Viernes, 29 de diciembre de 2023
Día 5º dentro de la Octava de Navidad
Del propio - Blanco
1 Juan 2, 3-11
/ Lucas 2, 22-35
Salmo responsorial Sal 95, 1-3. 5b-6
R/. "
Alégrese el cielo y exulte la tierra”
Santoral:
Santo Tomás Becket, obispo y mártir
Navidad, fiesta de la esperanza
Los que más disfrutan de la Navidad son los niños
y los que tienen un alma de niño.
Hay que ser como niño para poder llevar
ante el pequeño Jesús todos los pecados,
preocupaciones, tristezas, todos los desalientos,
as caídas y desesperanzas y para no tener
pena de acercarse a ese Redentor.
Un enfermo no tiene miedo de ir al médico
puesto que sabe que lo va a intentar curar.
El que sufre una enfermedad del alma va en busca
de Cristo Redentor, ¿quién tiene miedo de ese
Salvador que tiene cara de niño?
Y se necesita ser niño para decirle:
“Te necesito. Vengo cansado de ir
por tantos caminos de la vida.
No he encontrado la verdadera paz lejos de Ti.
Por eso, me pongo en fila donde está Zaqueo
y María Magdalena, el buen ladrón y tantos otros
pecadores que van con la mano abierta para pedir
esa felicidad y esa paz que no han encontrado”.
Y pedir con fe, para saber que se va recibir esa
gracia.
Ser como niño para pedir con la fuerza
de la necesidad cuando de veras se siente.
Un pobre que pide limosna no necesita inventar
un discurso para decir que tiene hambre.
Nosotros no necesitamos inventarlo para decirle a
Dios
que tenemos hambre y sed de una verdadera
felicidad.
Se necesita ser niño para estar seguros
que ese Redentor puede curar todos nuestros males.
Puede convertir mi tristeza en alegría porque
es todopoderoso; mi enfermedad en salud,
mi desesperanza en confianza, mis tinieblas en
luz.
Cristo ha sido para millones de seres humanos,
el camino, la verdad y la vida. También puede ser
eso mismo para mí, para ti en esta Navidad.
Para todos los pecados, infidelidades y
debilidades,
hay perdón. Para todas las dudas, problemas,
dificultades, los “no puedo”, hay respuesta y
ayuda.
Para todas las ilusiones muertas hay
probabilidades
de una resurrección.
Para ti, para mí, hay solución. Tú tienes
solución,
si te acercas a ese Niño con fe y le dices
con los labios, con el corazón y la mente:
“¡Señor, si quieres, puedes curarme!”
Brindo por ese Dios que no nos trae propaganda,
palabras o promesas vacías, por ese Redentor
que sabe la grave enfermedad del hombre
y que se arriesga a venir, que se contagia
de la enfermedad y así nos cura.
Brindo también por ese Dios que sigue esperando
que el hombre le vuelva a decir en esta Navidad:
“te sigo amando.” Ese Dios, ese Redentor,
ese Niño de Belén es tuyo.
Si alguna vez de niño, joven o de adulto viviste
una Navidad auténticamente feliz, en paz con Dios,
contigo mismo y con los demás, esta Navidad
puede ser igual, puede incluso ser mejor todavía.
Deseo a cada uno, una verdadera Navidad ,que es
aquella en la que Dios es aceptado dentro de casa.
Dios es un niño que ríe contigo.
Dios es un niño que llora, que llora por ti.
Dios es un niño que ama,
que te ama con corazón de niño
y con la fuerza de un Dios.
Padre Mariano de Blas, L.C.
Liturgia - Lecturas del día
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Viernes,
29 de diciembre
de 2023
El que ama a su hermano
permanece
en la luz
Lectura de la primera carta de san Juan
2, 3-11
Queridos hermanos:
La señal de que conocemos a Dios,
es que cumplimos sus mandamientos.
El que dice:
«Yo lo conozco»,
y no cumple sus mandamientos,
es un mentiroso,
y la verdad no está en él.
Pero en aquel que cumple su palabra,
el amor de Dios
ha llegado verdaderamente a su plenitud.
Ésta es la señal de que vivimos en Él.
