¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 10 de Octubre de 2021

DOMINGO 28° DURANTE AL AÑO

Sabiduría 7, 7-11 / Hebreos 4, 12-13

/ Marcos 10, 17-30

Salmo Responsorial, Sal 89, 12-17

R/. "Señor, sácianos con tu amor"

 

Santoral:

Santo Tomás de Villanueva y San Virgilio

 

LECTURAS DEL DOMINGO 10 DE OCTUBRE DE 2021

 

DOMINGO 28° DURANTE AL AÑO

 

Tuve por nada las riquezas en comparación con la Sabiduría

 

Lectura del libro de la Sabiduría

7, 7-11

 

Oré, y me fue dada la prudencia,

supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría.

La preferí a los cetros y a los tronos,

y tuve por nada las riquezas en comparación con ella.

No la igualé a la piedra más preciosa,

porque todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena;

y la plata, a su lado, será considerada como barro.

La amé más que a la salud y a la hermosura,

y la quise más que a la luz del día,

porque su resplandor no tiene ocaso.

Junto con ella me vinieron todos los bienes,

y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable.

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                  89, 12-17

 

R.    Señor; sácianos con tu amor

 

Enséñanos a calcular nuestros años,

para que nuestro corazón alcance la sabiduría.

¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...?

Ten compasión de tus servidores. R.

 

Sácianos en seguida con tu amor,

y cantaremos felices toda nuestra vida.

Alégranos por los días en que nos afligiste,

por los años en que soportamos la desgracia. R.

 

Que tu obra se manifieste a tus servidores,

y que tu esplendor esté sobre tus hijos.

Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;

que el Señor, nuestro Dios,

haga prosperar la obra de nuestras manos. R.

 

 

 

La Palabra de Dios discierne los pensamientos

y las intenciones del corazón

 

Lectura de la carta a los Hebreos

4, 12-13

 

Hermanos:

La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de Aquél a quien debemos rendir cuentas.

 

Palabra de Dios.

 

 

 

EVANGELIO

 

Vende lo que tienes y sígueme

 

a    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Marcos

10, 17-30

 

Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia Él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»

Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre».

El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».

Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.

Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!»

Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».

Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»

Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para El todo es posible».

Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna».

 

Palabra del Señor.

 

 

Reflexión

 

EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY NO NOS HACE AUTOMÁTICAMENTE PERFECTOS

1.- Se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le pregunto: ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: Ya sabes los mandamientos… Él replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño. Jesús se le quedó mirando y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, dale el dinero a los pobres… y luego sígueme… Él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. La escena evangélica de este hombre que se quería asegurar la vida eterna la conocemos todos. Sin duda, se trataba de una persona buena, que cumplía todas las normas religiosas establecidas y que quería saber si con eso heredaría la vida eterna. La pregunta se la hace a Jesús, sin duda porque veía en él –Maestro bueno– algo que no veía en los demás maestros de la Ley judía. También muchos de nosotros podríamos hacernos a nosotros mismos esta misma pregunta: yo, ni robo, ni mato, voy a misa todos los domingos y hago lo que la Iglesia manda, ¿me salvaré? Es decir: ¿el cumplimiento literal de las normas religiosas es suficiente para salvarse? La respuesta que dio Jesús a este judío, fiel cumplidor de la Ley, que se lo preguntó, fue, rotundamente, negativa. Debemos suponer, por tanto, que a nosotros nos respondería lo mismo: podemos ser buenos cumplidores de la Ley religiosa y, no obstante, no ser buenos cristianos. ¿Qué nos falta? El desprendimiento total de aquellas cosas que nos impiden seguir del todo a Jesús. ¿Qué cosas son estas? Cada uno de nosotros, en un sincero examen de conciencia, debemos descubrirlo.

