¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
|
|
Domingo, 1 de Agosto de 2021
DOMINGO 18° DURANTE EL AÑO
Éxodo
16, 2-4. 12-15
/
Efesios
4, 17. 20-24
/ Juan 6, 24-35
Salmo Responsorial, Sal
77, 3-4bc. 23-25. 54
R/. "El Señor les dio como alimento un trigo
celestial"
Santoral:
San Alfonso María de Ligorio, San Bernardo
Vu Van Duê, Santo Domingo Hanh
y Beata María Estela
LECTURAS DEL DOMINGO 1 DE AGOSTO DE 2021
DOMINGO
18°
DURANTE
EL AÑO
Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del
cielo
Lectura del libro del Éxodo
16, 2-4. 12-15
En el desierto, los israelitas comenzaron a
protestar contra Moisés y Aarón. «Ojalá el Señor
nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían,
cuando nos sentábamos delante de las ollas de
carne y comíamos pan hasta saciamos. Porque
ustedes nos han traído a este desierto para matar
de hambre a toda esta asamblea».
Entonces el Señor dijo a Moisés: «Yo haré caer pan
para ustedes desde lo alto del cielo, y el pueblo
saldrá cada día a recoger su ración diaria. Así
los pondré a prueba, para ver si caminan o no de
acuerdo con mi ley.
Yo escuché las protestas de los israelitas. Por
eso, háblales en estos términos: "A la hora del
crepúsculo ustedes comerán carne, y por la mañana
se hartarán de pan. Así sabrán que Yo, el Señor,
soy su Dios ».
Efectivamente, aquella misma tarde se levanto una
bandada de codornices que cubrieron el campamento;
y a la mañana siguiente había una capa de rocío
alrededor de él. Cuando ésta se disipó, apareció
sobre la superficie del desierto una cosa tenue y
granulada, fina como la escarcha sobre la tierra.
Al verla, los israelitas se preguntaron unos a
otros: «¿Qué es esto?» Porque no sabían lo que
era.
Entonces Moisés les explicó: «Éste es el pan que
el Señor les ha dado como alimento».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
77, 3-4bc.
23-25. 54
R.
El Señor les dio como alimento un trigo celestial.
Lo que hemos oído y aprendido,
lo que nos contaron nuestros padres,
lo narraremos a la próxima generación:
son las glorias del Señor y su poder.
R.
Mandó a las nubes en lo alto
y abrió las compuertas del cielo:
hizo llover sobre ellos el maná,
les dio como alimento un trigo celestial.
R.
Todos comieron un pan de ángeles,
les dio comida hasta saciarlos.
Los llevó hasta su Tierra santa,
hasta la Montaña que adquirió con su mano.
R.
Revístanse del hombre nuevo, creado a imagen de
Dios
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Éfeso
4, 17. 20-24
Hermanos:
Les digo y les recomiendo en nombre del Señor: no
procedan como los paganos, que se dejan llevar por
la frivolidad de sus pensamientos.
Pero no es eso lo que ustedes aprendieron de
Cristo, si es que de veras oyeron predicar de El y
fueron enseñados según la verdad que reside en
Jesús.
De Él aprendieron que es preciso renunciar a la
vida que llevaban, despojándose del hombre viejo,
que se va corrompiendo por la seducción de la
concupiscencia, para renovarse en lo más íntimo de
su espíritu y revestirse del hombre nuevo, creado
a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera
santidad.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
El que viene a mí jamás tendrá hambre;
el que cree en mí jamás tendrá sed
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
6, 24-35
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y
sus discípulos no estaban en el lugar donde el
Señor había multiplicado los panes, subieron a las
barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al
encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo llegaste?»
Jesús les respondió:
«Les aseguro
que ustedes me buscan,
no porque vieron signos,
sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero,
sino por el que permanece hasta la Vida eterna,
el que les dará el Hijo del hombre;
porque es Él a quien Dios,
el Padre, marcó con su sello».
Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para
realizar las obras de Dios?»
Jesús les respondió: «La obra de Dios es que
ustedes crean en Aquél que Él ha enviado».
Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces para
que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto,
como dice la Escritura:
"Les dio de comer el pan bajado del cielo"».
Jesús respondió:
«Les aseguro que no es Moisés
el que les dio el pan del cielo;
mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios
es el que desciende del cielo
y da Vida al mundo».
Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese
pan». Jesús les respondió:
« Yo soy el pan de Vida.
El que viene a mí jamás tendrá hambre;
el que cree en mí jamás tendrá sed».
Palabra del Señor.
Reflexión
EL ALIMENTO QUE SACIA EL CUERPO Y EL ESPÍRITU
1.- Trabajad no por el alimento que perece,
sino por el alimento que perdura para la vida
eterna. Sí, es evidente que lo primero es
buscar el pan nuestro de cada día; tenemos un
cuerpo al que debemos alimentar diariamente, si
queremos que se mantenga sano y fuerte. El pan
físico de cada día es necesario para alimentar el
cuerpo, pero no es suficiente para alimentar al
hombre. El ser humano es mucho más que cuerpo, es
espíritu, es anhelo, es deseo, es amor, es
felicidad. Si alimentamos físicamente el cuerpo,
pero dejamos vacío el espíritu, el ser humano se
siente insatisfecho y frustrado. Sigue siendo
estadísticamente verdad que hay muchos más
suicidios entre los ricos que entre los pobres.
Jesús reprocha a los que le buscan que le busquen
únicamente porque les ha saciado el cuerpo; yo no
he venido sólo para eso, les dice, yo he venido
para daros un pan que sacie vuestro espíritu, un
pan que os alimente para la vida eterna. En
tiempos de crisis económica, todos nosotros
podemos caer en la misma tentación en la que
cayeron aquellos seguidores de Jesús: podemos
terminar creyendo que lo único importante en estos
momentos es saciar el hambre corporal. Y, como
hemos dicho, esto no es así: el dinero es
necesario para vivir físicamente, pero no es
suficiente para ser vivir felizmente. Tratemos de
ganar, con esfuerzo, el pan nuestro de cada día,
pero no nos olvidemos de buscar, también con
esfuerzo, el pan que alimente nuestro espíritu
para la vida eterna. Esto es lo que nos pide Jesús
en este texto evangélico que leemos este domingo.
2.- Yo soy el pan de vida. El que viene a
mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca
pasará sed. San Juan repite muchas veces las
palabras de Jesús cuando dice que “el que cree en
mí tiene vida eterna”. Cuando san Juan dice
<creer> no se refiere a un asentimiento racional,
sino a un compromiso vital. Creer en Jesús es
seguirle, es defender sus valores, es alimentarse
con su espíritu, es dejar que sea él el que dirija
y gobierne nuestra vida. El que cree en Jesús de
esta manera no pasará hambre, ni sed. Jesús,
mientras vivió en este mundo, dio de comer a
muchos pobres materialmente hambrientos y sació la
sed de muchas personas espiritualmente sedientas.
Esto es lo que debemos hacer los seguidores de
Jesús: luchar contra el hambre física que padecen
injustamente millones de personas y tratar de
saciar la sed espiritual que padecen muchísimas
personas descarriadas e insatisfechas. La Iglesia
de Jesús debe ofrecer, en la medida de sus
posibilidades, ayuda física y consuelo espiritual
a las personas que se acercan a ella. De alguna
manera, la Iglesia de Jesús debe tratar de ser
para mucha gente despensa, fuente y farmacia
física y espiritual. Esto es lo que hizo y fue
Jesús de Nazaret y esto es lo que debe intentar
ser la Iglesia Católica.
3.- Vestíos de la nueva condición humana creada
a imagen de Dios: justicia y santidad verdadera.