El que dice que permanece en Él,
debe proceder como Él.
Queridos míos,
no les doy un mandamiento nuevo,
sino un mandamiento antiguo,
el que aprendieron desde el principio:
este mandamiento antiguo
es la palabra que ustedes oyeron.
Sin embargo, el mandamiento que les doy es nuevo.
Y esto es verdad tanto en Él como en ustedes,
porque se disipan las tinieblas
y ya brilla la verdadera luz.
El que dice que está en la luz
y no ama a su hermano,
está todavía en las tinieblas.
El que ama a su hermano
permanece en la luz
y nada lo hace tropezar.
Pero el que no ama a su hermano,
está en las tinieblas y camina en ellas,
sin saber a dónde va,
porque las tinieblas lo han enceguecido.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 95, 1-3. 5b-6
R. Alégrese el cielo y
exulte la tierra.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre.
R.
Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
R.
El Señor hizo el cielo;
en su presencia hay esplendor y majestad,
en su Santuario, poder y hermosura.
R.
EVANGELIO
Luz para iluminar a los
paganos
X
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
2, 22-35
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la
purificación, llevaron al niño a Jerusalén para
presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley:
«Todo varón primogénito será consagrado al Señor».
También debían ofrecer en sacrificio un par de
tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la
Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era
justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel.
El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado
que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y
cuando los padres de Jesús llevaron al niño para
cumplir con él las prescripciones de la Ley,
Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios,
diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz,
como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de
él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María,
la madre: «Este niño será causa de caída y de
elevación para muchos en Israel; será signo de
contradicción, y a ti misma una espada te
atravesará el corazón. Así se manifestarán
claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Palabra del Señor.
Reflexión
1Jn. 2, 3-11. Si conocemos a Dios, es decir, si le hemos
permitido hacernos suyos; si hemos entrado en una
Alianza nueva y eterna, más fuerte y más íntima
que la alianza matrimonial; si Él vive en nosotros
y nosotros vivimos en Él no podemos dejar de amar
como Él nos ha amado, pues por estar en comunión
de vida con Él, nosotros hemos de ser amor, como
Dios es amor. Por eso, quien no vive en el amor y
dice conocer a Dios es un mentiroso. Quien vive
pecando camina en las tinieblas; no tiene a Dios
por Padre, sino al padre de las tinieblas. Aquel
mandato antiguo que decía: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo, ha sido superado y puesto frente
a nosotros como un mandamiento nuevo, pues el
Señor nos ha ordenado amarnos los unos a los otros
como Él nos ha amado a nosotros. Puesto que por
medio de la fe y del Bautismo hemos sido
consagrados a Dios, unidos a Jesucristo y hechos
templo del Espíritu Santo, seamos un signo claro
del amor que Dios nos tiene, amando al estilo del
amor con que Cristo nos ha amado.
Sal. 96 (95). A Dios dirigimos el canto nuevo que brota de la
presencia del Espíritu Santo en nosotros. Desde la
venida de Cristo ya no le cantamos a Dios, Él
canta desde nosotros, pues nosotros hemos sido
unidos a Él como hijos por vivir en comunión con
Cristo Jesús, su Hijo. Y junto con los redimidos
la creación entera se convierte en una alabanza
del Nombre de Dios. Nuestra vida, convertida en un
canto de amor a Dios como Padre nuestro, debe
convertirse también en un cántico de amor fraterno
mediante el cual alegremos a los pobres y a los
necesitados por socorrerlos y ayudarlos a salir de
sus limitaciones materiales. Ese anuncio gozoso
debe llegar también a los pecadores, los cuales,
tratados con el mismo amor con que Cristo busca la
oveja descarriada hasta encontrarla y llevarla
sobre sus hombros de vuelta a casa, han de
experimentar esa preocupación de Cristo desde
quienes creemos en Él. A partir de ese amor puesto
en práctica, la Iglesia de Cristo podrá colaborar
en la realización de un mundo más justo, más en
paz, más fraterno. Entonces realmente habremos
contribuido a la alegría de todas las naciones,
pues desde la Iglesia fiel a su Señor, todos
podrán experimentar las maravillas de la
salvación, que nos concedió en Cristo Jesús.
