¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 5 de Setiembre de 2021
DOMINGO 23° DURANTE EL AÑO
Isaías 35, 4-7a / Santiago 2, 1-7
/ Marcos 7, 31-37
Salmo Responsorial, Sal 145, 7-10
R/. "¡Alaba al Señor, alma mía!"
Santoral:
San Lorenzo Justiniano, Santa Raisa,
Santos Pedro Nguyen Van Tu y José
Hoang Luong Canh
LECTURAS DEL DOMINGO 5 DE SETIEMBRE DE 2021
DOMINGO 23°
DURANTE
EL AÑO
Se despertarán los oídos de los sordos
y la lengua de los mudos gritará de júbilo
Lectura del libro de Isaías
35, 4-7a
Digan a los que están desalentados:
«¡ Sean fuertes, no teman:
ahí está su Dios!
Llega la venganza, la represalia de Dios:
Él mismo viene a salvarlos».
Entonces se abrirán los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos,
entonces el tullido saltará como un ciervo
y la lengua de los mudos gritará de júbilo.
Porque brotarán aguas en el desierto
y torrentes en la estepa;
el páramo se convertirá en un estanque
y la tierra sedienta en manantiales.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 145, 7-10
R.
¡Alaba al Señor, alma mía!.
El Señor hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.
R.
El Señor abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados.
El Señor ama a los justos,
y protege a los extranjeros.
R.
Sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión, a lo largo de las
generaciones.
R.
¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres
para hacerlos herederos del Reino?
Lectura de la carta de Santiago
2, 1-7
Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor
Jesucristo glorificado, no hagan acepción de
personas.
Supongamos que cuando están reunidos, entra un
hombre con un anillo de oro y vestido
elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro
pobremente vestido. Si ustedes se fijan en el que
está muy bien vestido y le dicen: «Siéntate aquí,
en el lugar de honor», y al pobre le dicen:
«Quédate allí, de pie», o bien: «Siéntate a mis
pies», ¿no están haciendo acaso distinciones entre
ustedes y actuando como jueces malintencionados?
Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha
elegido a los pobres de este mundo para
enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del
Reino que ha prometido a los que lo aman?
Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No
son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes
y los hacen comparecer ante los tribunales? ¿No
son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan
hermoso que ha sido pronunciado sobre ustedes?
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
7, 31-37
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por
Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando
el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le
pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo
separó de la multitud y, llevándolo aparte, le
puso los dedos en las orejas y con su saliva le
tocó la lengua; Después, levantando los ojos al
cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa:
«Ábrete». Y en seguida se abrieron sus oídos, se
le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Jesús les mandó insistentemente que no dijeran
nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más
lo proclamaban y, en el colmo de la admiración,
decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los
sordos y hablar a los mudos».
Palabra del Señor.
Reflexión
LA ESPERANZA CRISTIANA EN UN DIOS QUE SALVA A LOS
DESVALIDOS
1.-
Le presentaron un
sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden
que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió
los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la
lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y dijo: “Effeta”,
esto es “ábrete”. Y, al momento se le abrieron los
oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba
sin dificultad. Las tres lecturas de este domingo
–profeta Isaías, apóstol Santiago, evangelio según
san Marcos– hablan de un Dios que manifiesta una
indudable preferencia por las personas más
necesitadas: ciegos, cojos, enfermos, pobres,
personas marginadas por su condición física,
social o religiosa. A todas estas personas Dios
quiere salvarlas de sus desvalimientos. No habla
aquí de una salvación eterna, después de esta vida
temporal, no, se trata de salvarlas, socorrerlas,
aquí en nuestra tierra y en la sociedad en la que
viven. Socorrer y curar a los cojos, ciegos,
mudos, pobres, marginados, en la sociedad en la
que viven. Pues bien, esto es lo que tenemos que
hacer nosotros en nuestra sociedad, en la medida
de nuestras posibilidades. Es evidente que no
podremos salvar la vida de todos los enfermos, ni
acabar con todos los pobres y marginados del mundo
en el que nosotros vivimos. Pero todos nosotros
tenemos alguna posibilidad de ayudar para que el
orden y la situación de nuestro mundo sea un poco
más justo y menos desigual. Ayuda social, o ayuda
económica, o religiosa, Con nuestro dinero, con
nuestra oración, con nuestra ayuda personal,
cuando esto sea posible. No pensemos, en primer
lugar, en un mundo lejano al nuestro, al que
nosotros no podemos llegar; pensemos en un mundo,
en una sociedad a la que, de alguna manera,
nosotros tenemos acceso. Pensemos, sí, en primer
lugar, en nuestra propia familia, en nuestros
amigos y conocidos, en el pueblo, ciudad y nación
donde vivimos. Y en los pobres y marginados de
otros lugares a los que nosotros, de alguna manera
tenemos posibilidad de llegar con nuestro dinero,
con nuestra oración, con nuestra presencia y
acción personal concreta. Pensemos siempre con
cierta preferencia y amor en las personas que más
nos necesitan, estén donde estén y a las que
nosotros de alguna manera podamos llegar. Esto
hizo Jesús de Nazaret mientras vivió aquí en la
tierra.