2.- Qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero… Los discípulos se espantaron y comentaban: entonces, ¿quién puede salvarse? Se ve que los discípulos entendieron perfectamente la respuesta de Jesús al hombre rico. Ellos no se veían ricos en dinero, sino muy apegados al dinero, como la mayor parte de las personas que ellos conocían. Por eso, preguntaron, tan asustados: entonces, ¿quién puede salvarse? El hombre rico no es que no pudiera alcanzar la vida eterna por ser rico, sino por no atreverse a poner todas sus riquezas al servicio del reino de Dios. Por poner el dinero en primer lugar en su vida. Es decir, que el dinero no debe mandar nunca en nuestra vida, no debe ser nunca lo primero, sino estar siempre al servicio de los valores del reino de Dios.

3.- Invoqué y vino a mí el espíritu de la sabiduría. La preferí a cetros y tronos y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. La quise más que la salud y la belleza y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Estas palabras del libro de la Sabiduría son palabras atribuidas al rey Salomón, al que la tradición judía consideró siempre como prototipo de persona sabia. No olvidemos que la palabra sabiduría, en sentido bíblico, no significa tener mucha ciencia o conocimientos. La palabra sabiduría, en la biblia, hace referencia a nuestras relaciones personales con Dios, con nosotros mismos y con el prójimo. Puede uno ser ignorante científicamente y sabio bíblicamente. ¿Qué debe, pues, significar para nosotros tener a la sabiduría por luz que guíe nuestra vida? Pues que busquemos siempre en nuestras relaciones personales con Dios, con nosotros mismos y con el prójimo poner en primer lugar la verdad, la bondad y el amor de Dios por encima de todo lo demás, incluida la salud, el dinero y la belleza. Esto no es algo fácil de hacer, porque nuestras tendencias naturales nos dicen que lo primero es la salud, el dinero y el amor. Poner la sabiduría como lo primero que debemos intentar seguir siempre en nuestra vida nos exigirá vivir en un continuo examen de conciencia. Cristo no puso lo primero en su vida la salud, el dinero y la belleza, sino el cumplimiento de la voluntad de su Padre. Hagamos nosotros lo mismo, aunque nos cueste.

4.- La palabra de Dios es viva y eficaz. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Más de una vez, en el evangelio, Jesús nos dice que es del corazón de donde sale lo bueno o lo malo que hay en el ser humano. Purifiquemos, pues, nosotros nuestro corazón, pidiendo a Dios que nos dé un corazón bueno, manso, humilde y misericordioso, como el corazón de Cristo. Nada se escapa a la mirada de Dios, porque Dios ve dentro de nosotros, lo que hay dentro de nuestro corazón. Nuestras acciones externas no siempre salen del corazón; hay, a veces, mucho fariseísmo en nuestras vidas. Por eso, cuando nos juzguemos a nosotros mismos y a los demás, dejemos que sea Dios el que nos juzgue a todos. Sólo él sabe cómo somos de verdad.

 

Gabriel González del Estal

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JESÚS NOS INVITA A SEGUIRLE SIN ATADURAS

1.- El dinero no es un valor. Es sabio aquél que encuentra la auténtica felicidad. Nos lo recuerda hoy el Libro de la Sabiduría. Sin embargo, hoy fácilmente se vincula la felicidad a la posesión frenética de bienes. Pero la experiencia nos dice que esto no es verdad, no es posible que los bienes materiales nos llenen del todo. Es verdad que para el judaísmo la riqueza es signo de la bendición de Dios y recompensa a la piedad. Sin embargo, las palabras de Jesús son un camino nuevo, que está en contradicción con las creencias aprendidas por el joven del evangelio desde su niñez sobre la relación entre piedad y felicidad. El Reino de Dios es la alternativa que Jesús propone para todo el que quiera ser cristiano. Se desarrolla en el presente y tendrá su culminación en el futuro. Este texto no es para quien quiera ser más perfecto. Jesús habla para todo el que quiera ser cristiano. No se es cristiano por cumplir los mandamientos. Lo específico del cristiano no se mueve en el campo de la ética, de los mandamientos, de la conciencia: éste es el campo común a todo ser humano. La salvación está al alcance de todo ser humano, con tal de que siga las normas de su conciencia. Según este texto, ser cristiano es vivir un modelo de vida distinto de los habituales. Entrar en el Reino de Dios, es decir en la alternativa que Jesús propone, es vivir un tipo de vida en el que el dinero no es un valor. Esto sólo es posible en la medida en que se descubre otro valor radical: Dios. El descubrimiento de Dios lleva a un modelo de vida fraterno, realmente nuevo. Pertenecer al Reino significa fundamentalmente haber descubierto a Dios. A Dios se le descubre sólo como Padre. Consecuentemente, los demás hombres son hermanos míos.