Lc. 2, 22-35. Dios ha cumplido sus promesas de salvación; en
Jesús no sólo los Judíos tienen el camino abierto
hacia Dios, sino los hombres de todos los tiempos
y lugares, pues el Señor vino como luz de las
naciones y gloria de su Pueblo Israel. Jesús es el
consagrado al Padre, y como tal está dispuesto a
hacer en todo su voluntad. María misma, la humilde
esclava del Señor, participará también de esa
fidelidad amorosa a la voluntad del Padre que le
llevará a estar al pié de la cruz, con el alma
atravesada por una espada de dolor, pero segura en
las manos de Dios, que cumplirá en ella cuanto le
fue anunciado. La Iglesia encuentra en María el
camino de fidelidad a Dios: Cristo Jesús, el cual
no ha de ser para nosotros motivo de ruina sino de
salvación, pues Él no vino para condenar al mundo,
sino para que el mundo se salve por Él. Quienes
estamos consagrados a Dios por medio del Bautismo,
que nos une en la fe a Jesucristo, debemos ser luz
para todas las naciones y nunca motivo de
condenación, de destrucción, de muerte, de
sufrimiento; pues el Señor no nos envió a destruir
la paz ni la alegría, sino a construir su Reino de
amor a pesar de que en ese empeño tengamos que
tomar nuestra propia cruz, ir tras las huellas de
Cristo para que, pasando por la muerte, lleguemos
junto con Él a la participación de la Gloria que
le corresponde como a Unigénito de Dios Padre.
Jesús ha sido consagrado al Padre; le pertenece y vive su
fidelidad a su voluntad como si de ella se
alimentara. Hoy nos hemos reunido para celebrar la
Eucaristía, Memorial del amor fiel que el Señor le
tiene a su Padre Dios, y del amor que nos tiene a
nosotros. A pesar de nuestros pecados Jesús nos ha
amado, pues Él ha salido a buscar al pecador no
sólo para ofrecerle el perdón de sus pecados, sino
para cargarlo sobre sus hombros y para
participarle de la misma Vida y de la misma Gloria
que le corresponde como a unigénito del Padre
Dios. Y en la Eucaristía se realiza esa comunión
de vida entre Cristo y nosotros. Por eso debemos
acudir a esta celebración no tanto por motivos
intranscendentes, sino porque queremos que el
Señor esté en nosotros y nosotros en Él y podamos,
así, darle un nuevo rumbo a nuestra historia.
Jesucristo ha venido a nosotros. ¿Lo hemos recibido con amor? ¿Lo
reconocemos como nuestro Dios y Salvador? Cristo,
Luz de las naciones, no sólo ha de iluminar
nuestra vida, sino que, por nuestra unión a Él,
debemos ser también nosotros luz del mundo.
Nuestros padres ya pueden morir en paz cuando vean
que aquel compromiso de educarnos en la fe, para
que vivamos como hijos de Dios, ha llegado a su
cumplimiento en nosotros. Amémonos los unos a los
otros como Cristo nos ha amado; pues la perfección
consiste en el amor que llega en nosotros a su
plenitud. No nos conformemos con llamarnos hijos
de Dios, sino que seámoslo en verdad de tal forma
que, mediante nuestras buenas obras, manifestemos
desde nuestra vida a Aquel que habita en nuestros
corazones, pues de la abundancia del corazón habla
la boca. Aquel que vive pecando, aquel que se
levanta en contra de su hermano para asesinarlo,
para perseguirlo, para calumniarlo, para dejarlo
morir de hambre, por más que se arrodille ante
Dios no puede ser, en verdad, su hijo, pues Dios
es amor, y es amor sin límites. Amemos a nuestro
prójimo en la forma como el Señor nos ha dado
ejemplo, pues en la proclamación del Evangelio
sólo el amor es digno de crédito.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de vivir unidos a
Jesús, su Hijo, de tal forma que continuemos su
obra de salvación en el mundo por medio de un
auténtico amor comprometido hasta sus últimas
consecuencias, con tal que colaborar así a la
salvación de todos.
Amén.
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