¡Alégrate,
el Señor está contigo!
EVANGELIO DEL DÍA
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
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Domingo, 25 de junio de 2023
DOMINGO 12º DURANTE EL AÑO
Del
propio
-
Verde
Jeremías
20,
10-13
/
Romanos
5,
12-15
/ Mateo
10, 26-33
Salmo Responsorial, Sal
Jeremías
20,
10-13
R/. "Respóndeme,
Dios mío, por tu gran amor"
Santoral:
San Guillermo de Vercelli, San Próspero,
Santa Leonor y San Salomón
LECTURAS DEL
DOMINGO
25
DE JUNIO DE 2023
DOMINGO
XII°
DURANTE EL AÑO
Libró la vida del indigente
del poder de los malhechores
Lectura del libro de Jeremías
20, 10-13
Dijo el profeta Jeremías:
Oía los rumores de la gente:
«¡Terror por todas partes!
¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!»
Hasta mis amigos más íntimos
acechaban mi caída:
«Tal vez se lo pueda seducir;
prevaleceremos sobre él
y nos tomaremos nuestra venganza».
Pero el Señor está conmigo
como un guerrero temible:
por eso mis perseguidores tropezarán
y no podrán prevalecer;
se avergonzarán de su fracaso,
será una confusión eterna, inolvidable.
Señor de los ejércitos, que examinas al justo,
que ves las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos!,
porque a ti he encomendado mi causa.
¡Canten al Señor, alaben al Señor,
porque El libró la vida del indigente
del poder de los malhechores!
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
68, 8-10. 14. 17. 33-35
R.
Respóndeme,
Dios mío, por tu gran amor
Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu Casa me devora,
y caen sobre mí los ultrajes de los que te
agravian.
R.
Pero mi oración sube hasta ti, Señor,
en el momento favorable:
respóndeme, Dios mío, por tu gran amor,
sálvame, por tu fidelidad.
Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor,
por tu gran compasión vuélvete a mí.
R.
Que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor:
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos.
Que lo alaben el cielo, la tierra y el mar,
y todos los seres que se mueven en ellos.
R.
No hay proporción entre el don y la falta
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
5, 12-15
Hermanos:
Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y
por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a
todos los hombres, porque todos pecaron.
En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes
de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se
tiene en cuenta. Sin embargo, la muerte reinó
desde Adán hasta Moisés, incluso en aquéllos que
no habían pecado, cometiendo una transgresión
semejante a la de Adán, que es figura del que
debía venir.
Pero no hay proporción entre el don y la falta.
Porque si la falta de uno solo provocó la muerte
de todos, la gracia de Dios y el don conferido por
la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron
derramados mucho más abundantemente sobre todos.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
No teman a los que matan el cuerpo
X Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
10, 26-33
Jesús dijo a sus apóstoles:
No teman a los hombres. No hay nada oculto que no
deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser
conocido. Lo que Yo les digo en la oscuridad,
repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído,
proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma. Teman más bien a aquél que puede
arrojar el alma y el cuerpo al infierno.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas
monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en
tierra, sin el consentimiento del Padre de
ustedes. También ustedes tienen contados todos sus
cabellos. No teman entonces, porque valen más que
muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres,
Yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el
cielo. Pero Yo renegaré ante mi Padre que está en
el cielo de aquél que reniegue de mí ante los
hombres.
Palabra del Señor.
Reflexión
LA CONFIANZA EN DIOS AHUYENTA EL MIEDO A LOS MALES
FÍSICOS
1.-
No tengáis miedo a los que pueden matar el cuerpo,
pero no pueden matar el alma. No, temed al que
puede destruir con el fuego alma y cuerpo.
Las tres lecturas de este domingo nos dicen, de
distintas maneras, que la confianza en Dios es
fuente de paz interior. Quien sabe que Dios no le
va a abandonar nunca, pase lo que pase, no pierde
la paz interior por las amenazas o los problemas y
males físicos que tenga que soportar.
Evidentemente, esto no es fácil de conseguir en un
mundo en el que la mayoría de las personas viven
como si Dios no existiera. Pero, afortunadamente,
tenemos muchos ejemplos de personas que han hecho
de su confianza en Dios un arma maravillosa que
les permitió vencer espiritualmente todas las
amenazas y males del cuerpo. Empezando, por
supuesto, por el mismo nuestro Señor Jesucristo y
siguiendo por tantos santos y personas anónimas
que supieron mantener la paz en medio de los
mayores males y amenazas físicas. Pensemos cada
uno de nosotros en aquellas personas conocidas
nuestras, padres, abuelos, familiares, que física
y corporalmente sufrieron mucho, pero que
interiormente no perdieron nunca la paz interior,
gracias a su profunda confianza en Dios. Hoy, en
este domingo, nos bastará con pensar en el ejemplo
de Cristo, del profeta Jeremías y de san Pablo.