2.- El peligro de las riquezas. Podemos suponer que este joven era un rico terrateniente. Le dice Jesús que cumpla los mandamientos. Da por sabido que el joven ya los conoce, y, a título de ejemplo, se limita a nombrar los que se refieren a los deberes con el prójimo. No se puede dudar de la sinceridad y de la honradez de este joven, que cumple efectivamente las normas generales de la Ley y no se contenta con ello. Por eso Jesús le mira con complacencia y con amor. Según la doctrina judía, el que daba limosna adquiría un tesoro en el cielo. Por lo tanto, la riqueza era una oportunidad para que un hombre piadoso y rico pudiese ganarse el cielo más fácilmente que los pobres. Pero Jesús propone a este joven que haga todas las limosnas a la vez y se haga a sí mismo pobre. Porque las riquezas para Jesús, lejos de ser una ayuda, son un estorbo para los que quieren entrar en el Reino de Dios. Nos separan de Dios y de los demás, nos convierten en personas autosuficientes, que no necesitan a Dios ni a los hermanos. Lo peor es que algunas riquezas han sido adquiridas injustamente….

3.- Jesús nos invita a seguirle. Le dice al joven: “sígueme". Más allá del cumplimiento de los mandamientos, más allá de las obras de caridad o de limosnas, más allá, incluso, de la pobreza voluntaria, hay un camino, comienza el camino de Jesús y de los que le siguen. La pobreza es una condición necesaria para recorrer ese camino, pero no basta para recorrerlo. El voto de pobreza no sitúa a los religiosos en "estado de perfección" entre otras razones, porque la perfección cristiana no es un estado, sino una meta, una vocación y un camino que han de seguir todos los discípulos de Jesús. Sólo el cumplimiento de este camino, que es el seguimiento de Jesús, saca al hombre de casa y de sí mismo para que se encuentre consigo en Jesucristo y, por Jesucristo, con los hombres, sus hermanos, y con el Padre. Seguir a Jesús no es propiamente "imitarle", haciendo exactamente lo que él hizo, sino hacer lo que cada uno tiene que hacer, pero como lo hizo Jesús, esto es, viviendo para los demás. Todos los ideales de este joven rico se vienen abajo ante la dificultad de cumplir la condición necesaria. No tuvo valor para dejar las riquezas. Prefirió seguir el camino de los fariseos, que veían en las riquezas una señal de la propia justicia –un premio de Dios a los justos– y un medio para acrecentarla haciendo limosnas ¿No es esto lo que hacemos muchas veces nosotros?

 

José María Martín OSA

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SEGUIMIENTO DE JESÚS, LA PALABRA DE DIOS:

Cada domingo nos reunimos los cristianos alrededor del altar para celebrar nuestra fe. Celebramos el amor de Dios, que se nos da en el pan de la Eucaristía. Pan compartido, Cuerpo entregado que comulgamos y que nos invita a hacer nosotros lo mismo dando lo que somos y lo que tenemos, como le pidió Jesús al joven rico del pasaje del Evangelio de hoy. Pero es necesario primero escuchar la palabra de Dios y dejar que ésta llegue hasta el fondo de nuestra vida. Es la palabra de Dios la que nos cambia, la que nos llama y nos hace capaces de seguir a Jesús.

