¡Alégrate, el Señor está contigo!

 

EVANGELIO DEL DÍA

Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68

 

     

Domingo, 2 de julio de 2023 
DOMINGO 13° DURANTE EL AÑO

2 Reyes 4, 8-11. 14-16a / Romanos 6, 3-4. 8-11 / Mateo 10, 37-42
Salmo Responsorial   Sal 88, 1-2.
16-19
R/.  "Cantaré eternamente el amor del Señor"

 

Santoral:

Nuestra Señora del Huerto, San Otón de Bamberg,

San Martiniano, San Procesio

y Beata Eugenia Joubert

 

 

LECTURAS DEL DOMINGO 2 DE JULIO DE 2023

 

DOMINGO 13° DURANTE EL AÑO

 

  

Ése es un santo hombre de Dios

 

Lectura del segundo libro de los Reyes

4, 8-11. 14-16a

 

Un día, Eliseo pasó por Sunám. Había allí una mujer pudiente, que le insistió para que se quedara a comer. Desde entonces, cada vez que pasaba, él iba a comer allí. Ella dijo a su marido: «Mira, me he dado cuenta de que ese que pasa siempre por nuestra casa es un santo hombre de Dios. Vamos a construirle una pequeña habitación en la terraza; le pondremos allí una cama, una mesa, una silla y una lámpara, y así, cuando él venga, tendrá donde alojarse».

Un día Eliseo llegó por allí, se retiró a la habitación de arriba y se acostó. Entonces llamó a Guejazí, su servidor, y le preguntó: «¿Qué se puede hacer por esta mujer?» Guejazí respondió: «Lamentablemente, no tiene un hijo y su marido es viejo». «Llámala», dijo Eliseo. Cuando la llamó, ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo: «El año próximo, para esta misma época, tendrás un hijo en tus brazos».

 

Palabra de Dios.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                     88, 2-3. 16-19

 

R.    Cantaré eternamente el amor del Señor

 

Cantaré eternamente el amor del Señor,

proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.

Porque Tú has dicho: «Mi amor se mantendrá eternamente,

mi fidelidad está afianzada en el cielo». R.

 

¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte!

Ellos caminarán a la luz de tu rostro;

se alegrarán sin cesar en tu Nombre,

serán exaltados a causa de tu justicia. R.

 

Porque Tú eres su gloria y su fuerza;

con tu favor, acrecientas nuestro poder.

Sí, el Señor es nuestro escudo,

el Santo de Israel es realmente nuestro rey. R.

 

 

Sepultados. con Cristo en el bautismo

llevemos una vida nueva

 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma

6, 3-4. 8-11

Hermanos:

¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.

Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre Él. Al morir, Él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

 

Palabra de Dios.

 

 

EVANGELIO

 

El que no toma su cruz no es digno de mí

El que los recibe a ustedes me recibe a mí

 

X    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

10, 37-42

Dijo Jesús a sus apóstoles:

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.

El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquél que me envió.

El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.

Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión

 

