¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 9 de Julio de 2023

DOMINGO 14° DURANTE EL AÑO

Del propio - Verde

Zacarías 9, 9-10 / Romanos 8, 9. 11-13 / Mateo 11, 25-30

Salmo Responsorial   Sal 144, 1-2. 8-11. 13c-14

R/.  "Bendeciré tu nombre eternamente”

 

Santoral:

Nuestra Señora de Itatí, Nuestra Señora del Rosario

de Chiquinquirá, Santa Verónica, Mártires

de Orange, Santos Teodorico y Nicasio,

San Gregorio Grassi, San Joaquín Ho

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 9 DE JULIO DE 2023

 

DOMINGO 1 DURANTE EL AÑO

 

Mira que tu Rey viene humilde hacia ti

 

Lectura de la profecía de Zacarías

9, 9-10

 

Así habla el Señor:

¡Alégrate mucho, hija de Sión!

¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén!

Mira que tu Rey viene hacia ti;

Él es Justo y victorioso,

es humilde y está montado sobre un asno,

sobre la cría de un asna.

Él suprimirá los carros de Efraím

y los caballos de Jerusalén;

el arco de guerra será suprimido

y proclamará la paz a las naciones.

Su dominio se extenderá de un mar hasta el otro,

y desde el Río hasta los confines de la tierra.

             

Palabra de Dios.

 

SALMO RESPONSORIAL                                                     144, 1-2. 8-11. 13c-14

 

R.    Bendeciré tu Nombre eternamente.

 

Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey,

y bendeciré tu Nombre eternamente;

día tras día te bendeciré,

y alabaré tu Nombre sin cesar.  R.

 

El Señor es bondadoso y compasivo,

lento para enojarse y de gran misericordia;

el Señor es bueno con todos

y tiene compasión de todas sus criaturas.  R.

 

Que todas tus obras te den gracias, Señor,

y tus fieles te bendigan;

que anuncien la gloria de tu reino

y proclamen tu poder.  R.

 

El Señor es fiel en todas sus palabras

y bondadoso en todas sus acciones.

El Señor sostiene a los que caen

y endereza a los que están encorvados.  R.

 

 

 

Si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu,

entonces vivirán

 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma

8, 9. 11-13

 

Hermanos:

Ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. y si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.

Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal. Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.

 

Palabra de Dios.                          

 

 

 

EVANGELIO

 

Soy paciente y humilde de corazón

 

X    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

11, 25-30

 

Jesús dijo:

Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.

Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.

 

Palabra del Señor.

 

 

 

Reflexión

 

 

NECESITAMOS SU ALIVIO Y SU DESCANSO

1.- La Palabra de Dios de este domingo nos habla de la importancia de la humildad. Cuentan una curiosa anécdota del gran escultor, arquitecto y pintor Miguel Ángel: los hombres que visitaban su taller se admiraron muy especialmente de la perfección y la belleza que tenía la estatua de "El David". El, sin darle ninguna importancia, dijo: "Yo sólo tomé un bloque de mármol de Carrara, me puse a quitar las partes que sobraban y descubrí que dentro estaba esta maravilla". La Palabra de Dios de este domingo nos habla de la importancia de la humildad. Humanamente hablando el pueblo quiere a la gente sencilla y odia a los orgullosos. La gente que se "pavonea" de sus cualidades no suele ser la que de verdad merece la pena. "Dime de que presumes y te diré qué careces". La plástica imagen del rey justo y victorioso, pero modesto, cabalgando sobre un asno nos habla de la restauración de Israel después de la invasión de Alejandro Magno. El rey no viene con aire altivo, luciendo sus galas reales, sino a modo de "siervo de Yahvé" como había dicho el profeta Isaías. La destrucción de los carros simboliza la caída del poder religioso y la caída de los caballos la eliminación del poder político opresor. El rey traerá la paz, don de dones sobre la tierra. ¿No es este rey pacificador una figura de Jesucristo, Príncipe de la Paz, que entra en Jerusalén poco antes de ser entregado a la muerte en el trono de la cruz? La paz que trae Jesucristo es la paz interior, que llena nuestro corazón y la paz exterior que da fin a la injusticia y a la violencia y establece un reino nuevo sobre la tierra.

