¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 4 de julio de 2021
DOMINGO 14° DURANTE EL AÑO
Ezequiel 2, 2-5 / 2 Corintios 12, 7-10
/ Marcos 6, 1-6a
Salmo Responsorial, Sal 122, 1-4
R/. "
Nuestros ojos miran al Señor
Hasta que se apiade de nosotros"
Santoral:
Nuestra Señora del Refugio, Santa Isabel de
Portugal,
Santa Berta, San Valentín de Berrio-Ochoa,
Beato Pedro-Jorge (Pier Giorgio) Frassati,
Beata Catalina Jarrige y Beato
Cesidio Giacomantonio
LECTURAS DEL DOMINGO 4 DE JULIO DE 2021
DOMINGO 14° DURANTE EL AÑO
Son un pueblo rebelde
y sabrán que hay un profeta en medio de ellos
Lectura del libro de Ezequiel
2, 2-5
Un espíritu entró en mí y me hizo permanecer de
pie, y yo escuché al que me hablaba. Él me dijo:
Hijo de hombre, Yo te envío a los israelitas, a un
pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí;
ellos y sus padres se han sublevado contra mí
hasta el día de hoy. Son hombres obstinados y de
corazón endurecido aquellos a los que Yo te envío,
para que les digas: «Así habla el Señor». Y sea
que escuchen o se nieguen a hacerlo -porque son un
pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio
de ellos.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
122, 1-4
R.
Nuestros
ojos miran al Señor
hasta que se apiade de nosotros
Levanto mis ojos hacia ti,
que habitas en el cielo.
R.
Como los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor.
y los ojos de la servidora en las manos de su
dueña:
así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios,
hasta que se apiade de nosotros.
R.
¡Ten piedad Señor, ten piedad de nosotros,
porque estamos hartos de desprecios!
Nuestra alma está saturada
de la burla de los arrogantes
del deprecio de los orgullosos.
R.
Me gloriaré en mi debilidad,
para que resida en mí el poder de Cristo
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
12, 7-10
Hermanos:
Para que la grandeza de las revelaciones no me
envanezca, tengo una espina clavada en mi carne,
un ángel de Satanás que me hiere.
Tres veces pedí al Señor que me librara, pero Él
me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder
triunfa en la debilidad».
Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi
debilidad, para que resida en mí el poder de
Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades,
en los oprobios, en las privaciones, en las
persecuciones y en las angustias soportadas por
amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces
soy fuerte.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Un profeta es despreciado solamente en su pueblo
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
6, 1-6a
Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus
discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a
enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo
escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De dónde
saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha
sido dada y esos grandes milagros que se realizan
por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo
de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y
de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre
nosotros?» y Jesús era para ellos un motivo de
escándalo.
Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado
solamente en su pueblo, en su familia y en su
casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera
de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las
manos. Y Él se asombraba de su falta de fe.
Palabra del Señor.
Reflexión
LA FUERZA DE LA FE
1.-
Cada cristiano
debe ser un profeta.
Cada cristiano debe ser un eco de la voz de Dios.
Pero no es fácil ser profeta, en ningún tiempo lo
ha sido. La situación de “cristiandad” se ha
acabado en la mayoría de los lugares del mundo. El
catolicismo oficial y masivo ha pasado a la
historia. Es mejor que sea así, para que la
vivencia de nuestra fe sea más pura. No debemos
caer en un pesimismo injustificable. La primera
lectura y el evangelio son una lección clara sobre
el profetismo. Cuando el culto resultaba imposible
en aquella situación de diáspora, lejos del templo
y en medio de un mundo pagano, el sacerdote
Ezequiel es investido de una mayor
responsabilidad: predicar la palabra de Dios a un
pueblo de dura cerviz que no quiere escucharla. A
Ezequiel el Señor no le enviaba engañado, sino que
le advirtió claramente sobre la posibilidad de que
los oyentes no fueran precisamente un "público
agradecido", ese público que deseamos siempre
tener de nuestra parte.
2.-
Necesitamos
alimentarnos de la Palabra de Dios.
