar, mi libertador, mi salvador". El amor de
Dios es gratuito y universal. Ya no hay distinción
entre razas, lenguas o culturas porque Dios es
Padre de todos.
3.- "El
que dice que ama a Dios y odia a su hermano es un
mentiroso". En
una sociedad donde abunda el anonimato, la
soledad, el vacío de cariño, es necesario anunciar
que "Dios es compasivo". No basta con la justicia,
con lo debido, hay que amar, porque el hombre de
hoy necesita ser amado. Podemos gritar la
respuesta del salmo: "Yo te amo, Señor, Tú eres mi
fortaleza". Pero el amor de Dios se hace visible y
concreto en el amor al prójimo. Ya lo dice San
Juan: "el que dice que ama a Dios y odia a su
hermano es un mentiroso" (1 Jn 4,20). Al final de
nuestra vida se nos examinará del amor, no de si
hemos cumplido muchas leyes, o hemos ido mucho al
templo, o si sabemos mucho de religión o de vidas
de santos. Hemos de entender el amor como Cristo
lo entendió: como auto donación, como entrega de
uno mismo. Un amor que es "ágape", fraternidad.
Vivir como hermanos supone asumir un nuevo estilo
de vida, unos valores nuevos que nos llevan a
vivir en comunión con los excluidos, los
marginados, los preferidos de Dios. Quizá nos hace
falta despojarnos de todo el ropaje legalista y
rutilante con que hemos cubierto nuestra fe. En la
Eucaristía celebramos el amor de Dios. Cada vez
que nos reunimos para partir el pan debe avivarse
en nosotros el amor a los necesitados. Esta es la
esencia de nuestra fe.
José María Martín OSA
www.betania.es
¿RESUMIMOS EL EVANGELIO?
En diversas ocasiones los encargados de una
ponencia o los llamados a desarrollar un tema,
suelen concluir con la siguiente coletilla: “en
resumen” o “resumiendo”. También, Jesús de Nazaret,
nos hace una síntesis de todo aquello por lo que
Él se ha movido, ha hablado y actuado: el amor de
Dios en beneficio del hombre. ¿Sirven unas normas
que sean cumplidas sin ser tener en cuenta la
razón por las que se pensaron? ¿Son las leyes, por
lo menos algunas, resorte de los derechos humanos,
paradigma de la dignidad de las personas?
1.- Hoy, en un mundo convulsionado, confundido, complicado y en
el que día a día, una y otra vez, nacen leyes
–consensuadas por una mayoría– en pro del
bienestar, nos podríamos preguntar: ¿Son esas
leyes justas o injustas? ¿Favorecen a todos o a
una minoría? ¿Están encaminadas al bien común o al
bien particular? ¿Están regidas desde la ética y
la moral o desde el simple capricho? El Evangelio
de este día nos da la tónica que ha de llevar en
su vida un cristiano: el amor a Dios y al prójimo
ha de sostener lo que somos, decimos y hacemos.
Los escribas que tentaban a Jesús intentaban desempeñar al
dedillo nada más y menos que 613 mandamientos. Con
ello, sin darse cuenta, miraban tanto al libro que
olvidaban al autor; se fijaban tanto en la letra
que vivían de espaldas al espíritu con el que fue
escrita; adornaban de tal manera su existencia
que, escasamente, percibían el dolor o las
miserias de aquellos que les rodeaban. Porque, la
cuestión, no era quién cumplía más y mejor la Ley.
Jesús pone el dedo en la llaga y les recuerda que,
el amor a Dios, pasa necesariamente por el amor al
prójimo. No nos puede ocurrir como aquel conductor
que presumía de un cumplimiento perfecto del
código de normas del tráfico pero, en esa
obsesión, apenas disfrutaba ni del paisaje que
cruzaba con sus coches en sus numerosos viajes y,
lo que es peor, dejaba a pie de carretera a
personas que necesitaban su auxilio o su atención.
2.- Hoy, sin embargo, me da la impresión que –también este
mandamiento angular del amor– muchos de nosotros,
y también de los que no están en esta Eucaristía,
lo entendemos o lo vivimos a nuestra manera. A
menudo solemos decir y escuchar: “yo amo a Dios y
no necesito de la Iglesia” “yo hago el bien y,
eso, es suficiente”. Y, en estas frases, que
pueden ser pancarta de una gran verdad, también
pueden darse motivos para la autojustificación,
para no beber de las fuentes de la Palabra o,
incluso, para amar a Dios y al prójimo…pues eso…”a
nuestra manera” pero no “a la manera de Dios”. ¿No
os parece que esto es así?
--Cuando decimos “yo amo a Dios”
¿Lo hacemos con todas las consecuencias, en todo y
sobre todo?
--Cuando presumimos de hacer el bien
¿Lo hacemos sin distinción, todos los días y a
todas las horas como Dios mismo nos ama?
--Cuando, en un intento de posicionarnos al margen de la vivencia religiosa, solemos afirmar que “lo importante es
hacer el bien” ¿no os parece que, en el fondo, se
esconde una ideología en la que Dios cuenta poco o
nada?
3.- Sí, hermanos. De sobra sabemos que amar a Dios y al prójimo
es el resumen o la síntesis de todo el evangelio.
Pero, cuando uno descubre el amor que Dios nos
tiene (y, en contrapartida, el amor que hemos de
ofrecer a los demás) es cuando cae en la cuenta
que, el resto de los mandamientos, apuntalan todo
ese edificio amoroso en el que conviven, disfrutan
y se encuentran el amor divino con el amor humano.
O dicho de otra manera: quien ama a Dios, sobre todas las cosas y
quien se vuelca en el prójimo como en uno mismo es
porque, a la fuerza, cumple a la perfección el
resto de los mandamientos. ¿O no?
Javier Leoz
www.betania.es
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