Cristo vino al mundo para cumplir la voluntad de
su Padre y en el mismo Huerto de los Olivos, en
medio de los mayores temores y del presentimiento
de una muerte cruel e inmediata, no sólo no perdió
la paz, sino que gritó a su Padre con profunda fe
y confianza en Él: no se haga mi voluntad, sino la
tuya. El profundo amor y la profunda confianza con
que Cristo estaba íntimamente unido a su Padre le
permitió vivir, padecer y morir en la paz de un
hijo que sabe que su padre está siempre a su lado,
ayudándole. Pidamos nosotros a Dios, en este
domingo, no perder nunca la paz interior, fruto de
nuestra profunda confianza en un Dios Padre que se
“pondrá siempre de nuestra parte ante su Padre del
cielo”.
2.-
Oí el cuchicheo
de la gente: “pavor en torno”…
Pero el Señor está conmigo como fuerte soldado.
El profeta Jeremías sufrió toda clase de afrentas,
persecuciones y rechazo general, tanto de parte de
las autoridades, como del pueblo llano, por
mantenerse fiel al mandato del Señor. Sabía muy
bien que lo que él decía no era lo que querían oír
los que mandaban y el pueblo llano en general,
pero él prefirió obedecer a Dios, antes que ceder
ante los que le amenazaban. También a cualquiera
de nosotros puede pasarnos algo parecido en
algunas ocasiones. El “qué dirán”, los respetos
humanos, el querer quedar bien con todos, nos
tientan a todos nosotros en más de una ocasión.
Porque es cierto que debemos ser respetuosos con
las opiniones de los demás, sobre todo las
opiniones de aquellas personas con las que
convivimos y tratamos más frecuentemente, pero el
respeto a las opiniones de los demás no debe nunca
anular nuestro pensar, ni nuestro actuar, cuando
estamos interiormente convencidos de que actuamos
de acuerdo con una conciencia cierta y bien
formada. El “tenemos que obedecer a Dios antes que
a los hombres” no siempre es fácil de discernir,
pero es una verdad cristiana evidente. Con
humildad, con profunda piedad, debemos pedir todos
los días al Señor que nos haga conocer en cada
momento cuál es su voluntad y ser fieles a ella,
aunque por ello tengamos que sufrir interior y
exteriormente.
3.-
No hay proporción
entre la culpa y el don: si por la culpa de uno
murieron todos, mucho más, gracias a un solo
hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de
Dios desbordaron sobre todos.
San Pablo fue siempre un hombre fiel a su
conciencia: antes de su conversión al
cristianismo, fue una persona totalmente fiel a la
Ley de Dios dada por Moisés, pero, desde el
momento mismo en que se convierte a Jesús, todo lo
anterior pierde importancia y sólo el evangelio,
la buena noticia de Jesús, le interesa. Tendrá que
sufrir mucho en su vida por defender y predicar el
evangelio de Jesús, pero los sufrimientos
interiores y exteriores que sufrió por ser fiel al
mandato del Señor los consideró él ganancia ante
Dios. Se identificó de tal manera con Cristo, que
todo lo demás lo consideró despreciable y
secundario. No cedió nunca ante el sufrimiento, la
persecución y la misma muerte, sabiendo siempre
que el don y la gracia de Dios nunca le iban a
faltar. Él se sabía débil y frágil, pero también
sabía que la gracia y el don de Dios suplían
ampliamente su debilidad. Humildad para reconocer
nuestra propia debilidad y confianza en la fuerza
de Dios que actúa en nosotros es lo que debemos
pedir nosotros en este domingo, a ejemplo del
Señor Jesús, del profeta Jeremías y de san Pablo.
Y que los sufrimientos interiores y exteriores no
nos aparten nunca de seguir el camino que el mismo
Dios nos marca. “El que a Dios tiene nada le
falta; sólo Dios basta”.
Ángel Gómez Escorial
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TEMAMOS PARA NO TEMER”
(San Agustín)
1.-
Fiel en la prueba.