2.- Decid a los cobardes de corazón: “sed fuertes, no temáis.
Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene
en persona, resarcirá y os salvará”. En este
texto, el profeta Isaías habla a personas
–cobardes de corazón– que viven sin esperanza en
los poderosos de la tierra y sin esperanza en un
Dios que venga a salvarlos. Y el profeta, en
nombre de Dios, les dice que tengan esperanza y
confíen en Dios, porque Dios sí va a venir en
persona a salvarlos: despegará los ojos del ciego,
abrirá los oídos de los sordos, hará que los cojos
salten como ciervos y la lengua de los mudos
cantará. Se refiere directamente al pueblo de
Israel que sacudirá el yugo de la esclavitud y
hará de Israel un pueblo libre y poderoso.
Nosotros, los cristianos, siempre hemos aplicado
este texto al Mesías verdadero, al Dios encarnado
en Cristo. El Dios encarnado en Cristo nos salvará
de nuestras miserias y desvalimientos. No siempre
nos va a salvar de nuestras miserias y
desvalimientos corporales, pero siempre la fe en
Cristo, Cristo Jesús mismo, nos va a dar ánimo
espiritual para vencer espiritualmente nuestras
miserias y problemas, tanto físicos como
espirituales. Seamos nosotros, además, personas
que, en nombre y con el poder de Cristo, ayudemos
a las personas enfermas y necesitadas a ser
espiritualmente fuertes, que confíen en la
salvación de un Dios que quiere salvarnos a todos.
3.- No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo con el
favoritismo. Se ve que en tiempos del apóstol
Santiago ya existía el vicio del favoritismo, el
vicio del nepotismo, del que, a lo largo de los
siglos, tanto practicó la Iglesia católica,
después del tiempo del emperador Constantino. Hoy,
afortunadamente, nuestra Iglesia, en concreto
nuestro Papa Francisco, está recuperando el amor y
la preferencia por los más pobres y desvalidos.
Tratemos nosotros, los católicos de a pie, de
imitar a nuestro Pontífice. Y por este renacer de
nuestra Iglesia, en su amor a las personas más
necesitadas, digamos con el salmo responsorial:
“Alaba, alma mía al Señor… que hace justicia a los
oprimidos, da pan a los hambrientos y liberta a
los cautivos”.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
¡DANOS, SEÑOR, OÍDOS ATENTOS Y LENGUAS DESATADAS!
1-
Su mensaje es una Buena Noticia.
El texto de Isaías de la primera lectura es el
mismo que leyó Jesús allá en la sinagoga de su
pueblo. Todos los judíos conocían este texto que
anunciaba la liberación de Israel. Estaban ya
cansados de tanta opresión. Se anuncia la vuelta
de los desterrados con imágenes muy palpables: "se
despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo
se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la
lengua del mudo cantará". Es la victoria sobre
todo los impedimentos físicos y el resurgir de la
naturaleza: "han brotado aguas en el desierto,
torrentes en la estepa; el páramo será un
estanque; lo reseco un manantial". Pero hay una
frase que omitirá Jesús. El no anunciará "el
desquite" de Dios, pues Jesús, en cambio,
anunciará "el año de gracia". He aquí la
diferencia: en las palabras de Jesús no hay
anuncio de venganza, sino de reconciliación y
salvación para todos. Por eso su mensaje es una
Buena Noticia. Pero necesita que nosotros
colaboremos para que esta Buena Noticia sea una
realidad, abriendo nuestros ojos, nuestros oídos y
nuestra boca
2.-
Los “excluidos”
son los preferidos de Dios.
Jesús hace realidad las palabras del salmo 145:
"El Señor abre los ojos al ciego, el Señor
endereza a los que ya se doblan, el señor ama a
los justos, el Señor guarda a los peregrinos. Hace
justicia a los oprimidos, da pan a los
hambrientos, liberta a los cautivos. El Señor
sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el
camino de los malvados". Esta es la Gran Noticia:
Dios está a favor de los débiles, de los pobres y
necesitados. En aquella época los pobres eran los
huérfanos y las viudas, que no tenían ninguna
pensión para mantenerse. ¿Quiénes son hoy día los
pobres y oprimidos?... Pensemos en los inmigrantes
que llegan a nuestras costas y después son
devueltos a su país o repartidos por diversos
lugares. Pensemos en los ancianos que viven solos.
Pensemos en las mujeres y los hombres víctimas de
la "violencia de género". Pensemos en los enfermos
del sida y en los que mueren en la guerra.
Pensemos en los niños de familias desestructuradas
que tienen de todo menos lo que necesitan de
verdad. ¡Hay tantos pobres y oprimidos a nuestro
alrededor! Son los que el Papa Francisco llama
“excluidos de nuestro mundo”. Sin embargo, Dios ha
elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos
en la fe y herederos del reino que prometió a los
que le aman.
3.-
Abrirse a Dios y
a los hermanos.
