¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 8 de Agosto de 2021
DOMINGO 19° DURANTE EL AÑO
1 Reyes 19, 1-8 / Efesios 4, 30—5,2
/ Juan 6, 41-51
Salmo Responsorial, Sal 33, 2-9
R/. "¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!"
Santoral:
Santo Domingo, San Ciríaco, San Pablo Ge Tingzhu,
Beata María de la Cruz y Beata María Margarita
LECTURAS
DEL DOMINGO 8 DE AGOSTO DE 2021
DOMINGO 19° DURANTE EL AÑO
Fortalecido por
ese alimento
caminó hasta la
montaña de Dios
Lectura del primer libro de los Reyes
19, 1-8
El rey Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo
había pasado a todos los profetas al filo de la
espada. Jezabel envió entonces un mensajero a
Elías para decirle: «Que los dioses me castiguen
si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida
lo que tú hiciste con la de ellos». Él tuvo miedo,
y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a
Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente.
Luego Elías caminó un día entero por el desierto, y al final se
sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte
y exclamó: «¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida,
porque yo no valgo más que mis padres!» Se acostó
y se quedó dormido bajo la retama.
Pero un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come!» Él miró y
vio que había a su cabecera una galleta cocida
sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió,
bebió y se acostó de nuevo.
Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo:
«¡Levántate, como, porque todavía te queda mucho
por caminar!»
Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento
caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la
montaña de Dios, el Horeb.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 33, 2-9
R. ¡Gusten y vean qué bueno
es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloria en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren.
R.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: Él me respondió
y me libró de todos mis temores.
R.
Miren hacia Él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
R.
El Ángel del Señor acampa
en tomo de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en Él se refugian!
R.
Practiquen el
amor; a ejemplo de Cristo
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Éfeso
4, 30—5, 2
Hermanos:
No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con
un sello para el día de la redención.
Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los
insultos y toda clase de maldad.
Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos,
perdonándose los unos a los otros como Dios los ha
perdonado en Cristo.
Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos.
Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó
por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable
a Dios.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Yo soy el pan
vivo bajado del cielo
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
6, 41- 51
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: «Yo soy el
pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no
es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su
padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: “Yo
he bajado del cielo?”»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre que me envió;
y Yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas:
"Todos serán instruidos por Dios".
Todo el que oyó al Padre
y recibe su enseñanza
viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios:
sólo Él ha visto al Padre.
Les aseguro
que el que cree tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron.
Pero éste es el pan que desciende del cielo,
para que aquél que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo.
Palabra del Señor.
Reflexión
EL PAN DE VIDA Y LA FE VIVA EN CRISTO NOS DAN LA
VIDA ETERNA
1.- Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo;
el que coma de este pan vivirá para siempre.
San Juan dice, en el evangelio y en sus Cartas,
que tanto el pan de vida, como la fe en Cristo,
producen el mismo efecto: la vida eterna. Como
sabemos, San Juan no describe en su evangelio la
institución de la eucaristía, pero en el capítulo
sexto habla extensa y profundamente del pan de
vida. El pan de vida nos dice San Juan, nos da la
vida eterna. También nos dice San Juan en este
mismo capítulo que el que cree en él tiene vida
eterna. Para San Juan el pan de vida y la fe viva
en Cristo producen, pues, el mismo efecto: la vida
eterna. De donde debemos deducir que la fe viva en
Cristo es también comunión con Cristo. Es decir,
que comer el pan vivo y creer en Cristo, según San
Juan, es vivir en comunión con él. Es evidente que
no se trata aquí de un comer físicamente el cuerpo
de Cristo, como tampoco se trata aquí de un simple
creer racionalmente en Cristo. Comer el cuerpo de
Cristo es comulgar con él, es identificarse
místicamente con él, como también creer en Cristo
es querer identificarme con él, es querer vivir en
comunión con él. Cuando comemos físicamente el
cuerpo sacramentado de Cristo en la eucaristía
debemos comulgar mística y espiritualmente también
con Cristo. Solo si comulgamos espiritualmente con
Cristo cuando comemos físicamente el pan
consagrado, habremos comido el pan vivo que nos
hace vivir para siempre. En este sentido, se han
aplicado estas palabras de San Juan a la
participación de los fieles en el sacramento de la
eucaristía. El pan que comulgamos lo recibimos
como pan de vida, como vida de Cristo, y por eso
creemos que este pan nos da la vida eterna. No
debemos separar nunca la comunión física de la
comunión espiritual, porque comulgar con Cristo es
comulgar con el cuerpo místico de Cristo, del que
todos nosotros somos miembros vivos.