En la primera lectura de Jeremías escucharemos
cómo el profeta se ha convertido en la burla de la
gente, de sus mismos compatriotas. Pero este
sufrimiento, lejos de desalentarle, le vigoriza y
le abre al trato con Dios. En la dura prueba de la
soledad y la condena, siendo inocente, se mantiene
fiel y esperanzado en aquel que no se olvida de
los pobres. Es una plegaria que alterna
expresiones de máxima desesperanza con la
proclamación de fe. Jeremías es perseguido por los
funcionarios del rey, hundido en el barro de una
cisterna y, por último, liberado por el eunuco del
rey, Ebedmelek. Jeremías vive el paso de la muerte
a la vida. Mientras los habitantes de Jerusalén
confían en la celebración de sus armas para no
morir en manos de los enemigos, el profeta busca
la vida en la confianza en Dios.
2.-
La gracia vence
al pecado. En
la Carta a los Romanos se traza la contraposición
entre el pecado y la gracia. El empeño salvífico
de Dios se manifiesta en Jesucristo. En él triunfa
la gracia sobre el pecado. Jesús es el iniciador y
el prototipo de la nueva humanidad, contrapuesto a
Adán, iniciador y prototipo de la vieja humanidad.
Pero para Pablo el punto de partida no es Adán,
sino Jesús. No es Jesús quien se comprende a
partir de Adán, sino a la inversa, Adán a partir
de Jesús. Esto significa que nosotros nacemos
ciertamente en un mundo de pecado, pero sobre todo
nacemos en un mundo de salvación y de gracia.
3.-
El santo temor de
Dios.
Reemprendemos el evangelio de Mateo en la última
parte de las instrucciones dadas por Jesús a los
Doce cuando los envía. Las sentencias de Jesús
deben leerse sobre la base de la misión. El
evangelio de hoy está dominado por los imperativos
que se hacen a los discípulos: no tengáis miedo a
los hombres, a los que matan el cuerpo, porque
valéis más que los gorriones, temed al que puede
destruir con el fuego alma y cuerpo. La fe y la
adhesión personal de los discípulos a Jesús deben
manifestarse en la proclamación abierta y clara
del mensaje del Maestro. El motivo por el cual el
creyente-testigo no debe temer es que los que se
oponen al mensaje no tienen un poder real sobre la
vida, pues "matan el cuerpo, pero no pueden matar
el alma”. El único dueño y señor de la vida y el
que tiene poder sobre ella es Dios; si acaso es a
Él a quien debe "temerse", puesto que solamente El
decide el destino de salvación o de condenación de
cada hombre según la actuación de éste con
respecto a los demás.
4.- Hoy día la Iglesia es perseguida en muchos lugares del mundo.
A todos nos impresiona lo que está pasando en
Siria. Un número ingente de mártires muere por
defender su fe. El nuevo Pueblo de Dios no debe
tener miedo a los fundamentalistas religiosos. La
Iglesia seguirá adelante a pesar de la oposición
también religiosa de los fundamentalistas. Estos
acudirán incluso a métodos mortales. Pero la
integridad física no da la medida de la persona.
La integridad personal no se agota con la
integridad física. La integridad personal no la
mata ni siquiera el arma mortífera del
fundamentalista religioso. No es a éste a quien
hay que tener miedo, sino que debemos vivir en el
santo temor de Dios, porque es Dios quien da la
verdadera medida de la persona. Ahora bien, ¡Dios
está de nuestra parte, pequeño rebaño! ¡Dios es
padre! La pérdida de la integridad física no nos
debe asustar. Esta pérdida tiene un sentido y Dios
no está ausente. El texto de hoy quiere dar ánimo
a los que se sienten perseguidos por vivir la fe,
infundiendo en el discípulo ilusión y esperanza
contra toda esperanza. Pidamos a Dios por los
mártires de nuestro tiempo. Para que no
desfallezcan y mantengan la esperanza. San Agustín
aclara a quién tenemos que temer:
“Las palabras divinas que nos han leído nos animan
a no temer temiendo y a temer no temiendo. Cuando
se leyó el evangelio, advertisteis que Dios
nuestro Señor, antes de morir por nosotros, quiso
que nos mantuviéramos firmes; pero animándonos a
no temer y exhortándonos a temer. Dijo, pues:
No temáis a los que matan el cuerpo, pero no
pueden matar el alma (Mt 10,28). Ahí nos animó
a no temer. Ved ahora dónde nos exhortó a temer:
Pero temed a aquel
–dijo–
que puede matar el alma y el cuerpo en la
gehenna (ib.). Por tanto, temamos para no
temer. Parece que el temor va asociado a la
cobardía; parece que el temor es propio de los
débiles, no de los fuertes. Pero ved lo que dice
la Escritura: El temor del Señor es la
esperanza de fortaleza (Prov 14,26). Temamos
para no temer, esto es, temamos prudentemente,
para no temer infructuosamente. Los santos
mártires... temiendo no temieron: temiendo a Dios,
desdeñaron a los hombres”.