La experiencia de la presencia de Dios fue para
Ezequiel tan fuerte que cae en tierra, pero el
espíritu lo levanta y lo mantiene en pie. El
hombre recupera su verticalidad con la fuerza de
Dios que lo lanza a la acción. Ezequiel, cuyo
nombre significa "Dios es fuerte", va a necesitar
toda esa fortaleza divina para cumplir su difícil
misión. Pero antes necesita recibir el mensaje,
digerirlo, asimilar todas las palabras que Dios
quiere decir a su pueblo: Dios le ofrece un libro
en el que están escritas, y Ezequiel lo come. Si
nos alimentáramos nosotros de la palabra de Dios
no nos harían tragar los "maestros" tan fácilmente
sus "rollos", no seríamos víctimas de la
indoctrinación y de la propaganda, de las
ideologías... y tendríamos algo nuevo que decir
aunque no quisieran escucharnos. En cualquier
caso, el mundo sabría que hay hombres que no se
doblegan y que aún hay profetas.
3.-
Fuerza de la Cruz
en la debilidad.
Pablo no especifica en la Segunda Carta a los
Corintios en qué consiste la espina que tiene
clavada. Los Padres de la Iglesia pensaron en
tentaciones contra la castidad, otros lo
interpretaron como persecuciones u obstáculos
graves de sus adversarios, otros lo refirieron a
alguna enfermedad. Esta última es la
interpretación más aceptada en la actualidad. Para
el creyente todo suceso o situación se convierte
en interpelación para la fe. Para Pablo es una
invitación a la abnegación de sí mismo y a no
confiar en las propias fuerzas. Como cristiano, el
apóstol entiende toda su vida como participación
en el Misterio Pascual de Cristo y es así que en
la debilidad de la existencia humana se manifiesta
la fuerza de la cruz y de la resurrección de
Cristo.
4.-
Rechazo de la
Palabra de Dios y de Jesús.
Va a su tierra y aprovecha la ocasión para hablar
en "su" sinagoga. En ella están los hombres
religiosos de su pueblo, los hombres que van allí
porque quieren saber, porque quieren relacionarse
con Dios, porque son practicantes. Cristo habla
con un estilo propio y definido que los sorprende
y que les molesta. Nada sabemos acerca de lo que
Cristo dijo, porque quizá el evangelista quiere
que el protagonista de la escena no sea el
mensaje, sino el mensajero. Los paisanos de Cristo
lo rechazan de plano. Aquel hombre corriente y
vulgar, cuyo padre y cuya madre forman parte del
común denominador de los mortales del pueblo, él
con su carpintería y ella con sus idas a la fuente
y sus labores domésticas, ¿cómo puede intentar
imponerse a la audiencia?, ¿de dónde le viene la
sabiduría?, ¿de dónde ha sacado ese modo directo y
agresivo de interpretar las Escrituras?, ¿con qué
autoridad les interroga desde sus palabras,
creándoles una inquietud que en otras ocasiones,
cuando hablan los peritos de la ley y los
sacerdotes de siempre, no han experimentado?
5.-
Solo la fe hace
posible el milagro.
El evangelista dice con toda expresividad que
Jesús "no pudo hacer allí ningún milagro". La
escena de la sinagoga de Nazaret no es un caso que
pasó y no se repite. Es un caso que se está dando
constantemente entre nosotros, entre los que nos
sentamos en las reuniones "religiosas" y
rechazamos rotundamente la persona, cuando no nos
place y no cumple los "cánones" de quienes
consideramos perfectos y consagrados. El milagro
no fue posible en Nazaret. El milagro se encuentra
principalmente en la interpretación de un hecho
como acción salvadora de Dios. Sin la fe de los
testigos de una curación no puede haber milagro.
En este caso, los actos de Jesús no fueron
"leídos" desde una óptica de fe, y el milagro no
fue posible. Todos los defectos que Cristo
encontró en los hombres religiosos de su época y
que los evangelistas recogieron cuidadosamente
para "enseñanza de la posteridad", los hemos
copiado fidelidad. Solo la fe hace posible el
milagro
José María Martín OSA
www.betania.es
LA PALABRA PROFÉTICA, LA PALABRA DE DIOS, FUE Y ES
FRECUENTEMENTE RECHAZADA
1.-
En aquel tiempo,
fue Jesús a su pueblo en compañía de sus
discípulos… La multitud que lo oía se preguntaba
asombrada: ¿de dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría
es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de
sus manos? ¿No es este el hijo del carpintero, el
hijo de María?… y esto les resultaba escandaloso.