San Pablo se dirige a cristianos recién
convertidos del paganismo al cristianismo. Antes,
les dice, erais como hombres viejos, corrompidos
por deseos seductores, ahora debéis vivir como
hombres nuevos, creados a imagen de Dios, cuyo
único vestido debe ser la justicia y la santidad
verdadera. Este programa de vida que propone san
Pablo a los nuevos cristianos de Éfeso es un
programa que sigue siendo válido para todos
nosotros. Justicia y santidad, ahí es nada. Los
cristianos de ahora debemos aspirar a ser lo que
siempre han debido ser los seres humanos: justos y
santos. Justos en nuestras relaciones sociales y
laborales con las demás personas, y santos, amando
a Dios y al prójimo sobre todas las cosas. A este
hombre nuevo, vestido de justicia y santidad, es
al que debemos aspirar todos los días, intentando
dar muerte en nosotros a tantos deseos seductores
que todavía siguen vivos en nuestro hombre viejo.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
JESÚS, ALIMENTO QUE SACIA DE VERDAD
1.-
Un alimento
providencial.
Los israelitas recordaron siempre el maná. Cuando
estaban hambrientos y exhaustos Dios no les
abandonó. La palabra “maná” significa “¿qué es
esto”. Estaban asombrados ante aquel alimento que
se les ofrecía gratuitamente. Hoy los estudiosos
del Antiguo Testamento nos dicen que existe en la
costa occidental de la península del Sinaí un
arbusto llamado tamarisco. Produce una secreción
dulce que gotea desde las hojas hasta el suelo.
Por el frío de la noche se solidifica y hay que
recogerla de madrugada antes de que el sol la
derrita. ¿Fue este alimento natural el maná que
describe la Biblia? Que el maná fuera un alimento
natural, aunque extraño y desconocido de los
israelitas, nos hace comprender que lo
considerasen como "señal" de la protección y ayuda
especial de Yahvé a su pueblo. La providencia de
Dios actúa a través de las cosas cotidianas. Este
es su auténtico milagro. También puede explicarse
naturalmente el fenómeno de las codornices. En
efecto, sabemos que en las costas mediterráneas de
la península del Sinaí todos los años, en
primavera y en otoño, aparecen bandadas de
codornices, las cuales llegan a veces tan cansadas
que pueden tomarse fácilmente con la mano. No cabe
duda que para ellos se trató de un alimento
providencial. Jesús anunciará la institución de la
eucaristía a los judíos, cuando le recuerden el
maná con que Dios había alimentado a sus padres en
el desierto.
2.-
El alimento que
perdura. El
texto del evangelio recoge la reflexión de Jesús
después de la multiplicación de los panes. Jesús
les cuestiona el motivo por el que le siguen. Lo
que buscan es que Jesús repita su gesto y los
vuelva a alimentar gratis. Jesús los desconcierta
con un planteamiento inesperado: "Trabajad, no por
el alimento que perece, sino por el que perdura
hasta la vida eterna". Pero ¿cómo no nos vamos a
preocupar por el pan de cada día? El pan es
indispensable para vivir. Por eso Jesús se
preocupa tanto de los hambrientos y mendigos que
no reciben de los ricos ni las migajas que caen de
su mesa. Enseña a sus seguidores a pedir cada día
al Padre pan para todos sus hijos. Jesús les habla
de un pan que no sacia solo el hambre de un día,
sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser
humano. En nosotros hay un hambre de felicidad, de
justicia para todos, un hambre de libertad, de
paz, de verdad. Jesús se presenta como ese Pan que
nos viene del Padre "para dar vida al mundo". Este
Pan, venido de Dios, "perdura hasta la vida
eterna".
3.-
Sólo Dios
permanece para siempre.
Alimentar el cuerpo es fácil, pero llenar el alma,
el espíritu…sólo Dios tiene poder para hacerlo. El
trabajo de los hombres es comer y dar de comer a
todos. El trabajo de Jesús es darnos de comer el
pan de vida, en este aquí y ahora, para el mañana
y para siempre. Recibimos a Jesús en la
Eucaristía. Celebrar la Eucaristía no es tanto un
acto de piedad individual; mi Dios y yo, en íntima
estrechez (a veces egoísta estrechez). Si
convertimos la Eucaristía en un acto
individualista e intimista, por más santidad y
adoración que se le ponga, no deja de ser un culto
vacío, que no conduce a la vida, “como el que
comieron sus padres y murieron”. Que nuestras
eucaristías sean realmente comulgar en todo
nuestro ser con Cristo encarnado en el hoy de
nuestra historia para tener vida eterna. Lo
recuerda San Agustín en el comentario de este
evangelio: “Unos por unos motivos, otros por
otros, llenan todos los días la Iglesia. Apenas se
busca a Jesús por Jesús. Me buscáis, no por los
signos que habéis presenciado, sino porque habéis
comido del pan que os di. Trabajad por el pan que
no perece, sino que permanece hasta la vida
eterna. Me buscáis por algo distinto a mí,
buscadme por mí mismo”.