2. - Jesús nos hace ver la contraposición entre los sabios y la gente sencilla. Aquellos, por creerse en posesión de la verdad, no la encuentran nunca; estos, los humildes, descubren la verdad de las cosas que no está en la apariencias, pues lo "esencial es invisible a los ojos", como decía el Principito. Dentro del mármol estaba la maravilla que descubrió Miguel Ángel. Pero hay que trabajar para descubrirla. Ahora que comienza un período de descanso es buen momento para "profundizar" dentro de nosotros y descubrir la maravilla que llevamos dentro. Cada persona es un tesoro creado por Dios. A veces juzgamos sólo por lo que ven nuestros ojos, tal vez nos dejamos guiar por prejuicios, pero sólo viendo el interior de la persona descubriremos la riqueza que encierra. Aprende a querer a todos por lo que son, no por lo que tienen. Toda persona es hijo de Dios, criatura suya, a todos quiere y estima por igual, pequeños o grandes. El orgulloso sólo cae de su pedestal cuando le ocurre algo que le devuelve a la realidad y descubre que todo se derrumba porque somos de barro.... Y entonces reconoce su verdadera realidad: lo que siempre permanece y nadie nos podrá arrebatar es el amor de Dios Padre. Reconocer nuestras limitaciones es el principio de la sabiduría, pues como decía Santa Teresa "humildad es andar en la verdad". Y San Agustín después de buscar en tantas doctrinas y filosofías, se dio cuenta de que habitaba en su interior y para encontrarla hacían falta tres cosa: "la primera, la humildad, la segunda la humildad y la tercera la humildad".

3. - Ser "alivio" para los cansados. Parecían palabras duras las que Jesús pronunciaba el domingo pasado. En el texto de hoy, sin embargo, se desborda la misericordia. El salmo 144 siempre me ha llenado de paz y serenidad al repetir dentro de mí que "El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas". En una época como la nuestra cargada de estrés y de cansancio, sobre todo ahora que estamos esperando con ahínco las vacaciones, estas palabras nos ayudan a vivir. Debemos sentir dentro de nosotros la misericordia entrañable de Dios y su cariño. No es cierta la imagen de Dios terrible y acusador, sólo es verdadero el Dios cercano y tierno que nos mima y nos cuida como una madre que lleva a su hijo en el regazo. ¿Quién no está cansado y agobiado hoy? Jesús te dice que acudas a Él, porque encontrarás alivio y descanso. El sentir al Dios-misericordia nos debe llevar a nosotros a practicar la misericordia. La Iglesia, Madre nuestra, Madre de todos los hombres, debe practicar la misericordia entrañable. Es el mejor servicio que puede prestar a la sociedad, ser "alivio" para los cansados, ser fuente para los sedientos, ser hogar para los perdidos, ser madre para todos.

 

José María Martín OSA

www.betania.es

 

LA “GENTE SENCILLA” DEL EVANGELIO SON LOS QUE SE FÍAN DE DIOS

1.- Te doy gracias, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Cuando Jesús dice esta frase tiene delante a los fariseos y escribas por un lado, y a sus discípulos y gente sencilla que creía en él, por otro. Los escribas y fariseos se fiaban de sus buenas obras para alcanzar su salvación; los discípulos de Jesús y la gente sencilla, en general, creían que sólo Dios, el Dios que se manifestaba en Jesús, podía salvarles. Ellos se veían débiles y pecadores y pensaban que sólo la misericordia de Dios les salvaría. Consideraban la salvación como un don gratuito de Dios. Su misión era dejarse guiar y llevar por Dios, como un niño que necesita la fuerza de sus padres para poder crecer y desarrollarse. En realidad, todos los grandes santos han sido <gente sencilla>. Lo fue el mismo Jesús: “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya”, “en tus manos encomiendo mi espíritu”; lo fue el patriarca Abraham, que se fio de Dios para salir de su tierra y caminar hacia una tierra que no conocía; lo fue san Pablo que, en medio de sus debilidades, encontró en Dios la fuerza necesaria para predicar el evangelio de Jesús; lo fueron san Agustín, y san Francisco, y santa Teresa de Calcuta, y tantos santos y gente buena y sencilla que, en medio de sus muchas luchas y debilidades interiores y exteriores, supieron fiarse de Dios. No es fácil fiarse de Dios en la vida ordinaria, y menos en la sociedad laica en la que nosotros vivimos ahora. Pero el buen cristiano debe fiarse de Dios siempre. Fiarse de Dios no es abandonarse y creer que Dios va a venir a solucionar mis problemas; fiarse de Dios es hacer todo lo que pueda de mi parte y dejar que, al final, sea Dios el que decida. El que se fía de Dios trabaja todo lo que puede para cumplir la voluntad de Dios, sin ahorrar esfuerzos y trabajos interiores y exteriores propios. Yo, por mi parte, hago todo lo que puedo, pero sabiendo que, por mí mismo, no puedo conseguir todo lo que quiero, por eso me fío de Dios y creo que Dios no me va a abandonar nunca y que, al final, me dará lo que más me conviene. Esto, aplicado a la propia salvación, parece evidente en la teología cristiana: sólo Dios puede salvarme. Porque, con palabras del salmo responsorial, “El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan”.