LA ESCALA CRISTIANA DE LOS VALORES

1.- El que quiere a su padre o su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. Todas las personas nacemos ya con una serie de valores primarios inscritos en la propia naturaleza: el amor a la vida, el amor al alimento y al dinero, el amor a los padres y a los hijos, etc. Para los cristianos, el valor primero, al que han de subordinarse todos los demás valores, es el amor a Cristo. No es que los demás valores no tengan valor en sí mismos, sino que todos los demás valores debemos ponerlos al servicio del valor primero, el amor a Cristo. Son valores cristianos, para todo ser humano, amar la vida, amar la comida y el dinero, amar a los padres y a los hijos, etc., pero debemos renunciar a cualquier valor, por muy natural y cristiano que nos parezca, si entra en contradicción y nos impide realizar el valor primero: el valor a Cristo. Así lo han demostrado a lo largo de la historia, miles de mártires, ascetas que sometieron su vida a muchas y extenuantes mortificaciones, hijos que renunciaron y se opusieron a sus padres para poder seguir su vocación religiosa, misioneros que asumieron toda clase de privaciones, peligros y persecuciones para poder predicar con libertad el evangelio de Cristo. En definitiva, debemos estar dispuestos a renunciar a todo lo que nos impida ser fieles al valor primero y principal: el seguimiento de Jesús. Esto puede parecer fácil en teoría, pero es tremendamente difícil realizarlo cada día y en cada momento. Porque tenemos un cuerpo que lucha continuamente contra el espíritu. Los valores del cuerpo son el materialismo, el bienestar corporal, un egoísmo a ultranza, los valores económicos, políticos y sociales que nos predica continuamente la sociedad en la que vivimos. Para vivir diariamente según la escala de valores cristianos hace falta mucho valor humano para aceptar cristianamente las muchas cruces que la vida de cada día nos trae y, sobre todo, mucha gracia de Dios. Hoy día, todo cristiano debe aceptar vivir en minoría dentro de esta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Y hacerlo con alegría, con humildad y con mucha perseverancia. Sólo así podremos decir que somos discípulos de Jesús.

2.- Un día pasaba Eliseo por Sunem y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer. Y siempre que pasaba por allí iba a comer a su casa. Ella dijo a su marido: me consta que este hombre de Dios es un santo. Podemos aplicar a esta mujer de Sunem lo que dice Jesús a sus apóstoles en el evangelio de hoy: el que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo y el que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga. La mujer sunamita recibió al profeta Eliseo en su casa y le invitaba a comer, precisamente porque le consideraba un santo, es decir porque veía en él a un enviado de Dios. Y el profeta Eliseo, en nombre de Dios, le pagó su buena acción consiguiendo que esta mujer, con un marido “ya muy viejo”, tuviera un hijo. ¿Cuál puede ser el mensaje que tiene esta lectura del libro de los Reyes para nosotros? Pues que las acciones buenas que tenemos para los demás Dios siempre nos las recompensa; hacer el bien a los demás siempre es agradable ante Dios. La vida de Cristo fue toda ella un don de Dios para con nosotros. Hagamos nosotros, en nombre de Cristo, de nuestra vida un don para los demás. Seguro que Dios, de una manera o de otra, nos lo recompensará.

3.- Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte… para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así nosotros andemos en una vida nueva. Por el bautismo hemos sido incorporados a Cristo, el bautismo fue para nosotros nuestro nacimiento espiritual, como una primera resurrección del pecado a la vida. Por el bautismo nos incorporamos a Cristo y como Cristo una vez resucitado ya un muere más, la muerte ya no tiene domino sobre él, así nosotros, si permanecemos incorporados a Cristo, viviremos para siempre. Lo que quiere decirnos san Pablo en este texto de su carta a los Romanos es que nosotros, como cristianos, participaremos de la resurrección de Cristo, no moriremos para siempre. Es un mensaje de esperanza en la vida eterna, un mensaje que debemos recordar, sobre todo, en medio de las dificultades y tribulaciones de esta vida. La fe y la esperanza en la resurrección debe ser para nosotros nuestra principal fuente de fortaleza espiritual, sobre todo en los momentos difíciles. Así lo fue para san Pablo, que llegó a decir que si no existiera la resurrección, los cristianos seríamos los hombres más desgraciados del mundo. Reavivemos, pues, nuestra esperanza en la resurrección y actuemos siempre con valor espiritual ante las dificultades de esta vida.

 

Gabriel González del Estal

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¿COMO ES NUESTRO AMOR A DIOS?