2.- ¡Levántate, come! Elías se levantó, comió y
bebió y, con la fuerza de aquel alimento, caminó
cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de
Dios. La eucaristía debe ser para nosotros
alimento y fuerza espiritual, para vencer los
muchos cansancios y las muchas dificultades que
tenemos que vencer en nuestra vida. El profeta
Elías se encontraba derrumbado física y
psíquicamente, hasta el punto de desear la muerte.
Pero el pan que le había preparado el ángel –el
pan del cielo– le dio vida y vigor. El profeta
Elías empleaba todas sus fuerzas en comunicar a su
pueblo las palabras que el Señor ponía en su boca;
él era únicamente un instrumento del que se valía
Dios para hablar a su pueblo. Esta debe ser la
misión de todo predicador del evangelio: ser un
canal a través del cual la voz de Cristo llegue a
otras personas. Para esto, el canal debe estar
limpio y ser resistente; con la eucaristía Dios
mismo limpia nuestro espíritu y nos da fuerza y
entusiasmo. La fuerza que recibimos en la
eucaristía no debe quedarse en nosotros, debe ser
fuerza que fortalezca a los demás. No sólo
comulgamos para nosotros mismos; comulgamos
también para los demás.
3.- No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios.
San Pablo sigue animando a los fieles de Éfeso a
vivir en comunidad cristiana y fraterna, tal como
el Señor Jesús se lo había recomendado. Una
comunidad cristiana en la que no reine el amor no
es verdadera comunidad cristiana, porque no es una
comunidad presidida por el Espíritu de Cristo, que
es espíritu de amor. Los consejos concretos que da
San Pablo a los primeros cristianos de Éfeso
siguen siendo hoy tan válidos como entonces. Es
suficiente con que los recordemos literalmente:
“desterrad de vosotros la amargura, la ira, los
enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos,
comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios
os perdonó en Cristo”. Más resumido y mejor no se
puede decir.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
COMULGAR ES UNIRSE A JESUCRISTO Y COMPROMETERSE EN
SU MISIÓN
1.-
Vence y convence
la fe. Puede
que en alguna ocasión hayamos vivido la misma
situación angustiosa del profeta Elías. Está al
borde de la desesperación. No vale la pena seguir
luchando. El poder del rey, manejado por una mujer
ambiciosa y desaprensiva, la reina Jezabel, es más
fuerte que él: su vida está en peligro. Pero en la
lucha entre su fe en Dios y el miedo al rey, vence
la fe. Dios sostiene a su profeta. Ahora se
repetirán las maravillas del éxodo: el pan que
sustentará a Elías en su peregrinación ("de
cuarenta días, hasta el monte santo...") recuerda
el maná, aunque sólo es el anticipo del "verdadero
pan bajado del cielo". En la vida sentimos, a
veces, que no vale la pena molestarse más: nada
cambia e incluso todo va peor. En esta situación
encontramos a Jesús que fue capaz de seguir hasta
el final. Su pan y su vino, la eucaristía,
sostienen nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro
amor.
2.- “Gustad
y ved qué bueno es el Señor”.
El almo 33 nos invita a gustar la bondad del
Señor. El salmista nos cuenta su experiencia:
invocó al Señor, y Dios se inclinó hacia él, le
escuchó, y respondiéndole le libró de todas sus
ansias, de todos sus males y angustias. "Yo
consulté al Señor y me respondió". Su confianza en
Yahvé se vio correspondida. Dios no desatiende
jamás las súplicas de aquellos que le invocan. Por
esto de nuevo el autor exhorta: "Contempladlo y
quedaréis radiantes": mirar a Dios es mirar la luz
y, por tanto, reflejarla. Quien camina en la luz
se halla iluminado, irradia él mismo luz, luz de
alegría, de confianza, de seguridad. La frente de
los justos no tiene de qué avergonzarse, puede ir
siempre alta. La Carta a los Efesios nos invita
aspirar a la perfección del amor, de un amor que
sabe perdonar sin hacerse cómplice del pecado, de
un amor redentor que libera al opresor y al
oprimido. Es así como imitaremos también el amor
de Cristo, que se entrega por todos nosotros al
Padre haciéndose sacerdote de sí mismo, haciéndose
sacerdote y víctima al mismo tiempo.
3.-
Comulgar es
comprometerse.
Jesús es el enviado de Dios que nos pide creer en
él. Creer que él es el pan de vida y que hay que
comerlo. Para esto basta la fe por la caridad.