No sabemos si el sordo que apenas podía hablar era
judío o pagano. Probablemente era pagano. Jesús no
rehúsa hacer un milagro también en tierra de
paganos, pues el anuncio de su salvación es
universal, sin distinciones. Se presenta a Jesús
como una especie de taumaturgo o mago que realiza
curaciones. Pero Jesús no es eso: mira al cielo
antes de ayudar a aquel pobre hombre. Realiza la
curación en nombre de Dios y movido por el poder
de la oración. Le dice con fuerza: ¡Ábrete! Le
pide que se abra a la fe. También nosotros
necesitamos abrir nuestros ojos y nuestro corazón
a Dios y a los hermanos. Ábrete a los que
necesitan tu amistad, ábrete al que necesita tu
cariño, ábrete al que necesita que alguien le
escuche, ábrete a ese hermano que te resulta tan
pesado, ábrete al enfermo que espera tu visita en
el hospital, ábrete a aquél que no te saluda,
ábrete a aquél que está llorando con lágrimas de
desaliento y soledad. También te dice: escucha los
gemidos del triste, escucha los lamentos de aquél
que la vida trata injustamente, escucha a aquél
que ya no puede ni hablar, pero te está diciendo
todo con sus gestos. No seas mudo ni sordo, deja
que el Señor abra tu boca y tus oídos. Unos
discípulos “sordos” a su mensaje, estarán “mudos”
al anunciar el evangelio. Si vivimos sordos al
mensaje de Jesús, si no entendemos su proyecto, ni
captamos su amor a los que sufren, nos
encerraremos en nuestros problemas y no
escucharemos los de la gente. Pero, entonces, no
sabremos anunciar ninguna noticia buena.
Deformaremos el mensaje de Jesús. A muchos se les
hará difícil entender nuestro “evangelio”. Es
urgente que todos escuchemos a Jesús: “Ábrete”.
¡Danos, señor, oídos atentos y lenguas desatadas!
José María Martín, OSA
www.betania.es
¿SORDINA O FINURA DE OÍDO?
“No ya peor sordo que, aquel que no quiere oír”.
Y también, en la vida de la fe, hay mucho sordo.
1.- A veces pensamos que Dios que es tan bueno que comprende y
hasta asume nuestras debilidades. Por eso, su
Palabra, cuando es excesivamente dura y nos pone
las cartas sobre la mesa, solemos decir: eso es
para otros. Automáticamente nos hacemos los
sordos. Es algo que no va con nosotros.
Y es que, alcanzar la verdad en nuestra existencia, es una tarea
ardua, difícil. Exige empeño, atención,
perseverancia. Y, porque no decirlo, son tantos
los inconvenientes, los “inhibidores” que nos
impiden escuchar con nitidez a Dios que, en el
campo de la fe, hay mucho sordo. Sobre todo, y lo
más grave, la sordera espiritual que nos hace caer
en el olvido sistemático de Dios. Yo diría que
estamos padeciendo la “gripe E”. La gripe
espiritual. Donde nos dejamos contagiar por lo
malo. Y damos por bueno lo que es pernicioso para
nuestra salud espiritual.
¿Qué hacer para luchar contra la “gripe E”?
a) Primero salir de nuestros egoísmos personales. El abrirnos, además de darnos horizontes, nos posibilita
un enriquecimiento personal y comunitario. ¿Cómo
me encuentro frente a Dios y frente a mis
hermanos? ¿Qué actitud presento en palabras y
obras?
b) Segundo: tenemos que despertar de nuevo, con ilusión y con entusiasmo, en la alegría de creer y de
esperar en Jesús. No podemos dejar que, la mano
providente del Señor, salga constantemente a
nuestro encuentro. ¿Qué hacemos nosotros? ¿Nos
ponemos en disposición de cambio? ¿Estamos
dispuestos a ello? Para ello, antes que nada,
pedir al Espíritu Santo que nos haga sentir con
fuerza la presencia de Dios. Sólo un torrente de
agua es capaz de deslizarse con fuerza por las
laderas de un monte. Sólo un cristiano tocado por
el Señor será capaz de dar testimonio en los
precipicios a los que se asoma la humanidad.
c) Tercero: pidamos al Señor, que siempre que nos
presentemos ante EL,
lo hagamos con docilidad. Ni vemos todo lo que hay
ni oímos todo lo que Él nos dice. La peor sordera
que existe en el mundo cristiano es precisamente
que nos cuesta escuchar mensajes cristianos.
Preferimos mundanizar nuestra fe, a que nuestra fe
cristianice todo lo que somos, tenemos y decimos.
Nos podríamos preguntar, por ejemplo, si en
nuestras redes sociales (las que están a nuestro
alcance) si las ponemos a disposición de los
mensajes cristiano o si, por el contrario, también
les hemos puesto sordina para todo lo que suene a
divino.
Que el Señor abra nuestros oídos. Que seamos capaces de percibir
su presencia. Que su Palabra sea un río de agua
viva. Que, en medio de tantas enfermedades y
preocupaciones, la fe sea fuente de salud, de
confianza y de esperanza.
Hay muchos intereses y muchos medios empeñados en producir
sordera ante todo lo que suena a espiritual. Que
seamos capaces de enfrentarnos a ello,
limpiándonos una y otra vez el oído que da
cobertura a nuestra fe.
Javier Leoz
www.betania.es
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