2.- Así dice el Señor; alégrate, hija de Sión, mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso, modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Este texto del profeta Zacarías ha sido siempre muy usado en la liturgia cristiana para referirse al Mesías, a Jesús entrando en Jerusalén, el domingo de Ramos. Nos recuerda al siervo de Yahvé, humilde y victorioso, del profeta Isaías, el siervo que vencería el mal con la humildad de un siervo y con la fortaleza de Dios. Así debemos ser los cristianos, personas humildes, pero fuertes con la fortaleza de Dios, en la defensa de nuestra fe y en la predicación del Evangelio. Todos los días pedimos a Dios que venga a nosotros su Reino, un reino que sólo la fuerza de Dios puede traernos, pero al que nosotros debemos tender humildemente cada día con nuestras pobres fuerzas y con una confianza total en la fuerza de nuestro Dios. Nuestra esperanza cristiana en la venida del Reino no está fundada en nuestras fuerzas humanas, sino en la fuerza todopoderosa de Dios, que enaltece a los humildes y derriba a los soberbios. Debemos rezar todos los días el Padrenuestro como personas humildes que nos fiamos de Dios.

3.- Vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. La palabra “carne”, en este texto de la carta de san Pablo a los Romanos, no significa propiamente “cuerpo”, sino debilidad y pecado. Lo que nos da fuerza espiritual a los cristianos es el Espíritu de Cristo. El que no está habitado por el Espíritu de Cristo no es cristiano. San Pablo sabía que tenía una condición humana débil y pecadora, pero que la fuerza del Espíritu de Cristo habitaba en él. Por eso, decía que se gloriaba de sus debilidades humanas para que así se viera que lo que le daba fuerza era el Espíritu de Cristo que habitaba en él. No nos fiemos nosotros de nuestras propias fuerzas para alcanzar la santidad, sino de la gracia de Dios, del Espíritu de Cristo que habita en nosotros. Trabajemos esforzadamente para alcanzar la santidad, sabiendo que, si Cristo habita en nosotros, la fuerza de Dios nos salvará. Trabajemos, sí, en nuestra propia santidad, pero fiándonos siempre de Dios, porque nuestro Dios es un Dios que salva.

 

Gabriel González del Estal

www.betania.es

 

 

CANSADOS Y AGOBIADOS

En este Domingo Catorce del Tiempo Ordinario escuchamos un evangelio que nos invita a la esperanza y al sosiego: “Venid a mí los cansados y agobiados y yo os aliviaré”.

1. --¿De qué está el mundo cansado? Unas veces de la falta de respuestas a las exigencias de la felicidad del hombre y, otras, de insatisfacción ante tantos sucedáneos que –lejos llevarnos a bienestar auténtico– nos convierten en simple marionetas en manos de los poderosos.

--¿De quién o de qué está el hombre indignado? Unas veces de las promesas que no se cumplen y, otras, de aquellas que se llevan a cabo pero no en beneficio de todos. De aquellos derechos que, por simples leyes, convierten a unos en verdugos y a otros en víctimas en manos de los otros.

--¿Por qué está la sociedad y el hombre decepcionados? Entre otras cosas porque ya no sabe por dónde ir, ni dónde encontrar el verdadero descanso. Porque, el ritmo tan vertiginoso que llevamos en el día a día, se convierte en un yugo insoportable y solitario, insolidario y materialista, que nos hace sentir que algo no funciona bien; que no vivimos dignamente, que la vida que llevamos…no es vida.

2. ¿Dónde está la respuesta a nuestras aspiraciones? Ni más ni menos en el retorno al Señor. Hay un viejo proverbio que dice “tus penas en el hombro de un amigo quedan divididas por dos”. «Cualquier otra carga, decía san Agustín, te oprime y abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquier otra carga tiene peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas parece que le alivias el peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el peso de sus alas y verás cómo vuela» (Sermón 126).

3.- Nunca, como hoy, dispone la humanidad de muchísimos medios de comunicación (oral, visual y escrita) y, nunca como hoy el ser humano tiene necesidad de contar sus penas y sus miserias a alguien. ¿Qué ocurre entonces? Que la gente, entre ellos muchos de nosotros, no queremos más problemas que los nuestros. Nuestras propias dificultades y yugos personales nos abruman, nos agobian y nos llevan a decir aquello de “bastante tengo con lo mío”. Jesús, por el contrario, aligera nuestras cargas. Nos da fuerza para seguir adelante y nos hace descubrir, en la debilidad o en la humildad, el secreto para ser fuertes. En un sencillo pollino entró en la Jerusalén de la tierra… para, días después, triunfar victorioso sobre la muerte.

4.- Hagamos confidente, de nuestros fracasos y de nuestras preocupaciones, a Jesús. No lo arrinconemos. Tenemos su pecho para reclinar nuestra cabeza. Poseemos su Palabra para orientar nuestro vivir. Nos ha dejado la Eucaristía para ser invencibles y como aperitivo de lo que se nos dará en la Vida Eterna. Contamos con el auxilio de su Espíritu que, en el agotamiento físico y espiritual, siempre será un consuelo.

Que la Virgen María, en este tiempo ordinario, nos haga disfrutar del oasis de paz y de energía espiritual y humana que es Jesucristo.

Para el cristiano no existen los momentos críticos sino la mano de Dios que sale a su encuentro cuando le confía sus angustias, temores y luchas.

 

Javier Leoz

www.betania.es