Las lecturas de
este domingo 14 del tiempo ordinario nos ponen de
manifiesto lo que decíamos más arriba: los
profetas en su tiempo fueron frecuentemente
incomprendidos y rechazados. Esto les pasó a
Ezequiel, como vemos en la primera lectura, a san
Pablo, como podemos deducir de la segunda lectura,
y al mismo Cristo, como sabemos todos los
cristianos, y como vemos también hoy en esta
lectura del evangelio según san Marcos. Que a
Jesús le persiguieron y le mataron por anunciar el
reino de Dios y por predicar su evangelio es, por
supuesto, algo evidente para nosotros. La lectura
del evangelio de hoy tiene, no obstante, un
comentario algo especial: los de su pueblo no le
persiguieron, ni le mataron, pero no creyeron en
él como profeta de Dios. ¿Por qué? Porque le
consideraron uno más entre los del pueblo, “el
hijo del carpintero y de María y el hermanos de
sus hermanos”. Y Jesucristo no fue uno más entre
los del pueblo; fue un verdadero profeta de Dios,
fue el hijo de Dios. Fue la falta de fe en la
divinidad de Cristo lo que impidió a los
habitantes de Nazaret creer en él y amarle, porque
sin fe no hay amor posible, y sin fe y sin amor no
podemos acercarnos a Dios y creer en él. Pidamos
hoy a Dios todos nosotros, los cristianos, creer
en Jesús y amarle, intentando vivir como él vivió,
“pasando por la vida haciendo el bien”. Y creamos
en la bondad de las personas buenas con las que
convivimos, aunque sean de un origen humilde, y no
tengan grandes títulos, ni condecoraciones. Fe y
amor a todas las personas porque son hijos de
Dios, esto es lo que debemos hacer todos los que
queremos ser verdaderos cristianos, discípulos de
Jesucristo.
2. -
“Esto dice el
Señor”: “Ellos, te hagan caso o no te hagan caso,
pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un
profeta en medio de ellos”.
El profeta Ezequiel predicó en tiempos del exilio
y en circunstancias muy difíciles. El pueblo de
Israel había dejado de fiarse de Dios y, por
tanto, tampoco se fiaba de sus profetas. Dios
manda a Ezequiel que insista y que no desista de
su vocación de profeta, que el pueblo sepa que él,
Dios, no se ha olvidado de ellos. En estos tiempos
nuestros, en este siglo XXI, también nosotros, los
cristianos, no debemos desanimarnos ante las
dificultades que nuestra sociedad ofrece a
nuestros catequistas y evangelizadores para
cumplir con su misión de anunciar el evangelio de
Jesús, el reino de Dios a las personas con las que
convivimos. Nos hagan caso o no, nosotros no
debemos de dejar de predicar y predicar el
evangelio. Las dificultades no sólo no deben
desanimarnos, sino que deben de confirmarnos en la
necesidad de nuestra misión. Más necesario es
predicar el evangelio a una sociedad que,
mayoritariamente, ha dejado de creer en él, que a
una sociedad mayoritariamente fiel y creyente.
3. -
Por eso, vivo
contento en medio de mis debilidades, de los
insultos, de las privaciones, las persecuciones y
las dificultades sufridas por Cristo. Porque,
cuando soy débil, entonces soy fuerte.
La vida del apóstol san Pablo la conocemos
suficientemente bien todos los cristianos. Fue un
apóstol que predicó el evangelio de Jesús a los
gentiles, con una fortaleza y una capacidad de
sufrimiento grandísima. En su predicación sufrió
toda clase de dificultades, persecuciones y la
misma muerte. Pero todo lo sufrió con valentía por
su fe y su amor a Cristo. “No soy yo, llegó a
decir, es Cristo quien vive en mí”. No se fio
nunca de su propia fuerza, sino de la fuerza del
Cristo que vivía en él. Un buen ejemplo para
nosotros, los cristianos de todos los tiempos: no
somos nosotros, es el Cristo que actúa en nosotros
el que es fuerte. En nuestra debilidad debemos
dejar que actúe la fuerza de Dios. Precisamente,
porque el Señor ve nuestra debilidad y nuestra
humildad, como decía María, la madre de Jesús, es
por lo que Dios puede hacer en nosotros
maravillas. Seamos humildes también nosotros,
reconociendo nuestra debilidad. Como hoy nos dice
san Pablo de sí mismo, y dejemos que en nuestra
debilidad se manifieste la fuerza de Cristo.
Gabriel González del Estal
www.betania.es
¿PIERDE O GANA NUESTRA FE?