1.- Radicalidad del seguimiento de Jesús. Cuando el evangelista pone en labios de Jesús la expresión "el que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí" nos deja desconcertados. Puede que exclamemos como dicen hoy los chicos ¡qué fuerte! Quizá pensemos que Jesús no quiere acogernos, que es demasiado exigente o tal vez ignora nuestra realidad pecadora. Nada de eso... Jesús sabía muy bien a quién estaba hablando y lo que quería decir. Estas palabras desconcertantes muestran la radicalidad del seguimiento de Jesús. No vale quedarse a medio camino. Si decidimos seguirle, debe ser con todas las consecuencias. La persona de Cristo debe ser para el cristiano el centro y el valor absoluto de su vida. Lo demás debe quedar en segundo plano. Esto no quiere decir que no amemos o no nos preocupemos de nuestra familia, sino que sepamos priorizar. Estoy seguro de que el que ama a Jesucristo con todo su ser demuestra también su amor a los demás, comenzando por los suyos. San Agustín pedía a los fieles de la Iglesia de Hipona que amaran a Dios por lo menos con el mismo amor que demuestran a sus padres: “Deduce del amor que sientes por tus padres cuánto debes amar a Dios y a la Iglesia. Pues si tanto ha de amarse a quienes te engendraron para la muerte, ¿con qué amor han de ser amados quienes te engendraron para que llegues a la vida eterna y permanezcas por la eternidad? Ama a tu esposa, ama a tus hijos según Dios, inculcándoles que adoren contigo a Dios. Una vez que te hayas unido a él, no has de temer separación alguna. Por tanto, no debes amar más que a Dios a quienes con toda certeza amas mal, si descuidas el llevarlos a Dios contigo”. (Sermón 344,1-2).

2. – Pregúntate, ¿a quién amas? El amor se demuestra con los hechos. Si estás dispuesto a perder tu vida por alguien, entonces sí que demuestras amor por él. Ese Alguien es Jesucristo. ¿Qué estás dispuesto a hacer por El? Curiosamente, el que pierde, encuentra. Consigue una vida mucho más plena. Pero amar a Jesús es amar a los hermanos. El movimiento se demuestra andando y el amor a Dios entregándose por el prójimo, especialmente el más necesitado. El que recibe a alguien en su casa, el que da un vaso de agua al sediento, acoge al que está solo, "pierde su tiempo" por los demás, no quedará sin recompensa. Este es el regalo que obtuvo la mujer de Sunem cuando demostró su hospitalidad con el profeta Eliseo.

3. - ¿Qué es tomar la cruz? Es asumir la que cada uno lleva. No hace falta crearse otras cruces, basta con saber llevar la que uno tiene: la cruz de tu timidez, la cruz de tus dolencias, la cruz de tu fracaso, la cruz de tu cansancio, la cruz de tu ceguera, la cruz de tus defectos. ¿Cómo llevas tu cruz? No se trata de resignarse, se trata de llevarla con entereza y siendo solidario con el hermano. Una vez que hayas asumido tu cruz, estás en condiciones de ayudar a los demás a llevar la suya. La cruz no es signo de muerte, es signo de amor y de vida. De la cruz de Jesucristo surgió la vida para todos, el triunfo definitivo sobre la muerte. Llevar la propia cruz y ayudar a llevarla al hermano es un signo de amor, y amar es dar vida. Vivimos con Cristo y de la vida que de él nos viene, nos recuerda la Carta a los Romanos. Los que se incorporan a la muerte de Cristo por el bautismo participan también de la nueva vida que se manifiesta en la resurrección de Cristo. Saliendo del agua significamos esta resurrección a la nueva vida. La nueva vida ha de acreditarse en una buena conducta moral hasta que la Resurrección triunfe definitivamente en la vida eterna.

4.- “Loado seas, mi Señor, también por los medios de transporte”. Celebramos la Jornada de responsabilidad en el tráfico en este primer domingo de julio. Este es el lema con el que los obispos españoles quieren invitar “a bendecir y loar al Dios de la creación, por tanta belleza como nos regala y por la oportunidad que nos brinda de contemplarla”. Ahora que comienzan las vacaciones podemos ejercitar la virtud de la hospitalidad, no sólo con los amigos, también con los de fuera. Es en estos pequeños detalles donde se demuestra que tenemos fe. Lo demás es engañar y engañarnos.