1. Cuando escuchamos la palabra de Dios, no estamos escuchando una palabra más, como si fuese una especie de instrucción. No es tampoco una biografía de un tal Jesús de Nazaret. No es una palabra muerta que quizá nos puede parecer muy interesante, o de la que podemos sacar alguna enseñanza para nuestra vida. Cuando escuchamos la palabra de Dios estamos escuchando una palabra que es viva y eficaz, que actúa en nuestra vida, que es capaz de transformarnos y de cambiar nuestro corazón. Si leemos un texto de un teólogo, o algún escrito de un santo, por muy importante que sea y por muy interesante que nos parezca, no es palabra viva. Puede movernos a actuar de algún modo, o hacernos ver algo de forma distinta. Pero no deja de ser una palabra humana. Sin embargo, la palabra de Dios está viva, cambia, transforma. De hecho, la palabra de Dios es la que convoca a la asamblea de los cristianos cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía. La palabra de Dios no se lee en la Misa, como podríamos leer cualquier otro texto, sino que la palabra de Dios se proclama para ser escuchada, para que entre a través de nuestros oídos y llegue hasta nuestro corazón para transformarlo. Pero es necesario que dejemos que la palabra de Dios penetre en nuestra vida. Nos dice el autor de la carta a los Hebreos que la palabra de Dios es cortante como espada de doble filo, que entra hasta los más profundo de nuestro ser. Por ello es necesario que nos quitemos cualquier escudo que impida a la palabra de Dios entrar en nosotros. También es necesario leer con frecuencia la palabra de Dios. A veces tenemos la tentación de leer el comienzo de un fragmento del Evangelio, y como ya casi nos sabemos de memoria, el texto cerramos la Biblia y nos conformamos simplemente con recordar lo que dice. Es necesario que leamos siempre el texto, aunque nos lo sepamos de memoria, para así dejar que la palabra de Dios actúe en nosotros. Esto nos puede suceder por ejemplo con el pasaje del Evangelio de este domingo.

2. En el Evangelio de hoy, se acerca un hombre a Jesús, un hombre que era rico. Este hombre, cuyo nombre no aparece en el Evangelio, pregunta al Maestro qué hay que hacer para heredar la vida eterna. Era muy buena y muy santa la intención de este hombre. Jesús comienza pidiéndole lo más elemental, lo que nos pide a todos los cristianos, que cumpla los mandamientos. Aquel hombre ya cumplía todos los mandamientos. Puede parecernos que era un hombre santo, un discípulo perfecto. Sin embargo, Jesús siempre da un paso más, siempre nos pide algo más de lo que ya damos. Por eso a continuación le pide: “Vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”. Jesús le pide que deje atrás aquello que le ata a la tierra y que por tanto no le deja seguirle. Sin embargo aquel hombre no fue capaz de hacerlo. No era el problema el tener muchos bienes. El problema era que no fue capaz de dejarlo todo para seguir a Jesús. Aquel hombre se entristece, se da media vuelta y se aleja de Jesús. Y es que el alejarse de Dios da siempre tristeza. Por eso es hermoso ver cómo hay gente que sí ha sido capaz de dejarlo todo por Cristo y vive con felicidad, con alegría.

3. Siguiendo con la misma idea del Evangelio, la primera lectura nos presenta a la Sabiduría como imagen del mismo Dios. El autor de este libro afirma que prefiere la Sabiduría a todos los bienes del mundo: cetros, tronos, riqueza, la piedra más preciosa, plata, salud, belleza, pues sabe que con la sabiduría recibirá riquezas incontables, mucho mayores que las de este mundo. Así lo explica Jesús a sus discípulos cuando les dice que todo el que deja casa, familia y tierras por Él y por su Evangelio recibirá cien veces más aquí en este tiempo, aunque con persecuciones, y les promete la vida eterna en el futuro. Así contrasta la actitud del hombre rico con la de los apóstoles, que sí han dejado todo, como dice Pedro, para seguir a Jesús.

Nos cuesta creer de verdad que si dejamos todo por Dios tendremos más de lo que damos. Sin embargo hoy Jesús nos lo asegura. Que esta palabra entre de verdad en nuestra vida, como espada de doble filo, nos transforme, nos desapegue de todo aquello que nos impide seguir al Señor, y nos deje las manos y el corazón libres para seguirle.

 

Francisco Javier Colomina Campos

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