1.- Hasta no hace mucho tiempo, en España (al igual que en otros
tantos países) pensábamos que por el hecho de
poseer el carnet de conducir ya lo éramos
indefinidamente para siempre y que, como mucho,
una extralimitación o imprudencia, no iría más
allá de una sanción. Con el carnet por puntos ya
no vale todo. Quien la hace, no es que la pague,
pero sí que va restando en su haber y puede llegar
un momento en el cual no pueda circular. Eso es
sabido y ahora se quiere volver a reformar
En el inicio de nuestra vida cristiana también se nos dio un
carnet por el Bautismo. Y como cristianos también
corremos el riesgo de pensar que, por el hecho de
estar bautizados, y de que Dios sea bueno y
grande, tengamos derecho a todo, muy pocas
obligaciones y que, incluso, nos podamos dar la
satisfacción de infringir –una y otra vez– las
normas mínimas de cara a una cierta calidad de
vida cristiana.
Pero lo cierto es que sería bueno pensar que, en la gran
carretera que son los años que vivimos, hay
momentos en los que vamos restando puntos a
nuestra vida ética, a nuestra conducta moral, a
nuestro ser hijos de Dios, a nuestro compromiso
con el mundo. Lo realizamos, unas veces,
conscientemente y otras sin darle demasiada
importancia. El mundo, entre otras cosas, nos ha
habituado a alejar de nosotros el concepto de
“culpa” o de “pecado”. Como si el “todo cuela” y
el “todo vale” se constituyese en un
factor-cloroformo para no desarrollar los valores
evangélicos o justificar nuestras infracciones a
Dios y a los demás.
2.- En este domingo, entre otras cosas, el Señor nos dice que
estamos faltos de fe:
-Fallo de fe en lo que hacemos
-Ausencia de fe en lo que decimos
-Déficit de fe en lo que creemos y en Aquel en
quien creemos
Ya que hablamos del carnet por puntos, nos dice que hay todo un
grupo de “conductores” tocados por la fe, pero que
viven rebeldemente ante Dios; que hace un tiempo
que lo han olvidado; que lo han sustituido por
diminutos dioses del tres al cuarto; que conducen
su vida (familia, profesión, conciencia, etc.) sin
más criterio que la moral personal.
Hoy nos recuerda con San Pablo, que lejos de presumir de hacerlo
todo bien, hemos de ser conscientes de aquello que
nos falta para, un día, presentarnos ante Dios
intachables o por lo menos con la humildad de
haber intentado ser sus hijos.
Mientras tanto, y metidos en el verano, el Señor nos escolta. A
unos en la playa (para que no se broncee
solamente el cuerpo sino el corazón), a otros
en la montaña (para que el pulmón sea oxigenado
por la fe) y a otros, simplemente, en el lugar
donde nos encontramos.
3 .Lo importante es saber que el Señor sigue apostando por
nosotros. Nos acompaña. Se fía de nosotros y,
lejos de restar puntos a nuestras posibilidades de
entrar en el Reino de los cielos, nos trae hasta
la parroquia (auténtica autoescuela de fe y de
esperanza) para que recuperemos la alegría de
vivir, el deseo de ser fieles a él y la capacidad
de no olvidarle.
¿Qué no está de moda el ser cristiano? ¿Qué ha perdido “puntos”
el pertenecer a la Iglesia y defenderla? ¿Qué te
señalan por el camino de la vida por ser miembro
de…? ¿Qué te pueden criticar por ir
contracorriente?
¡Que no nos condicione¡ Es mejor salir de la tierra, con el
marcador a “0” según ciertos cánones que rigen en
el mundo, y pensar que hay otro anotador, muy
distinto y con otros parámetros en la eternidad,
que es al fin y al cabo el que cuenta para llegar
a la gran final: el encuentro con Dios.
Que no nos importe perder “ciertos puntos” en la sociedad que nos
toca vivir, antes que perder aquellos otros que
otorga el Señor, a los que creen en El, esperan en
Él y viven según Él.
Para finalizar una breve reflexión; el maligno –a veces— se
entrecruza en la felicidad del hombre. Eso es lo
que ha ocurrido en los recientes atentados de
corte islamista que, una vez más, nos recuerda las
consecuencias de unas sociedades debilitadas y con
incapacidad para defenderse ante la violencia sin
razón.
Javier Leoz
www.betania.es
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