 

José María Martín OSA

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PERDIENDO ES COMO SE GANA

1.- La sociedad nos invita a un triunfo rápido y a costa de lo que sea. Hay medios, métodos y empresas que están orientados precisamente a todo ello: conquistar la fama cuanto antes y, si puede ser bien remunerado, mejor que mejor.

Y, en este inicio del verano, la Palabra del Señor nos recuerda que perdiendo muchas cosas (que ante el mundo pueden parecer importantes) son puntos para adquirir algo más definitivo en el más allá.

El padre y la madre (de los que se nos habla en el Evangelio de hoy) tienen muchos rostros con diversos nombres, en la realidad que nos circunda: riquezas, ocio, placer, materialismo, hedonismo, relativismo, miedos, temores, etc. Son muchas las cosas que nos atenazan y nos impiden servir con cierta generosidad o con desprendimiento a la causa de Jesús.

2.- El padre y la madre, son aquellos imanes que nos atraen y nos apartan del camino emprendido en el día de nuestro Bautismo. Es, en definitiva, la comodidad y el apego a muchas cosas que nos parecen imprescindibles para ser felices, lo que nos paraliza y nos impide valorar aquella ganancia de la que Jesús nos habla en este evangelio dominical. Cuando uno quiere a alguien, todo esfuerzo y sacrificio, le parece poco. Cuando a uno le es indiferente otra tercera persona, cualquier detalle, le parece un privilegio concedido injustamente.

A Dios hay que llevarlo en el fondo de las entrañas. Cuando a Dios se le ama, la vida y las pequeñas renuncias de la vida cristiana, se contemplan con otra óptica, con un trasfondo de felicidad y de fidelidad.

2.- Todos, en el día a día, podemos ir construyendo un pequeño balance de aquello que damos a Dios y de aquello que Dios nos ofrece. Malo será que, el día de mañana, abriendo el diario de nuestras buenas obras, de nuestros ratos de oración, del trabajo en pro de la justicia, de la confianza y de la esperanza en Dios, nos encontremos con la gran sorpresa de que tenemos muy pocos asientos señalados a nuestro favor por haber estado entretenidos en “muchos padres y madres” que distrajeron nuestra existencia desde Dios y para Dios.

¿Perder para ganar? Ciertamente. Dios, en nosotros y a través de nosotros, invierte en el mundo de una forma original y desconcertante: hay que ir contracorriente. Comprando aquello que muchos desprecian y abrazando a aquellos que la sociedad rechaza. Para ello, claro está, es cuestión –muchas veces– de cerrar los ojos y de abrir el corazón.

¿Perder para ganar? Así es. Jesús nos deja unas pistas por las que podemos optar hacia esos grandes valores que, a pesar de las dificultades, perduran en el tiempo.

3.- Alguien dijo, con cierta razón, que los cristianos tenemos que aprender a “jugar en bolsa”. No precisamente en aquella que el mundo económico propone para enriquecerse abusivamente. El cristiano convencido, ha de estar dispuesto a perder de lo suyo (tiempo, bienes materiales, esfuerzo) para que un día Jesús pueda reconocernos como aquellos que se arriesgaron y arriesgaron abundantemente en su nombre y en favor de los demás.

--Que los modos de ver las cosas sean los de Dios y no los nuestros

--Que la voluntad a la hora de vivir, venga condicionada por la voluntad de Dios y no solamente por la nuestra

--Que aquello que realicemos se corresponda con los planes de Dios y no exclusivamente con nuestra agenda personal

--Que en el día a día, sepamos morir un poco a nuestro “yo” para que brote un poco Dios.

 

Javier Leoz

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