José María Martín OSA
www.betania.es
¿ESTÓMAGOS AGRADECIDOS?
Las personas, por lo que sea, nos dejamos seducir
rápidamente por los sucesos extraordinarios. ¿Qué
tiene el espectáculo que tanto atrae? Pues eso:
espectacularidad, morbo. Nos deslumbra todo
aquello que, aparentemente, está fuera de lo
común.
1. -En el Evangelio de hoy, en la memoria de muchos, sigue viva
la multiplicación de los panes. Sus bocas todavía
permanecían abiertas ante el milagro: ¡hubo pan
para todos! Pero, Jesús, era consciente de que
aquella amistad que le brindaban, no era del todo
sincera. Era un tanto interesada.
Siempre recuerdo aquel viejo refrán: “el amigo bueno es como la
sangre, acude a la herida”. Jesús, como buen
amigo, había acudido en socorro de los que tenían
hambre material. Pero no quería que se quedasen en
el aquel milagro. Para Jesús, el milagro, seguía
siendo palabra. Una buena catequesis, una dinámica
para despertar la fe en aquellos corazones
cerrados a Dios. ¿Lo entendieron así aquellos
estómagos agradecidos? ¿Buscaban a Jesús por la
fuente de sus palabras o porque les colmaba de
pan? ¿Amaban a Jesús por el Reino que traía entre
sus manos o porque les había llenado de alimento
sus manos abiertas?
También a nosotros, queridos amigos, el Señor nos interpela en
este domingo. ¿Por qué le buscamos? ¿Porque en
algunos momentos nos ha confortado en nuestra
soledad? ¿Porque, tal vez, ha sido bálsamo en
horas amargas o en momentos de pruebas? ¿Por qué
buscamos al Señor? ¿Por qué y para qué venimos a
la Eucaristía de cada domingo? Sería bueno,
amigos, un buen examen de conciencia: ¿qué es
Cristo para mí?
2. - La Iglesia, en estos momentos, también tiene el mismo
problema que sufrió Jesús en propias carnes. Hay
muchos que, lejos de verla como un signo de la
presencia de Dios en el mundo, la toleran porque
hace el bien. Porque soluciona problemas. Porque
llega a los lugares más recónditos del mundo
levantando hospitales, construyendo orfanatos o
cuidando a los enfermos de Sida. Pero, la Iglesia,
no desea que sea apreciada por su labor social o
humana. Su fuerza, su orgullo y su poder no está
en esas obras apostólicas (que están bien y son
necesarias para calmar tantas situaciones de
miseria o injusticias). El alma de nuestra
Iglesia, de nuestro ser cristiano es Jesús. Un
Jesús que tan sólo nos pide creer en El como
fuente de vida eterna. Como salvación de los
hombres y de todo el mundo.
3.- Hay un viejo canto que dice “todos queremos más y más y más;
el que tiene un euro quiere tener dos; el que
tiene cuatro quiere tener seis…..” Y a Jesús,
primero, le pedían pan. Luego le exigían más y, al
final, solicitaban de Cristo, todo, menos lo
esencial: su Palabra, su Reino, la razón de su
llegada al mundo.
Que sigamos viviendo nuestra fe con la seguridad de que, Jesús,
sigue siendo el pan de la vida. Y, sobre todo, que
amemos al Señor no por aquello que nos da, sino
por lo que es: Hijo de Dios.
Javier Leoz
www.betania.es
|