(San Agustín)
José María Martín OSA
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¡LAS COSAS CLARAS Y EL CHOCOLATE ESPESO!
¿Por qué tanto temor a plantear, desde nuestras
convicciones cristianas, aquello que puede
acarrear incomprensiones, deserciones, críticas o
persecuciones? La vida cristiana no es ir
contracorriente en todo, pero tampoco comulgar con
ruedas de molino en todo. En muchas ocasiones,
puede más en nosotros la apariencia, la buena
imagen, el qué dirán, etc., que la audacia para
mostrar y proponer, sin tapujos y nítidamente,
aquellos valores que consideramos irrenunciables
desde la fe y hasta convenientes para el conjunto
de la sociedad.
1.- El futuro, en parte, depende de lo que hagamos en el
presente: las conciencias de las personas, de los
gobernantes, de las futuras generaciones, se
sostendrán en aquellos pilares que estamos
forjando por medio de la familia, la educación, la
catequesis, nuestra homilética, etc. ¿Por qué
tanto miedo a que nos encasillen? ¿Que nos pueden
tratar de retrógrados? ¿Es acaso mejor pasar de
puntillas por la vida y no armados con valores
inquebrantables? ¿Qué nos dirá el Señor al final
de nuestra vida; venid valientes de mi Padre o
marchad de aquí aprensivos de todo y por todo?
Dios nos ha dado la vida y la fe como dones. Y porque nos ha
regalado la vida y la fe, en justa reciprocidad,
le hemos de ofrecer nuestra colaboración para ir
perfeccionando su creación (la tierra y el
hombre), intentando que, el hombre, no se
convierta en enemigo de sí mismo.
Echemos un vistazo a la situación mundial. ¿Mejor o peor que hace
unos años? ¿Con ilusión o sin esperanza? ¿Con
conflictos permanentes o con una paz sostenida por
alfileres? No seamos pesimistas pero, tampoco,
lancemos las campanas al vuelo. Sobran palabras y
faltan obras. Abundan leyes injustas y, cada vez
más, se hace necesario un orden internacional
respete la integridad y la dignidad de las
personas. Ello, claro está, nos lleva a defender
la causa de los más pobres. El honor de los
pueblos. El derecho a nacer de los niños que están
en el seno materno. Una educación que, en sus
valores más fundamentales, sean marcados por la
familia y no según el dictado de los gobernantes
de turno. El bienestar de un mundo nuevo, nos
exige a los cristianos pregonar desde la azotea de
la política, de la familia, de la educación y
desde cualquier otro areópago a nuestro alcance,
el valor supremo de la vida frente a la eutanasia,
el terrorismo o el juego en el que se ha
convertido el experimento de células madres,
embriones….
¿Qué esto no es rentable? A los ojos de una modernidad mal
entendida puede que no. Pero ¿y ante los ojos de
Dios? ¿Los seguidores de Jesús nos podemos quedar
callados frente a lo que consideramos pernicioso
para el bien común? ¿Es que los cristianos, por
miedo a ser señalados, hemos de dejar colgado el
mensaje del evangelio en las escarpias del madero
de la sacristía? ¿Podemos caer en la tentación de
ser temerosos como los niños?
2.- Nuestras fuerzas son las que son, pero ¿nuestros ideales?
¡Nuestros ideales son los mejores! En nuestra
confianza en Dios está el secreto para llevarlos a
cabo. El Señor va por delante. Poco nos importa
que, en algunos países, la Iglesia tenga la fama
que tiene o que, el Papa, Obispos y sacerdotes,
sean constantemente presos del escarnio y de la
burla. ¡Más le hicieron a Jesús Maestro! El Señor
va por delante e, incluso en esas situaciones, se
pondrá de nuestra parte aunque aparentemente
creamos estar caminando solos.
3.- La Nueva Evangelización, y no nos escandalicemos, pasa por
empezar desde cero a fraguar la vida de muchos
cristianos que viven como si no lo fueran. A
formar familias desde el Evangelio. A ocupar
puestos de responsabilidad en la sociedad civil
sin renunciar ni menospreciar los valores del
cristianismo. Sólo entonces, cuando seamos
templados, cuando lleguemos a ese grado de
madurez, es cuando veremos y comprobaremos que el
Señor va por delante. Porque Jesús, si viniera de
nuevo, recogería aquel viejo proverbio: “las cosas
claras y el chocolate espeso”. Aunque sienten mal
las primeras o, el chocolate, a más de uno se le
atragante.
Javier Leoz
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