Pero Jesús nos advierte en el evangelio de algo
muy importante: "Nadie puede venir a mí si no lo
atrae el Padre que me ha enviado". La atracción
hacia Jesús la produce Dios mismo. El Padre que lo
ha enviado al mundo despierta nuestro corazón para
que nos acerquemos a Jesús con gozo y confianza,
superando dudas y resistencias. Porque Jesús no
explicará cómo habrá que comer su carne, cómo
habrá que usar ese alimento divino que es él.
Únicamente busca una respuesta de fe. Y no suaviza
nada la exigencia de su verdad. Jesús, él mismo y
no otra cosa, se presenta como "el pan de la
vida". En cada una de sus palabras y de sus obras
Jesús se da y se comunica a todos los que creen en
él, y éstos reciben a Jesús y no sólo las palabras
de Jesús. El "pan de vida", el que "ha bajado del
cielo", es la misma realidad de Jesús, su propia
carne y una carne que se entrega para la vida del
mundo. Comulgar es recibir el cuerpo de Cristo
"que se entrega por la vida del mundo"; por lo
tanto, es incorporarse personalmente a Cristo y
enrolarse en su misión salvadora y en su
sacrificio. La eucaristía fue instituida "la noche
antes de padecer" para que los discípulos quedaran
comprometidos en la misma entrega que Jesucristo,
que se iba a realizar definitivamente al día
siguiente. El que comulga debe saber que siempre
se halla en esta situación: "antes de padecer" y
que recibe "el cuerpo que se entrega para la vida
del mundo". Comulgar no es sólo comer, es creer, y
esto significa comprometerse.
José María Martín OSA
www.betania.es
LA VIDA NO ES SOLO COMER
1.
Nunca como hoy,
la humanidad o gran parte de ella, ha dispuesto de
tantos adelantos: comunicación por aire, tierra y
mar. Recursos de alimentación o bienes materiales
en abundancia y, por contraste, en algunos lugares
con tanta escasez y desigualdades.
Nunca como hoy,
la humanidad, ha tenido tanto y, por lo que sea,
nunca ha tenido tanta sensación de insatisfacción,
de infelicidad. Algo ocurre en nuestro globo
cuando, tanto personal, dice tener poco apego a la
vida. Cuando, la droga, el suicidio u otras
prácticas de riesgo se convierten en una llamada
de atención que nos debiera de hacer reflexionar:
la vida, no sólo es tener, acaparar, aparentar,
conquistar, consumir o comer. Es mucho más.
Tenemos que descubrir o llegar a algo más que le
dé sentido.
No es de extrañar,
precisamente por eso, que mucha gente encuentre en
el sano altruismo, en la entrega generosa hacia
los demás, muchas razones para vivir o sentirse
realizado. Y, al contrario, no es de extrañar
tampoco que otros –teniéndolo todo– no sepan por
dónde tirar para alcanzar un equilibrio razonable
en su vida.
¿Dónde está la respuesta? Para nosotros, los cristianos, en
Cristo. Y desde ahí hemos de trabajar. De poco
sirve ser los más adelantados; que la ciencia vaya
conquistando campos hasta unos años impensables;
que los grandes descubrimientos dejen a parte de
la humanidad con los ojos asombrados o que, por
ejemplo, el bienestar del hombre –en algunos
rincones del mundo– haya alcanzado cotas
impresionantes. ¿Es positivo si luego, a
continuación, fallamos y faltamos en lo esencial:
el hombre?
2.- La apariencia, lo material y lo puramente superficial, se
pueden convertir en un cruel muro que nos impida
dar el salto a Dios. A los judíos les aconteció lo
mismo: estaban tan aferrados a la ley (y a sus
propios privilegios) que el paso del código de
normas a Jesús les resultaba escandaloso,
imposible, inadmisible. Entre otras cosas porque,
aquello, suponía desmontar muchas ideas y muchos
intereses; apearse de muchos caballos domesticados
a su propia medida.
Hoy, como entonces, también nos encontramos con escenas muy
parecidas: ¡creo en Dios pero no en la Iglesia!
¡Yo me confieso directamente con Dios! ¡A mí con
creer en Dios me basta, me sobran los curas! ¿No
será en el fondo que seguimos sin creer en el Dios
encarnado? ¿No será que, muchos, seguimos o siguen
pensando que Dios es un Dios a nuestro antojo,
capricho y sometido a nuestra propia ley?
3.- Ojala, amigos, sigamos avanzando en el conocimiento de Dios.
Pero, no lo olvidemos; para llegar hasta El, el
único camino es Jesucristo.
Que no reduzcamos nuestra vida a “un ir tirando comiendo.” Que
nos preocupemos de buscar siempre razones,
momentos, profetas, ayudas para “un ir viviendo
creyendo en Jesús”.
Javier Leoz
www.betania.es
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